Por
si no lo sabéis soy Jean Sebastiani. He leído
la nota de Internet sobre mi
antepasado y familiar el general de mi mismo apellido y jefe del Cuarto
Cuerpo del Ejército Imperial. Me siento avergonzado. No sé si será verdad, pero
ahora comprendo cómo la historia se escribe
con renglones torcidos. No podía interiorizar aquel comentario que me
hicieron en la reciente visita a su
iglesia abacial, el guía decía que había destruido aquella joya. No me resistía a consentirlo.
Mi amor propio
en defensa de mi lejano pariente general Sebastiani me puso manos a la obra.
Fui al Archivo Histórico Municipal de
Alcalá la Real. Encontré varios legajos del Hospital del Dulce Nombre de Jesús.
Tomo unas notas:
-El Notario apostólico de la abadía y
secretario contador de la Real Casa de Misericordia y Hospital del Dulce Nombre
de Jesús y Santa Ana, don José Marcelino
Cabrera se vio acusado de un pequeño
desfalco de trigo en el año 1812..
-El diez de
enero de 1810 entraron las tropas imperiales de Francia
- El día
trece, se alojaron más soldados con
animo de hacer más destrozos
-: En el
paso y tránsito de las tropas imperiales realizaron muchos desmanes por la gran
cantidad de soldados alojados en la Casa de la Misericordia. En ella se contenían los graneros, con los que pudieron comer
durante tres días.-
-Rotas y
abiertas las puertas, faltaban en el granero alto 11 fanegas y tres celemines
de trigo el 12.marzo 1811.
-Fueron
alojados una multitud de soldados los cuales después de tenerles mal
tratamiento a los encargados de la casa los
echaron a la calle, quedando los franceses dentro de la casa, que substrajeron
200 fanegas en 1812”..
Noticias vagas, de un
documento que no refleja toda la actuación francesa en esta ciudad. Ya conozco
el día de la entrada de los franceses a Alcalá. Su repercusión en la vida de la
ciudad. Su asentamiento de las tropas en
el Hospital o convento del Rosario.. Quiero profundizar algo más.
Pregunto a los
bibliotecarios y tan sólo me dan noticias de un
libro de notas para elaborar una historia, obra del cronista Antonio
Guardia Castellano. Tomo estos apuntes
esquemáticos:
“...don
Fernando de Tapia en la sesión de del quince de Diciembre decía: Que si es
efecto de la disposición de hombre, nosotros debemos prestar al Supremo
Gobierno de don Fernando VII todos los auxilios de brazos y dinero de que somos
capaces; que hasta ahora no sabe por qué no se han puesto en ejecución las
ofertas que hizo esta Muy Noble y Leal Ciudad a Su Majestad, los cabildos del 16 y 18 de enero de 1809 (
en esta sesiones fue en las que se hizo oferta a la Junta Suprema de Granada,
después a la de Sevilla. De armar un
batallón a costa y recluta de la Ciudad), ni porqué ha dejado de ir el
comisionado nombrado por el Ayuntamiento a representar a Su Majestad lo
conveniente a favor de su real servicio
y bien de esta misma ciudad y sus
vecinos
Alcalá
dio su sangre y su hacienda en defensa de la Patria mandando a sus hijos a
servir a los ejércitos nacionales, ya luchando en las calles de la población
con los franceses y afrancesados o ya levantando y mantenido partidas de
hombres armados que asaltaban en los caminos los correos y pequeños
destacamentos de soldados imperiales. Y cuando las tropas victoriosas de
Napoleón avanzaban triunfantes en su segunda incursión de las Andalucías,
sometiendo ciudades y villas; cuando poblaciones como Córdoba y Jaén, y más
tarde Granada y Sevilla les franqueaban sus puertas por donde entraban
tranquilas sin disparar un fusil, Alcalá defendió, como después diremos; y i
las tropas del General Sebastiani hallaron su recinto, no fue sin que los
caballos de sus dragones tuvieran que pasar por cima de los cadáveres de los
hijos de Alcalá..-
El
invierno de 1809 a 1810 fue aciago para la causa nacional. Ciento Cincuenta mil
hombres atravesaron los Pirineos para venir a reforzar las tropas de ocupación
en la Península, sometiendo en su avance
cuantas villas y ciudades encontrara al paso, y hasta entonces libres de la
tiranía extranjera....
.......en
los últimos meses del año 1809 fueron un continuo ejercicio de prácticas
devotas, y mientras tres cuerpos de ejército fuertes ochenta mil hombres al
mando de los más prestigiosos mariscales del Imperio amenazaban invadir las
provincias andaluza, el Ayuntamiento y la Junta de Gobierno Local, celebraban
reunidos frecuentes asambleas, deponían
sus odios y sus antagonismos para organizar novenas, procesiones y
rogativas a todos nuestros santos titulares, antiguos y modernos, Santa Ana,
San Sebastián, Santo Domingo de Silos y Nuestras Señora de las Mercedes y amén
de cumplir con todas las fiestas votivas como la de Santiago Apóstol, san Blas,
San Roque y la de San Miguel Arcángel.......
El veinte
de enero de 1810, atravesó José Bonaparte el puerto de Sierra Morena con
cincuenta mil franceses, derrotando en Despeñaperros las fuerzas españolas que intentaron
cerrarle el paso, a la vez que otros entraron por Almadén y Villamanrique,
reuniéndose en Andujar, La Carolina, y Baílén, pernoctando sobre los mismos
campos donde año y medio antes tantos laureles cosecharon los españoles.
