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lunes, 8 de febrero de 2016

MATÍAS SÁNCHEZ CANO




Hay una figura en la etapa vital  de las personas que recoge perfectamente la cultura romana. Define el paso final por el mundo, desde cuando uno es un infante (infans-el que no habla) hasta senex, anciano, pasando por el niño (puer), adolescente ( adulescens) varón (vir) / mujer (mulier). Y, culmina este ciclo con esta etapa última en algunas personas, denominada con un sintagma gramatical "provectus aetate", (algo así como el cargado hacia adelante  por la edad). Pocas personas  eran las que lo lograban  en aquellos tiempos, repletos de acontecimientos bélicos, pandemias y ausencia total de la renombrada calidad  de vida actual. Hoy día,  parece come si invirtiera el triángulo de supervivencia y el lado o base ancha predominara en este grupo social. Se ha mejorado en condiciones de vida, la asistencia en su hogar gracias a la Ley de Dependencia, a los medios económicos  de esta cuarta edad y, cada vez más excepcionalmente, bajo el cobijo humano y asistencial   de un familiar que reconoce la persona que le dio el ser y le crió. Y, menos frecuente es cuando los vínculos familiares son menos estrechos. Pero, la generosidad humana derrocha toda su gracia en personas filantrópicas o creyentes de alguna religión  que acompañan, cuidan y aman a estas personas.
            En una sociedad de mercado,  no se valora en  nada a muchas heroínas que se ligaron a otras personas en su acompañamiento final.  Todo se ve bajo el prisma del rendimiento o el interés, pero no calculan que existen otros parámetros que incluso sobrepasan el  voluntariado,  y , están por encima de la beneficencia de años anteriores o , los derechos  básicos del papá  Estado, al que creemos como el protector  de todo y le delegamos hasta nuestro espíritu.  Nos referimos al samaritanismo, esas personas que toparon con otra  persona en su niñez en difíciles circunstancias ( de orfandad o de alguna desgracia familiar) se compadecieron (  sin confundir con la compasión con lástima que ve las cosas distanciándose del que las sufre) ; luego  se acercaron  y compartieron los momentos más trascendentales ( en la alegría del banquete),  estuvieron en el momento oportuno para vendar, curar y sanar heridas  entre la asistencia impagable y el acercamiento a lo ganado con el sudor de su frente  para solucionar los problemas en los resortes institucionales; recibieron el cuidado del enfermo herido del camino, con la mano caliente y el gesto amoroso frente a la frialdad del frío hospital; y, por encima de todo, se lo llevaron en su propia cabalgadura como si fueran los antiguos siervos que montaron a su amo. Se  dejáron llevar por las personas que ya no pueden desarrollarse como lo hacían en los mejores tiempos. En fin, a pesar de que la sociedad neoliberal les ofrecía  miles de soluciones  para atender a su hombre, el samaritano asumió la entrega y el cuidado de aquella persona que se encontró en el camino de la vida.

            El hombre herido  puede llamarse, de mil formas, Antonio, José, Pedro. Este final de de su vida  recayó en Matías Sánchez Cano, un campesino, un aldeano de Villalobos, un hombre bueno, sociable y normal como las pompas de jabón . Cayó en el camino  como muchas personas que quisieran seguir el camino sin cayado hasta el final, pero necesitan de los apoyos de un samaritano, o samaritana; en este caso, la samaritana pudo tener  por miles de nombres, pero  en este caso  fue un familiar que recogió la enseñanza de aquella parábola evangélica hasta el final del provectus aetate. Por eso coincido con  José Laguna " Compadecerse, acercarse, vendar, llevar, cuidar..tejen la red de acciones que definen la ayuda samaritana, diferenciándose

 de propuestas meramente retóricas, modelos asistenciales y ayudas estructurales desencarnadas. Los movimientos MRG asumen en estos verbos los mayores retos y algunas de sus mayores dificultades para hacer posibles su propuesta de otro mundo posible, desde las víctimas".    

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