G.- Dábamos, como hacían los mayores dos vueltas a la plaza con el acompañamiento
de nuestros jóvenes músicos (estos no se aburrían , seguían tocando durante todo el juego de
cañas) .Cada pareja entraba realizando destrezas ecuestres, y finalizábamos con una carrera conjunta de
todos los caballeros blandiendo nuestras
lanzas.
A.- Y ya en lo serio..
G.- Déjeme el diccionario para
que no me pierda y no rompa el orden
como hacíamos de chiquillos: ” Se
procedía a la recogida de las cañas y adargas, situándose cada cuadrilla en el
lugar designado. Muy bien acompasada, se
movía al unísono, dirigiéndose hacia la cuadrilla que tenían en frente. Lanzaba
sus cañas cuando estaban lo más cerca posible. No debían encontrarse con otras
cuadrillas mientras ejecutaban estos movimientos. Ninguno podía tirar a otro,
cara a cara, era considerado mal jugador y mal caballero. Al final del juego,
cada cuadrilla recorría la plaza de dos en dos o todos juntos en hilera,
tirando cañas por alto. Los atacados replicaban en igual forma y unos y otros
procuraban adargarse, evitando el choque de aquellos proyectiles, empuñando con
la diestra su adarga, como escudo protector, mientras que con la izquierda
sostenían las riendas de su corcel. La fiesta resultaba vistosa por las
diferentes posiciones de los caballeros y el ruido de las cañas al chocar entre sí en el aire, y al
romperse contra las adargas de los caballeros. Después de correr sus cañas
todas las cuadrillas, los padrinos bajaban del estrado donde habían contemplado
la lid, se metían en medio y los caballeros debían dejar caer las cañas y poner
fin a la escaramuza. Para finalizar se solían cerrar las puertas y soltar un
toro o más, los caballeros que querían podían tomar rejones, con lo cual la
fiesta se daba por terminada. Para que los encuentros fueran limpios, según la
ley del juego, se habían de hacer de frente, tirándose las cañas rostro a
rostro o de lado”.
A.- Y eso que decimos “las
cañas se vuelven lanzas“.
G.- Se refiere a las veces en que
el juego crece en violencia provocando verdaderas peleas, en cuyo caso las
cañas se sustituían por venablos o espadas.
-A .- ¿ Cuál es el final?
G.- Cuando todas las cuadrillas han corrido sus
cañas, los padrinos se meten en medio y ponen fin a la escaramuza.
A.-Entonces suelen cerrar las
puertas y soltar un toro o más, hasta cuatro daban los menuderos de las
carnicerías de Alcalá...
G.-y ya sabe los caballeros que
quieren pueden tomar rejones con lo cual acaba la fiesta. Nosotros con las
cabezas de los diablillos del
Corpus simulábamos las corridas…
A.-Bueno, vamos por partes, don
Gome. Comencemos con las cañas
G. –Eran de dos tipos: unas cortas llamadas bohordos,
provistas de contrapesos de yeso o arena; y otras largas que llevaban en su parte central un palo
atravesado para arrojarlas con fuerza.
A.- Las sujeciones eran
fundamentales
G.- Claro, para facilitar el
lanzamiento en la caña se colocaba un amianto por donde se cogía la caña. Debía
quedar apretado y tirante.
A.- Aquí no abundaban las
cañas, ¿ de dónde las traían?
G.-De Pinos Puentes o Puente de
Pinos, no se aclaran los viajeros al
denominar esta villa. Los niños, como supondrá, no teníamos ni tantas exquisiteces ni
refuerzos, tan sólo íbamos a los
cañizales de las Azacayas y cortábamos
las cañas palmeadas mientras les
quitábamos las amplias hojas ásperas y las alijábamos para que hiriera su
superficie no nos nuestras manos.
A.- Y, ¿qué me dice de los
escudos?
G..- Las adargas, Antón, es su
nombre. Las nuestras eran de cortezones
de animales, que cogíamos en el Matadero, ensamblados con ramales y secados al
sol. Nos escondíamos en los corralones cercanos a las carnicerías, y de noche
nos llevábamos aquellas pieles de vacas o bueyes para hacernos de ella nuestras
adargas.
A.- “Se usaban en el juego –lee
su definición en grueso tumbo- y debían tener ocho tercios de largo y ser lisas
y derechas, era necesario que fueran rígidas en su mitad superior y flexibles
en la inferior, para que pudieran doblarse sobre el anca del caballo. En su
parte central llevaban una embrazadota. Las adargas eran adornadas, tanto en su
parte exterior como en el interior por colores plateados dorados”.
G.- En ellas solían aparecer
motes, cifras o el relato de alguna empresa realizada. Nuestro mote era
“Santiago Matamoros”.
A.-¡Qué equilibro, qué dominio en
el manejo del caballo, que perfección
para armonizar velocidad, lanzamiento y parada en seco!
G.- Ahí radicaba nuestro saber y nuestro experimentar, desde
niños nos hacíamos caballeros e imitábamos las revueltas, los
lanzamientos, el recorte del estribo….
