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jueves, 25 de julio de 2024

MI ARTÍCULO EN SU PROGRAMA. SANTA ANA.

 

SANTA ANA

 (I)

                                 










  Santa Ana celebró  el V Centenario de su Cofradía, hace unos años,  al amparo de la Abuela de Jesús. Se hizo  patente que fue  una de las primeras cofradías de la ciudad de la Mota, tras las de la Nuestra Señora de la Antigua y la Santa Caridad. Esta última muy ligada a su territorio, donde se alberga su imagen con el nombre de la Coronada. Y, a pesar de contar con una rica historia, resulta difícil dar con la primera noticia para justificar la presencia de su nombre y de su ubicación por estos pagos.
No es de extrañar que varios cortijos de los conquistadores de Alcalá rondaran las cercanías de una ermita con el nombre de Santa Ana, y fueron ellos los que ellos los que albergaran un pequeño oratorio para traer una imagen de la Abadía, que algunos remontan su procedencia de la mano dadivosa del Cardenal Mendoza, pastor y benefactor que estuvo residiendo en algunas ocasiones en la ciudad fortificada ante de la conquista o toma de Granada. Aquella ermita en el entorno de una alameda fue el núcleo dinamizador para que, con el paso de los siglos, nada menos que cinco- se haya convertido en la aldea más populosa de Alcalá la Real sobrepasando con creces los mil habitantes.                                  Pero no queda su antigüedad en una fecha histórica, sino que Santa Ana se enreda en la nebulosa de los millones de siglos que conformaron un paraje singular. Entre el llano casi desértico y las frondosas huertas (muchas transformadas en casas de segunda residencia o de campo), entre olivares y tierra de calma, entre urbana y hábitat disperso, entre industrial y asentamiento agrícola, entre lugar de servicios y polígonos de progreso, entre manantiales de agua y hortalizas de verano, entre senderos, servideras y carreteras de asfalto, entre lomas y vaguadas.
                             

Responde su fisonomía natural a las huellas dejadas de mar de Tethys, aquel mar que anegaba todo el territorio comprendido entre el Norte de África y el Sur de Europa con sus aguas someras, y que, durante el Cretácico, hace más de 65 millones de años, cubría todas las estas tierras. Y dejó, entre los montes de la Sierra Sur, un paraje singular que define y genera toda su naturaleza: la agreste y la frondosa. Nos referimos a los extensos Llanos, que por estas tierras se denominan de Santa Ana. No es de extrañar que las canteras recuerden en su materia prima los arenales de aquellos fondos marinos, ni que en sus superficies se propalen los fósiles, reminiscencias de un piélago viviente entre peces, estrellas de mar y cetáceos.  Por eso, resulta curioso que el ministro Madoz, en 1850, ya definiera este lugar aplanado, como la génesis esencial para este partido de campo: El cerro de las Cruces tiene en su cúspide una explanada de cerca de 1/2 legua de diámetro, terminando en casi toda su circunferencia por cortaduras y tajos; pero en dirección de Oeste a Este, forma un suave declive, en cuya parte inferior está colocada la aldea. de que nos ocupamos, en situado agradable y muy llana, pues por ella se prolonga dicha explanada, conocida con el nombre do los Llanos. Edificado el pueblo sobre canteras de piedra, en terreno arenoso, sus calles están sin empedrar, y son muy desiguales, con barrancos formados por las corrientes de las aguas llovedizas; y como las casas tienen corrales en lo general de mucha extensión, aparenta esta aldea, vista de lejos, ser una ciudad crecida.
Y las cortaduras de Los llanos dieron vida, a través de los manantiales de las fuentes de la Hostia, Gallarda, Somera, y, sobre todo, de la Fuente del Rey, a las ricas huertas que se cultivaron desde tiempos romanos hasta la actualidad. Primero, el hombre trashumante de Algar comenzó a pastar en aquel páramo de medio monte, cubierto de capa de tomillo, romero y de hierbas resistentes a las máximas temperaturas. Y este mismo hombre comenzó a habitar en los refugios de las cuevas que se horadaban en los tajos de los Llanos, dando lugar a que en la zona de las viñas del Humilladero se encontraran las primeras cistas de estos hombres del bronce, y, también los primeros sarcófagos romanos. Y, la piedra se hiciera testigo en las aras y lápidas romanas, como las de la joven Inicia, en el Museo local de Alcalá la Real. Y junto al Llano, la tierra de labor se multiplicó en villas romanas, esos cortijos que crecieron entre aguas de arroyuelos, manantiales y derramaderos de esa masa tectónica amesetada, como son testigos los restos de tégulas en La Lancha, Mazuelos, Chaparral, Pasailla Alta y Baja.  Y esto fue el comienzo hasta convertirse actualmente en una población con varios núcleos o barrios muy significativos. No nos extraña que aquel ministro se la imaginara como una ciudad.  


