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martes, 2 de febrero de 2021

CAPÍTULO XVI. EL PELICANO

 


 


Se ha levantado el escribano muy de temprano. Le faltaba tiempo para ir a su tienda de escribanía. Todo estaba en penumbra, Se ayudaba de una antorcha. Miraba por doquier y pasó por la casa de su amante. Pegó su cara a la puerta por si escuchaba sus latidos. Nada. Su corazón jadeaba en su palacio e imaginaba delirios. Tras llegar a la casa de los Cabreras y  la de los aljibes, entra por la puerta del Perdón en la iglesia. Se fija en el altar mayor y descubre en torno al sagrario un animal muy original, un volador junto a su cría a los píes. El sacristán preparaba el altar para la misa de madrugada. Pero ni se da cuenta, se le va la mente a aquella figura que retorcía el cuello hacia abajo y contemplaba a su polluelo picándoles. Imaginaba que ese era su estado, pero se lo impedían las circunstancias. Se odiaban a muerte en su entorno.

 

Lo retiene en su mente. Reza un paternóster, se santigua y pide las bendiciones para sus tareas de día. Camina saliendo por la puerta del claustro a  la Plaza Alta. Se adentra en su tienda sin haberse topado con nadie. Enciende su candelero. Baja de su balda un libro y varios legajos. Recoge su pliego de papel blanco, y lo estira, mete la pluma en el tintero. E inicia un nuevo garabato que mancha el papel para dar calor a la punta. Espera a Antón, pero se entretiene con algunos garabatos sobre la plana hasta que se ilumina su mente. Traza una R alta floreada de campanillas abiertas e introduce en su interior un pájaro que comprende toda su altura, a sus pies un pequeño pájaro. Picotea el vientre.  La da vueltas a los asuntos que tiene citados a han previsto cita. Muchos tratos de vino entre cosecheros y mercaderes, compraventas de solares para edificar en los nuevos barrios de la Veracruz y la Fuente Nueva y algunos arrendamientos. Llega Antón acompañado de un ventero Martín del Aguilar.






-Buenos días, mi señor.

-Que Dios nos bendiga-contestó el escribano muy inquieto y nerviosos.

-Abrimos hoy nuevo registro- le responde Antón

-El séptimo.

-Qué bella pluma tiene usted. Debía haber cambiado de oficio.

-No me atrevo a dar ese paso, me degradaría en el rango de oficios.

-No le pido que sea escultor, tallador o retablista.

-Pintor es un oficio sublime como los escritores.

- No tengo tanto arte, ni domino los colores, Nunca lo he intentado Estos son efluvios de vida.

-Ah, de sus amores.

-Calla, calla.

-Pues el pelicano es el símbolo del amor más alto.

-Que va, es simple una imitación y reproducción en tinta del que see encuentra en el sagrario de la Iglesia Mayor.

-No lo entiendo, amor, muy intenso, y hasta es capaz de dar su vida por morir.

-No, no se haga ilusiones. Para mí es imposible, no recibo sino rechazos y respuestas esquivas. Pero, ¿qué digo?

-Siga, siga, don Gome.

-Nada, nada, se me ha cerrado la puerta de bruces y no se abre ni con un ariete.

-Ya vendrán nuevos tiempos. Se oyen goles y aldabonazos Abre la puerta- le dice don Gome a Antón.

-Pase, Marín y don Rodrigo.

-Buenos días.

-Los estábamos esperando.

-Nos hemos retardado un poco buscando a los testigos, es muy temprano. Aquí están ya presentes, esperando en la puerta.

-Que pasen.

        Don Gome abre el legajo y todos dirigen la mirada hacia el dibujo del registro. Muy indiscreto don Rodrigo de Góngora.

-No se distingue muy bien, pero esta ave y su cría me suenan a algo. En los sagrarios, en algunos cuadros de los conventos, en misales …

-Eso, eso, don Gome. Un a escena de animales singular, no se puede representar mejor el amor- remacha Martín del Águila.

-Amor, que va, mística…pero vayamos al asunto. Antón, tiene preparada la cabecea con la fecha y las fórmulas del arrendamiento.

-Ya están escritas en el folio 105. Y las fórmulas del final, junto con la fecha. Me queda el meollo del asunto

-Vamos a rellenarlo.

-Son los arrendadores y el propietario…

-Servidor Martín de Águila. Vecino de la Muy noble y leal ciudad de Alcalá la Real.

-El propietario, don Rodrigo de Góngora, vecino y estante.

-Y ¿el objeto del arrendamiento?

-Mi venta de la Fuente Granada, junto al pilar, y las tierras de las Peñuelas que le rodean, linderas con el camino real a Granada y el arroyo de Añora.

- ¿Renta?

- Como el anterior.

-Condiciones?

-Las mismas a la tercia y por la venta setenta ducados cada año y mantener todas las casas en perfecto estado y acabado.

-Por cierto, don Gome. Ayer me llegaron a la venta dos frailes, camino de Córdoba. M e sacaron un libro en latín. Y, en su portada, no recuerdo su título. Pero, me quedé un poco desconcertado por la segunda página donde estaba grabada con esa ave.

-¡Qué curioso! Se ha puesto de moda este pájaro.

