Hay una figura en la etapa vital de
las personas que recoge perfectamente la cultura romana. Define el paso final por
el mundo, desde cuando uno es un infante (infans-el que no habla) hasta senex,
anciano, pasando por el niño (puer), adolescente ( adulescens) varón (vir) /
mujer (mulier). Y, culmina este ciclo con esta etapa última en algunas
personas, denominada con un sintagma gramatical "provectus aetate",
(algo así como el cargado hacia adelante
por la edad). Pocas personas eran
las que lo lograban en aquellos tiempos,
repletos de acontecimientos bélicos, pandemias y ausencia total de la renombrada calidad de vida actual. Hoy día, parece come si invirtiera el triángulo de
supervivencia y el lado o base ancha predominara en este grupo social. Se ha
mejorado en condiciones de vida, la asistencia en su hogar gracias a la Ley de Dependencia, a los
medios económicos de esta cuarta edad y,
cada vez más excepcionalmente, bajo el cobijo humano y asistencial de un familiar que reconoce la persona que
le dio el ser y le crió. Y, menos frecuente es cuando los vínculos familiares
son menos estrechos. Pero, la generosidad humana derrocha toda su gracia en
personas filantrópicas o creyentes de alguna religión que acompañan, cuidan y aman a estas
personas.
En una sociedad de
mercado, no se valora en nada a muchas heroínas que se ligaron a otras
personas en su acompañamiento final.
Todo se ve bajo el prisma del rendimiento o el interés, pero no calculan
que existen otros parámetros que incluso sobrepasan el voluntariado,
y , están por encima de la beneficencia de años anteriores o , los
derechos básicos del papá Estado, al que creemos como el protector de todo y le delegamos hasta nuestro
espíritu. Nos referimos al
samaritanismo, esas personas que toparon con otra persona en su niñez en difíciles
circunstancias ( de orfandad o de alguna desgracia familiar) se compadecieron
( sin confundir con la compasión con
lástima que ve las cosas distanciándose del que las sufre) ; luego se acercaron
y compartieron los momentos más trascendentales ( en la alegría del
banquete), estuvieron en el momento
oportuno para vendar, curar y sanar heridas
entre la asistencia impagable y el acercamiento a lo ganado con el sudor
de su frente para solucionar los
problemas en los resortes institucionales; recibieron el cuidado del enfermo
herido del camino, con la mano caliente y el gesto amoroso frente a la frialdad
del frío hospital; y, por encima de todo, se lo llevaron en su propia
cabalgadura como si fueran los antiguos siervos que montaron a su amo. Se dejáron llevar por las personas que ya no pueden
desarrollarse como lo hacían en los mejores tiempos. En fin, a pesar de que la
sociedad neoliberal les ofrecía miles de
soluciones para atender a su hombre, el
samaritano asumió la entrega y el cuidado de aquella persona que se encontró en
el camino de la vida.
El hombre herido puede llamarse, de mil formas, Antonio, José,
Pedro. Este final de de su vida recayó
en Matías Sánchez Cano, un campesino, un aldeano de Villalobos, un hombre
bueno, sociable y normal como las pompas de jabón . Cayó en el camino como muchas personas que quisieran seguir el
camino sin cayado hasta el final, pero necesitan de los apoyos de un samaritano,
o samaritana; en este caso, la samaritana pudo tener por miles de nombres, pero en este caso
fue un familiar que recogió la enseñanza de aquella parábola evangélica
hasta el final del provectus aetate. Por eso coincido con José Laguna " Compadecerse,
acercarse, vendar, llevar, cuidar..tejen la red de acciones que definen la
ayuda samaritana, diferenciándose
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