SANTA ANA (II)

 

Antes de que surgieran los primeros núcleos de civilización por el partido de campo de Santa Ana, el hombre de Neanderthal habitó estas tierras por el paraje del Llano Mazuelos, como zona lacustre, dedicado a la caza y a la pesca y cubrió su entorno con una importante industria lítica, repleta de bifaces, hachas, lascas, núcleos de sílex …. Y, tras miles de años, este primer poblamiento fue una premonición de una tierra, donde la huella de los íberos se hizo presente y hay testimonios de que se han encontrado falcatas y objetos de cerámica por el entorno del Cascante, Con el tiempo histórico, abundaron las villas y las alquerías que se surtieron de las aguas del arroyo de la Fuente del Rey. Se multiplicó la vivienda diseminada por este llano y su entorno, gracias a las aguas de sus fuentes y arroyos. Ya recogía Madoz  38  entre cortijos, caserías y casillas, destacando estos cortijos que han perdurado: “ el cortijo de la Lancha, la casería de Utrilla; los cortijos de propios del villar de  la Mesa ( más bien debería ser de Juan Mesa Carnicero), y  de la Cabeza del Carnero;  los particulares de Apolinar, el Ciego, la Cuesta, Media-Naranja, Piqueras, Salobrar, la Dehesa, de León, la Merced, Melgar, Pernilla, Pcrnia,  y  Peña del Yeso; y las caserías de Bicdma y Mélico, la de León o Nóveruelas, la de Alhambra, de los Frailes, Durán, Pinedas y Peñuelas. Se asentaron en las tierras fértiles, que producían cereales y viñedo, se regaron con las aguas del arroyo de la Fuente Rey y de la Fuente de la Lancha, el olivar conquistó las tierras de la dehesa Entretorres, la del Cascante y la de la Moraleja, las de las Nogueruelas y las faldas de los cerros de los Llanos, la Cueva del Moro, y el entorno de las dos vertientes de la Boca de Charilla por la Carraca y los Barrios.


