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miércoles, 14 de mayo de 2014

LAS CASERÍAS DE SAN ISIDRO. MINISTROS DE LA JUSTICIA, VOCALES DE BARRIO, ALCALDES DE PEDÁNEOS, Y CAPELLANES


LAS CASERÍAS DE SAN ISIDRO.  MINISTROS DE LA JUSTICIA, VOCALES DE BARRIO, ALCALDES DE PEDÁNEOS, Y CAPELLANES

 


Francisco Martín Rosales

 

            Hemos escrito, en otros años, sobre diversos aspectos de las Caserías de San Isidro. Sabemos que, en el siglo XVII, se llamaban Caserías de la  Moraleda, porque  hacía alusión a las caserías que se encontraban, junto a los morales de  un aguadero (al como manifiesta el acta del cabildo 27 de agosto de 1686. su señoría el corregidor dijo que por quanto el aguadero público que está en el sitio de las Caserías de la Moraleda en medio del Camino Real de Priego y la fuente de la  de la Tejuela, las aguas no corren por estar maltratadas, que hace notable falta a los vecinos por ser aguaderos públicos, da quenta para que de forma a su aderezo). Lo hicimos sobre sus gentes, sus primeros asentamientos, sus pobladores, su geografía y su ermita; por otro lado, siempre  hemos reservado un apartado sobre la vida del santo (su iconografía, su vida, sus milagros y el motivo de su patronazgo en aquella zona). Pero no nos hemos detenido nunca en su organización administrativa o territorial y en sus autoridades o, más bien, en los representantes de la autoridad es alcalaínas: Este va ser  asunto, en el que nos vamos a desenvolver  en este artículo.

 

 

                                                           PARTIDO DE CAMPO

 
En primer lugar, la organización territorial, que coincide en muchos periodos con la demarcación política y religiosa,  era lo que los antiguos munícipes denominaban “`partidos de campo”, en este caso EL PARTIDO DE LAS CASERÍAS; otros le dieron un nombre más afectivo como calles de campo hasta alcanzar el de aldeas. Respondía a una división fraccionada del  suelo alcalaíno siguiendo las anillas del reloj para llevar a cabo la gestión administrativa del ayuntamiento alcalaíno: cobro de impuestos (religiosos y civiles), asuntos de levas o alistamientos, guardas de campos,  administración de servicios religiosos...

El partido de las Caserías correspondía a una parte del territorio del municipio de Alcalá la Real, que alcanzaba aproximadamente la extensión de tierra  encuadrada desde  oriente   hasta occidente a partir del arroyo de los Prados de la Gitana y la antigua carretera de Alcaudete- Granada hasta la Cañada Membrillo y final camino antiguo de Priego y, de norte a sur, de Fuente Álamo, Mimbres y Camuña hasta las cercanías del ruedo de Alcalá la Real. Era un territorio plenamente marcado accidentalmente porque, a veces, seguía la línea de algunos caminos rurales, otras las crestas de los montes, y en otros lugares por las riberas de los arroyos; un sitio donde se habían  asentado muchos cortijos (denominación de  grandes extensiones con casa y cortijo de teja) y casas de campo y lagares, además, con una población dispersa muy intensa con relación a los restantes  partidos de campo. Tan sólo, en torno a la antigua Venta Fantasía, desde principios de siglo XX se formó un pequeño núcleo rural en torno a la escuela, ermita, y la propia venta.  En 1917, el delineante Ángel López Nieto hizo un plano que recoge muchos puntos de interés de esta zona: por la parte norte, desde las Mimbres ( cortijos alto y bajo y  cruz) en dirección a la carretera de Alcaudete,  a las faldas de la Acamuña, detalla una atalaya colocada por encima del cerro del Águila, rodeado de una serie de colonias de cortijos que llegan hasta Puertollano : el del mismo nombre,  el de Antonio de Gamboa, Magallustre, Casa Cagüela, cortijo de Fernando Montijano, de la Camuña., Pasadilla del Ciego, Cortijo del Cerezo,  casilla de María López Cortijo de Manuel Fuentes ( una zona caracterizada por el olivar mezclado con cultivos de secano y pastos), otra zona de olivar y monte en torno a la Fuente la Negra, con el cortijo del mismo nombre, los Pedregales ( donde se señala la torre) cortijo Colorado y más abajo el de Montañés y de la Cuesta; el resto del territorio, en su mayoría de secano, erial y monte, cruzado por varios caminos-Priego, Córdoba, caserías de San Isidro, Allozo, Albarizas, Fuente Álamo y Grajeras,  coladas, arroyos y barrancales, donde los cortijos y casas más importantes son  el núcleo de los Villares ( Alto y Bajo,  Francisco Cano , Cierzos, Pedro cano, Manuel Fuentes, Mimbres. Francisca Salazar), el paraje de las Albarizas  y entorno (Cañada Honda, Juan cruz, Francisco y Luís Padilla, Rafael Moya, Joaquín Sánchez, Bermejo, José López y Manuel Lizana), lugar del Ayozo  principiando por José Tapia, Colorado, Manuel, El cabo Cortijo., Antonio Palomino y Francisco Calvo(  ( del Pósito, los Pedregales, Collado Nieto, cortijo de Nieto, del Pósito, Antonio Zafra, Antonio Ramírez, cortijo del Palio, Domingo Cano, Antonio Sosiega, de José María Torres, Manuel Cano,  José y Alejo Gutiérrez. Vicente Ramírez., ) y finalizando con l a casa de Concha León y el molino de Francisco Paula.  

