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domingo, 23 de diciembre de 2018

EN JAÉN SEMANA. LAS NOCHES DE NAVIDAD







                                       I            Han pasado muchos años desde que la Navidad cristiana estaba completamente enraizada en todos los hogares de los pueblos jiennenses. Hoy vivimos otros tiempos, en los que el banquete anterior a la Misa del Gallo se ha sustituido muchas veces  por la comida familiar; el programa extraordinario televisivo ha suplantado los cantos colectivos de las  familias  tras la asistencia a la misa; y  el alumbrado extraordinario de las  ciudades, villas, pueblos y aldeas, compite  con su estrella de oriente en sitios destacados, en las torres de sus  iglesias o castillos. Sirva de ejemplo el de la ciudad fortificada de la Mota de Alcalá la Real. La luz ha usurpado el puesto de las antiguas canciones navideñas, ocupando el lugar de los cantos de campanilleros, aguilanderos, animeros y auroros, y otros tipos de murgas y comparsas, que se convertían en heraldos de las fiestas de la Navidad. Nos han invadido por doquier las nuevas tecnologías como mal menor de intercambio y comunicación entre los miembros alejados de las familias que se reúnen por estas fechas; con su vertiente de mensajes generalizantes y visos de adormidera, le ha quitado la ternura a estas fiestas encarnadas y cobijadas en los abrazos de amor y familia. Pero, esto no fue siempre así. Si se acuden a ordenanzas o crónicas de siglos pasados, unas buenas fuentes son las constituciones eclesiásticas que refieren la morfología festiva de la Navidad. Así, las  abaciales de Juan de Ávila refieren que , por estas fietas en   su territorio , se celebraban en algunas iglesias y ermitas “algunas representaciones , juegos o remembranzas u otras cosas semejantes”, por cierto, a veces “no muy honestas”, porque en la celebración de aquellos autos o teatros menores se introducían algunos versos graciosos “ las célebres morcillas” teatrales, como consta en los cantos de los largos romances, que todavía se conservan y cantan en la noche de Navidad por parte algunas familias tradicionales de Alcalá. Preciosos y llenos de lirismo son el muy popular “Cuando el Eterno se quiso hacer Niño”, o del “Niño Jesús Carpintero”, que recogimos cantado de Pilar Gálvez, o el más universal “Los desposorios de San José”, “La huida a Egipto”, o “la Posada”. Eran parte y herencia de los misterios medievales, que los abades tuvieron que prohibir por causarse algún escándalo. Por tierras alcalaínas, recogen este villancico romanceado y muy transformado del original, que se remonta a siglos pasados y a tierras malagueñas: en concreto al canónigo del Sacromonte y de la sede malagueña Francisco Pascual: Cuando el Eterno se quiso hacer Niño, /le dijo al ángel con mucho cariño:    /Mira, Gabriel, baja Galilea, /y encontrarás una pequeña aldea.    / Hay una casa que de David viene, /con una niña que quince años tiene. /Está casada con un carpintero/ es pobrecita y así yo la quiero. /Pues baja y le da todos los honores, /que de ella quiero tener todos sus favores. / +Dile si quiere en su vientre hospedarme, /que de ella quiero tomar carne y sangre. Con este estribillo que cambiaba con una música más alegre y menos recitativa que la anterior: Alegría, alegría, alegría, /y más alegría, que ha parido la Virgen María/un Infante eterno, /con el frío y rigor del invierno y los angelitos/cuando vieron a su Dios chiquito/metido entre pajas, /le bailaban y le hacían sonajas. Continuaba hasta llegar los pastores al portal de Belén, donde se cantaba este estribillo y estrambote: Y nadie se asombre, /que esta fiesta se hace por el hombre, / Dicen: zagales, /arrimarse hacia estos portales, /Nuestro Dios es profundo, /Qué hora buena viniste al mundo.
  Un siglo después, estos villancicos y estas representaciones se refugiaron en las fiestas profanas, con el nombre “farsa, aunque sea en lo divino”, lo que demuestra la pervivencia de estos romances y misterios de Navidad, como recogen la constitución 5 del título XIII del abad Pedro de Moya. En nuestros tiempos, estas escenificaciones se redujeron a los belenes vivientes, quedaron como un testigo deformado que se representan en los colegios y en algunos templos. 

                                               II
Pero, nada quedó de aquellas representaciones, salvo la letra de estos villancicos navideños. Más reciente y, en  parte conservada, es la tradición de los aguilanderos, grupos espontáneos de hermanos de cofradías ( en  Alcalá y en las aldeas, hay noticias de las de las Ánimas , del Pecado original o la de Nuestra Señora de la Aurora) que iban de una casa a otra de los hermanos con un rústico acompañamiento musical de zambombas, panderos, panderetas,  instrumentos de percusión, algún violín , guitarra o  laúd  cantando villancicos, que culminaba con el canto de los aguilando real “Vamos cantando,/ a la vez que pedimos/ el aguilando./Que le den/con el rabo/ en la saeten,/” Su finalidad no era otra sino recaudar fondos (materiales y de dinero) para una rifa que se realizaba en los primeros días de Navidad. Con ellos, mantenían los cultos y fiestas de la cofradía, y obligaciones caritativas con sus hermanos, generalmente misas por el alma de los cofrades fallecidos. También, no olvidaban a acudir a la misa del Gallo, con su coro y faroles de limpio y brillante cristal. Desgraciadamente, solo ha quedado restos de aquella hermandad de Nuestra Señora de la Aurora en coros o murgas como el que se preparaba para estas fiestas por la Hermandad del Cristo de la Salud en la Noche de la Misa del Callo, la Muestra y Ofrenda de Villancicos y en las pandillas de amigos de las aldeas como La Rábita.  Y los sones de este canto auroro: “Eres madre de tierra y doncella/ y madre del Niño que en Belén nació. /Y eres de cristal dorado, / donde Jesucristo vivo se encerró, nueve meses con tanta grandeza/ y quedaste Virgen y Madre de Dios. /



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