-Algo debe tener, a mí me ha impresionada, me persigue. Bueno, dejémoslo, hemos acabado ya el documento. Lo leo por si se encuentran algunos errores o quieren corregir algo.

Firmó el secretario don Gome, lo hicieron los testigos que sabían firmar, lo hizo don Rodrigo y asintió Martín de Águila. Se despidieron dejando a Antón y don Gome embebido con el pelicano. El escribano perfeccionaba la letra uncial y retocaba al pelicano, mientras a Antón y le espoleaba en el tema.

-Don Gome, que curioso el pelicano en la iglesia y en la venta.

-Antón, cosas del amor secreto, místico, sacro.

-Un símbolo, don Gome.

-Pero, el amor se realidad en las personas. No es algo abstracto. Lo buscamos y nos busca. A veces, lucha con el desamor.

-

 

 

-Déjese de imaginación, don Gome. A mí lo comentaba el provisor que el pelícano es un ave de agua, que los poetas con mucha imaginación y la poesía,  han dotado de muchas  y curiosas  virtudes,

-Y un significado religioso- agrega don Gome.

-Entre los cristianos simboliza a Jesús de Nazaret.

- Ya sé que es muy versad, Antón. Pero ilústreme sobre este tipo de amor.

-Dicen que esta alegoría entre el Pelicano y Cristo se encontraban la obra cristiana del Physiologus, en la biblioteca de Alejandría se encontraba este libro que apareció en el siglo II en Alejandría, Egipto.

-Me suena- interrumpió don Gome- de autor anónimo, este Physiologus registró leyendas de animales.

-Sí dándole a cada una de estas, su versión e interpretación. Me viene a la mente, muchas figuras suyas, que yo he compartido pues he sido en el amor como el fénix, que se quema a sí mismo y se levanta al tercer día de las cenizas.

-Que no, que esto simboliza a Cristo que muere por los pecados y resucita al tercer día para prometer la --Vida Eterna. –

-Mi señor a usted le viene mejor el unicornio. Solo puede ser capturado en el regazo de una virgen pura. Ay, si esto fuera verdad, y me imaginara en este animal, mira que se lo pinto en las notas que se lo envío.

-Que no ,  anda desvariado, simboliza la Encarnación.

-Ahora soy un pelícano, lo doy todo hasta mi sangre.

-Used no es una mujer. Pues la se describe en la leyenda que el Pelícano alimenta a sus crías. Será porque usted entrega hasta su sangre a su amor. Pues os pequeños pelícanos golpean a sus padres, y los padres, en represalia, los matan. Pero al tercer día, la madre pelícano abre su costado y derrama su sangre sobre sus crías. De esta manera son revivificados y sanados.

-Antón, no es este es el único de la leyenda, hay más   variantes. Cuando se tiene, la madre pelícano se hería a sí misma, golpeándose el pecho con el pico para alimentar a sus crías, con su sangre y carne, para evitar la inanición de estas. La circunstancia de tener una gran bolsa en el pecho en la que deposita el producto de su pesca, y de donde la saca con el pico para alimentar a sus hijos, es la que probablemente ha dado origen a estas fábulas que por tantos años han corrido de boca en boca como una verdad incontrovertible.

-Que no, don Gome, usted no alimenta a esa mujer con su sangre, con su amor. Que los s primeros cristianos adoptaron al Pelicano para simbolizar a Jesucristo, quien da su vida por la redención mediante su pasión y muerte, - y la Eucaristía.

-Ya lo sé que los curas nos cuentan que estábamos muertos al pecado y hemos encontrado una nueva vida a través de la Sangre de Cristo.

-Y, por eso se haya en el sagrario, donde he encontrado unidos  el Pelicano y la Eucaristía (el Cuerpo y  la Sangre de Cristo ,  e, alimento). Y, se han puesto de moda, algunos sagrarios con  forma de un pelicano.

-Ya Dante en su Divina Comedia cantaba este es aquél que descansó sobre el pecho de nuestro Pelícano; es el que fue elegido desde la cruz para el gran cargo.

-Qué culto me ha salido, mi Antón. Pero el pelícano me marca a mi persona con su significado de amor. Siempre guardo su alimento y se lo doy a mi cría. Por eso he puesto un solo polluelo.

-Déjese de tonterías. No desvaríe. El propio san Juan se recostó sobre el pecho de Jesucristo la noche de la última cena. Un símbolo.

-Otra variante del pelícano. Otra forma de amor.

-Que no, don Gome, que el pelicano siempre fue Cristo, y no hay más que darle vueltas. Ya lo decía Santo Tomás en el  himno "Adoro te devote",  Pie pellicáne, Iesu Dómine, me immúndum munda tuo sánguine:cuius una stilla salvum fácere  totum mundum quit ab omni sælere.

-Traduce, traduce Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar

de todos los crímenes al mundo entero.

 

Antón porfiaba con don Gome, lo quería llevar a la virtud de la caridad. Pero él se encontraba embebida en la acción amorosa, bajaba a tierra, y se hacía pelícano de su amor. Quería regresar pronto a su casa, y encontrar a su dama. Estaba ansioso de contarle la leyenda del pelícano, quería hacer aquella vivencia in memorial, fijarla en la historia de la letra.

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