EL
DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA GUERRA DE
LA INDEPENDENCIA
CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE
1808
Se
celebraba el inicio del acostumbrado
sorteo de los quintos de 1818. Presidía los actos protocolarios el corregidor Francisco de Vargas Machuca y
Morales, coronel del Reales Ejércitos y subdelegado de las Rentas, Pósitos y
Plantíos. En primer lugar, se leyó una carta que había enviado el Intendente de Jaén Vicente
Jádenes el 20 de diciembre de 1817: tras
las órdenes y articulado de rigor escritos con letra de imprenta, en
letra negra de pluma de caña, se escribía “le correspondía a Alcalá 22 hombres”. Comenzó repasando la
documentación que le ofrecía el secretario dentro de un amplio cartapacio.
Primer documento; en la esquina de la Pescadería , una tabla
emitía el edicto para información de los paisanos (23 de diciembre de 1817); segundo documento,
se partió del padrón de 20 de octubre de 1817, dividido en cuatro
cuarteles de la ciudad; tercero, leyó
la citación a los párrocos y comisarios
( se habían nombrado cuatro comisarios y dos
párrocos – que se repartían las demarcaciones religiosas de las iglesias
de Santa María Mayor, Santo Domingo de Silos, Frailes, Santa Ana ; Charilla,
Ribera, Mures, Cantera Blanca y Ermita Nueva.;Valdegranada, Hortichuela y
Caserías ; Fuente Álamo, Rábita y
Grageras; .A continuación, se revisó que
se habían presentado los padres con los hijos desde 15 años hasta 30, que el 17
de enero 1817 habían inscritos 237 mozos en la ciudad de Alcalá la Real y 198 en las cortijadas de acuerdo con las
listas de los alcaldes de barrio.
Aquel día del
mes de enero, volvieron a recordar el nombre de
las personas honradas para
presenciar el sorteo, José López de Castilla por Frailes, Pablo Romero de Charilla,
Francisco de Paula Serrano y José Cejalvo por Alcalá, Antonio García por Mures;
José de la Guardia
por Ribera, Antonio Hinojosa por La
Pedriza y Cantera .Blanca, para Fuente Álamo Francisco del
Castillo, y Francisco Puerta por
Grageras. . Habían entrado en el ayuntamiento y tras tocar
la queda, permitieron la entrada del resto de los
vecinos...
Y, tras la revisión de los alistados, de nuevo leyeron que se habían publicado edictos en la Plaza , la Pescadería y el Llanillo y se les habían dado órdenes a los alcaldes de
partido para que los fijaran en las
puertas de las ermitas. Los padrones de levas quedaban con todo estos
pasos filtrados y libres de cualquier
fallo mecánico o de defunciones transcurridas
a lo largo de la infancia y la adolescencia.
Pero aquel día
del mes de enero de 1818,
fue especial. Estaba nervioso el corregidor. Asistían los curas don
Antonio de Tienda, de Santa María, y
Juan Melgarejo, de la parroquia de Santo
Domingo, también acudieron los regidores
Vicente Mirasol, Fernando de Aranda , Felipe Cano, Jerónimo de Torres, Miguel
de Cisneros, Juan Agustín de Robles,
Jerónimo de Torres Leoncio Gonzáles, sindico-diputado de común. Y Diego Fernández de Moya, sindico personero y
procurador general.
A la voz del corregidor, de nuevo se inició la
lectura de las listas. Se hicieron nuevos censos marcando las incidencias en los dobles folios de registro y señalando todas las eximentes y alegaciones que padres e hijo proclamaban
en alta voz. Por la parroquia de Santa María: se leyó en voz alta el nombre de los mozos comenzando por los de la calle San Francisco, se siguió por los
de las calles Ancha, Moros, Yedra,
Vicentes, Barrero, Mesa, Oeros, Rosario, Pozuelo, San Blas, Cava, Real.
