Se acerca el próximo catorce de febrero, día comercial y dedicado al amor, una fiesta estandarizada que arrastra a muchas personas y parejas a viajes, encuentros y regalos. En la provincia de Jaén, los enamoramientos, las rupturas y los amores utópicos dieron muchas páginas para la literatura universal. En la Sierra Sur, cercana a la frontera con el reino de Granada, Juan Ruiz de Cisneros convoca estos últimos años a un congreso dedicado al Arcipreste de Hita. No es el único poeta que, en estos tiempos fronterizos, cantó el amor. En tiempos andalusíes, Abu Yafar entabló un relato de amor vital con la poetisa granadina Hafsa. Y lo trasladó en sus versos desde su entorno en el castillo alcalaíno hasta su muerte en tierras de Málaga, pasando por el enamoramiento con la poetisa granadina. Abu Yafar nació probablemente el año 1126 d.C. en el castillo de la Mota, donde su padre, Abd al Malik ben Said, gobernaba y residía en aquella fortaleza. Fue educado en un ambiente refinado y educado, pues pertenecía a una saga de ilustres literatos, establecidos en su reducto cultural de Qalat Banu Saîd, donde su padre ejercía como un auténtico protector de la cultura, al mismo tiempo que era un magnífico guerrero y letrado. Fue nombrado visir del castillo alcalaíno por su padre, que se sentía agobiado por las continuas luchas con los nuevos invasores almorávides. Sin embargo, tras normalizar la situación, cansado del trabajo burocrático, pidió que lo relevaran de su cargo y se entregó a la poesía. Pronto se trasladó a Granada, pues no se sentía atraído por la ambición de poder administrar aquella fortaleza, sino más bien por los goces de la poesía y del ambiente literario de la ciudad de la Alhambra. Célebres son aquellos versos que manifiestan esta situación vital: Déjame que renuncie a todo aquello. /Yo sólo quiero vivir, /escribir poemas, /no quiero glorias ni prestigio.
Con la llegada de los almohades, debió sufrir
las tristes circunstancias del apresamiento de su padre aliado con el
almorávide Yahya ben Ganiya, gobernador de Valencia y Murcia. En la corte granadina, conoció a
la poetisa Hafsa bint al -Hayy al Rakuniyya, de la que se enamoró
intensamente. Aunque Abu Yafar remontaba sus orígenes en Amnar ben
Yasir, compañero del profeta Mahoma en las batallas de su tiempo, ello no
fue obstáculo para emprender estos amores con esta rica y acomodada musulmana,
de origen bereber y entroncada con los almorávides. El poeta y la poetisa
compartieron e intercambiaron versos y poemas en medio de unas escenas y
vivencias de la máxima pasión amorosa. Una común vida amorosa
y literaria se mantuvo inmutable hasta que fue interrumpida con la
llegada de Abu Said, nuevo gobernador almohade a Granada, que, al principio,
encarceló a su padre por haberse opuesto a su gobierno.
Al principio, en Granada disfrutó del ambiente
literario de su época compartiendo las tertulias poéticas con el poeta
granadino al-Kutandi, el valenciano Ibn Yubnar, el cordobés
al-Marawi y, ocasionalmente, con el sevillano al-Lissi. Los lugares de aquellos
encuentros eran su casa rodeada de bellos jardines y alamedas junto al río
Genil, los atrios de las casas de personajes famosos de la aristocracia
granadina y los baños públicos. A veces, frecuentaba otros pueblos y otros
poetas como Ibn Nizar en Guadix.
En un ambiente pletórico de felicidad, donde el
naranjo y limonero rodeaban el agua de las albercas y los pájaros,
principalmente la tórtola, cantaban al par de los poetas, entonaban bellos
poemas de amor, y otros temas dedicados a todos los elementos que recreaban
aquel paraíso, donde caían vencidos por el vino, la música, el mirto y el canto
poético.
Gracias a sus gestiones, logró librar a su padre de la
cárcel, incluso, fue nombrado secretario del gobernador. Sin embargo, nunca
olvidó aquella medida que había mancillado su linaje. Pero, pronto, sintió
traicionado por los amores furtivo entre su amada Hafsa y el nuevo gobernador.
De ahí que pronto renunció a aquel cargo administrativo. A pesar de todos los
intentos del gobernador para mantenerlo entre sus protegidos y reconocerle
todos los favores anteriores, el poeta no podía afrontar los continuos coqueteos
de la poetisa con el nuevo jefe de la corte granadina. Por otra
parte, la poetisa no sólo consiguió atraerse al gobernador sino que lo enroló
en aquel ambiente literario, convirtiéndole en un hombre amante de las letras y
de las artes. Esta misma quiso darle muestras de su agradecimiento por
haberle librado de Ibn Mardani, rey de Murcia, que había ocupado el gobierno de
Granada durante la ausencia de Abu Said. Por eso, le sirvió como
pretexto los coqueteos de Abu Yafar con una esclava negra para romper con los
amores anteriores con el poeta alcalaíno.
Abu Yasar no soportó esta encrucijada y se movió en un
furibundo odio hacia el gobernador, al que satirizaba con
sus poemas. Al ser destituido del cargo, trató de vengarse y se alió con
su hermano Abd-al Rhaman, su primo Hatim ben Hatim y el gobernador de Murcia.
Alertado el gobernador granadino ante el futuro incierto que suponía
el enclave independiente de aquella fortaleza gobernada por la familia de los
Banu Said, lo persiguió cuando se dirigía a Qalat Banu
Said. En el trayecto, fue alertado por unos espías que le aconsejaron que se
dirigiera hacia Málaga, donde tendría protección de Ibn Mardani. Oculto durante
cierto tiempo en esta ciudad, al final fue descubierto. En la prisión recibió las
muestras de compasión de al-Hussayn ben Duwaina y el arrepentimiento de su
antigua amante Hafsa que de nuevo le reiteraba su amor por medio de varias
epístolas. A los treinta años, un día de abril de 1163 fue
ejecutado por orden de Abu Said siendo crucificado para que sirviera
de escarmiento de futuros traidores. Unos años más tarde, su padre abandonó
Qalat Banu Said y se dirigió al norte de África. También lo hizo su amante
Hafsa que no podía soportar la pérdida de su amor. Retirada de la Corte y
vestida de luto se dedicó a la enseñanza, muriendo en el año 1191 en
la Marrakeh. El valor poético de su obra se
refleja en estas palabras de Inb Said al Magribi: "Entre todos los Banu Said no hay
nadie que haya llegado en poesía a la altura de Abu Yafar ben Abd al-
Malik". Su muerte temprana interrumpió una brillante carrera
literaria, que conocemos a través del Celia Moral Molina, que recogió las fuentes
musulmanas en su mayor parte
incompletas.
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