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domingo, 21 de enero de 2024

EL OLIVO EN LA SIERRA SUR(II)


 

EL OLIVAR EN LA SIERRA SUR(II)


EL OLIVAR Y LOS DIEZMOS






Desde el siglo XIV, tras la conquista de Alfonso XI,  el viñedo  junto con los cereales fueron los productos más importantes, en una comarca en la que la ganadería jugaba un gran papel económico. No obstante, por los datos  indirectos a través de documentos eclesiales de recogida de diezmos,  podemos comprobar que , mientras que en  Priego y el Castillo de Locubín  los olivares solían  encuadrarse dentro del diezmo, en Alcalá y Carcabuey  se recogía la imposición a través de las minucias por la escasa importancia de su producción y los pocos terrenos que  se plantaban de olivares. Un claro ejemplo es  cualquier recuento de un año en las que las cifras de los diezmos de la ganadería  en cualquier rama animal superaban con creces al conjunto de las minucias, en las que se comprendía junto al aceite la miel, la caña, las hortalizas, los productos de huerto, las habichuelas  y una gama muy  heterogénea.

 

            El carácter testimonial del olivo en  el término alcalaíno contrasta con el  de  Alcaudete que poco a poco va progresando la introducción de este cultivo. Así en Alcalá, conforme los viñedos viejos de los alrededores de la ciudad se perdían y  los solares de los barrios antiguos se abandonaban en  las faldas de la Mota y San Bartolomé, el olivo aparecía distribuido sin control ni cuerda en los linderos o en medio de las viñas.  Lo mismo le acontecía a los Villares y   Valdepeñas en muchos de los pagos de las nuevas parcelaciones agrarias que se otorgaban a los vecinos con motivo de las compensaciones fiscales producidas por las medidas hacendísticas de los periodos de los Austrias . Sin embargo,  en Alcaudete, las fincas  de olivar se hacen más extensivas y se prodigan los molinos.

 

 



 



XVI Y XVII

 

 

 

El olivar no se desarrolló  intensamente, en la comarca, salvo en el Castillo de Locubín y Alcaudete; en su inmensa mayor parte, la población se abastecía del aceite de  los mercados de los pueblos cordobeses y jiennenses de la Campiña Sur.

 

Prueba de ello es la nueva ordenanza del vino y aceite que aprobó el cabildo alcalaíno en el año 1603. Simplemente era una traslación de la normativa de la ciudad de Jaén, realizada por don Pedro de Vera el 11 de enero de 1602. En ella se refleja que la mayoría de los artículos, que hacen  referencia al vino, regulan todo tipo de sus actividades como el comercio, los corredores, los controles, el almacenamiento y la vigilancia de los viñedos, mientras omiten aspectos como la molienda y la venta de aceite en los molinos de aceite y , por otro parte, estas normas reguladoras del olivar, en su mayor parte, aluden a la villa del Castillo de Locubín e, incluso, ni recogen artículos aplicados en la capital del Santo Reino donde la producción del aceite era mucho más significativa.

Otro hacía referencia a los hurtos de aceitunas en costales y zurrones y sus correspondientes castigos. Como la parte sur de esta comarca era una zona de paso para los pueblos de los caminos de Levante( Noalejo, Guadix, Iznalloz y Campillo) e, incluso, para Granada, Motril, y Málaga, se regulaba el paso de los arrieros y de los comerciantes que traían el aceite de otros lugares anteriormente mencionados.

De su aspecto de mercado, inferior a la producción  vitivinícola, y en posesión de los pequeños propietarios son las ordenanzas del siglo XVIII, impidiendo  que se comprara aceitunas al por menor, que procedía de hurtos y obligando a traer cédulas de los alcaldes ordinario indicando de donde procedía el fruto.      

En el Castillo, unos años más tarde, en el 1628,  los mayores hacendados declararon todos sus bienes con el fin de conseguir la independencia de Alcalá y , más tarde, para impedir la compra de ella por parte del Marqués de los Trujillo, y en muchos de ellos se encuentran pequeños pagos de olivar que no alcanzan la fanega de tierra en los sitios de la Viñuelas,  Picacho, Pozuelo, Hoya del Peñón,  Picacho, zonas junto al río y Camino de la Nava, Colmenillas,   Pozuelo,  Barrero, Colmenero, Primaltos  y el Batán . A veces, se encontraba mezclado con el viñedo como fue el caso de dos aranzadas y viña en el cerro de la Cogolla.

Por  los pregones  que se realizaban  en las ciudades que  exportaban el aceite, se  observa que Alcaudete ya en el siglo XVI lo producía , pero los puntos más frecuentes de los abastecedores de las tiendas de aceite de la fortaleza de la Mota y del resto de la ciudad eran Martos, Torredonjimeno, Arjona, Lopera, Arjonilla, Bujalance, Écija, Córdoba, Montilla, Aguilar, Castro, Montemayor,  Rambla, Lucena, Priego, Espejo y Baena.  Conforme nos acercamos al siglo XIX, Martos es el pueblo regulador del mercado de todas ellas  y exporta la mayor parte de aceite a Alcalá.  La distribución se llevaba a cabo mediante una subasta  que obligaba al mejor postor a  tener a disposición de las tiendas de la ciudad  el aceite  almacenado en sus bodegas  con un precio establecido previamente en la subasta, que generalmente difería entre los meses de campaña y el resto del año. 

A finales del  siglo XVII,  en una declaración de bienes de los propietarios alcalaínos y castilleros, se encuentran  datos importantes para toda la comarca Sur. Se confirma que el Castillo de Locubín y Alcaudete poseían algunas extensiones de olivar en las mismas tierras que principios de siglo, añadiendo a las anteriores pagos del Castillo  Paguillo en los ruedos del pueblo, como el Calvario, Dornajo, Buenos Vinos, Zorrero,  capellanía de Alonso Sánchez, Lagunilla, Hornero, Cuesta del Roble, Cañada del Pozolín, Endrinal, Cruz de San Roque, vadillo de Jaén, erilla el Collado, Muladar, la Zarza, Romero, Cerro de la Postiga, Nacimiento del río, Redondal y Cañaverejo. Incluso,  se constata la presencia de un molino de aceite, propiedad de la hidalga alcalaína doña María de Valenzuela y probablemente, uno de los molinos de don Bernardo de Aranda en el caz del río.

 Alcaudete  debió se importante, pues aparece, incluso, un escribano alcalaíno Juan Rodríguez de Cebreros  que poseía un cortijo de con mayor número de  tierras de olivar que de secano  y un molino de aceite. Curiosamente, ni un solo caso,  se encuentra en Alcalá por lo que respecta al olivar  en ninguna tierra del mencionado registro, salvo algunos topónimos que pueden hacer referencia al olivar salvaje  como el paraje de la Cornicabra y las propiedades de los alcalaínos en el Castillo.

El mismo anterior escribano refiere que posee una aranzada y media de olivar en Valdepeñas, lo que nos demuestra la presencia del olivar en estas sierras. A ello se añade que los diezmos también se imponen sobre el aceite.

 

 


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