Interrumpía el secretario de cabildo que proclamaba a los que se libraban ( por
inútil, por ser hijos de viuda, por
tener padre sexagenario, por ser curas, o estar quebrado…) No paraba de
leer futuros mozos o eximidos nombrando a los de San Bartolomé, Braceros,
Pedro Alva, Llana, Puerto, Mudo, Peste, Caños,. Luego seguía por los mozos de las calles de la parroquia de Santo Domingo: Los había en Lecheros,
Callejuela del Cano, Álamos, Pradillo,
Veracruz, Trinidad, Luque, Caridad, Bordador, callejuelas de la Plaza , Llanillo, Tejuela, Antigua, Écija, Antón Alcalá. Piilarejo de las
Tórtolas, Parras. Rosa, Espinosa, Pintor, Zalameda, Pajarejos, Juan Jiménez, Tesillo,
Utrilla, Marines, Monjas, Pastores, Fuente Nueva. Finalmente concluyó con los
de Frailes y el resto de las aldeas.
Elegidos
los nombres de mozos, se verificaban si estaban sanos y sin tacha alguna, por eso los médicos
Pedro Laguna, Fernando García y Arcadio Mateos los reconocían y depuraban, aún más, la lista.
-Este es corto
de vista.
-Este tuerto;
sí aquel quebrado.
- …y este
padece una enfermedad crónica.
- Este,
amaurosis en la vista.
-Vamos, ahora,
este viene con una hernia.
- Y este con
problemas de dentadura
Luego,
intervenían los regidores que ya
recogían a los casos más insospechados para salvar completar con sus
alegaciones a los hijos y familiares de sus amistades. Unas veces, proclamaban
razones sociales o económicas para librar a
licenciados o letrados; otras, aducían motivos de ausencia: los había
en América buscando aventuras.
-Antonio Ferro, otro desertor.- Interrumpió el portero de cabildo, añadiendo el nombre de varios hermanos que habían huido en los meses
anteriores y se desconocía su paradero.
Bueno, pues,
vamos a rematar la faena. Hagamos el sorteo.
-Portero, trae
las bolillas, en una bolsa mete en las blancas
papelitos de soldado y otras en blanco; en la otra bolsa
introduce el nombre de los soldados.
Y así,
comenzaba la sepulcral declamación
de la ceremonia de los quintos.
-Francisco de
Torres.
-Blanca.
-Francisco
Pérez
-Blanca
-Manuel de
Peña.
-Soldado.
-Hijo de
Antonia Márquez, calle Fuente Nueva
(Siempre le
tocan a los mismos, los jornaleros, los pastores y los hijos de los artesanos-decían los padres de los mozos)
-Sí, que se
mida-interrumpe el corregidor- y sigue con los datos.
- de 26 años,
vecino de esta ciudad, de cinco pies media pulgada y una línea de estatura: el
pelo castaño oscuro, cara de color triguero, los ojos melados y, para
distinguirlo, un hoyo en la barba.
-Sigue,
-Manuel de
Pela
-Soldado
-Antoni…….
-Nos faltan
nueve. Cosas de al guerra. Nadie quiere sufrir
por su patria. Y eso que los
convoca el rey y Dios los llama para un
sacrificio en una gloriosa empresa, de
las del mayor mérito.
Días después,
se repetía la misma operación del sorteo
y trataba de completar la lista. Pero faltaba uno. El
corregidor revisaba y volvía a releer y reponer nombres. En este momento, se aprehendió a un pobre de solemnidad en la
plaza pública
Los alguaciles llevaron ante el coronel que hacía las veces de ministro de justicia.
-Señor, viene sin pasaporte. Nos los entregó José
Cano, vio a este hombre muy mal vestido,
en la Plaza Pública ,
se compadeció y le reconoció por ser
soldado de los ejércitos españoles. Algunos vecinos decían que habían sido
compañero suyo.
-¿Quien?
-Juan José Vicioso.
-Que venga, su testimonio es
fundamental para nos fastidiar a más vecinos
-Mi señor, parece que no es sospechoso. Por lo que le hemos podido
sonsacar es un desertor del Regimiento
de África.
