De principio, Juan de Callava era vecino de Alcalá la Real, donde ejercía como regidor de la ciudad y y regentaba la expendeduría de Tabaco, lo que le debía aportar muchas ganancias. La señora viuda era vecina de Granada.
Habían acudido a un pleito con motivo del pago del mayorazgo de un antepasado que afectaba a muchos familiares. Y, por lo que se refería a la ciudad de Alcalá la Real, se centraba en los bienes que correspondían al cerrato.
Siempre ha sido una incógnita este nombre por si refería a algún personaje, cuyos recientes propietarios de los últimos siglos no fueron los que le dieron nombre al cortijo ni los que lo adquirieron en torno al siglo XIX sino que este cortijo se remonta a una villa romana asentada en torno a la ribera del río Huéscar, que era como se llamaba en el siglo XVI. En este sitio, existían restos de cerámica sigilata, tegulas, dolias, ánforas y otros ensere. Además apareció una lápida romana rectangular salvo la parte superior definida por una ligera curva, que contenía la siguiente inscrip
Pero desde este Manlio hasta su actual propietario, hubo una historia. Se pasó de villa a alquéria; de alquería a cortijo; de cortijo a vivienda rural.
El final del autor recogía la sentencia contra Callava y mujer a los que condenaba a pagar cuaretna fanegas de trigo a la granadina Gracia, viuda de Alosno Moreno; en cada un año por viudedad. Y lo gravaba sobre los rendimientos de este cortijo
Callava daba largas y el escriban de la Chnacillería Manuel López Barajas instó al escribano o ejecutor de la Corte para que consiguiera el cumplimiento de la pena salvo que se le multar con 500 ducados. Y venía rubricado por el presidente de la Chancillería e marzo de 1788.
Pero, qué pinta Cerrato, en esta historia, si no aparece su apellido. Pues, doy pistas, son sus herederos, los que comentaré en próximos días tras el puente.
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