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domingo, 14 de junio de 2015

EL RETABLO DE LA IGLESIA MAYOR DE LA MOTA. ALGUNAS IMÁGENES. SUS AUTORES.


BERNARDO, UN NUEVO MIEMBRO DE LA FAMILIA DE LOS MORA


Es frecuente en el mundo artístico  que surjan en torno a uno de los genios gran  número de discípulos, que le acompañan en la elaboración de las obras y, a veces se conviertan en artistas de primer rango como es el caso de Juan Martínez Montañés con su taller de colaboradores y su discípulo Juan de Mesa. También, últimamente hay noticias de los talleres familiares como los Mena o los Raxis Sardos, en los que, en el caso de estos últimos, pueden sobrepasar el número de la docena de artistas y colaboradores entre el progenitor, hijos y nietos.Otros, como en el campo de la arquitectura, suelen ser más reducidos, si nos centramos en Andalucía Oriental en casos como los González( Alonso, padre y Luis González) o los Aranda (Gabriel, Ginés Martínez, Juan de Aranda Salazar y Francisco de Aranda).

Parece como si sustituyeran a los antiguos gremios del medievo que en los grandes centros urbanos tuvieron que hacer frente a la gran cantidad de solicitudes y contratos que cabildos eclesiásticos, cofradías, monasterios y otras entidades públicas y privadas emprendieron para expandir la religiosidad del momento postridentino.

Es verdad que la labor del maestro ha eclipsado la labor de todos sus colaboradores, que han quedado en el anonimato de la historia por la genialidad del artista o, a veces, incluso, por la notoriedad de la obra en un contexto muy determinado, que olvidaba otro tipo de obras que se expandían por los rincones más inesperados de la geografía andaluza.Así, la obra del Jesús Nazareno, de Priego, atribuida a Pablo de Rojas, perfecta e,impregnada del mejor clasicismo ha quedado muchas veces olvidada de la crítica hasta que el profesor Orozco la puso a  la luz y colocó en su verdadero valor artístico.

También, a esto coadyuva que los pueblos andaluces solían contratar de acuerdo con las posibilidades económicas acudiendo a artistas colaboradores y de segundo orden para los críticos del momento y, que, luego, han sido recuperados por las nuevas investigaciones. Pensemos en la familia de los Raxis, hasta ahora, apenas estudiados o, a lo más, centrados en el figura de Pedro de Raxis por su labor en la capital granadina y en su labor de policromar las imágenes de Pablo de Rojas.



Con estos precedentes, hay que añadir que quedan por estudiar todavía comarcas enteras que en siglos anteriores alcanzaron una enorme influencia y prestigio por provenir de situaciones privilegiadas de frontera, de beneficios eclesiásticos o de otra índole, en las que los mecenas o las instituciones ejercieron una gran labor difusora y protectora de artistas. Este es el caso de Alcala la Real, cuna de artistas, ciudad privilegiada gracias a su situación fronteriza en muchos períodos de la historia, donde nació y creó su principal taller la familia de los Raxis o Sardos. También, el ilustre imaginero Juan Martínez Montañés inició sus primeros pasos de su vida, ya que su padre, muy relacionado con la Abadía, alcanzó algunos cargos como mayordomo del Hospital del Dulce Nombre de Jesús, y lo debió relacionar con el mundo del arte de los Sardos, muy conocidos suyos por la labor artística en las pequeñas obras, que elaboraban para cofradías y hermandades de su momento, en este caso de la Cofradía de la Santa Caridad, en la que tenía una participación muy importante. En este contexto no es de extrañar que, una vez que los artistas habían alcanzado cierta fama , emigraran a otros contextos más prolíficos para ejercer su oficio, como fue el caso de Pablo de Rojas, algunos Raxis y , desde el principio, Martínez Montañés. Esto provocaba que los artistas colaboradores cubrieran el vacío dejado por los primeros, produciendo unas obras de menor calidad  que la que
en  otros pueblos o ciudades alcanzaron  con la marcha de estos insignes artistas.

Pero aquella huella quedó marcada en los vecinos que, cuando se ven obligados a renovar la imaginería en los albores del barroco, no regatean medios para contratar los mejores artistas que sustituyan a las obras de los creadores renacentistas y olviden a artistas mediocres que hicieron la transición entre los Sardos y los nuevos Mora o Bocanegra. Claro ejemplo de este desarrollo artístico que venimos describiendo es la historia de la abadía alcalaína: comienza con la producción artística de los Sardos Raxis, inicia un declive con la segunda generación, continúa con mediocres artistas como Pedro Cobo o Juan de Flores a lo largo del siglo XVII, y contrata a los mejores artistas del momento,a partir de mediados de este siglo como los Menas o los Mora.

