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domingo, 3 de diciembre de 2017

EL TESORO DE CHARILLA. EN JAÉN SEMANA



La razón de ocultar monedas y objetos de valor como tesoros conlleva implícita la pregunta de las circunstancias que lo ocasionaron. Generalmente, todas estas joyas enterradas responden a una misma fisonomía, porque los individuos los han ocultado con el fin de recobrarlas posteriormente; y, por otro lado, fueron consecuencia de momentos concretos de migraciones forzadas y ataques de enemigos con la esperanza de su reintegración a la vuelta a sus hogares. Como se decía en el catálogo de la exposición de las Monedas del Andaluz.
“ Sin embargo nuestra información sobre los motivos que conducen a la población a realizar los ocultamientos de monedas es más escasa; los ocultamientos de monedas han sido una constante por parte de la población desde la aparición misma de las acuñaciones y estos se realizaban por diversos motivos: escapar de la presión recaudadora del estado, preservar sus riquezas en momentos de peligro o tensión, tales como guerras, enfrentamientos civiles, preservar los ahorros con la intención de recuperarlos luego, cumplían asimismo la misión de ser los ahorros de una persona o familia”.
La importancia de los tesoros de Alcalá la Real en el contexto de la historia local, provincial o nacional, es muy reveladora, porque delata, con la leyenda de las monedas del de Charilla, un asentamiento del núcleo de Sajral-Walad en época califal que perduró hasta hoy en un contexto muy ilustrativo de este mundo repleto de leyendas, testigos y yacimientos medievales. Se remonta su legendaria historia, nada menos que la ciudad de Flora, esa santa mozárabe que muchos consideran patrimonio local, y, por estos lares, también se atribuyen su residencia en el exilio de tierras cordobesas. Se ratifica como núcleo importante del mundo árabe con la presencia de Ben Jakán, famoso poeta que escribió Los Collares de Oro. Un episodio bélico realza  el entorno denominado la Batalla de la Boca de Charilla en el siglo XIV, entre las tropas musulmanas que se adentraban a las tierras calatravas y las huestes de la ciudad de la Mota, dirigidas por Fernando de Aranda.
Si a esto añadimos el cúmulo de leyendas relacionadas con el mundo oriental, no es de extrañar que se descubriera este tesoro en esta aldea de Alcalá la Real. Entre ellas, la más destacada la de María Solís, encuadrada aun escaso Kilómetro del yacimiento donde se encontró el tesoro, En el cortijo Sotillo, se transmitió oralmente, la leyenda de esta mujer encantada, la bella durmiente que dejaba fulminados y atontados a los campesinos que acudían de noche a responder a aquella pregunta enigmática sobre su belleza. Esta leyenda está entrelazada con la de del descubrimiento de los viejos tesoros orientales por parte de un iluminado, también muy extendida por entre los vecinos de estos lares. Estos tesoros se descubren con una condición a cumplir, como la que le falló el que fue a descubrirlos en una cueva, cuya entrada contiene una piedra con la huella de su mano, que parece como una señal de veto al nacimiento del agua donde aquella María Solís estaba encerrada, a manera de ninfa, escondiendo un apetitoso y exuberante tesoro. En la versión legendaria el aventurero no pudo sacarlo de aquella roca que mana agua, porque no cumplió la condición de ir solo y al no ajustarse la hora que le había exigido dicha dama. En verdad que aquella roca, en tiempos de sequía, todavía rezuma la humedad que envuelve el misterio, porque una nueva versión se nos transmitió de este personaje femenino, Lo hicieron sus propietarios contando que  una princesa mora que quedó encerrada en aquella fuente, y recibió el nombre de Solís tras la huida de sus padres con motivo de un ataque de los pueblos musulmanes a esta familia mozárabe que guardó el tesoro.
Unos cientos de metros más abajo, junto a la Cooperativa de Nuestra Señora del Rosario los aventureros fueron los alumnos de EGB Alejandro López, Rafael Gallego López y Miguel Pareja. No quedó esfumado ni desapareció de aquella tierra en manos de traficantes ni anticuarios, sino que se lo comunicaron, por enero de 1977, a su maestro Manuel Gómez Palomares. Este recorrió todos los trámites para convertirlo en un bien de interés cultural que se exhibe desde aquella fecha en una de las vitrinas de la sala de arte musulmán del Museo Provincial. Otra María Solís o Zulema debió adornarse con aquellas joyas. Aquel hallazgo contenía una diadema de oro, dos colgantes de media luna, la pulsera de seis rectángulos de oro ye pasta vítrea, los cuatro rosetones de oro, las cuentas de metal dorado, los cinco cilindros de oro, las cuatro sortijas (una de ellas con inscripción árabe), varios rosetones, broches, cinta de plata, cascabel, parte de cadena trenzada, doce cuentas y cincuenta y una perlita. Las cuatro monedas que completaban los hallazgos proyectaron una nueva visión histórica de la época musulmana por tierras de los Banu Said, fechando su cronología en tiempos de Abderramán III.






 Y, sobre todo, los niños, el maestro y las autoridades respondieron con la condición actitudinal de proteger el patrimonio entregándolo a las instituciones para disfrute, estudio y cultura de la humanidad. Una bella lección que tuvo su recompensa en los descubridores y propietario del terreno, en este caso María Solís no zafó el descubrimiento. En futuras aventuras, hay que seguir el ejemplo.  





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