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viernes, 19 de junio de 2015

EL DUENDE DE LA MOTA

EL DUENDE DE LA MOTA










Hay una casa del barrio noble de la ciudad fortificada de la Mota, que pertenecía a los Méndez de Sotomayor, en la que le debió rondar un misterio peculiar. Cuando se pasa por sus derredores entre dos calles, horadados por aljibes y bodegas, parece como si la sombra de un duende alargado se posara sobre el grupo que la visita. Siempre que uno se acerca a ella, no puede soslayarse un comentario básico sobre su pasado. Y se insiste en que allí estuvieron  las primeras dominicas de Alcalá la Real y fundaron el primer monasterio de la Encarnación junto con otras novicias de la localidad. Pero, nadie suele reparar  en el motivo de que solo se mantuvieran por pocos años en aquella mansión solariega y de grandes dimensiones constructivas ateniéndose a los  cimientos de la primera planta.
Algunos suelen satisfacer sus expectativas de misterio, y sacuden a los guías con una serie de  preguntas hasta provocar que se les  sacie esas ansias de encontrar hallazgos, tesoros y leyendas por doquier.
Por eso, no es de extrañar que el duende de la Mota revoletee en las cabezas de los visitantes y sacuda sus mentes despejadas bajo la bóveda azul del cielo. Y en verdad que el duende ha deparado en estos últimos años una expectación que ya sobrepasa nuestros lares, y se extiende a muchos rincones de España y del extranjero. Ya no es un monumento ruinoso, sin más  atractivo que ver portillos a medio levantar y  fiambreras por doquier asomando las calaveras o las tibias de un antepasado. Muy románticos, con su hiedra y sus enredaderas trepando los muros, pero libros cerrados entre muladares de piedras y escombros por cualquier lugar que  uno mirara. El duende se ha apoderado de todos los rincones de la Mota, exteriores e interiores. Se le puede percibir afortunadamente  por el mundo de galerías subterráneas, pasadizos descubiertos, minas y contraminas limpiadas, mazmorras, aljibes  y pozos que sugieren gritos de esclavos cautivos y garruchas de  garabatos de agua. Exteriormente, desde cualquier mirador de la  muralla, el duende vuela por entre olivos como un águila imperial  planeando los antiguos viñedos de torrontés y baladí adentrándonos a la frontera del antiguo Reino de Granada o A Moclín, el escudo nazarí. El duende se hace pétreo y se convierte en  quimera, animal fantástico, hombre salvaje y ser mitológico en las limpias fachadas de la Iglesia Mayor Abacial, donde  interiormente se metamorfosea  en el discurso de la muerte  recogido en los diferentes estratos funerarios - ya tumbas, criptas,  sarcófagos,  y restos de camposantos   desde el mundo argárico hasta el 1950-. Y, eso, que su cuerpo no queda petrificado ni momificado sino que, como se presenta en su excelente proyección, este lugar,  o este duende, tiene vida, y respira el aliento que ha estado apagado durante muchos siglos, lustros, y decenios. Se palpa por todos los rincones convertidos en museo viviente , dando muestras de una abadía vere nullius, el segundo poder de  Alcalá a lo largo de su historia. 
El duende recuerda, por doquier, la necesidad de agua en todos los yacimientos excavados de este recinto, que se convirtió en un ejido de la ciudad y en un  pasto de ganado hasta el último tercio del siglo XX.  Los aljibes por doquier "castillo sin aljibe, enemigo dentro",  y de cualquier civilización  quedan como testigos de las casas de vecinos famélicos; el duende removió las tierras de los antiguos osarios para descubrir los  amplios depósitos de agua, de allá de los reinos taifas,  y luego  de   las Casas de los Aranda.
El duende se posa en sitios insospechados hace años y se  ve rodeado, actualmente, de espacios imposibles de imaginar su descubrimiento: el nevero y su entorno de espacio argárico; el barrio del Bahondillo con su sabor troglodita y sacromontino, el mudéjar militar de la Cárcel Real, la Casa Nobiliaria del alcaide Conde de Cabra, las restauradas Casas de Cabildo, las Bodegas, los artilugios de guerra- el trabuquete y los cañones recuperados-, el rincón del arco ojival de la Puerta de la Imagen con la Virgen Portera presidiendo la entrada de la fortaleza, el mundo de las tiendas, el remozamiento del Albaicín y  la Calle de los Mesones- renombrada Rincón de los Poetas-, las Caballerizas, el Anillo de la ciudad fortificada, y  el Arrabal Viejo pidiendo a gritos un parador o una hospedería.

El duende ya no es el mismo de la leyenda que provocó ceremonias de exorcismo en las Casas de los Méndez de Sotomayor, es más bien un reclamo encantador de muchos visitantes que acuden  a la ciudad fortificada de todos los  rincones de España y del mundo. El duende es el eslabón perdido de una ciudad  fortificada con la tarjeta  de  visita a una ciudad moderna que se abre al futuro. , 

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