Este Llano de Mazuelos y su entorno se vistieron de suelo industrial, en el siglo XXI, y, cambió sus agrestes campos, otrora dehesa de potros, y, hasta el siglo XX, de sembradura de secano, en naves de emprendedores privados y de colaboración pública.  Y otras tierras de la Casería de Biedma, fundación del abad Moya,  convirtieron los suelos de piedras areniscas en pequeños polígonos industriales, que ocupan a centenares de trabajadores del plástico, construcción e industrias agropecuarias en las diversas fincas del Chaparral y de la Fuente del Rey.  En este lugar, las huertas se repartieron entre los conquistadores y, sobre todo, entre los caballeros de Alfonso XI, luego muchas de ellas se transformaron en tierras de memorias, capellanías y fundaciones de la Iglesia, hasta que pasaron a manos de hortelanos y pujareros con las desamortizaciones y ventas a los labradores. En este entorno nacieron las primeras industrias desde la Edad Moderna, varios molinos de harina, junto con los de la Lancha, la propia Santa Ana y Veinte Novias, incluso uno aceitero por el Salobrar; y en los primeros años del siglo XX, una industria de vinos y licores, que regentaron la familia de los Garnica, donde destacó el anís del Cometa Halley. Se mantuvieron, progresaron y aumentaron los molinos harineros, las almazaras y los talleres artesanos conforme aumentaba la población, Nunca estas tierras abandonaron la ganadería que pastó por los Llanos y encerraba a sus rebaños en los rediles, que luego se transformaron en grandes tinados, cobertizos e, incluso, grandes naves hasta el punto que por los años ochenta se creó la I Granja de Oveja del Sur, promovida por la Diputación Provincial. Y los hubo en ganados grasos, laneros y caprinos, e incluso, granjas avícolas y naves porcinas.
            La vivienda rural se transformó en muchos de estos rincones en segunda vivienda, de ocio y de hortelanos de fin de semana. Nació un Club y una urbanización de vivienda y recreo que sustituyó las pocas casas de vivienda de verano de familias como los Núñez, Rosales, Escobar entre otros…y se imitó en el Cascante, la Paloma, Ciego., Pasailla Baja. Y, atrajo hasta edificios religiosos, desde el principio la ermita de la Virgen Coronada, y a finales del siglo XX, el convento de las monjas trinitarias.
Las torres de la Boca de Charilla, Cascante y de La Moraleja se convirtieron en almenaras, que brillaron en las negras noches alcalaínas con el resplandor de las nuevas energías a la manera de aquellas atalayas que marcaban los caminos de los transeúntes y viajeros que acudían a las tierras granadinas por los caminos de Guadix, Colomera o de Granada, que atraviesan todos estos parajes. Ahora, el ocio y el deporte se alumbra con su luz nocturna por el camino del carril bici; y nuevos enlaces recortan las distancias entre las carreteras nacionales y provinciales.   Comentan que la Virgen Coronada las vistió de góticas las del Cascante y Moraleja y dejó su forma cilíndrica a la de la Boca de Charilla. Por eso, les puso una base troncocónica, cuerpo de planta circular, y de las mayores dimensiones con respecto a otras del entorno; el perímetro llega a alcanzar en los Moraleja más de 25 metros y unos pocos metros menos la del Cascante, el vano de entrada y acceso a una habitación situada en la parte superior obligaba a una escalera artificial y efímera para evitar los ataques imprevistos. Se corona con un cuerpo superior de azotea, sobre una orla o guirnalda apoyada en canecillos que se muestran en forma de balcón, y e aparecen en la de Cascante. Sin embargo, la de la torre de la Bica de Charilla, llamada también de Santa Ana y del Norte, de planta circular no se apoya en la base troncocónica y se ha reutilizado horadando su interior como casilla de campo para guardar aperos. También, pudo ser refugio cercano de los soldados del nido de ametralladoras en la trinchera de su entorno en la Guerra Civil. Todas estas torres formaban parte de una red que comunicaba a los labradores de estas tierras expuestas a peligros e invasiones continuas. Como centro fundamental, desde estas torres se disparaban los mensajes de fuegos variopintos a la fortaleza de la Mota, pero no perdían las emisiones entre ellas, la Dehesilla de los Caballos. Charilla, Puerto, las Mimbres y la del Puerto. Ahora, estas torres controlan un tráfico fluido de las nuevas rotondas que guiñan con su dibujo la silueta de las torres.               

 

 

 

SANTA ANA (III) EN IDEAL ALCALÁ LA REAL

 