En este último período se encuentra el nuevo descubrimiento,  que queremos dar a la luz, en la sección de protocolos del Archivo Histórico Provincial  de Jaén. Es un contrato, realizado entre Bernardo de Mora con el administrador y mayordomo de la Abadía para la ejecución de siete imágenes del altar mayor de la Iglesia Mayor. Lejos de su interés localista, resulta interesante por las conclusiones que se derivan de él para el estudio de esta importante familia artística del Barroco andaluz. Por su trascendencia lo vamos a transcribir, adaptándolo
ortográficamente:



En la ciudad de Alcalá la Real en diez y ocho días del mes de febrero de mil setecientos y uno  años ante mí  el escribano público y testigos parecieron de la una parte el Licdo don Gabriel Muñoz, presbítero, notario del Santo Oficio Capitular del Cabildo Eclesiástico de esta ciudad y mayordomo de de las fábricas de las Iglesias de ella; de la otra, don Bernardo de Mora, vecino de Granada, y estante en esta ciudad, dijeron que, de orden del Illmo Sr.don Diego Castell Ros de Medrano del Consejo de Su Majestad y abad de esta abadía y en virtud de su decreto, por donde se manda que se hagan siete efixies  para los nichos del altar mayor de la Santa Iglesia Mayor  de esta ciudad, y en virtud del dicho decreto ,dichos dos otorgantes lo tienen tratado y, por esta escritura ,el dicho don Bernardo de Mora se ha de obligar a dar a toda costa  puestos en la ciudad de Granada  y el dicho don Gabriel Muñoz, como tal mayordomo y en virtud  del dicho decreto a pagar para dichas hechuras  lo que adelante se dirá .Y es, a saber, que el dicho don Bernardo  ha de dar hechas dichas hechuras de escultura  en esta manera: una imagen  de  la Asunción de Nuestra Señora con su trono de ángeles, un San Pedro apóstol, un san Pablo apóstol, un Santo Domingo de Silos, un San Dionisio Areopagita, un Santiago Apóstol y un San Sebastián mártir, las cuales dichas imágenes, que son siete, las ha de dar fenecidas y acabadas con toda su perfección en la dicha ciudad  de Granada  para colocarlas en sus nichos para el día de San Pedro del año que vendrá de mil setecientos y dos en la forma siguiente:la imagen de Señor San Pedro apóstol la ha de dar acabada a toda costa y perfección para el día veinte de junio que vendrá de este presente año; y la de Asunción de Nuestra Señora para el día último de julio que vendrá de este presente año y las demás imágenes en el discurso del tiempo referido hasta el día de San Pedro de setecientos  y dos, que es cuando ha de estar fenecida dicha obra; y por el valor y precio de dichas imágenes, el dicho don Gabriel Muñoz  le ha de dar al dicho don Bernardo quinientos reales de a ocho de plata  de a quince reales de vellón cada uno  en esta manera: los cien pesos para el día veinte de junio que vendrá de este presente año y otros cien pesos para el día último de julio así mismo que vendrá  de este presente año, y los trescientos  pesos restantes hasta los quinientos  referidos en dos plazos, el primero de ciento cincuenta pesos  para el día de Pascua de Navidad  que vendrá ,fín de este presente año y los otros ciento y cincuenta  pesos  restantes para el día de San Pedro  del dicho año que vendrá del mil setecientos y dos. Y para que tenga efecto esta escritura, confesando por cierta y verdadera  la relación de ella, el dicho don Gabriel Muñoz, como tal mayordomo de la dicha fábrica y en virtud de dicho decreto, se obligó con los bienes y rentas de dicha fábrica  a cumplir, dar  y pagar los  dichos quinientos pesos del valor referido al dicho don Bernardo por los dichos días y plazos ,arriba expresados,  y el dicho don Bernardo se obliga a cumplir con dar las dichas siete imágenes fenecidas  y acabadas para los días y tiempos referidos, puestas en las dicha ciudad de Granada, y para ello obligó su persona y bienes muebles y raíces habidos y por haber, y dieron poder cumplido a las justicias y jueces de su Majestad, que de él fueron, que de cada una de las partes puedan y deban conocer, para que a ello le apremien  como sentencia pasada en cosa juzgada, renunciaron a las leyes, fueros y derechos  de su favor y la general y así lo otorgaron y firmaron, siendo testigos don Juan de Ortega, don Antonio de Contreras y Agustín de Cobaleda, en Alcalá  e yo el Escribano que doy fe y conozco a los otorgantes.

