El décimo coleccionable consiste en varios vales que sustituyeron en
la zona republicana a la moneda por haber quedado prácticamente sin fondos.
Unos eran realizados y
emitidos por el Frente Popular y sugieren a los que nuestros antepasados
emplearon en años anteriores para comprar entre otras cosas el pan, que luego
se intercambiaba con trigo o con el dinero que se podía ir entregando a lo
largo del año. Los había de distintas cantidades, predominando la peseta y los
cincuenta y veinticinco céntimos.
Otros los emitían los
comedores de Asistencia social y servían para una ración, lo que dio lugar al
racionamiento- cosa que se mantuvo en tiempos de la dictadura.
Uno terceros, eran simples
notas que emitían los jefes, delegados gubernativos y el propio alcalde. Lo
usaban sectores muy específicos de la población. Siempre manifestaban la
esperanza del que los abastecía,
cobraría en el futuro.
Tenemos noticia de una
cooperativa para los vecinos de la Ribera y se nos han
entregado un libro de sus cuentas, por
el que podemos ver cómo funcionaba la economía de guerra. Lo hacían en régimen
de economato, donde se abastecía no sólo a los vecinos de esa zona, sino que
servía de almacén para enviar algunos productos a otras zonas de batalla como
en Madrid. Trabajaba en una economía
mixta: algunos en sus propiedades y otros en forma de colectividad, uno de
ellos era el encargado. Tanto fue el miedo que dicho encargado luego escribió
en dicho bloc las cuentas de un molino de los años setenta.
Algo parecido aconteció en la zona de la Rábita , y Fuente Álamo,
donde hubo varias colectividades que organizaron el trabajo durante los
tres años e guerra civil: Mediante una
colectividad, incautaban las fábricas y las fincas abandonadas de los que
habían huido al territorio faccioso. La GUERRA
hizo mella en estos colectivistas, pues predominaron las medidas de
urgencia, emergencia y subsistencia frente a un plan detallado de organización,
ya que lo primero era comer, protegerse de las inclemencias del tiempo, defender el frente anteponiéndolo a la producción, lo que se subordinó todos los bines a estos fines,
dando lugar a que los olivares sirvieran a veces de leña para calentarse, las
almazaras quedaban reservadas para que se enviaran a otros lugares de España
para poder subsistir, y los campos,
quedaran abandonados ante el peligro que se podía afrontar al ir a sembrarlos.
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