Dividido aquel poderoso ejército en tres columnas, el rey José dirigiose a
Córdoba con los mariscales Victor y Soult y el General Mortier, donde entraron
entre aclamaciones del pueblo que los recibió con fiestas, mientras Desoyes se
dirigía a Linares y Baeza, y el Conde Sebastiani Úbeda y Jaén, cuyas plazas,
como así mismo las demás del tránsito, se rindieron sin disparar un tiro. En
poder del invasor la capital y las principales plazas de la Provincia, no podía
tardar en correr l misma suerte, máxime teniendo en cuenta que era paso forzoso
para Granada, donde aún funcionaba una Junta que se titulaba Suprema y aspiraba
a compartir la dirección del Reino con la Junta de Sevilla”.
Concreto con
mi libro de notas. Sacado de “Jaén 1808-1814.Entre la guerra y paz” . “En Jaén
Sebastiani organiza el nuevo avance disponiendo dos columnas, la una con los
dragones de Milhaud como fuerza de choque toma camino de Alcalá la Real y la
segunda, con la brigada de caballería de Perreymond, marcha por Cambil e Iznalloz
hacia Granada. El 28 ambas columnas sostienen combates frente a Alcaudete e Iznalloz,
respectivamente,. Con fuerzas del General Freyre. Pero en Granada la moral se
derrumba también, y al anochecer del mismo día entra triunfante en otra importante
ciudad que s le entrega sin la menor resistencia” ”.
..En las
primeras horas del veintiséis de enero de 1810, corrió por la población, como
una chispa eléctrica, la noticia que los franceses se acercaban. Las campanas
tocaron a rebato; se cerraron los comercios y talleres, y en todos los conventos
y parroquias se puso a la adoración de los fieles el Santo Manifiesto, en tanto
que la campana de la Ciudad convocaba a sus ediles y a los vocales de la Junta
de Gobierno. Al caer la tarde, un bando pregonado a son de clarín en las
esquinas, mandaba a los habitantes de la población iluminar las fachadas de sus
casas durante la noche, prohibiendo salir a la calle niños y mujeres, y un
tamborilero de las “Milicias Honradas” atronaba las desiertas calles tocando a
generala Cerró la noche...en el salón de las casas consistoriales, los señores
regidores y vocales de la Junta del Gobierno, constituidos en asamblea de
Seguridad Pública, tomaban acuerdos y dictaban órdenes que, aunque tardíos,
respondían, acaso por primera vez, a las
circunstancias del momento y al patriotismo y tradiciones del pueblo alcalaíno”
--Al
amanecer el día veinte y siete, un cuerpo armado compuesto de dos secciones de “Milicias
Honradas”, la una, y de “Voluntarios Municipales” la otra salía por la Tejuela
y Cruz de Villena, despedido por el ronco sonido de la campana del
Concejo...iban doscientos o más; gente brava mandada por señores
principales..entre ellos el señor Provisor don Antonio María Ruiz, siendo uno
de los individuos de la Junta de Gobierno en el año 1810, sabida la entrada del
enemigo preparó para la defensa según acuerdo de dicha Junta, saliendo con
cuarenta hombres al Barranco de los Postigos a cortarlo y defenderlo. ...
Llegados que fueron al Barranco de los Postigos y parapateados en sus escarpes
y cortaduras, vieron avanzar un destacamento de fuerzas españolas. Era el
General Freyre que derrotado el día
veinte en Sierra Morena, se dirigía sorteando los peligros de un nuevo
encuentro con el enemigo, a ponerse a las órdenes de la Junta Suprema de
Granada; con los mil quinientos hombres a caballo y un parque de artillería
compuesto de treinta cañones que los acompañaban, salvados de la
derrota...alegando no ser el expresado barranco el sitio más a propósito para
hacer maniobrar su caballería, dejó en
él apostados algunos de aquellos bravos para señalar la presencia del enemigo y
fue a situarse con sus tropas y el resto del paisanaje a un paraje más adecuado
y por él elegido, bastante más aproximado a la ciudad..lógicamente pensando, es
de presumir que, descontada la derrota por aquel experto militar, buscara de
intento la proximidad de nuestra población contando con que aquellos paisanos,
sus auxiliares, al batirse en retirada, opondrían en las calles de la misma una
tenaz resistencia al enemigo que entretenido por estos y por la codicia del
botín de la ciudad entrada a saco, darían espacio a sus tropas para ponerse a
salvo; y así lo pensó, fuerza es reconocer que los hechos respondieron a la
previsión...
Algunos
historiadores del siglo XIX citaron este
hecho con el título de “Acción de Alcalá. De entre todos me quedé con Lafuente Alcántara que en su Historia de
Granada manifiesta “ el general
Francés se dirigió desde Jaén hacia Alcalá la Real y más acá de dicho punto le
hizo frente la caballería española de Freyre que, atacada por fuerzas
superiores, fue rota y en parte dispersa...”. Pero vuelvo, otra vez al
viejo cronista que me aclara:
“al decir
de mis viejos cicerones, esta batalla fue dada en el sitio de las Azacallas, y
tan cerca del pueblo, que los cañonazos hacían retemblar las casas, retumbando
en las calles como truenos. En las primeras horas de la tarde, la victoria se
había declarado por los franceses, y los cañones del parque que conducía el
General Freyre, pasaban en huida rebotando
con estruendo sobre el empedrado del Llanillo, mientras la Caballería
para proteger su retirada, intentaba aun a la entrada del pueblo contener al
enemigo. El formidable empuje de este y su superioridad numérica hizo breve tal
resistencia, y un momento después los dragones franceses pasaban por la
población como un huracán de sangre y fuego en seguimiento de los
fugitivos..Los voluntarios alcalaínos, apostados en los tapiales de las
entradas en los bordales de los patios y corralizas y en las esquinas de las
calles, contribuyeron con certeros disparos a retardar un tanto la entrada del
enemigo, y ya dentro de la población y retirándose de calle en calle, conforme
este iba avanzando siguieron haciendo fuego por buen espacio, hasta que
habiendo entrado una sección de franceses por los barrios altos de la Ciudad,
cogiéndolos al descender entre dos fuegos, tuvieron que disolverse, huyendo
desperdigados en demanda de sus domicilios, no sin haber quedado muchos
tendidos en las calles...
