EL DUENDE DE LA MOTA
Hay una casa del barrio noble de
la ciudad fortificada de la Mota ,
que pertenecía a los Méndez de Sotomayor, en la que le debió rondar un misterio
peculiar. Cuando se pasa por sus derredores entre dos calles, horadados por
aljibes y bodegas, parece como si la sombra de un duende alargado se posara
sobre el grupo que la visita. Siempre que uno se acerca a ella, no puede
soslayarse un comentario básico sobre su pasado. Y se insiste en que allí
estuvieron las primeras dominicas de
Alcalá la Real y
fundaron el primer monasterio de la Encarnación junto con otras novicias de la
localidad. Pero, nadie suele reparar en
el motivo de que solo se mantuvieran por pocos años en aquella mansión
solariega y de grandes dimensiones constructivas ateniéndose a los cimientos de la primera planta.
Algunos suelen satisfacer sus
expectativas de misterio, y sacuden a los guías con una serie de preguntas hasta provocar que se les sacie esas ansias de encontrar hallazgos, tesoros
y leyendas por doquier.
Por eso, no es de extrañar que el
duende de la Mota
revoletee en las cabezas de los visitantes y sacuda sus mentes despejadas bajo
la bóveda azul del cielo. Y en verdad que el duende ha deparado en estos
últimos años una expectación que ya sobrepasa nuestros lares, y se extiende a
muchos rincones de España y del extranjero. Ya no es un monumento ruinoso, sin
más atractivo que ver portillos a medio
levantar y fiambreras por doquier
asomando las calaveras o las tibias de un antepasado. Muy románticos, con su hiedra
y sus enredaderas trepando los muros, pero libros cerrados entre muladares de
piedras y escombros por cualquier lugar que
uno mirara. El duende se ha
apoderado de todos los rincones de la Mota, exteriores e interiores. Se le
puede percibir afortunadamente por el
mundo de galerías subterráneas, pasadizos descubiertos, minas y contraminas
limpiadas, mazmorras, aljibes y pozos
que sugieren gritos de esclavos cautivos y garruchas de garabatos de agua. Exteriormente, desde
cualquier mirador de la muralla, el
duende vuela por entre olivos como un águila imperial planeando los antiguos viñedos de torrontés y
baladí adentrándonos a la frontera del antiguo Reino de Granada o A Moclín, el
escudo nazarí. El duende se hace
pétreo y se convierte en quimera, animal
fantástico, hombre salvaje y ser mitológico en las limpias fachadas de la Iglesia Mayor Abacial,
donde interiormente se metamorfosea en el discurso de la muerte recogido en los diferentes estratos
funerarios - ya tumbas, criptas,
sarcófagos, y restos de
camposantos desde el mundo argárico
hasta el 1950-. Y, eso, que su cuerpo no queda petrificado ni momificado sino
que, como se presenta en su excelente proyección, este lugar, o este duende, tiene vida, y respira el
aliento que ha estado apagado durante muchos siglos, lustros, y decenios. Se
palpa por todos los rincones convertidos en museo viviente , dando muestras de
una abadía vere nullius, el segundo poder de
Alcalá a lo largo de su historia.
El duende recuerda, por doquier, la
necesidad de agua en todos los yacimientos excavados de este recinto, que se convirtió
en un ejido de la ciudad y en un pasto
de ganado hasta el último tercio del siglo XX.
Los aljibes por doquier "castillo sin aljibe, enemigo
dentro", y de cualquier civilización quedan como testigos de las casas de vecinos
famélicos; el duende removió las tierras de los antiguos osarios para descubrir
los amplios depósitos de agua, de allá
de los reinos taifas, y luego de las
Casas de los Aranda.
El duende se posa en sitios insospechados
hace años y se ve rodeado, actualmente,
de espacios imposibles de imaginar su descubrimiento: el nevero y su entorno de
espacio argárico; el barrio del Bahondillo con su sabor troglodita y
sacromontino, el mudéjar militar de la Cárcel Real, la Casa Nobiliaria del
alcaide Conde de Cabra, las restauradas Casas de Cabildo, las Bodegas, los artilugios
de guerra- el trabuquete y los cañones recuperados-, el rincón del arco ojival
de la Puerta de la Imagen con la Virgen Portera presidiendo la entrada de la
fortaleza, el mundo de las tiendas, el remozamiento del Albaicín y la Calle de los Mesones- renombrada Rincón de
los Poetas-, las Caballerizas, el Anillo de la ciudad fortificada, y el Arrabal Viejo pidiendo a gritos un parador
o una hospedería.
El duende ya no es el mismo de la
leyenda que provocó ceremonias de exorcismo en las Casas de los Méndez de Sotomayor,
es más bien un reclamo encantador de muchos visitantes que acuden a la ciudad fortificada de todos los rincones de España y del mundo. El duende es
el eslabón perdido de una ciudad
fortificada con la tarjeta
de visita a una ciudad moderna
que se abre al futuro. ,
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