Sí afirma que es natural de
Mérida.-Respondió el otro alguacil.
-¿Cómo te llamas?
-Matías Bote.
-¿Estado?
-Soy soltero
-¿Años?
- 25 años.
-Señoría, nos ha comentado que, va
de pueblo en pueblo, y ha llegado a la plaza a pedir limosna.
-Lo que es seguro es que desertó, pero volvió a su Regimiento y
le dio licencia el sargento pero cayó de nuevo en la misma piedra, vaga de pueblo en pueblo, sin domicilio fijo...
-Aquí esta el Vicioso.
-Que entre.
-A sus órdenes, mi señoría.
-¿Usted fue soldado en Medellín?
-Sí, mi señor le cuento. Yo
estuve en La Batalla de Medellín. Aconteció un 28 de Marzo de 1809 , el sitio se comprendía
entre Medellín, Don Benito y Mengabril, le llamaban los "pagos" de Veguillas, Martel,
Retamosa, y que sé yo .
-Siga, siga, las batallas siempre
enardecen a un militar español.
- Íbamos
con el general Gregorio de la Cuesta , al mando del
Ejército de Extremadura, unos 13.000 infantes, 2.000 jinetes y 30 cañones.
Es verdad que nuestro ejército primero expulsó a la guarnición francesa de
Almaraz el 29 de enero, tras un reñido combate en el puente de la localidad. Pro
el rey José Bonaparte dio órdenes al
mariscal Víctor para que marchase contra nosotros con el Primer Cuerpo de Ejército francés, compuesto de
14.500 infantes, 4.200 jinetes y 48 piezas.
-Estos son los
prolegómenos, siga, siga
-El día 18 de marzo Cuesta ordenó a nuestro ejército
replegarnos. Nueve días después, en concreto el día 27 se nos unió el
Duque de Alburquerque con 4.400 hombres; sin embargo el mariscal Víctor
avanzaba dividido por Mérida y Medellín, donde el general Cuesta nos ordeno marchar al día siguiente para atacarle.
-Ya están en el escenario de la
batalla, vamos a su desarrollo.
- El día 28 de marzo, los 19.400 españoles de
nuestro general Cuesta formaron desde la
orilla del río hasta Mengabril. Pero a
las once de la mañana se nos presentó el general Víctor con 17.500 soldados,
cruzando el Guadiana por el puente de Medellín. Nuestros jinetes hispanos atacaron a la infantería
francesa, obligándola a retroceder y formar en cuadros, y así resistieron
durante horas; en otros puntos se agruparon en líneas cerradas barridas por la
artillería. Cuesta nos ordenó que el ala izquierda española avanzase sobre la
derecha francesa para envolverla. Parecía que las cosas nos iban bien.
Pero, en este momento,
los dragones franceses al mando de Latour-Maubourg salieron n a repeler nuestro
ataque, ahuyentando a la caballería
española del flanco izquierdo, que realizó una de las peores desbandadas
conocidas, arrollando a su propia infantería y derribando al propio general
Cuesta al suelo, con su Estado Mayor.
Nuestra
infantería hispana del flanco izquierdo quedó expuesta, siendo dispersada y
masacrada en el subsiguiente asalto de la caballería francesa, que luego cargó
contra el centro, hasta batir el ala derecha, donde el Duque de Albuquerque
resistía mientras los españoles huíamos en desorden; la lucha en sí duró menos de
cinco horas.
-¡Qué desenlace más funesto!
-No,
peor fue la retirada. Los franceses nos persiguieron a los fugitivos sin darnos
cuartel, quedando los campos llenos de cadáveres.
-Fijaros el parte de batalla: los
españoles sufrieron más de 10.000 bajas
entre muertos y heridos, otros 2.000 cayeron prisioneros; los franceses. Sólo tuvieron unas
4.000 bajas.
- Los que sobrevivimos
reagruparon en Monasterio, y desde allí nos
retiramos a Sevilla; el general Cuesta castigó a las unidades que se retiraron,
destituyendo a nuestro oficial al mando, y a la tropa privándonos del uso de
pistola.