Fue el  escribano, en concreto, Juan Ramírez de Tordesillas, que ,evidentemente, lo firmó juntamente con el mayordomo y Bernardo de Mora. Posteriormente se hizo un traslado del documento el día dieciséis de septiembre de 1702.[1]



El documento mencionado se refiere a don Bernardo de Mora, que coincide con los trazos gráficos de Bernardo Francisco de Mora, padre de toda la familia de los Moras. Era  el cuarto hijo que nació en Granada  y fue bautizado el uno de mayo de 1655 en la parroquia de San Gil. Eclipsado por la fama del padre y de  sus hermanos y  anteriormente  por la de los Menas, hasta ahora ha pasado olvidado por la historia, ya que la única referencia provenía del profesor don Manuel Gallego Burín: sin atribución artística alguna y, debido a a la ausencia de documentación de los archivos de Granada, con los únicos datos biográficos mencionados anteriormente.[2]
Probablemente debió iniciarse como colaborador en el taller de su padre y sufrió las desavenencias entre los hermanos y , cuando estaba a punto de convertirse en famoso artista, le sobrevino la muerte, precisamente en el año 1702. Es curioso que en la estampación de su firma coincida con José de Mora, su hermano, anteponiendo el don- lo que no hacen el padre ni su hermano Diego. Por otra parte, las grafías coinciden más con su padre que con los hermanos y, además añade, un segundo apellido, que posiblemente añadiría-cosa frecuente, en aquellos tiempos, de Pinar.

Con Alcalá la Real, y, en aquellos tiempos, su villa del Castillo Locubín, estaba relacionada su ama de casa y  cuñada, esposa de Diego  de Mora, llamada Ana de Soto, que cuidó a toda  la familia hasta el casamiento en 1682 con su hermano Diego. Aunque ya desde el 165O había emigrado a Atarfe, no es de extrañar que sus informaciones sobre la Abadía fueran útiles en las contrataciones de obras. Pues son varias las atribuciones, aparte de las anteriores, a los Moras en el terreno abacial tanto en Alcalá, Priego, y Carcabuey.

Un nuevo Mora, Bernardo, nos ilustra de este ambiente de familias artísticas y del desarrollo posterior de sus miembros. Sería interesante que se abundara sobre su obra, porque tal vez muchas de las atribuciones a José o Diego pudieran ser obra de este artista.Como ya han hecho muchos investigadores, hemos tratado de profundizar en los protocolos notariales de Granada en torno a los años de su muerte.Los frutos han sido baldíos por las circunstancias azarosas que sufrieron, pero puede ser que otras comarcas parecidas a la alcalaína complete la biografía y la producción artísitca de este maestro.

Desgraciadamente, en la guerra civil española desaparecieron las  anteriores imágenes, que se encontraban en la Iglesia de Consolación de Alcalá la Real, ya que sustituyó  como Iglesia Mayor al templo de la Fortaleza de la Mota. Posteriormente se hicieron reproducciones de San Pedro y San Pablo, de bella ejecución, de nuestro contemporáneo Nicolás Prados, imitando a las de Bernardo de Mora, hijo, que destacan por su majestuosidad y la ejecución de un extraordinario artista.



Por las fotografías que se conservan de las restantes ,se observa una peor calidad en las de San Dionisio y Santiago, siendo mediocre la de San Sebastián y pareciéndose mucho a la Asunción de la Cartuja, la que hizo para el retablo de la Mota. También sabemos que fueron posteriores  y se escalonó su ubicación en la Iglesia sin ajustarse a la firma del contrato. En el nueve de Marzo de 1702, se bendijo la imagen de San Pedro  por el abad Castell en el Convento de la Trinidad y el día diez del mismo mes se trasladó a la Iglesia Mayor. El trece de mayo de 1703, se trajeron las imágenes de San Pablo y de Nuestra Señora de la Asunción. Al año siguiente en 1704 se bendijeron las de Santo Domingo de Silos y san Dionisio Areopagita.

Con esto se abren varias interrogantes acerca de la autoría. De ahí que nos preguntemos si prosiguieron sus discípulos las obras y así se demuestra la decadente calidad en las últimas producciones o si quedaron a medio ejecutar o si fueron obra de los talleres de sus propios hermanos.[3]
    
Esto nos lleva a conjeturar si no le sobrevino la muerte en este momento, dando lugar a  la participación de algunos miembros de su taller en la finalización de la obra. Pero lo importante, lo digno y destacado es un nuevo Mora, Bernardo Hijo, que abre una interrogante en la producción artística con esta contribución de la comarca alcalaína  por medio de este valioso contrato.   
FRANCISCO MARTÍN




 ROSALES

































[1]     ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE JAÉN. Escribano Juan Ramírez de Tordesillas. Veintiocho días del mes de febrero de 1701. Folio 218 y 219.
[2] GALLEGO BURÍN, Antonio. José de Mora. Facultad de Letras. Granada. 1925.
[3] GARRIDO ESPINOSA DE LOS MONTEROS, Diego. Historia de la Abadía de Alcalá la Real. Diputación Provincial de Jaén. 1996.

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