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jueves, 22 de febrero de 2018

JUEGO DE CAÑAS EN LA PLAZA ALTA DE LA MOTA

A.-Ya han llegado al corral de la vieja Tinajería, y ¿ qué hacíais?
G.-  Dábamos, como hacían los mayores  dos vueltas a la plaza con el acompañamiento de nuestros  jóvenes  músicos (estos no se aburrían ,  seguían tocando durante todo el juego de cañas) .Cada pareja entraba realizando destrezas ecuestres,  y finalizábamos con una carrera conjunta de todos los caballeros blandiendo nuestras  lanzas.
A.- Y ya en lo serio..
G.- Déjeme el diccionario para que no me pierda y no  rompa el orden como hacíamos de chiquillos: ” Se procedía a la recogida de las cañas y adargas, situándose cada cuadrilla en el lugar designado. Muy bien acompasada,  se movía al unísono, dirigiéndose hacia la cuadrilla que tenían en frente. Lanzaba sus cañas cuando estaban lo más cerca posible. No debían encontrarse con otras cuadrillas mientras ejecutaban estos movimientos. Ninguno podía tirar a otro, cara a cara, era considerado mal jugador y mal caballero. Al final del juego, cada cuadrilla recorría la plaza de dos en dos o todos juntos en hilera, tirando cañas por alto. Los atacados replicaban en igual forma y unos y otros procuraban adargarse, evitando el choque de aquellos proyectiles, empuñando con la diestra su adarga, como escudo protector, mientras que con la izquierda sostenían las riendas de su corcel. La fiesta resultaba vistosa por las diferentes posiciones de los caballeros y el ruido de las  cañas al chocar entre sí en el aire, y al romperse contra las adargas de los caballeros. Después de correr sus cañas todas las cuadrillas, los padrinos bajaban del estrado donde habían contemplado la lid, se metían en medio y los caballeros debían dejar caer las cañas y poner fin a la escaramuza. Para finalizar se solían cerrar las puertas y soltar un toro o más, los caballeros que querían podían tomar rejones, con lo cual la fiesta se daba por terminada. Para que los encuentros fueran limpios, según la ley del juego, se habían de hacer de frente, tirándose las cañas rostro a rostro o de lado”.
A.- Y eso que decimos  “las cañas se vuelven lanzas“.
G.- Se refiere a las veces en que el juego crece en violencia provocando verdaderas peleas, en cuyo caso las cañas se sustituían por venablos o espadas.
-A .- ¿ Cuál es el final?
G.-  Cuando todas las cuadrillas han corrido sus cañas, los padrinos se meten en medio y ponen fin a la escaramuza.
A.-Entonces suelen cerrar las puertas y soltar un toro o más, hasta cuatro daban los menuderos de las carnicerías de Alcalá...
G.-y ya sabe los caballeros que quieren pueden tomar rejones con lo cual acaba la fiesta. Nosotros con las cabezas de  los diablillos del Corpus  simulábamos las corridas…
A.-Bueno, vamos por partes, don Gome. Comencemos con las cañas
G. –Eran de  dos tipos: unas cortas llamadas bohordos, provistas de contrapesos de yeso o arena;  y otras largas que  llevaban en su parte central un palo atravesado para arrojarlas con fuerza.
A.- Las sujeciones eran fundamentales
G.- Claro, para facilitar el lanzamiento en la caña se colocaba un amianto por donde se cogía la caña. Debía quedar apretado y tirante.
A.- Aquí no abundaban las cañas,  ¿ de dónde las traían?
G.-De Pinos Puentes o Puente de Pinos, no se aclaran los viajeros al  denominar esta villa. Los niños, como supondrá,  no teníamos ni tantas exquisiteces ni refuerzos,  tan sólo íbamos a los cañizales de las Azacayas y cortábamos  las cañas palmeadas  mientras les quitábamos las amplias hojas ásperas y las alijábamos para que hiriera su superficie no nos nuestras manos.
A.- Y, ¿qué me dice de los escudos?
G..- Las adargas, Antón, es su nombre. Las nuestras eran  de cortezones de animales, que cogíamos en el Matadero, ensamblados con ramales y secados al sol. Nos escondíamos en los corralones cercanos a las carnicerías, y de noche nos llevábamos aquellas pieles de vacas o bueyes para hacernos de ella nuestras adargas.
A.- “Se usaban en el juego –lee su definición en grueso tumbo- y debían tener ocho tercios de largo y ser lisas y derechas, era necesario que fueran rígidas en su mitad superior y flexibles en la inferior, para que pudieran doblarse sobre el anca del caballo. En su parte central llevaban una embrazadota. Las adargas eran adornadas, tanto en su parte exterior como en el interior por colores plateados dorados”.
G.- En ellas solían aparecer motes, cifras o el relato de alguna empresa realizada. Nuestro mote era “Santiago Matamoros”.
A.-¡Qué equilibro, qué dominio en el  manejo del caballo, que perfección para armonizar velocidad, lanzamiento y parada en seco!
