HISTORIA DEL OLIVO EN LA SIERRA SUR
Época Romana
De sobra es conocida la presencia genérica del olivo en las comarcas
subbéticas de la Turdetana en tiempos de la época romana tal como
señalaba Estrabón. Al hablar de ella decía:
“De Turdetania se exporta trigo y vino en cantidad, y aceite no sólo en
cantidad sino también la mejor calidad”
La antigua Ipocobulco, tan famosa y tan desconocida en su localización
geográfica, tuvo que estar rodeada de un gran número de villae rusticae,
en las que los agricultores sembraron los campos de cereales y
plantaron los terrenos más abruptos con olivos tal como se ha puesto de
manifiesto en algunas excavaciones arqueológicas de su entorno en las que
aparecen restos de ánforas, algunos molinos de prensado y, de
rodezno. Incluso, en lugares cercanos a esta comarca de la Sierra
Sur, se encuentran algún tipo de marca para las ánforas de
exportación que eran
trasladadas a Roma y, actualmente, se localizan en el
monte Testaccio.
No digamos la importancia que tuvo la Alcaudete romana, que
Plinio recoge con el nombre de Unditunum, con la
presencia de un importante núcleo urbano que se mantuvo hasta la época árabe.
La misma Encina Hermosa, antiguo poblado iberorromano ubicado en
el término del Castillo, compartía con Alcaudete un
núcleo estratégico importante, donde sus primeros habitantes
tuvieron necesidad de producir trigo en sus valles y, probablemente, de
plantar los primeros olivos. De ahí que, en excavaciones del siglo pasado,
aparecieron varias medidas de bronce, destinadas a líquidos, y con una gran
perfección artística, cuyo uso podría ser para el aceite.
En una de las divisiones de la Bética, que tenía como capital Astigi, el
conventus astigitano comprendía gran parte las tierras de la Sierra
Sur y, del aceite de ellas, debieron surtirse otros lugares y
emplear las ánforas que posteriormente se hallaron en muchos lugares del
Imperio. Telesforo Ulierte Ruiz insinúa la hipótesis de que la Sierra de
Orbes era la sierra de los Rulos, lugar donde se sacaba la piedra para hacer
rulos para moler el aceite y afirmaba muy rotundamente de esta zona
de Alcaudete:
“Orbes viene del mundo íbero-romano y como lugar de procedencia de algo
concreto: los orbes- rulos. Nos encontramos en una zona de rancia raigambre
oleícola: no fueron los árabes, sino los íberos los que produjeron y
los romanos los que industrializaron la producción ancestral de aceite en
nuestra comarca”
Época musulmana
No está muy estudiada la agricultura de la época visigoda ni la
musulmana para comprender la importancia del olivar entre la población.
Tampoco, los estudios arqueológicos han abierto nuevos horizontes sobre los
recursos económicos de la zona. Simonet aludía en el siglo pasado al
carácter fronterizo y militar de Calat ibn Said, mientras
a Alcaudete ya el poeta a´l –Idrisi ya se le consideraba como un
buen recinto fortificado provisto de un gran mercado que le permitía
, según, Ibn al-Jatib, ser una plaza fuerte de bien conocida
celebridad, por su magnífica posición, sus fértiles planicies, su buena agua.
Sin embargo, el mantenimiento de las antiguas villas rústicas y su
transformación en alquerías medievales, así como la existencia de algún que
otro molino de aceite, nos hace pensar que el cultivo del olivar
debió existir en la comarca.
Con
la conquista por los castellanos, la comarca sufrió varios procesos,
pues mientras las ciudades del norte de la Sierra Sur fueron conquistadas por
el rey Fernando III y, al principio, estuvieron asignadas a la Orden de
Calatrava, y Alcaudete posteriormente al condado de Montemayor, las
más meridionales tardaron algo más en serlo hasta la
llegada de Alfonso XI en el año 1341. Las referencias de los
documentos medievales nos hacen pensar una tierra de paso y de intercambio
comercial, en la que el aceite era uno de los productos del mercado entre los
reinos granadinos y cristianos. No obstante, las Crónicas y los Anales
reflejan que, en las correrías, razias y rebatos solían producirse
talas de tierras de cereales, arbolado y otros cultivos, donde figuran los
olivos, como fue el caso de la campaña de la campaña de 1.148 que
recoge la Crónica del Emperador Alfonso:
In Era 1.148. et in mense Maio. Y otros castillos junto al río que llaman
Guadalquivir, y muchas ciudades corrieron depredando por muchos días, y
apresaron todas las tierras de Jaén y Baeza, y Úbeda, y Andújar, y muchísimas
otras ciudades, y pusieron fuego en todas las villas a dondequiera que fueron,
las sinagogas de ellos destruyeron, y los Libros de las Leyes de Mahoma los
quemaron a fuego, y los doctores fueron despedazados; las viñas y
los olivos, y las higueras, y todos los árboles los hicieron cortar,
y todos los lugares que corrieron en su cabalgada quedaron devastados”
La conquista castellana
Un poeta de aquel tiempo y que suele relacionarse su origen con
Alcalá de Aben Zayde, Juan Ruiz de Cisneros, el Arcipreste de Hita,
cantaba al olivo en la vida de Santa Oria.
Si tenemos en cuenta que, posteriormente, se manifiesta una presencia del
olivo desde las tierras de Alcaudete y en algunos terrenos del
Castillo para su autoconsumo e insuficiente para el abastecimiento de Alcalá,
dos tipos de actividades distinguen la zona en el medievo: una de
producción del olivar en los terrenos del señorío de Alcaudete y las
tierras de las Orden de Calatrava, y otra agropecuaria, con presencia de la vid
y el ganado, en tierras alcalaínas y de Valdepeñas.
Las tierras alcalaínas, por otra parte, son las que, en concreto,
mejor ilustran de una economía basada principalmente a la ganadería mediante
unas ordenanzas que regulaban los usos del territorio por los
vecinos para pasto o uso doméstico. Pues en Alcalá la Real, abundan este tipo
de normativa que con frecuencia topaba con los intereses agrícolas.
Estos generalmente comenzaron a desarrollarse con los viñedos,
consiguiendo un privilegio especial de venta en Granada y demás
pueblos, y con los cereales tras los diversos
repartimientos de tierra que desde Alfonso XI hasta Felipe II se hicieron entre
los conquistadores para mantener la frontera al principio, y posteriormente,
para afrontar las cargas municipales y, lo que era más frecuente, la
política hacendística de los Austrias que tenía
que mantener, mediante las guerras, un imperio tan extenso como lo
fue el español en los siglos XVI y XVII.
En Alcaudete, recogemos las notas sobre la agricultura del siglo XVI de
Antonio Rivas:
El olivar no
tenía ni mucho menos su actual importancia. Estaba a veces asociado a los
cereales , con pocas plantas por fanega de tierra: La zona en la que los
olivares ocupaban una mayor extensión era en la Vega y camino de Alcalá, aunque
existieran plantaciones en otros muchos parajes. El valor de su producción
suponía más o menos el diez por ciento del de los cereales, lo cual da una idea
de su consideración. Apenas si cubría el consumo local. El precio del litro de
aceite era muy alto.
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