 

AUTORIDADES

 

 

 

En un terreno tan extenso como eran los partidos de campos era difícil transmitir la política municipal tanto por parte del ayuntamiento como por parte del corregidor, y no digamos, ejercer los servicios y estipendios religiosos. El ayuntamiento se sirvió, al principio, de sus administradores de impuestos o arbitrios  para motivos hacendísticos; por su parte, para imponer la autoridad el corregidor poco a poco fue colocando, a partir del siglo XVIII, en cada uno de los partidos un ministro de la justicia, que no llegaba a la categoría de  ser alcalde ordinario, como sucedía en la villa del Castillo de Locubín, pero le hacía las veces en muchos de los actos y representaciones. Se comenzó con el ministro de Justicia de Frailes y se extendió al resto del partido. De ahí se pasó a los celadores o vocales de barrio o partido del campo en el siglo XIX, y, por último, a los  mal llamados  “alcalde pedáneo”. No sabemos el nombre de los primeros ministros de justicia de esta zona alcalaína, porque como eran un nombramiento del corregidor no aparecen inscritos en los libros de  actas del ayuntamiento alcalaíno, pero lo que está claro y evidente que los alcaldes pedáneos  aparecen en muchas ocasiones y forman parte de una saga de familias que les transmiten el cargo  de una generación a otra a lo largo de los siglos y cambiando, tan sólo, por el color político del partido que regentaba el ayuntamiento alcalaíno. Como eran y son representantes de la autoridad municipal, nunca fueron elegidos en las urnas  hasta  las últimas décadas finales del siglo XX sino que tan sólo  se recabaron consultas populares sin establecerse un control ni un desarrollo similar a la del restos de los comicios. Solían nombrarse, según los casos, uno o  dos  alcaldes pedáneos, (uno primero y otro segundo); así, si ponemos un ejemplo y dato de Las Caserías  en  1877, lo fueron por el partido conservador José Gallego Guelte y Antonio Valverde Cano; por los liberales, cuatro años después,  Genaro Moyano García. Es curioso que, a lo largo del siglo XX, muchos labradores y propietarios de tierras ocuparon el cargo de alcaldes pedáneos y  representantes del partido turnista en la zona hasta tal punto que algunos llegaron a ser concejales del ayuntamiento alcalaíno, porque eran elegidos dentro de la sección del  distrito electoral 8 en este caso el distrito uno y sección tercera.  

En cuanto la representación eclesiástica, se nombraba un capellán por partido de campo, que hacía de cura, sobresaliente y cobrador de los diezmos  abaciales. Tenía obligación de decir misa los días de fiesta y domingos,  cobraba la parte de los estipendios de la Iglesia de todo el partido de campo, y asistía a los fieles en otros servicios religiosos como administración del matrimonio, sepelios y bautizos, aunque estos tardaron en hacerse en las aldeas, porque solían celebrarse en la  iglesia de Santa María la Mayor y después en Consolación. Como capellán, disfrutaba de la administración de los bienes de la capellanía fundada en el oratorio o ermita y, por su labor pastoral, era el hombre de confianza de las familias, que recibían la misión de ellos y  a veces le declaraban todo lo que afectaba a sus familias como la última fe de vida como los testamentos.

 

 

LEYENDA DE LA FUENTE DE LAS CASERÍAS DE  SAN ISIDRO 

Recuerdo que en 1986 el seminario de Lengua y Literatura Españolas estaba muy interesado en recoger nuestros patrimonio cultural en sus diversas ramas, entre los miembros del departamento Milagros García Blanco hizo una labor ingente con sus alumnos, animándolos y  cooperando con ellos en la recogida del rico acervo cultural de nuestro entorno: canciones, refranes, villancicos, costumbres,  y otros asuntos relacionados con el folclore tuvieron la suerte de recogerse y sistematizarse. Y, por fortuna, me los envió hace unos años  en una gran bolsa, que conservo como  oro en paño. De esta zona de  Las Caserías hay pocos testimonios, pero mira que revisando mis archivos me encuentro dos folios escritos por el que era un adolescente, Rafael Jesús Peinado  Cano, que recogía unas notas sobre  las canciones y una leyenda de la zona.  Dentro de ese ambiente rural, que caracteriza este bello entorno, me quedaría como reflejo de un tiempo en el que erial y las tierras de secano predominaban:

La perdiz canta en el monte,

La liebre en el retamar,

El gazpacho en el hornillo

¡Vámonos a merendar!

 

O esta más graciosa que refleja los caminos de cardos y arbustos

Yo vi un lagarto cojo

Y Manco de la cabeza

            Que venía de Moclín

De pagar una promesa

 

 

Como es  lógico, el amor entre mozos, es un tópico de las canciones campesinas y siempre con  animales y flores

Águila que va volando

En el pico lleva flores,

En las alas alhelíes

Y en el corazón amores.

