EN JAÉN SEMANA. LAS NOCHES DE NAVIDAD
I
Han pasado muchos años desde que la Navidad cristiana estaba
completamente enraizada en todos los hogares de los pueblos jiennenses. Hoy
vivimos otros tiempos, en los que el banquete anterior a la Misa del Gallo se
ha sustituido muchas veces por la comida familiar; el programa
extraordinario televisivo ha suplantado los cantos colectivos de las
familias tras la asistencia a la misa; y el alumbrado extraordinario
de las ciudades, villas, pueblos y
aldeas, compite con su estrella de
oriente en sitios destacados, en las torres de sus iglesias o castillos. Sirva de ejemplo el de
la ciudad fortificada de la Mota de Alcalá la Real. La luz ha usurpado el
puesto de las antiguas canciones navideñas, ocupando el lugar de los cantos de campanilleros,
aguilanderos, animeros y auroros, y otros tipos de murgas y comparsas, que se
convertían en heraldos de las fiestas de la Navidad. Nos han invadido por
doquier las nuevas tecnologías como mal menor de intercambio y comunicación
entre los miembros alejados de las familias que se reúnen por estas fechas; con
su vertiente de mensajes generalizantes y visos de adormidera, le ha
quitado la ternura a estas fiestas encarnadas y cobijadas en los abrazos de
amor y familia. Pero, esto no fue siempre
así. Si se acuden a ordenanzas o crónicas de siglos pasados, unas buenas
fuentes son las constituciones eclesiásticas que refieren la morfología festiva
de la Navidad. Así, las abaciales de Juan de Ávila refieren que
, por estas fietas en su territorio ,
se celebraban en algunas iglesias y ermitas “algunas representaciones , juegos
o remembranzas u otras cosas semejantes”, por cierto, a veces “no muy
honestas”, porque en la celebración de aquellos autos o teatros menores se
introducían algunos versos graciosos “ las célebres morcillas” teatrales, como
consta en los cantos de los largos romances, que todavía se conservan y cantan
en la noche de Navidad por parte algunas familias tradicionales de Alcalá.
Preciosos y llenos de lirismo son el muy popular “Cuando el Eterno se quiso
hacer Niño”, o del “Niño Jesús Carpintero”, que recogimos cantado de Pilar
Gálvez, o el más universal “Los desposorios de San José”, “La huida a Egipto”,
o “la Posada”. Eran parte y herencia de los misterios medievales, que los abades tuvieron
que prohibir por causarse algún escándalo. Por tierras alcalaínas, recogen este
villancico romanceado y muy transformado del original, que se remonta a siglos
pasados y a tierras malagueñas: en concreto al canónigo del Sacromonte y de la
sede malagueña Francisco Pascual: Cuando el Eterno se quiso
hacer Niño, /le dijo al ángel con mucho
cariño: /Mira, Gabriel, baja Galilea, /y
encontrarás una pequeña aldea. / Hay una casa que
de David viene, /con una niña que quince años tiene. /Está casada con un
carpintero/ es pobrecita y así yo la quiero. /Pues baja y le da todos los honores,
/que de ella quiero tener todos sus favores. / +Dile si quiere en su
vientre hospedarme, /que de ella quiero tomar carne y sangre. Con este estribillo que cambiaba con una
música más alegre y menos recitativa que la anterior: Alegría, alegría, alegría,
/y más alegría, que ha parido la Virgen María/un Infante eterno, /con el frío y
rigor del invierno y los angelitos/cuando vieron a su Dios chiquito/metido
entre pajas, /le bailaban y le hacían sonajas. Continuaba hasta llegar los
pastores al portal de Belén, donde se cantaba este estribillo y
estrambote: Y nadie se asombre, /que esta fiesta se hace por el hombre, / Dicen:
zagales, /arrimarse hacia estos portales, /Nuestro Dios es profundo, /Qué hora
buena viniste al mundo.
Un siglo después, estos villancicos y estas representaciones
se refugiaron en las fiestas profanas, con el nombre “farsa, aunque sea en
lo divino”, lo que demuestra la pervivencia de estos romances y misterios de
Navidad, como recogen la constitución 5 del título XIII del abad Pedro de
Moya. En nuestros tiempos, estas escenificaciones se redujeron a los belenes
vivientes, quedaron como un testigo deformado que se representan en los
colegios y en algunos templos.
IIPero, nada quedó de aquellas representaciones, salvo la
letra de estos villancicos navideños. Más reciente y, en parte
conservada, es la tradición de los aguilanderos, grupos espontáneos de hermanos
de cofradías ( en Alcalá y en las aldeas, hay noticias de las de las
Ánimas , del Pecado original o la de Nuestra Señora de la Aurora) que iban de
una casa a otra de los hermanos con un rústico acompañamiento musical de
zambombas, panderos, panderetas, instrumentos de percusión, algún violín
, guitarra o laúd cantando villancicos, que culminaba con el canto
de los aguilando real “Vamos cantando,/ a la vez que pedimos/ el
aguilando./Que le den/con el rabo/ en la saeten,/” Su finalidad no era otra
sino recaudar fondos (materiales y de dinero) para una rifa que se realizaba en
los primeros días de Navidad. Con ellos, mantenían los cultos y fiestas de la
cofradía, y obligaciones caritativas con sus hermanos, generalmente misas por
el alma de los cofrades fallecidos. También, no olvidaban a acudir a la misa
del Gallo, con su coro y faroles de limpio y brillante cristal.
Desgraciadamente, solo ha quedado restos de aquella hermandad de Nuestra Señora
de la Aurora en coros o murgas como el que se preparaba para estas fiestas por
la Hermandad del Cristo de la Salud en la Noche de la Misa del Callo, la
Muestra y Ofrenda de Villancicos y en las pandillas de amigos de las aldeas
como La Rábita. Y los sones de este canto auroro: “Eres madre de
tierra y doncella/ y madre del Niño que en Belén nació. /Y eres de cristal dorado,
/ donde Jesucristo vivo se encerró, nueve meses con tanta grandeza/ y quedaste
Virgen y Madre de Dios. /
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