Me acerco al
archivo de la parroquia de Santo Domingo. Me decepciono, cuando consulto el
libro de fallecimientos del año 1809. Ni un solo fallecimiento ni una mención a
la muerte de algún alcalaíno que justificara las palabras de aquellos
cicerones. Aún más, consulto otro documento, y me dice que un recaudador de
Rentas Estancadas, funcionario de aquella época, huyó de Alcalá con su familia por aquellos
días y atrasando por sierras y lugares
montuosos volvió días después. Me confirma que la historia se escribió con
renglones torcidos. Tampoco
enterramiento alguno por aquellos días.
Muchos huidos, cómplices de los franceses. Tal vez debieron sufrir las
consecuencias de haber hecho frente, pero no con la intensidad que el cronista
me relataba. Pues, más tarde los alcalaínos se quejaban a mis compatriotas:
“Que a la
entrada del Ejército Imperial sufrió quasi todo el rigor de la guerra a causa
de ka oposición que a su entrada hizo el General de Caballería Freyre; que las cortas y pocas
casas de comercio que en ella había, las unas padecieron mucho en sus intereses
y las otras corras quedaron arruinadas; que igual suerte corrieron las otras
pocas cosas de algún poder y de labradores, y algunos perdieron sus vidas..”
Confronto
mis fuentes con las del cronista Guardia Castellano. Voy a los libros de
cuentas del Hospital Militar del Dulce Nombre de Jesús y Santa Ana y encuentro
un dato revelador. A partir del día 27 de enero se pasó de veinte enfermos
hasta más de cien. Este fue el enfrentamiento. Unos cien vecinos cayeron heridos en el avance de las
tropas. Poca debió ser la resistencia
ante el avance del ejército imperial.
Evidentemente
quince mil hombres de los ejércitos imperiales eran muchos, incluso,
pernoctaron dos días en Alcalá como castigo por su resistencia. Fueron
asaltados los comercios, las casas de los hidalgos, los conventos, las bodegas,
el Palacio Abacial, donde destruyeron los archivos, y los graneros de la Casa
de Misericordia, el de la Ciudad, el de la Capilla Real y muchos particulares.
Importaron los gastos doscientas ochenta y cinco mil reales con veinte
maravedíes sin contar las raciones para la tropa y la caballería que no se
incluyeron en unas facturas justificativas que se presentaron a los Perfectos
Provinciales unos años después. Además, sacrificaron 30 vacas para alimento de
aquellos días y se llevaron 120 terneras. Como botín, se llevaron las mazas
de plata de los porteros, el Escudo de Armas. Conchas de agua bendita.
Candeleros y cruces de oratorio y el retrato de Fernando VII Le sigo la pista al general Freyre y apunto:
“Los restos
de la columna del general Freyre, llevando la artillería salvada de la derrota,
gracias a la oposición que Alcalá opuso al enemigo, fue a dar junto a Iznalloz con una división que el
conde Sebastiani había destacado de su Ejército `por el camino de Cambil a la
izquierda de Alcalá, al mando del general Peyrenomt. En poder del cayeron los
cañones si bien los artilleros y los caballos, cortando tiros, pudieron
escapar”.
Busco y rebusco en los archivos. Me encuentro que,
en Alcalá, se disolvió la Junta de Gobierno, se ausentó el Obispo-Abad, se
disolvieron las comunidades religiosas, se cerraron las oficinas públicas y
muchos afamados hidalgos huyeron de ella. Quedó un destacamento francés, bajo
cuyo control estaba el comandante de la
Plaza y Fortaleza Monsieur Mareschal. Este comenzó a imponer a los vecinos un
tributo de cien mil reales para obras de fortificación de murallas y castillo
de la Mota. Cada día obligaba a los maestros de obras a acudir a las obras de
amurallamiento acompañado de los forzosos arrieros y jornaleros que hacían de
peones de obras. El plan de los franceses consistió en fortificar parte de la fortaleza, con un muro
interior que se extendía desde la Torre
de la Cárcel hasta el castillo o
alcázar, donde albergó el almacén, el
alto Estado Mayor, el polvorín, y siete Tahonas. El ejército se albergó en
alojamientos de la ciudad. Conventos, posadas convertidas en cuarteles y
domicilios particulares.
Tras disgregarse la Junta de Gobierno, el
comandante obligó a constituirse al “Municipalidad” . Pero no había medio
alguno de encontrarlos, pues muchos habían huido a sus cortijos, otros no
ponían sino exculpaciones para no participar ni colaborar con esta institución.
Al final, el Perfecto de la Provincia consiguió que se reunieran algunos antiguos regidores y otros nombrados
por él el día tres de febrero. Me quedo en este
punto de la investigación consultando algunos libros complementarios a
las actas municipales.
Unos días después, me
traslado a la Hemeroteca de Granada, y
recojo el periódico de la época , el “Diario de Gobierno Granada” del
año 1810. Pues me han dicho que el corregidor Antonio Ruiz, nombrado por los
franceses, no murió cómo relataba el
cronista alcalaíno en su libro de la Historia de Alcalá, sino que era víctima
de una aversión a los govachos, tal como nos llamaban despectivamente. Esto era
un episodio interesante para investigar. Pues este personaje debió ser la
cabeza de turco de un complot en contra de su persona, o contra política
abusiva de mis paisanos los franceses.