Esto es lo que se llama el uso de la
jineta, o el arte de montar a caballo.
Ya nos venía de los árabes, la
jineta que se distinguía por una
silla de montar con arneses altos, de manera que permitía al jinete las
manos libres para manejar las armas, estribos generalmente cortos y ceñidos a
la silla,… además teníamos una ventaja:
el caballo andaluz, de estatura
mediana, es más ligero, grueso, fuerte y por último la doma del caballo es más
natural y espontánea.
A.-Por eso, estos juegos se han
metido en el pueblo, vienen de muy antiguo,
no nos extraña que la gente cante el romance “Mañanitas de San Juan/al tiempo
que alboreaba, /gran fiesta hacen los moros/ por la Vega de Granada./
Revolviendo sus caballos/ y jugando de las lanzas. /Ricos pendones en ellas/
broslados por sus amadas:/ricas marlotas vestidas, /tejidas de oro y grana./
G.-Si pero el final es muy
desgraciado para nuestro pueblo, pues
esto trata de la toma de Antequera y la venganza granadina que llega a
Alcalá y se transforma en muerte de los
cristianos. Pasaron del juego a la guerra:
Manda juntar a los suyos/hace muy
gran cabalgada,, y a las puertas de Alcalá/ que la Real se llamaba,/ una escaramuza
trababan. Los cristianos eran muchos/ mas llevaban orden mala; los moros que
son de guerra,/dádoles ha mucha carga; de ellos matan, de ellos prenden/de
ellos toman en celada./Con la victoria los moros/van la vuelta de Granada; a
grandes voces decían:/”la victoria es ganada.
A.- Mi señor se ha vuelto muy
poeta. Y estábamos en el momento de las justas.
G.- No es una fiesta del
pueblo, como habrás presenciado, más bien entre caballeros y nobles, donde incluso
solía participar el propio Rey.,
A.- Cómo dice!
G.- Sí , aquí su representante
era el corregidor que solía ser el jefe
de una cuadrilla.
A.- ¿ Quién ganaba?
G.- Una vez estas cuadrillas de jinetes que se asaeteaban unos
a otros con las lanzas. El caballero más hábil del juego era que conseguía
librarse de los golpes y a su vez golpeaba a sus contendientes con sus
lanzamientos, teniendo cuidado de que no cayera la lanza sobre las ventanas
donde las damas miraban el juego. Bueno, en nuestro caso, procurábamos que no traspasara
la baja tapia del huerto de las monjas o no le diera a una de ellas asomada en la ventana de su
dormitorio.
A.- ¿Cómo van vestidos los caballeros?
G.- Al ser el juego de origen
moro, en muchas fiestas, sobre todo de las antiguas, las cuadrillas se
disfrazaban la mitad de moros y la otra mitad de cristianos
Duque de Olivares. Para correr
las cañas se había construido una espaciosa A. A.- ¿ y qué me dice de las
sortijas? ,
G. Es el que más nos gustaba a
los niños, pero con tamaño más pequeño y A. – “Fiesta de a caballo,-interrumpe
Antón leyendo el folio donde se explicaba el juego- que se ejecuta poniendo una sortija de hierro
de tamaño de un ochavo segoviano, la cual esta encajada en otro hierro, de
donde se puede sacar con facilidad, y este pende de una cuerda o palo a tres o
cuatro varas alto del suelo: y los Caballeros o personas que la corren, tomando
la debida distancia, a carrera, se encaminan a ella, y el que con la lanza se
la lleva, encajándola en la sortija, se lleva la gloria del mas diestro y
afortunado”
G.- y…nosotros colocábamos una pulsera de nuestra madre por donde pudiera pasar
la lanza.
A, ¿Tenían premios?
G.- Claro que sí , unas veces
eran monedas de oro, A Dei, ; otras veces juegos de pañuelos de seda que
nos colgábamos a nuestros cuellos. Me refiero a los mayores; nosotros, un paño
catorceno, viejo y haraposo.
gnus
A.- Pero, había otros juegos…
G.- Lo que más no encantaba era
simular el juego de la alcancía, envolviendo con barro secado al sol ceniza, manzanas y
huevos podridos y apedrear a la cuadrilla contraria. A veces, llegaba
hasta los espectadores e, incluso, a las ilustres damas del convento.
A.- ¿Y siempre llevaban cosas
inmundicias?
G.-No, yo me reservaba una
alcancía, con una carta envuelta con hojas grandes de coles y atada con hilos
de seda.
A.-¿Y a qué dama se la tiraba?
G.-Déjeme, Antón, que esa fue mi
cruz. Desde que se encontró aquella alcancía mi amante, estoy desvariado.
Volvamos a lo que le contaba sobre los
juegos. Y queda el del ganso, la barra, las danzas, las invenciones, los
ingenios, las tablas….
A.- Pare, pare, mi señor, que
anochece y ya no se ve ni la puerta.
G.-Dejémoslo para el descanso de
mañana. Pero, no olvide
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