G.- Ahí radicaba  nuestro saber y nuestro experimentar, desde niños  nos hacíamos  caballeros e imitábamos las revueltas, los lanzamientos,  el recorte del estribo…. Esto es lo que se llama  el uso de la jineta, o el arte de montar a caballo.  Ya nos venía de los  árabes, la jineta  que se distinguía  por una  silla de montar con arneses altos, de manera que permitía al jinete las manos libres para manejar las armas, estribos generalmente cortos y ceñidos a la silla,… además teníamos una ventaja:  el caballo  andaluz, de estatura mediana, es más ligero, grueso, fuerte y por último la doma del caballo es más natural y espontánea.
A.-Por eso, estos juegos se han metido en el pueblo, vienen de muy antiguo,  no nos extraña  que  la gente cante  el romance “Mañanitas de San Juan/al tiempo que alboreaba, /gran fiesta hacen los moros/ por la Vega de Granada./ Revolviendo sus caballos/ y jugando de las lanzas. /Ricos pendones en ellas/ broslados por sus amadas:/ricas marlotas vestidas, /tejidas de oro y grana./
G.-Si pero el final es muy desgraciado para nuestro pueblo,  pues esto trata de la toma de Antequera y la venganza granadina que llega a Alcalá  y se transforma en muerte de los cristianos. Pasaron del juego a la guerra:
Manda juntar a los suyos/hace muy gran cabalgada,, y a las puertas de Alcalá/ que la Real se llamaba,/ una escaramuza trababan. Los cristianos eran muchos/ mas llevaban orden mala; los moros que son de guerra,/dádoles ha mucha carga; de ellos matan, de ellos prenden/de ellos toman en celada./Con la victoria los moros/van la vuelta de Granada; a grandes voces decían:/”la victoria es ganada.
A.- Mi señor se ha vuelto muy poeta. Y estábamos en el momento de las justas.
G.- No es una fiesta del pueblo,  como  habrás presenciado, más bien  entre caballeros y nobles, donde incluso solía participar el propio Rey.,
A.- Cómo dice! 
G.- Sí , aquí su representante era el corregidor que solía  ser el jefe de una cuadrilla.
A.- ¿ Quién ganaba?
G.- Una vez estas  cuadrillas de jinetes que se asaeteaban unos a otros con las lanzas. El caballero más hábil del juego era que conseguía librarse de los golpes y a su vez golpeaba a sus contendientes con sus lanzamientos, teniendo cuidado de que no cayera la lanza sobre las ventanas donde las damas miraban el juego. Bueno, en nuestro caso, procurábamos que no traspasara la baja tapia del huerto de las monjas o no le diera a una  de ellas asomada en la ventana de su dormitorio.
A.- ¿Cómo van vestidos  los caballeros? 
G.- Al ser el juego de origen moro, en muchas fiestas, sobre todo de las antiguas, las cuadrillas se disfrazaban la mitad de moros y la otra mitad de cristianos
Duque de Olivares. Para correr las cañas se había construido una espaciosa A. A.- ¿ y qué me dice de las sortijas? ,
G. Es el que más nos gustaba a los  niños, pero  con tamaño más pequeño y A. – “Fiesta de a caballo,-interrumpe Antón leyendo el folio donde se explicaba el juego-  que se ejecuta poniendo una sortija de hierro de tamaño de un ochavo segoviano, la cual esta encajada en otro hierro, de donde se puede sacar con facilidad, y este pende de una cuerda o palo a tres o cuatro varas alto del suelo: y los Caballeros o personas que la corren, tomando la debida distancia, a carrera, se encaminan a ella, y el que con la lanza se la lleva, encajándola en la sortija, se lleva la gloria del mas diestro y afortunado”
G.- y…nosotros colocábamos  una pulsera de nuestra madre   por donde pudiera  pasar  la lanza.
A, ¿Tenían premios?
G.- Claro que sí , unas veces eran monedas de oro, A Dei, ; otras veces juegos de pañuelos de seda que nos colgábamos a nuestros cuellos. Me refiero a los mayores; nosotros, un paño catorceno, viejo y haraposo.


gnus
A.- Pero, había otros juegos…
G.- Lo que más no encantaba era simular el juego de la alcancía, envolviendo con barro secado al sol  ceniza, manzanas  y  huevos podridos y apedrear a la cuadrilla contraria. A veces, llegaba hasta los espectadores e, incluso, a las ilustres damas del convento.
A.- ¿Y siempre llevaban cosas inmundicias?
G.-No, yo me reservaba una alcancía, con una carta envuelta con hojas grandes de coles y atada con hilos de seda.
A.-¿Y a qué dama se la tiraba?
G.-Déjeme, Antón, que esa fue mi cruz. Desde que se encontró aquella alcancía mi amante, estoy desvariado. Volvamos  a lo que le contaba sobre los juegos. Y queda el del ganso, la barra, las danzas, las invenciones,  los  ingenios, las tablas….
A.- Pare, pare, mi señor, que anochece y ya no se ve ni la puerta.

G.-Dejémoslo para el descanso de mañana. Pero, no olvide    

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