Y, en este recato del amor celoso

Quisiera ser poderoso,

Mantenerte en el aire,

Que si yo no te gozara

No te gozara nadie.

Y en estos parajes llenos de caminos impresionaban las canciones como esta:

Los caminos son caminos,

Las veredas son veredas,

Los pañuelos de mi novia

Desde lejos relumbrean.

 

Pero, de entre  aquel elenco de coplas, pudimos recoger la siguiente leyenda sobre el origen de la fuente de San Isidro. En primer lugar, aquel joven inocente y bien intencionado le había referido que, en años de la vida de San  Isidro, este santo había estado por los parajes de la Moraleda, sitio donde hoy día se encuentra una fuente bajo la ermita del santo campesino. Como era evidente, en aquellas tierras de secano Isidro roturaba el monte bajo para ponerlo en producción agraria con su yunta. Cierto día, pasaron por el camino viejo de Priego que venía a la vera del  arroyo de la Moraleda, luego de San Isidro, unas personas que acudían a la feria de aquellos parajes, posiblemente a Alcaudete, Guadajoz, o Noalejo que eran los sitios donde intercambiaban los ganados. Uno de los feriantes se acercó a Isidro y le gritó:

-Amigo, ¿nos podrías decir donde hay agua?   .

 -Aquí, cerca, hay agua,- le respondía Isidro mientras le indicaba el lugar exacto, cerca de la Moraleda, que pegaba al camino y se erguía majestuosa por el humedal de su suelo-, sí hay entre los morales.

-Que no, que no veo agua alguna, ni indicios de manantial, tan solo las hojas están húmedas por la umbría de los árboles.

-¿Cómo que no?-le respondió Isidro.

-Pues que no, nos estás engañando. Como sigas así,  te vamos a moler a palos, y te vas a enterar lo que vale un peine, verás que zurriagazo te vamos a pegar, para que te enteres quienes somos.

Isidro no se inmutaba ante las increpaciones y amenazas de aquellos osados transeúntes, sino que los miraba dulcemente como si quisiera transmitirle la paz interior de su alma  que amansaba hasta los animales más fieros .Por eso cogió la aguijada, (que aquí los campesinos confundieron con el nombre de  las bertolas, deformándolo en  vístola) y dice que  con un fuerte golpe dio un”vistoletazo”  cerca de la alameda y saltó agua en forma de una manantial, donde los vecinos del lugar colocaron una fuente y abrevadero para el ganado. Con gran mansedumbre, se dirigió el santo a aquellos ufanos ganaderos y les dijo:

“Cuando Dios quería,

Aquí agua había”

Y, desde aquel momento la fuente fue el remanso de los arrieros de la Campiña y de las Sierras Subbeticas, el solaz de los cazadores  tras  el reparto de las piezas,  la parada obligada de los viajeros que venían de  tierras cordobesas, sobre todo de Priego, la  bendición obligada de abades, vicarios y curas de la Abadía y  abastecimiento de campesinos  y  pastores,  apagadora de sed en los días de su romería.

Esto lo escribió aquel joven estudiante a finales del siglo XX. Luego, leímos los libros de la  vida de San Isidro, y comprendimos cómo se deforman las historias del santo en núcleos alejados de la ortodoxia eclesiástica. Supimos que el santo era, de oficio, pocero. Fue una de las primeras ocupaciones de Isidro la de  cavar pozos, al servicio de la familia Vera hasta que se trasladó a trabajar a Torrelaguna, donde contrajo matrimonio con una chica del pueblo llamada María Toribia, conocida más tarde con el nombre de Santa María de la Cabeza, también declarada santa.

Pero, recogemos estas palabras de un relato muy parecido al que hemos comentado: “Así mismo, hay un relato que nos dice que en un año de sequía y temiendo por la rentabilidad de la hacienda de su patrón, Isidro con un golpe de su arada hizo salir un chorro de agua del campo. Salió tanta agua de allí que pudo abastecer toda la ciudad de Madrid. Fíjate amigo cibernauta que en estas dos narraciones hay una homología en dos textos de la Biblia; la primera es una analogía del milagro de los panes y los peces de Jesús y la segunda de Moisés, que en el éxodo de Egipto hacia la Tierra prometida, golpeó una piedra con su bastón y salió de ella agua para saciar la sed de su pueblo.

Con eso co comprendemos  perfectamente que los campesinos de Las Caserías relacionaran este relato con el origen de la Fuente de la Moraleda, que existía mucho antes que la  propia ermita que debió erigirse a finales del siglo XVII o principios del siglo XVII. Son las cosas propias de la tradición, que sabe transmitir y poner su sello lírico a todos los  elementos naturales, prodigiosos o  espectaculares  que rompen la cotidianeidad de su vida, que se alimenta del humor popular y de la fantasía que rompe el duro trabajo, sino  como pueden cantar

 

Del corazón de una pulga,

Hizo mi abuelo un serón,

Una espuerta paral a paja

Y un capacho para el carbón.

 

 

 

 

 

 

 

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