Comienzo releyendo
las primeras noticias del año 1810. El día 26 de enero, se disuelve el gobierno
de la Junta Suprema y anuncia que llegaban a Granada las tropas imperiales. No
las francesas, pues los afrancesados se sentían partícipes de aquella aventura.
Se constituía una nueva junta al mando de Horacio
Sebastiani, Tomás Solís, Félix Antonio Ruiz, Idelfonso Montalvo, y Joaquín
Luque que recibieron al Gobernador en Pinos Puente. Desde allí se trasladaron a
la Chancillería. El día 31 se celebraron actos solemnes con misa, asistencia de
los jefes militares autoridades religiosas, estado mayor y oficiales. También
se prestó juramento al Rey José Bonaparte.
Reflexiono y comparo la actuación de los alcalaínos con la
del recibimiento de la ciudad de la Alambra. En Granda parabienes; en Alcalá, imposición de
tributos tras imposición de tributos.
Recojo una nota del cronista en los primeros nueve meses de la administración francesa, los alcalaínos gastaron tres millones de reales de sus fondos para
los franceses . Pero me doy cuenta que
me he adelantado en el tiempo narrativo. Pues las noticias del diario
(afrancesado por aquel tiempo), no se corresponden a lo que he escrito en la
línea anterior: se refieren, más bien, al
mes de febrero y a los acontecimientos de Granada.
A partir
de mes de este mes, el Diario me refiere
anécdota tras anécdota, puyas contra los frailes, y algunos poemas, más bien, panegíricos en
honor a los franceses. Paso lo que acontece en Granada durante los meses de
marzo, abril y mayo. Y releo las noticias del mes de junio. Sin embargo,
por circunstancias que no puedo
explicar, se me paró la pantalla del reproductor, el día 15 de junio de 1810.
Leo con estupor:
Ayer
mañana, una tropa de bandidos en número de cien entraron en esta ciudad
comandada POR EL CARNICERO DE Valdepeñas DE Jaén: sorprendieron al corregidor y
le asesinaron y a un tío suyo sacerdote. No tardarán lo asesinos en sufrir un
castigo ejemplar. Estos buenos ciudadanos han sido víctimas no tanto de una
gente forajida, quanto de algunos malévolos que siembran en los pueblos ideas
subversivas seduciendo a los inocentes, por eso el gobierno se ve obligado a
tomar medidas severas contra esta canalla.
Al
instante, me encuentro que el ambiente
contra el corregidor alcalaíno no era
tan tranquilo como se había descrito, una aversión y un levantamiento
contra el ejército francés. O un simple motín contra el abuso de los impuestos.
Debo volver al hilo que dejé abandonado de mi redacción de los hechos que
acontecieron en Alcalá la Real los tres meses anteriores a Junio.
Y, allí, me
encuentro estos apuntes de Guardia Castellano:
“Pasado el
primer momento de estupor, el pueblo empezó a mostrar abiertamente su
repugnancia a soportar los alojamientos de su odiada guarnición, ...el 26 de
febrero , se acordó constituir un cuartel capaz para alojar estas tropas, con
sus oficinas correspondientes, en el exconvento de la Orden Tercera de San
Francisco, sito en la iglesia de Consolación, mandándose secuestrar todas las
cazuelas y pucheros de los cuatro conventos suprimidos, para atender el apuro
de suministrar diariamente el gran pedido de estos menesteres que hacen las
tropas francesa para guisar sus ranchos. Y habiendo llegado el veinte de Marzo
un destacamento de ciento veinte hombres
a caballo para reforzar la guarnición permanente de la plaza, acordose en sesión de día veinte y seis que se
construyeran pesebreras de madera en los ángulos del claustro bajo el referido
exconvento, para atender dicha necesidad”.
Voy a la parroquia de Santo Domingo de Silos y me encuentro
la partida de sepultura del corregidor en la iglesia de la Veracruz. Libro del
año 1903-1810. Folio 204.Aconteció el día ocho de marzo de 1810. Se llamaba don
Orencio Antonio de Santaloria y Ramírez,
natural de Huesca, donde había sido regidor y colegial de Sanvicente
Mártir. Alcanzó el gado de académico de las Buenas Artes en Barcelona. Casado
con doña Josefa Godoy. Me suena afrancesado. Pero este no debe ser el que
provocó que se levantara al pueblo. Evidentemente, releo a Guardia Castellano,
y escribe:
“Vacante el
corregimiento de la ciudad por el fallecimiento del señor don Orencio
Santoloria y Ramírez, ocurrido el seis de Marzo, al que la municipalidad acordó
costear el enterramiento y exequias, el señor ministro de la Casa Calvo, nombró
para sucederle don Tomás Antonio Ruiz”.
Mientras
don Orencio fue un hombre abierto a las inquietudes de la ciudad y del agrado
de los vecinos , el nombramiento del corregidor don Antonio Ruiz no fue del
agrado de los alcalaínos. Pues era un
hombre hosco y duro a la hora de aplicar las órdenes de los franceses. No tenía
mano izquierda con el pueblo. Un ordeno y mando Pues, pronto, se ganó las
antipatías de la ciudad. A pesar de ser caballero de la Real Cruz Militar de
España, comandante de guerra de España, y fuera pariente de don Rodrigo
Infantes, cura natural natural de Priego, pero asentado en Alcalá, pues se
había casado con su hermana María.