De una ermita a una aldea. De una aldea a la concentración urbana más extensa y populosa del municipio alcalaíno. De un asentamiento en torno a un camino de propios a un núcleo distribuidor de los pueblos de la zona norte de la ciudad de la Mota y de los Montes Orientales de Granada. Nuevas rotondas permiten el paso hacia tierras del sur jiennense y norte granadino en dirección hacia Noalejo e Iznalloz, hacia el municipio de Frailes y las Riberas, hacia la ciudad de la Mota y hacia las Riberas y Mures. Se plantean como plataformas que servirán para conectar sus dos zonas industriales, el Chaparral y el Llano de Mazuelos. Y Santa Ana no puede concebirse sin su iglesia declarada parroquial hace un siglo. Una iglesia romera que atraía en el mes de la cosecha agosteña a los alcalaínos para honrar a su patrona, y que se erigió en un emplazamiento apropiado, donde la alameda de su entorno y la plaza constituían un espacio entre rural y urbano. El primero fue testigo para parada de caballerizas, y el segundo para constituirse en un sitio amplio de concentración urbana. Destaca la fachada de la iglesia, ejemplo de manierismo renacentista y de los famosos maestros de obras de la Abadía, coronada por la espadaña y envuelta entre arcos de ocultos corredores que alojaban a los romeros y sus caballerías. Ningún visitante puede pasar de realizar la visita de su interior , contemplando dentro de la planta abacial de salón, un patrimonio singular de la comarca alcalaína: desde el retablo de Nuestra Señora de las Angustias atribuido a los Raxis hasta el grandioso y excelente cuadro de la Coronación de la Virgen, una obra de la escuela granadina del siglo XVI y del entorno del pintor Bocanegra sin olvidar el cuadro de la Inmaculada atribuido a Alonso Cano; tampoco puede quedar desapercibido el  testero o presbiterio de este templo con la imagen de la Abuela, recuerdo de la anterior imagen gótica, y la nueva peana del Árbol de Jesé. Ni los enseres de su patrimonio parroquial como el manto renacentista al estilo del padre de Juan Martínez Montañés. La plaza, junto a la iglesia de Santa Ana, es espacio urbano distribuidor de un conglomerado de calles que se enredan en callejones, calles radiales y reminiscencias de antiguos paso de terrenos de propios, donde se asentaron las viviendas de teja, los chozones de retama y algunas casas de rentistas y pujareros: Actualmente, las antiguas dimensiones de sus fondos residenciales  usurparon los corralones pecuarios y se convirtieron en unas  viviendas de mayor habitualidad y fueron reformadas con nuevas fachadas y balconadas  que sustituyeron  a las de dos cuerpos con pocos vanos, muy frecuentes en los siglos de la Edad Moderna.  Sobresalen varias calles que conectan con la carretera de Frailes: la  primera, más meridional,  recuerda los albores del siglo XX y adquirió auge con la instalación de la escuela pública; la  segunda, que dividió la antigua alameda,  transformada en vial urbano, y  hecha una realidad de residencias humanas, data  a finales del siglo XX, conecta directamente el parque  del  Comendador con la plaza, el antiguo  lavadero y la fuente del siglo XVI; y la calle de Nuestra Abuela, en tercer lugar, amplió el núcleo original hasta las Eras Alta y dio salida hacia los molinos de Huéscar y las Riberas. En torno a la plaza, se levantaban el local del cine, las tiendas, la escuela (recuerdo, entre otros maestros, a don Luís Gómez Feijjóo), la expendeduría de tabaco, las casas nobles (algunas recuerdan su diseño modernista de principios del siglo XX y se remontan a sus predecesores hidalgos, los dos que los hubo en la aldea allá por el siglo XVIII).En otras  direcciones, Santa Ana creció en terreno urbano:  por las Eras Altas se prolongó  aquella primer núcleo, por medio de las  casas de dos cuerpos,  y corralones; hacia la calle Perchel ,  como si quisiera beber de los huertos y convertirse en viacrucis semanasantero; y,  hacia la carretera de Frailes en dirección hacia el Humilladero, donde hubo un Calvario,  y , salvando una cantera que se mantuvo hasta mediados del siglo XX, alcanzó las huertas de la Fuente Rey  y Pasailla con  las  Casas Nuevas que  conformaron una unidad urbana que albergó a las familias obreras y engrandecieron su entorno con nuevas urbanizaciones. Reminiscencia de tiempos pasados, son las casas que forman discontinuamente la carretera de Frailes, donde, como lugar de tránsito, se abren locales de servicios (farmacia, bares, tiendas de supermercado…). Y este entramado urbano se entretejió con callejones que desembocaban hacia arterias y albergaron unas gentes inquietas y laboriosas. Los hay agricultores que supieron aumentar sus haciendas como los beneficiados de las tierras de la casería de Viedma, hortelanos que regaron sus hortalizas de la Fuente del Rey, la Pasailla y la Lastra, molineros que mantienen un pan que surtía las viviendas alcalaínas en siglos pasados, emprendedores que trabajan la madera, la albañilería, y ofrecen sus servicios como los de restauración. Se consideran obras patentes y evidente muestra del progreso de la actual Santa Ana su centro escolar dentro del Colegio Público Sierra Sur, su consultorio médico, sus asociaciones de mujeres, sociales, deportivas, de deportes, de vecinos y de AMPAS entre otras, cofradías como la de la patrona La Abuela y Virgen de la Cabeza. Y es que Santa Ana casi extiende su abrazo a la ciudad de la Mota por la Fuente del Rey (en torno a la Coronada y los Llanos) y une sus manos por el Portichuelo. No puede extrañar que estas dos unidades poblacionales de Santa Ana de Alcalá la Real alcancen estos datos demográficos, que el INE recoge en 2023 1082 habitantes   Casi vuelven a los tiempos de la mitad del siglo XX antes de la diáspora.

 

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