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sábado, 6 de febrero de 2016

ENTRE CARNAVAL Y CARNESTOLLENDAS

                                   ENTRE CARNAVAL Y CARNESTOLLENDAS


            Todavía, se están comiendo de postre los restos de mantecados y los trozos de turrón en algunas casas alcaláinas, cuando, curiosamente, se escuchan a comparsistas y chirigoteros  cantando  canciones de carnaval, al mismo tiempo que se diseñan  trajes de disfraces para los grupos de amigos que saldrán en los desfiles  y el entierro de la Sardina. Parece como si quisieran también convertir los armarios en un receptáculo de disfraces para todas las épocas del año: no se ha colgado el traje de pastor navideño o de un personaje de cuentos para la cabalgata de Reyes, cuando  ya  algunos, en un santiamén,  se han vestido de azafatas, bichos o bandoleros; y lo que es más curioso ( Y perdón y respeto sincero por la función religiosa y personal ) pronto los rostrillos y los trajes de los soldados, verdugos y sayones dieciochescos se mezclan con los antifaces  y caperuces semanasanteros. Y no se queda aislado el fenómeno en los seres con uso de razón, sino que se traslada esta visión vital hasta en lo animales de modo que se revisten  de personajes humanos a los mismos animales, e, incluso, a los pichones en el día de Presentación de Jesús en el Templo, a pesar que se haga referencia a la Purificación.  La cadena sería interminable, porque la función de actor  se ejerce  sin haber transcurrido menos de un mes; pues, al pasar el tiempo de Pasión, se celebraban los mayos con muchos peleles, en junio se inventó la bruja en la fiesta de la fiesta de San Juan y eso que  abundaban los fantasmas ( esos encubiertos con sábanas blancas)  de muchas aldeas y cortijadas que se revestían de momias para asustar a los amantes de su enamorada. Y no es  un caso aislado esta mutación de personajes en un mismo individuo, sino que estas costumbres se extienden en muchos lugares de España, y, sobre todo, en tierras andaluzas. Tampoco, se reserva al semestre primero del año, sino que antes se multiplicaban, durante cualquier momento del año, las fiestas de moros y cristianos, convirtiendo,  por unos días,  a los vecinos en almogávares y soldados castellanos, en caballeros de las órdenes militares y  en  almohades o almorávides,  en adalides y monfíes...Incluso, por toda la geografía nacional no se encuentran rincón ni mes del año que no represente un asalto, un cerco o una victoria de una ciudad; y pocas quedan en festejar la vida cotidiana y eso que se abre el travestismo de personas con una mayor amplitud de escenas que provocarían el afecto por el trabajo artesanal o el ocio creativo frente a la actitud belicista. 

            Probablemente, como cuentan muchos estudiosos,( y  excelentes son las investigaciones de muchos españoles sobresaliendo la del fallecido escritor Julio Caro Baroja a lo largo de sus extensas publicaciones), gran parte  de todas estas festivales deben entornarse en el mundo grecolatino que se rige  por el movimiento pendular de la historia de tal modo que suelen alternar los periodos temporales en una dualidad relacionada con el canto entre la muerte/la vida, la alegría/ la pena, el dolor/ la salud y así hasta un largo etcétera de conceptos antinómicos.  Y en verdad que se fundamentan en los dos instintos básicos del hombre ( el eros/ el thanatos). Pero, no está tan equilibrada la dosis de cada uno de ellos ni en los individuos ni en los grupos sociales, porque hay quien no le gusta mas que echar los platos a rodar o estar  siempre con cara de vinagre; o, a la inversa, en algunas canciones de este tiempo se exagera  al cantar que todo el mundo es carnaval, o todo el año o la vida es carnaval.    
            Pero, no era esta la cuestión, sino el título del presente artículo quería dilucidar entre carnaval y carnestollendas. Incluso, algunos también algunos rectificarían con  “ antruejo”. Y yendo  por partes, su sentido etimológico y su diacronía léxica  aclararán estas dudas. Pues, pasando entrelíneas por el vocablo  muy poco usado de antruejo que  procede del latín ( introituluss, diminutivo, pequeña entrada)  y hace alusión en Castilla  a los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza, carnaval  ( de carnem levare, o sea quitar la carne)  y carnes tollendas ( las carnes que debemos quitarnos de comer a partir del primer día de Cuaresma)  coinciden en la fecha, contenido  y programa básico de estas fiestas.; tan sólo se diferencian en el origen y extensión del vocablo: antruejo se usaba en la Salamanca de Covarrubias; carnestolendas es un término mucho más antiguo, que nace en el medievo, y Carnaval nació en tierra italiana allá por el Renacimiento.


Y lo que diferenciaba ambos está muy bien recogidos en estos versos de Gaspar de Lucas Hidalgo: Martes era, que no lunes,/Martes de Carnestollendas,/Víspera de Ceniza,/Primer Día de Cuaresma, / Ved qué martes y miércoles/ qué víspera y qué fiesta/, el martes lleno de risa, / el miércoles de tristeza./. No se refieren a ninguno de los tres términos, porque son sinónimos, sino están relacionados  con el ciclo cristiano de la Cuaresma.

Pero, lo que sucede que hemos convertido todo el tiempo y todo el año en una pura fiesta sin distinguir lo festivo/ lo no festivo prologando y difuminando los límites espaciales y temporales. Y da ,lo mismo  en la fecha que se celebre  la efemérides, porque  hay algunos que  la han celebrado el final del año con nieve artificial en medio del verano, y no nos extrañe que en Roma se celebra el día de la Virgen de las Nieves a principios de Agosto. Y no sólo se metamorfosean  los momentos sino que los disfraces y las máscaras  no se quitan en las personas ni un minuto del día. Con la falta que se necesita de separar el trigo de la paja;  la máscara  del  ser con uso de razón;  el teatro de la vida misma; ,  los hombres de carne y hueso  de los peleles;  el  auténtico político que busca el  bien común,

















  de los tacticistas, estrategas y electoralistas.

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