Cuando el Catastro de la Ensenada realiza la declaración vecinal de la calle Rosario, más de un siglo y medio esta calle recibía este nombre, en honor al convento que se ubicaba al principio de su sector vial. Antes, se denominaba con otros nombres relacionados con el Pozuelo e iglesia de San Juan, según declaraba el cronista Guardia Castellano. Como la calle Real, fue calle hidalga, con casonas de privilegiados y pegujareros, e, irguiéndose al principio el convento dominico dedicado a Nuestra Señora del Rosario, que daba a la plaza del mismo nombre. Una calle que se seccionaba en varios tramos: uno primero por la calle Luque y Trinidad, otra por la calle Veracruz, y una tercera por la mima placeta de San Juan, donde acaba. Todavía queda alguna vivienda con reminiscencias de hidalguía en su enrejado de forja y sillar de sus fachadas, aunque se encuentra muy deteriorada desde los años setenta del siglo XX, por las fachadas que descompusieron su fisonomía andaluza con los balcones corridos, los zócalos de ladrillo y la pérdida de los vanos antiguos al ser sustituidos por cocheras de puertas de hierro.
Calle originada por el camino vecinal o real que viene del camino de Castillo y de Charilla.
De hidalga pasó a ser calle de familias artesanas, lugar de servicios con el Hospital Civil de Nuestra Señora de las Mercedes, vivienda de campesinos y propietarios, escuela de niños de cubero de la maestra Tomasa, algún que otro pinito constructivo modernista como la casa de las Jaras, y algunas otra de vecinos en lugar de las antiguas individuales.
Retumban las bombas que comenzaron a caer desde el camino de San Bartolomé hasta la calle Real, aquella mañana de 1936, cuando las tropas granadinas del general Queipo de Llano tomaron la Alcalá republicana. Murieron varios vecinos de esta calle, de la familia de los Moya, y sobre todo, en la casa de los Aranda, cayó una bomba. Este día se hizo memoria histórica y un vecino nos comentó que, a las nueve de la mañana del 30 de septiembre, aparecieron varios aviones de la base de Armilla sobre el cielo alcalaíno apuntaron sobre la iglesia de San Juan y el Hospital del Rosario, creyendo que allí se encontraban algunos cuarteles de los milicianos. Todos corrieron hacia los refugios, sobre todo niños y personas mayores. Entre ellos José Moya Toro, labrador, casado Ángeles Marañón Serrano, un niño de nombre Francisco Rosales Guerrero y el zapatero Francisco Moya García. Estos lo hicieron en la bodega de la casa de Alonso Rubio, con la mala suerte de que cayó una bomba y dejó enterrados bajo los escombros a tres estas personas, que no pudieron recibir sepultura hasta pasados varios días, por las órdenes del comandante de la plaza. Pero, eso ya era historia, historia que aclaraba dudas sobre el momento de la entrada de el ejército de Granada si estas personas habían sido fusiladas, simplemente habían sido víctimas inocentes de la guerra civil.
Retumban las bombas que comenzaron a caer desde el camino de San Bartolomé hasta la calle Real, aquella mañana de 1936, cuando las tropas granadinas del general Queipo de Llano tomaron la Alcalá republicana. Murieron varios vecinos de esta calle, de la familia de los Moya, y sobre todo, en la casa de los Aranda, cayó una bomba. Este día se hizo memoria histórica y un vecino nos comentó que, a las nueve de la mañana del 30 de septiembre, aparecieron varios aviones de la base de Armilla sobre el cielo alcalaíno apuntaron sobre la iglesia de San Juan y el Hospital del Rosario, creyendo que allí se encontraban algunos cuarteles de los milicianos. Todos corrieron hacia los refugios, sobre todo niños y personas mayores. Entre ellos José Moya Toro, labrador, casado Ángeles Marañón Serrano, un niño de nombre Francisco Rosales Guerrero y el zapatero Francisco Moya García. Estos lo hicieron en la bodega de la casa de Alonso Rubio, con la mala suerte de que cayó una bomba y dejó enterrados bajo los escombros a tres estas personas, que no pudieron recibir sepultura hasta pasados varios días, por las órdenes del comandante de la plaza. Pero, eso ya era historia, historia que aclaraba dudas sobre el momento de la entrada de el ejército de Granada si estas personas habían sido fusiladas, simplemente habían sido víctimas inocentes de la guerra civil.