El pueblo sencillo y sus gobernantes alcalaínos lo apodaron pronto el “Corregidor
Afrancesado” Una vez tomada la posesión de su cargo el 27 de marzo, comenzó
organizar tres compañías de Guardias Nacionales para servicio y seguridad
de la ciudad.
Pocos eran los mozos que quedaban en la ciudad. Pues, en
el año anterior a esta invasión que llegó a tierras alcalaínas, se habían
alistado en el regimiento de Tiradores y de Artillería dentro del Batallón del Ejército, formado por
la Junta Suprema de Granada. No se podía
exprimir más el jugo. En Alcalá, no quedaba nadie. Hartos de despotismo, en
el mes anterior ya se habían contabilizado 101.357 reales y obligados a subir
casi diariamente con los mulos de carga
a las obras de la Mota, estuvieron a punto de levantarse contra él. Pero, le salvó la llegada de José
Bonaparte el día 29 de marzo. Pues, como un relámpago , se prestó a cumplir un
programa de visita oficial
extraordinario, en el que se anunciaban medidas de gracias con motivo de la visita del monarca. En primer lugar,
durante los días anteriores se formaron varias
cuadrillas con sus correspondientes maestros, que procuraron arreglar
todos los malos pasos que había en el camino de ruedas desde Puerto López hasta
las Ventas de San Juan. Se apremió a los panaderos para que tuviesen
aprovisionado para la comitiva. En la
noche anterior y por orden del rey José
Bonaparte, el corregidor convocó a los vecinos y organizó un cuerpo de Milicias
Cívicas. Al día siguiente, junto varios regidores acudió a la entrada de la
Puerta de Villena, donde recibió la amplia comitiva real, horas más tarde se
trasladó a la sala cuadra del palacio Abacial,
donde fue recibido por el obispo Manuel María Trujillo. En ella, el rey recibió
el saludo de los presente con el tradicional besamanos y fue
agasajado por todas las autoridades eclesiásticas, civiles y judiciales de
Alcalá la Real. Allí estaba todo el cabildo eclesiástico formado por el
vicario, notario eclesiástico, colector, escribano, tenientes beneficiados y
altos cargos de la abadía; el corregidor
y alcalde mayor, acompañado de sus alguaciles, y los miembros del
cabildo municipal con sus ministros, escribanos y reyes de armas. En un momento
de alocución,, el rey anunció medidas de indulto fiscal a la población.
Después, se trasladó a las mansiones que le habían preparado para pernoctar.
Al días siguiente, el pueblo entero acudió al Paseo Público de la ciudad, donde estaban
formadas las Compañías de Milicias
Cívicas de Alcalá la Real y acompañaban como cuerpo de guardia las tropas
francesas al rey . También estaban presentes en la primeras filas del protocolo
el Cabildo Municipal con el corregidor al frente. Se hizo un desfile ante Su
Majestad, aplaudido por los vecinos. A continuación el señor regidor don Felipe
Cano, se adelantó hacia el corregidor y
le solicitó que expresara en voz alta
las palabras que el monarca había expresado el día anterior. Y así dijo:
“Señores: Su Majestad del José Bonaparte ha
tenido la bondad perdonar a este vecindario todos los adeudos a la real
Hacienda hasta fines de 1909, con tal que se hallen en primeros contribuyentes”
Aquellos vecinos, aunque muy apesadumbrados por los
continuos impuestos y cargas, pero algo atónitos ante tanto parabién de su
supuesto intruso, alzaron en grito su vítores al monarca.
Hasta aquí, el relato de Guardia Castellano, basado
en las actas municipales. Pero, a continuación me lanzo a contestar un serie de
interrogaciones.¿Porqué fue recibido con tanto agasajo por el vicario dseñor abad Manuel
Trujillo? Lo comprendo por una respuesta posterior encontrada en el Diario de
Granada en la que no justificaba la postura del abad.. Segundo, ¿Cómo cambió el
pueblo tan pronto en su actitud contra
los invasores franceses? Pues pasaron de una guerra sin cuartel a un besamanos
solemne y clamoroso.
Por más que lo intento, hay una enorme laguna de los
acontecimientos de la abadía hasta la
muerte del abad y pueden aclarar mucho. Tan sólo hasta 1812 al que se le acusa
de no haber evitado el incendio de la
Iglesia Mayor Abacial.
Vuelvo a
Granada. Pido el lector del microfilm, y me vuelco sobre la pantalla. En cada
fotograma, me salen nuevos datos. Observo que el ambiente de las cercanías no
era tan pacífico como se había hecho
creer, sino que andaba muy revuelto.
El 7 y 8 de junio de 1810, en Alcaudete por la noche recorrieron la casería de Donadío y el Monte Palacios una partida de forajidos
compuesta por cien o ciento cincuenta
escopeteros. Al instante, las tropas del teniente de Alcaudete junto con
Dalmau, que dirigía una compañía de escopeteros y veinte hombres de la guarnición
de la villa, sorprendieron a los
guerrilleros, (Qué guerrilleros, forajidos contra el orden Imperial!). Le
tomaron 22 armas y mataron seis caballos.
Paso nuevos
fotogramas. Se me quedó inconcluso el relato de la muerte del corregidor. Pues
la historia oficial no me la creo. Ni es verdad que se reunieron todos los
vecinos ante sus casas, y que
posiblemente el móvil no fuera sólo el
abuso del poder de este personaje. Quiero aclararme. Por un lado, a partir del mes de abril el destacamento de
los franceses debió ser pequeño e, incluso, se formaron dos compañías de
Milicias Cívicas. Ante el buen curso de las situación en Alcalá la Real. El general Sebastián permitió al coronel jefe
del Estado Mayor señor Breuille que las tropas francesas se retiraran de la
guarnición de Alcalá, y a cambio, se veían obligados a escoltar todas los
correos oficiales y del Ejército y la Armada sobre los caminos de Jaén y
Granada y de sostener la tranquilidad pública. Se mantuvo el Hospital, con
nombre de Militar del Ejército, del Dulce Nombre de Jesús y Santa Ana para
curación de los heridos en el año anterior durante la batalla de Bailén.