- y , usted, se salvó.
-Claro que sí. Usted ha dado
cifras. Yo se las voy ampliar. Creo haber oído que las bajas el ejército
español se cifraron en 10.000 hombres junto a cerca de 20 piezas de artillería
abandonadas. Las bajas francesas, tan sólo,
se estimaron entre 2.000 y 4.000 hombres. Para el pueblo de Medellín, las consecuencias fueron muy graves : pérdidas humanas, económicas, inmobiliarias y
monumentales. Y, eso, que fue corta
la ocupación francesa (del 28 de Marzo
al 12 de Mayo de 1809)
-Graves, no ; desastrosas las
consecuencias de la permanencia de los franceses en Medellín y su comarca
fueron desastrosas:
- Me he venido con datos,
que recogí de un periódico de la época
que dice “Entre Villar, Rena y Mengabril
sólo quedaron 80 vecinos (unos 308 habitantes);
de de las 458 casas (unos dos mil habitantes) y 5
posadas (en la calle Puente) que tenía Medellín en 1908, sólo quedaron
habitadas 170. El resto de la población huyó a otros pueblos o buscó
refugio en montes cercanos, debido al expolio a que sometió a la villa una guarnición
de 3.000 hombres que debía vivir de sus recursos. Se destruyeron 290 casas y se
produjeron destrozos en los dos conventos de religiosas (Concepcionistas
y Agustinas),
las Casas Consistoriales, las del Cabildo Eclesiástico, el Asilo de Huérfanas,
el Hospital de la Caridad ,
la cárcel y la carnicería. Desapareció la ermita de San Blas y el convento de
Franciscanos quedó parcialmente destruido, convertido en hospital de
sangre. También se produjeron n daños en
la Iglesia de
Santiago. Se perdió la riqueza ganadera de la villa, cifrada en 90
yeguas, 130 cabras, 306 yuntas de caballerías, 1200 cabezas de vacuno, 1350
cerdos y 14.000 ovejas. En Octubre de 1809, un informe del Alcalde mayor
de la villa, D. Francisco María de Castilla, indica que ya no hay vacas y que
sólo quedan la cuarta parte de los carneros. De trigo, cebada, avena y
garbanzos no hay existencias, siendo preciso comprar alimentos en los pueblos
cercanos”.
-Basta, basta, ya sabemos de sobra
que usted allí estuvo. Inhesté pobre transeúnte?
- Pues, claro que lo reconozco, lo mismo que
lo hizo ayer Juan Sevilla. Además, para que me crea, le voy a precisar: la batalla terminó a las 4 de la
tarde y, eso que tuvimos suerte, una fuerte tormenta de dos horas de duración
impidió una mayor mortandad.
-Bueno déjeme de desgracias. Si usted
lo asegura, ya tenemos la solución del
reemplazo.
-Se lo aseguro.
-Pues, el que nos faltaba para la lista.¡Matías
Bote!
-Servidor.
-Se declara soldado, póngase a las órdenes del
sargento Rafael del Río.
Con
este soldado, los mozos elegidos fueron convocados dos semanas después y fueron n conducidos acompañados de un capitán
y varios miembros del Ejército a Jaén, al mismo tiempo que les asistían varios
familiares en el viaje.
Desde entonces el nombre de Medellín
figura en el Arco del Triunfo parisino -orgullo del imperio napoleónico- junto
al resto de victorias francesas.
Días después, los alcalaínos ajustaban
cuentas con las autoridades provinciales por el débito del impago de los
impuestos, reparaban los desastres de las tropas francesas en la fortaleza de la Mota y ajustaban cuentas con
el corregidor interino Fernando de Tapia, que devolvía papeles para justificar su colaboración ficticia y forzada a los
franceses.
Las señales del fuego
de las paredes de la Iglesias ,
el regreso de los afrancesados y el recuerdo de la muerte del corregidor
afrancesado pesaron en el alma popular
de los alcalaínos, porque tardaron mucho en sobreponerse como los de la villa
de Medellín.
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