Archivo del blog

lunes, 11 de mayo de 2015

DEL JAÉN DE HOY . OBITUARIO COMPLETO DE RAMÓN HINOJOSA FERNÁNDEZ

RAMÓN HINOJOSA  FERNÁNDEZ


Ramón Hinojosa
            A los niños y adolescentes del barrio de San Juan se le han quedado grabadas varias imágenes  de la mitad del  siglo XX. Para unos, estas se centrarán en las procesiones infantiles con papel de seda o los corros  carnavalescos, que se celebraban en las esqla  Salud le imprimían una huella especial en el Primer Domingo la primera Semana de Septiembre. Día de gloria para los vecinos de los arrabales altos; convivencia y vivencia religiosa con sabor a garbanzo tostado y vino del terreno. La marca de la sencillez y humildad del campesinado alcalaíno se patentizaba en su fiesta religiosa de la mañana y la procesión de la tarde. Y, por encima de todo, nadie faltaba a la cita del descendimiento del Cristo para ser fijado en el trono de Tejero. Y, allí,  siempre se encontraba la figura  de Ramón Hinojosa Fernández, un vecino ejemplar de la calle Rosario. Había bebido de las fuente familiares la devoción al Cristo pegujalero, ya que pronto se integró en su hermandad y ejerció de vocal de la Junta Directiva durante los años  comprendidos entre 1964 y 1976. Todavía se conserva una  fotografía de los años sesenta  recogiendo la imagen que portaban otros vecinos y compañeros de trabajo agrícola como Domingo Serrano Liranzo.
uinas de la calle del Rosario y Veracruz rompiendo cántaros y cubriéndose los rostros de caretas de cartón. Para la mayoría de ellos, - sean ya personas sexagenarias o  emigrantes de otras tierras- las fiestas del Cristo de
            Supo dar ejemplo e imprimir pasión por su Cristo y por la hermandad.  Y la imagen se prolongó en la cadena humana familiar de sus hijos Domingo-tesorero y secretario  de hace pocos años-, Luís- miembro de la Junta Directiva actual-, Loli y de Antonio. Y no quedó roto el eslabón que se reanuda de nuevo en yernos y  nietos, los cuales forman parte de la hermandad en la agrupación musical y la Junta Directiva haciendo honor a la enseñanza transmitida por su abuelo.
La bandera de la cruz plateada del día de su entierro daba testimonio de lealtad con su historia. Era un recuerdo  de aquel año cofrade,  en el que se celebraban las Bodas de Plata de la Reorganización de la Hermandad. Un año, que le marcó una huella especial, ya que pasó a formar parte de la etapa  de los hijos de los reorganizadores  de la hermandad, iniciada con Antonio Martín Gámez. Por eso formó parte de un grupo que marcó una línea especial hasta los años ochenta. En este año cofrade precisamente, Francisco Castillo Cano lo nombró miembro de la Junta Directiva, la que no abandonó hasta 1974 compartiendo muchas innovaciones  con los anteriores hermanos nombrados, y Pepe Serrano, Francisco Arenas, Agustín Sánchez, Juan Gámez, Amadeo Peñalver, Francisco Aguayo, Rafael Serrano y otros  muchos más, algunos vecinos suyos.
            No olvidó vestir la túnica negra y la capa blanca acompañando el paso  de Viernes Santo, ya fuera como penitente o andero- ayudando como costalero- o empujando aquel trono de ruedas, obra barroca e insigne  escultor prieguense  Tejero.  Tampoco  escatimó su ayuda para la escena del descendimiento del Cristo en la peana del Cristo de la Salud. Por aquellos años, colaboró en la medida de sus posibilidades en enriquecer el patrimonio de la Hermandad  y adquirir nuevos  bienes muebles e inmueble: el  trono mencionado, los candelabros, la Cruz Guía, el templo sanjuanero y sus edificios anexos , la cochera de la placeta de San Blas, embellecimiento del patín, mobiliario de iglesia y casa..Fueron años de renovación con la llegada de nuevos tiempos instaurados por la reperecusión de las directrices eclesiásticas del Concilio Vaticano II y no era de extrañar que  la nueva línea de pureza y sencillez calara en  este hombre forjado en los campos alcalaínos, amante de su familia,  y, pendiente siempre de su esposa.
            No sólo vistió el traje penitencial sino que, con su andar silencioso y recatado, siempre acudía a cualquier acto que le  convocara el toque de la campana de la torre del Saliva. Siempre prestaba su colaboración sin buscar una medalla ni un diploma de reconocimiento, con su sonrisa en los labios transmitiendo alegría a todos los demás y siempre esperanzado en la advocación de la Salud, entendida como salvación pascual.
            De seguro que Ramón ha dado un nuevo paso por entre los andamios del cielo  y el Cristo de la Iglesia de San Juan lo ha recogido entre sus abrazos,  el mismo que,  en muchas ocasiones, él sostuvo con sus brazos de callos del campo.    

     

No hay comentarios:

Publicar un comentario