. Y copio en una nota los regimientos y heridos[1] ...
.El
Corregidor, mano a la obra, convocó a los doce alcaldes de barrio, por aquel tiempo, ministros
ordinarios y les ordenó que, de tres en
tres y acompañados de doce hombres armados, patrullasen en cuatro turnos de
diez a cinco de la mañana y controlasen las salidas de la ciudad por las Puertas
de los Arcos, Villena, y Campo A los regidores y, se les encargó un turno de
guardia municipal con seis hombres armados que hacían de retén en el
Ayuntamiento y recibían los partes de las patrullas tras un recorrido de dos
horas por todo el pueblo.
Las compañías
cívicas comenzaron a formarse con el nombre de “Escopeteros Voluntarios de
Alcalá” y compuestas de una de caballería y otra de infantería ; a cuyo frente
estaban dos tenientes retirados José María Cisneros y Antonio Benavides, ambos subordinados al
comandante y coronel retirado don Ramón Utrilla..
Parecía como
si hubiera hecho un pacto entre los
franceses y los vecinos bajo los auspicios de los afrancesados, que debieron
ser muchos. Sospecho que, entre ellos, alguna personalidad relevante. ¿Lo fue
el abad, hombre ilustrado y que había huido o se había exclaustrado también
hacia Priego?
Lo cierto es
que este pacto mantuvo en Alcalá la
tranquilidad con el corregidor durante los
meses de abril , mayo y junio.
Pero, a finales de mayo, el corregidor envió una carta al conde Sebastián y le
comunicó que dichas compañías eran un
peligro para el gobierno Imperial. A los miembros de la municipalidad locales
comenzó a darles largas para su constitución completa de las milicias. Un día,
anulaba la junta de formación, otro les impedía los ejercicios de armas o no
les entregaba estas. Tampoco, todos los miembros de la Junta Municipal de
Gobierno estaban de acuerdo con el nombramiento de los Jefes y esto le venía
muy bien a la táctica contemporanizadora del corregidor Ruiz. Además, el conde
Sebastián, informado de que las Milicias Cívicas despertaban cierto apoyo
popular entre los vecinos, inició una táctica de contraataque a la
municipalidad alcalaína, aceptando un informe del cuerpo de Ingenieros (¡ menos
mal que no llegó a realizarse, pues que sería la fortaleza de la Mota sin
Iglesia Abacial!). Nada menos que se proyectaba
la demolición de este templo para unirla a la fortaleza y castillo de la
Ciudad.
Antes de
seguir leyendo el microfilm de Granada, apunto estas conclusiones del cronista:
-“Volvió a
renacer la zozobra y empezó a notarse de nuevo esa sorda agitación que precede
a las convulsiones populares”.
-“Se hizo
saber que, para proceder a la fortificación y defensa del Castillo y murallas
de la Mota, se hacía indispensable proceder a recoger los fondos que hubiese en
la ciudad”
-Las dos
Compañías de Voluntarios formadas y organizadas reclamaban armas inútilmente al
señor Corregidor que con fútiles pretextos las retenía en su domicilio,
contribuyendo con sus negativas a formar en torno a su persona una atmósfera
densa y caldeada, precursora de tormentas”
-“se había
hecho antipático y repulsivo por su desafección al pueblo, que pronto llegó a
mirar en él a un tirano, vendido infamemente al invasor, del cual era un
despreciable esbirro.
Pero la
puntilla de aversión contra su persona la dio la misiva del corregidor Sebastiani,
cuando desde Granada le envió el nueve de junio el nombramiento de
comandante de la plaza de Alcalá la real
y de las Guardias Cívicas de Alcalá la Real, con la graduación de coronel con
mando en las guardias que se montaran en las localidades granadinas de los
montes Orientales, así como las propias de la abadía de Alcalá por la parte de
la provincia de Jaén.
Ante estas
noticias los mandos y los soldados de las Milicias Cívicas se sublevaron, al
ver destituidos a sus prestigiosos vecinos. Como dice Guardia “fue la chispa
que prendió en los materiales explosivos acumulados, determinando asonadas y
acontecimientos que si bien nos vemos precisados a condenar, hay que reconocer
que fueron consecuencias de la indignación producida por la desatentada
conducta de un mal puesto a servicio del
enemigo, excitó el cálido patriotismo de los alcalaínos.
El día trece
se amotinó el pueblo y convocó a varias partidas de guerrilleros de las Sierras
de Valdepeñas, que acudieron a la casa del Corregidor a pedirle las armas.
No haciendo caso el corregidor,
entraron las turbas y lo mataron junto
con su cuñado el cura Antonio Infantes.
Y
curiosamente, llegó al periódico del día
18 de junio para conocer el parte francés. Me aclara cosas:
El corregidor de Alcalá la Real
ha sido asesinado por un corto número de bandidos y por la connivencia, a lo
más, debilidad de los habitantes de esta ciudad. Semejantes desgracias no deben
soportarse, los habitantes de las ciudades, villas y lugares son personas
responsables de la vida de sus inquietudes y de todos los sujetos en el
servicio de Su Majestad el Rey José La ciudad de Alcalá está puesta en estado
de sitio. Toda ciudad, villa o lugar en
el asesinen o prendan a un militar francés, será pasada a cuchillo. La nueva
pena sufrirá toda ciudad, villa y lugar en que se verifique el asesinato o
arresto de sus magistrados o empleados
de S.M el Rey José. Todo pueblo en que entren los bandidos, pague la multa de
50.000 reales, su si población baja de 200 vecinos, pero si es menor de 400
pague 400.000 reales . ”.