Por esta calle, se oyeron los gritos de los heridos de la caída de la Plaza de Toros en los años cincuenta, descargaron los cuerpos de los maquis en los años cuarenta, se recogieron niños en el torno de la Inclusa, la Gota Leche con Patro palió el hambre de muchos muchos pobres de la posguerra, se curaban los sabañones y las heridas con Luís Regalado. Olía a las ovejas de Manuel Rosales, al vino de las bodegas pujareras, a hornazos y roscos de los hornos familiares. El primer protestante de los años sesenta vivió en una de sus viviendas. Jugaban los niños a los corros, las máscaras, y a miles de actividades lúdicas. Le tengo un encanto epsecial, pues aprendí a andar en esta calle, tiré los cántaros de Baltasar hechos añicos en los carnavales, jugué as masculillo y culón, lancé el pincho y salí en Semana Santa vestido de nazareno del Cristo de la Salud por primera vez. Comí majoletas de los Tajos a zarzamoras de las cunetas de las carreteras. Con Antonio, sus hermanos, los Marquitos celebrábamos las semanasantas infantiles de papel de seda, y cruces pintadas por los encalaores del barrio, comíamos castañas calientes de las estufas de Aguayo y nos calentamos con las piedras igneas calentadas en las brasas de los lares, se nos quedaba el cuello pegajoso con el sudor cubierto de polvo de paja en los días de agosto, y la mataluva iniciaba a muchos en el vicio del tabaco, la Luciana nos vendía bolillas de anía, y comprábamos vino blanco en la tienda de Francisco, muchos vecinos se marcharon a tierras catalanas por los años sesenta, se mantuvieron los pujareros, y, comenzamos a sustituir la escuela de alquiler de nuestros padres por las escuelas profesionales de la Sagrada Familia.
DON ANTONIO HIDALGO CABALLERO (1267), caballero notorio y regidor perpetuo , viudo, con tres hijos mayores de 18 años, un pariente sacerdote, un sobrino de 18 años, tres sirvientes y cuatro sirvientas.
Don Fernando Alejandro Castillejo, organista asado con un hijo menor y dos hijas ( 1273)
Por oficio el pintor don Domingo Jiménez, con dos hijas ( 1272). Don Gabriel Jiménez (1279), de 60 años, pintor y con un hijo mayor de 18 años que trabajaba de pintor, una hija y una criada.
Don Hipólito Mariano de Valdes, capitán del Regimiento de Milicias de Granada (1280), casado con dos criadas.
Doña Justa de Burgos, soltera, con una criada ( 1282).
Don José Garrido, sorchantre, casado y una ciada (1283).
Doña María Barea, doncella con una criada ( 1286).
Don Pedro de Viedma, caballero hidalgo notorio, de 78 años, mancebo, con dos sirvientes y dos criadas.
Don Pedro de Coableda y Nicuesa, (1294) de 60 años, con un hijo clérigo capellán, una hija, un sirviente y una criada.
Doña Teresa Blanco de estado soltera ( 1296)
Entre los pujareros, Antonio Muñoz ( 1268), casado de Isidra de Cobaleda, su familia se componía de tres hijas. Francisco Martín de Moya (1276) con un hijo jornalero de 20 años, y dos hijas menores. Juan Fernández Serrano casado con una u¡na hija y un sirviente ( 1281). Juan Muñoz, casado ( 1284).Pedro Matamoros (1293), con un hijo mayor de 10 años que trabaja de escribiente pluman y cuatro hijas. Pedro de frías, con dos hijos menores ( 1295).
Entre los jornaleros, Alfonso Pérez Pedrosa ( 1270), meramente jornalero, casado con dos hijas. Francisco de Cobaleda Y Nicuesa, jornalero, casado con dos hijos menores y una parienta, con un hijo de 18 años zapatero peón (1271). Francisco Escobar, de 60 años con un hijo menor (1277). Manuel Jiménez, casado con dos hijos menores (1287). Pedro Jiménez, con
hijo jornalero mayor de 18 años (1292).
En el sector de servicios , Bartolomé de la Torre (1274), maestro de zapatero, casado con Francisca Gutiérrez, con dos hijos menores y dos hijas. Juan del Pozo, viudo, mestro de zaparería( 1285). Manuel Ruiz, maestro de barbero y estanquero de Tabacos, con una hija (1289).
;Miguel Gil Panadero, casado con cuatro hijas (1290).
En el sector de la construcción, Fernando Martín, maestro albañil, de 68 años viudo con dos hijas ( 1275) padre de de dos hijos menores, entre ellos el que sería el famosos arquitecto Amonio Martín Espinosa, y una parienta con un hijo de 18 años
Manuel Martín Espinosa de los Monteros (1288), sacristán de la iglesia
parroquial de san juan, casado con una hija.
Entre las viudas, Ana Josefa Baeza ( 1269), con un hijo menor,m una hija y su madre impedida.
Con su marido ausente Gracia de Baeza ( 1278) y pobre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario