ENTRE CARNAVAL Y CARNESTOLLENDAS
Todavía,
se están comiendo de postre los restos de mantecados y los trozos de turrón en
algunas casas alcaláinas, cuando, curiosamente, se escuchan a comparsistas y
chirigoteros cantando canciones de carnaval, al mismo tiempo que se
diseñan trajes de disfraces para los
grupos de amigos que saldrán en los desfiles
y el entierro de la
Sardina. Parece como si quisieran también convertir los
armarios en un receptáculo de disfraces para todas las épocas del año: no se ha
colgado el traje de pastor navideño o de un personaje de cuentos para la
cabalgata de Reyes, cuando ya algunos, en un santiamén, se han vestido de azafatas, bichos o bandoleros;
y lo que es más curioso ( Y perdón y respeto sincero por la función religiosa y
personal ) pronto los rostrillos y los trajes de los soldados, verdugos y
sayones dieciochescos se mezclan con los antifaces y caperuces semanasanteros. Y no se queda
aislado el fenómeno en los seres con uso de razón, sino que se traslada esta
visión vital hasta en lo animales de modo que se revisten de personajes humanos a los mismos animales,
e, incluso, a los pichones en el día de Presentación de Jesús en el Templo, a
pesar que se haga referencia a la Purificación. La
cadena sería interminable, porque la función de actor se ejerce
sin haber transcurrido menos de un mes; pues, al pasar el tiempo
de Pasión, se celebraban los mayos con muchos peleles, en junio se inventó la
bruja en la fiesta de la fiesta de San Juan y eso que abundaban los fantasmas ( esos encubiertos
con sábanas blancas) de muchas aldeas y
cortijadas que se revestían de momias para asustar a los amantes de su
enamorada. Y no es un caso aislado esta
mutación de personajes en un mismo individuo, sino que estas costumbres se
extienden en muchos lugares de España, y, sobre todo, en tierras andaluzas.
Tampoco, se reserva al semestre primero del año, sino que antes se
multiplicaban, durante cualquier momento del año, las fiestas de moros y
cristianos, convirtiendo, por unos
días, a los vecinos en almogávares y
soldados castellanos, en caballeros de las órdenes militares y en
almohades o almorávides, en
adalides y monfíes...Incluso, por toda la geografía nacional no se encuentran rincón
ni mes del año que no represente un asalto, un cerco o una victoria de una
ciudad; y pocas quedan en festejar la vida cotidiana y eso que se abre el
travestismo de personas con una mayor amplitud de escenas que provocarían el
afecto por el trabajo artesanal o el ocio creativo frente a la actitud
belicista.
Probablemente,
como cuentan muchos estudiosos,( y
excelentes son las investigaciones de muchos españoles sobresaliendo la
del fallecido escritor Julio Caro Baroja a lo largo de sus extensas
publicaciones), gran parte de todas
estas festivales deben entornarse en el mundo grecolatino que se rige por el movimiento pendular de la historia de
tal modo que suelen alternar los periodos temporales en una dualidad
relacionada con el canto entre la muerte/la vida, la alegría/ la pena, el dolor/
la salud y así hasta un largo etcétera de conceptos antinómicos. Y en verdad que se fundamentan en los dos
instintos básicos del hombre ( el eros/ el thanatos). Pero, no está tan
equilibrada la dosis de cada uno de ellos ni en los individuos ni en los grupos
sociales, porque hay quien no le gusta mas que echar los platos a rodar o
estar siempre con cara de vinagre; o, a
la inversa, en algunas canciones de este tiempo se exagera al cantar que todo el mundo es carnaval, o
todo el año o la vida es carnaval.
Pero,
no era esta la cuestión, sino el título del presente artículo quería dilucidar
entre carnaval y carnestollendas. Incluso, algunos también algunos
rectificarían con “ antruejo”. Y yendo por partes, su sentido etimológico y su
diacronía léxica aclararán estas dudas.
Pues, pasando entrelíneas por el vocablo
muy poco usado de antruejo que
procede del latín ( introituluss, diminutivo, pequeña entrada) y hace alusión en Castilla a los tres días anteriores al Miércoles de
Ceniza, carnaval ( de carnem levare, o
sea quitar la carne) y carnes tollendas
( las carnes que debemos quitarnos de comer a partir del primer día de
Cuaresma) coinciden en la fecha,
contenido y programa básico de estas
fiestas.; tan sólo se diferencian en el origen y extensión del vocablo:
antruejo se usaba en la
Salamanca de Covarrubias; carnestolendas es un término mucho
más antiguo, que nace en el medievo, y Carnaval nació en tierra italiana allá
por el Renacimiento.
Y lo que diferenciaba ambos está
muy bien recogidos en estos versos de Gaspar de Lucas Hidalgo: Martes era,
que no lunes,/Martes de Carnestollendas,/Víspera de Ceniza,/Primer Día de
Cuaresma, / Ved qué martes y miércoles/ qué víspera y qué fiesta/, el martes
lleno de risa, / el miércoles de tristeza./. No se refieren a ninguno de
los tres términos, porque son sinónimos, sino están relacionados con el ciclo cristiano de la Cuaresma.
Pero, lo que sucede que hemos
convertido todo el tiempo y todo el año en una pura fiesta sin distinguir lo
festivo/ lo no festivo prologando y difuminando los límites espaciales y
temporales. Y da ,lo mismo en la fecha
que se celebre la efemérides,
porque hay algunos que la han celebrado el final del año con nieve
artificial en medio del verano, y no nos extrañe que en Roma se celebra el día
de la Virgen
de las Nieves a principios de Agosto. Y no sólo se metamorfosean los momentos sino que los disfraces y las
máscaras no se quitan en las personas ni
un minuto del día. Con la falta que se necesita de separar el trigo de la paja; la máscara
del ser con uso de razón; el teatro de la vida misma; , los hombres de carne y hueso de los peleles; el
auténtico político que busca el bien común,
de los tacticistas, estrategas y electoralistas.
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