En primer
lugar confirmo la noticia de la muerte del corregidor. Aparecía en el filio
235. Libro 9º de las Hijuelas de la Parroquia de Santa María la Mayor: Día
Catorce de junio de 1810. Enterramiento General. Fue enterrado en la Iglesia de
San Juan, que hacía las veces de parroquia de Santa María la Mayor, pus vivía
en la calle Real, y, junto a él su cuñado el cura Antonio Infantes.
En segundo
lugar, hago conjeturas de las consecuencias
Si en Alcalá
habían entrado en la propuesta de pena, comienzo a hacer cálculos. A los de
cuatrocientos a quinientos le correspondía 200.000 reales, a los de quinientos
a mil vecinos 500.000 reales, y los comprendidos entre dos mil y tres mil un millón. Pero
Alcalá , por aquella fecha tenía más de tres mil, y la pena fue grande. Dos
millones. Repaso mi s investigaciones. Y, saco
datos sobre facturas y más facturas, de obreros, maestros de obras y materiales en la fortificación de la Mota. Digo, el muro de los franceses que dividía la
fortaleza entre una zona de colchón, de terreno montuoso sobre los escombros
del Bahondillo y otra en la
Iglesia y Alcázar, donde se albergaban edificios que se mantenían en pie: una sala de estado
mayor, la casa del comandante militar, un polvorín, la cárcel, un depósito de
alimentos y otro de leña, varios Hornos. y puestos de guardia. Pero me
pierdo Pues, talaron montes, incautaron
carretas, carros de labor, maderas de los montes, los graneros de la Iglesia y
los del Pósito. Reclamaron dinero, y le entregaron la plata de muchas iglesias
y toda la del Palacio Abacial. Ya el pueblo no podía dar más. Me viene a la
memoria los siguientes párrafos del diario de aquel día que terminaban, pues
podía haber cambiado la suerte de estos vecinos:
Los pueblos que se defendieran en
contra los bandidos, no paguen nada; con tal que se batan algunas horas y que resulten muertos o
heridos de una u otra parte, los lugares de más población pagarán
proporcionalmente a los que no se batieran. Esta orden serán ejecutadas con
todo rigor y todas las personas que
hablaran a favor de los que la quebrantaran, serán tratados como
cómplices. Los munícipes o Ayuntamientos deben avisar inmediatamente al Gobernador de Granada a los
puestos primeros más cercanos luego que adviertan acercarse a los más bandidos
con sola con solo la advertencia precisa
para recorrer las distancias, regulándose estas a tres cuartos de hora legua.
Comandante de Granada Militar. Horacio Sebastián. Jefe de Estado Mayor BOUILLE.
Parece que la gente de Granada no era muy versada en terminología militar, pues
se extendió en la ciudad, según refería
el cronista granadino “ la malicia de
algunos llega a tal extremo que habiendo declarado la ciudad de Alcalá en
estado de sitio por su inanición y
complicidad con el asesinato del corregidor, ha entendido o querido procedes a
los incautos , que la ciudad está situada por nuestras tropas y que sus vecinos se están defendiendo. No es
fácil de comprender cómo hay gentes tan insensatas e imprudentes que forjen
muestras tan fáciles de desvanecerse, Sin embargo debemos advertir que
declarar o poner en estado de sitio a un
pueblo es entregarlo a una comisión militar que lo juzgue y castigue, según las
leyes particulares cesando por eso mismo
hecho las demás”.
Se
podrán quejar cuando días más tarde, nombramos a su Obispo Manuel Cayetano
María Trujillo en la diócesis de Málaga
con traslado a la de Sevilla.
Pero, me vuelvo a enredar y no me había propuesto más que
investigar al corregidor asesinado. Tan sólo, sé que era de Alcaudete. Subo a
la iglesia de San Juan, miro y remiro el suelo, ya no encuentro su tumba.
Estará su alma flotando en el Museo.
Posteriormente, la muerte del corregidor
obligó a nombrar a otro corregidor Antonio Molina. Este comenzó a tomar nuevas
medidas. Vino don Vicente Mirasol, hijo del francés Bernardo Mirasol, como administrador de los Bienes Nacionales.,
Y aplicó una de las medidas más severas que podíais esperar, pues vendió nada
menos que todos los enseres de los conventos en pública almoneda, por otra parte las alhajas de plata y vasos sagrados
fueron remitidos al gobierno de Jaén.
El día que pasó José Bonaparte, por Alcalá, el
día de 1812, le agració con una fiesta, la de San
Napoleón, y además, se ante sus
caprichos, pues le regaló el caballo del mismísimo corregidor Tomas
Ruiz. No tenía perjuicios en venderlas fincas de los conventos a sus familiares
a su madre Antonia Extremera y a su tío político Francisco Molina.
-Tan negativo, fue este personaje.
-Hombre, no tanto. Pues ejerció otros cargos, de
administrador del pósito y de recaudación. Incluso luego fue alcalde.
-
¿Haría lago bueno?¿Tendría sus partidarios?
-
Claro que sí. Pues me cuenta el Juez de Paz, don José Martínez Areta, del año 1813, que no
regateaba nada en dar limosnas en los tiempos de penuria a los pobres y jornaleros, no exigía derechos
de patentes al pueblo ni apremiaba en los pagos con embargos e, incluso, cometía
temeridades con los bienes de los granos
de los agricultores, al impedir que se los llevara el ejército francés,
dándole evasivas y demoras.
