LAS RIBERAS (I)
Si existe una aldea
alcalaína a la que mejor le cuadre el paisaje navideño, sin lugar a dudas
cualquier persona se quedaría con la zona de las Riberas. Esta zona vive y se
origina del río de Frailes,( Huéscar, Riberas o Velillos), y se remonta a un
antiguo poblado, una oppidum iberorromana en el cerro de la Mesa, que otea
hasta hoy todas las vegas de este río;
un asentamiento humano que creó la
primera industria del municipios, gracias
a agua que movía los más de siete molinos que se albergaba en las
orillas del río y controlaba en sus amebas, descansaderos y abrevaderos la trashumancia de los ganados que bajaban del
Alto Guadalquivir y se adentraban en las
sierras sureñas; un hábitat disperso, al cobijo del regadío, donde se levantaron
las primeras villas romanas como la de Cerrato o las de inmediaciones de la
Ribera Alta; una despensa fundamental de
abastecimiento para la ciudad musulmana de Alcalá de Aben Zayde con sus frutos
de huerto y la harina de los panes de trigo; un refugio de laboriosos moriscos
que canalizaron sus aguas entre molinos de pan, batanes, y acequias que regaban
hortalizas y árboles frutales; lugar de privilegiado repartimiento entre los
conquistadores de la Alcalá la Real de Alfonso XI; una base o plataforma para
la roturación de sus montes cercanos; un partido de campo que recuerda tiempos
de romances como Caballeros de Alcalá, peones de Colomera; y , sobre todo, una
tierra que huele a hogaza y horno en invierno, rezuma del frescor verde de la
primavera, fructifica las hortalizas de
verano, se viste de amarillo en otoño
entre los frutales de hoja caduca.
Y, este partido de
campo que se extendía desde Frailes hasta Mures, entre los arroyos del Salobrar,
Huéscar y Mures, no engendró los actuales núcleos concentrados de población
hasta las inmediaciones del siglo XIX. Pues esta zona de las Riberas se había
convertido en un asentamiento rural, que procedía de los antiguos
repartimientos de tierras en tiempos posteriores a la conquista de Alcalá,
Reyes Católicos, y sobre todo, Carlos V. Dos siglos después, con los nuevos
repartos de tierras que llevó a cabo el rey Carlos III y la mejora de la
agricultura, promovida por los ministros ilustrados, se van a completar los
repartimientos en zonas cercanas a los montes, vertientes, y caminos del
Romeral y en dirección a los montes de Fraile, Navasequilla y Trujllos. Junto a
los antiguos molineros, labradores y hortelanos surgieron gran número de pegujareros
y los jornaleros. Como es lógico de este fenómeno histórico, el labrador, el
pegujarero y el jornalero abandonaron, a partir de estos años, muchas casas de
la ciudad alcalaína en muchas estaciones del año, y fijaron definitivamente
su residencia en los cortijos arrendados, las tierras de censo de propios
y las compradas.
Con
esto, nacieron nuevas necesidades y nuevos servicios, entre ellos, un
lugar de reunión para tomar decisiones, para informarse y para cumplir con
el Estado. Este fue la ermita en terrenos de las monjas dominicas de
Nuestra Señora de la Encarnación. Y su gestor fue un sobresaliente o
capellán que se encargaba de los impuestos, de las levas, de los censos y
padrones.
No
podía atribuirse a esta zona una advocación, más propia que la de su río,
las Riberas, tan ligada al entorno rural, de donde surgían los nuevos
núcleos y diseminados. En torno a las riberas de los ríos de Frailes
y Salobral, limitaba por el sur con el término de Moclín, el oeste
con el partido de Palancares, el norte con el de Frailes, y el este con el de
Santa Ana.
En el Catastro de la
Ensenada (1751), todavía no se han separado los partidos de las Riveras (Alta y
Baja), y Mures; tampoco el Salobral se ha añadido a otros partidos de campo, a
Mures, Ribera Baja, e, incluso a Santa Ana. Estos dos arroyos definían esta
zona, el del Salobral, y el de Frailes y Velillos, a los que hay que añadir el
de Mures. Por este tiempo, este partido de campo de las Riberas formaba una
demarcación administrativa subordinada a la del municipio de Alcalá la Real y
no muy bien definida desde el territorio de Frailes hasta las Vegas de Paz. Se
enmarcaba dentro del partido de las Riberas, Salobral y Mures.
Presentaba una fisonomía diferente a otros partidos rurales como Charilla
o la Rábita, donde había cierto núcleo central y varios cortijos, pues aquí predominaban dos
núcleos diferenciados (uno de ellos las cortijadas de las Riberas, la Baja y la
Alta, e, incluso, la aldea de Mures o parte de su territorio se integraba en
este) y un gran número de cortijos diseminados. Junto al capellán
nacía la figura del ministro de la justicia, un precedente de los vocales de barrio
y alcaldes pedáneos. Los cortijos pasaron de manos hidalgas a los labradores de
aquellos cortijos a lo largo del siglo XIX. y, los nuevos colonos, en su
mayoría, pegujareros y jornaleros cultivaron esas tierras compaginando su jornal
con algunos peculios de la zona. Y, con la cultura, vino la escuela y hubo nuevas
corrientes que renovaron las mentes de estos campesinos, En este rincón
alcalaíno, tuvo mucho cobijo la logia masónica Luz del Cristianismo , los movimientos
republicanos, y, ya en el siglo XX, Radio Comunista de la Rivera Baja. Incluso,
en algunos tiempos se pasó de los territorios de hacendados a las
colectividades, como fue la de Vicente Uribe. Pero, esto ya aconteció en el
siglo XX. Y el rio nunca abandonó a sus aldeanos. El horno, el agua del río, las viviendas
blancas rurales, las cuevas integradas e sus casas y las fértiles huertas se
mantuvieron hasta la invasión del monocultivo del olivo, Pero esto aconteció ya
avanzado el siglo XX. Felices Navidades.
Interesante acercamiento a estas bonitas tierras de las Riberas. Gracias Paco
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