El demonio, como es tan travieso,
cogió una piedra y rompió un farol,
y llegaron los padres francisco,
y lo apedrearon hasta el callejón.
Ángeles, bajad,
con coronas de lirios y flores
para los devotos que al Rosario van.
Al principio de la calle vivían los más hacendados y campesinos con tierras, para dar las casas de los pobres con los callejones de la ermita de San Blas.
Predominaba el sector primario y, dentro de ellos, los jornaleros:
Francisco Ortiz, y pujarero (1159),
José Ceballos (1164), que también era pujarero, con tres hijos menores y una hija.
Francisco González de la Morena (1160), casado con dos hijos menores.
Francisco Relimpios, solo casado con dos hijos menores y otros dos mayores (1161).
Juan Manuel Relimpio, con dos hijos menores (1165)
Juan Ruiz , casado ( 1168).
Juan González de la Morena con una hija (1170).
Pedro de Torres con un hijo menor y tres hijas (1176).
Cristóbal de la Rosa, con un hijo menor y dos hijas (1177).
Pujareros: Andrés de Torres, casados con su mujer y un hijo menor (1156).
Juan Mateo de Frías, con dos hijos de más de 18 años, que trabajaban de jornaleros, otro menor y dos hijas (1170)
Manuel Hermanándolo García, con dos hijos menores (1171)
En el sector de servicios Juan de Tel, aguador, casado con una hija (1166).
Viudas Magdalena Pérez, viuda, con un hijo de más de 18 años jornalero (1175)
Y Pobres como Isabel del Castillo (1162), con un hijo oficial de zapatería mayor de 18 años y dos hijas.
Juana Berlango (1167) con dos hijas, pobre
Isabel de Navas (1163), sola.
Doncellas
María Monterrubio, soltera, con una hermana, ambas pobres (1173).
María Francisca Rivera Sánchez (1175).
La excepcionalidad fueron los hidalgos. Uno de sangre, y muy resistente al cambio de vivienda. Don Álvaro de Clavijo Valenzuela (57), caballerizo del rey, de estado mancebo y de 70 años de edad, con cuatro sirvientes y tres mozas sirvientes.
Otro de oficio, don Domingo Martínez de la Barrosa (1158), teniente de alguacil mayor eclesiástico, de 76 años, viudo, con una hija viuda y un hijo menor.
De seguro que si san Francisco se perdiera escucharía por este callejón actual y la rinconada empedrada en forma de placeta que encierra la sacristía, los pies de la iglesia y el callejón olvidad estos versos
San Francisco se perdió ayer por la tarde,
su hermano glorioso lo salió a buscar,
se lo encuentran en el Paraiso,
recogiendo las rosas del Santo Rosal.
Ya se ha caído hasta los restos de la sacristía y entre escombros quedan columnas, y tejas que abren un ángulo de mirador hacia el muro del testero con la huella de Ambrosio de Vico. El resto no es sino un solarín sembrado de huerto y sementaera.
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