Finalmente, recayó el corregimiento interinamente en
Fernando de Tapia.
.-¿Cual el del reloj?
-Exactamente, el que terminó el reloj de la torre
del ayuntamiento, famoso relojero, con título real.
Cuentan que Fernando de
Tapia vivió al final de su vida apesadumbrado por haber ejercido el cargo. No
creía cómo se había visto obligado a asumir este mandato de los gabachos. Y, en
1835, entregó una serie de papeles justificando su actitud y postura. Pidió
perdón en 1827, y, para ello, entregó un cartapacio donde se encontraban muchas
partidas. Uno de ellos exponía los gastos
del cerco de Alcalá, pero inmediatamente, lo apostillaba con “ para
custodia de sus tropas, por orden del gobierno francés”. Y, para hacer más
fuerte su versión entregó el padrón de vecinos que pagaban contribución, un
fajo de órdenes y subsistencias, pedidos
para la construcción de la galleta y los
recibos de pagos que alcanzaban 480.387 reales con 32 maravedíes con fecha del
siete de septiembre de 1812, testimonio
s del comandante del Intendencia don Manuel Calvo y Valenzuela para los
derechos del vino y licores. Y hubo alguna cita especial.
.Si claro que la hubo,
cuando dijo ”Fui corregidor interino de Alcalá a la retirada de los franceses
con una división de 15.000 hombres con todas las armas que mantener y guarnición, al mando del general Digeon,
gobernador de los reinos de Jaén y Córdoba. Costeándole la casa, y esperando
otras de las mismas armas al mando del conde de Erlou, según aviso del general
Francisco Ballesteros. Promoví aventuras
arriesgadas y difíciles para de dejar libre a la población de nuestros
enemigos tomando dirección a levante por
Pinos Puente y provocando que la
división del conde de Erlou, que se hallaba en Martos, retrocediese por Jaén,
al distinto, quedando con el sentimiento de que mi aviso de esta disposición le
había llegado a tiempo, para satisfacción y mal trato de sus victoriosas armas.
Además, no permití que nos dejara diezmados de bagajes, caballería y carros,
pues todos los que mantenían caballerías
huyeron de noche a las sierras, y no
quedó aguador, transportador ni mulero en la ciudad”.
-Interesante. Pero ¿Cuál fue su actuación anterior?
-La carta comentada dirigida al Intendente de Jaén,
el día 13 de marzo de 1813.
-¿Tenía algo especial, que comentar?
-Claro que sí. Escucha la lectura de los párrafos
más significativos.
-Lee, lee.
-Señor Intendente de Jaén:
“Don Fernando de Tapia y Castilla, vecino de Alcalá
la Real, con todo respeto a V.S espongo que según informan las copias de
oficios del comisionado dn Manuel María Calvo, y mis contestaciones que
debidamente incluyo, se convenciera de que está procediendo violenta y
atentadamente afligiendo con apremio
militar a los que fuimos en otro tiempo regidores del Ayuntamiento, por unos
pagos que ni fueron de su obligación, ni de la nuestra , y sí de las Justicias,
y de esa Administración general que los dejaron abandonados , y lo que es más,
sin forma de juicio convincente, en desprecio de las reales órdenes de su
establecimiento, y otros documento que justifican la verdad, y en contravención
de la constitución y posteriores declaraciones, que han echo las cortes en fabor de la Nación española, y de cada uno
de sus individuos.
-Pero, hasta aquí no dice nada de los franceses.
Acláreme algo.
-Tranquilo, muchacho. Voy al grano de las palabras
de Fernando de tapia.
-“Cuando el ejército francés entró en esta ciudad,
cayeron en sus inocentes habitantes unos males incalculables, a causa de la
resistencia que encontró en el Señor Freire con las caballerías de su mando y
en las constituciones de 1810 que impuso
aquel gobierno intruso, abonó 374.341 reales y 4 maravedíes, y el Rey José
Napoleón, persuadido de estos males al paso de esta ciudad, perdonó a sus
vecinos todos los débitos de primeros contribuyentes”
-¿Cómo dice, que mi rey fue misericordioso?
-Claro que sí, ordenó con estas palabras “ se
abstendrá de pedir por equidad los impuestos que comprende por los años 18109,
1811 y 1812, que estuvimos bajo el yugo francés”. Por eso, le pregunto ¿
Podremos creer que el Gobierno Nacional nos quiera cargar de
contribuciones por el tiempo que
apartados de su soberanía gemimos oprimidos con tan enorme peso?
-
Si duro fue nuestro yugo, casi peor, lo fue el de los
gobernantes absolutistas.
-
Hombre no tanto. Pues, parece que le dieron largas a la
ciudad para pagar. Se compadecieron de aquellas palabras que decía el corregidor
Tapia” En 58 días cumplidos el dieciocho de octubre de 1813 que fui corregidor,
se gastaron en las tropas francesas y
españolas 136.292 raciones de pan y casi otro tanto de cada una de las demás
especies , y desde ento9nces hasta ahora por el gobierno saliente más de 400
mil reales. Todo esto ha salido de los propios fondos que había, de los pueblos
comarcanos y de los vecinos que no llegan a dos mil y seiscientos”
-
-De verdal,.
-
Bueno, el mes de abril se recibía una carta de Velarde,
no atendía a la suspensión de las contribuciones, aludiendo que “por las
urgencias del Ejército cuya subsistencia es de imperiosa necesidad” y obligaba
a hacer sacrificios extraordinarios a
los vecinos de Alcalá
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