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viernes, 29 de abril de 2016

SEGUNDA PARTE DE . BARTOLOMÉ JOSÉ MESSÍA Y SERRANO (1689-1693)


Esta era la situación en la que se vio inmerso este corregidor. Pues no era extraño  que, en 1686, la situación era insoportable para mantener los restos de la fortaleza de la Mota  como aparato administrativo, judicial o de servicios. La cárcel se encontraba en pésimas condiciones, alejada de la vida municipal y de la justicia permitiendo la fuga de presos, los gastos excesivos de guardas y el abandono de los encarcelados que se sumían en la pobreza e inanición por falta de asistencia.
El vecindario se había trasladado a la parte llana y tan sólo  quedaban el cabildo, tres casas particulares y el ayuntamiento, dando lugar a que fuera bastante engorroso el comercio para trasladarse de un sitio a otro y se provocara el absentismo de regidores, procuradores y escribanos por no querer subir a ella.     Ya no sólo, se ponía en peligro el recinto militar, sino los barrios de san Bartolomé, san Blas y san Francisco. Como es natural ya hacía tiempo  que habían desaparecido todas las tiendas de la plaza y en el 1689 se subastaron sin encontrar postor alguno ni siquiera para compra de los materiales. De ahí que en este final de siglo era una necesidad urgente adecuar los organismos administrativos a la nueva estructura urbana. En el 1690, solicitando que se le concediera una menor leva de soldados se nos describe una ciudad:
con más gravámenes y más estéril que (Loja) y no tiene otros ingresos y, en el tiempo presente, con tan corto valor que las más de las tierras y cortijos se quedan sin sembrar y tan diseminada de vecindad que muchos barrios de ella que se hallaban con entera vecindad, quando se hizo el primer repartimiento, se hallan muy despoblados sin que ayan vecinos en ella como el de la Mota, que era el principal de esta ciudad, donde no quedaba ningún vecino para contribuir por ser esentos los vecinos que la abitan el señor abad, don Francisco de Sotomayor, caballero de la Orden de Santiago, el capellán don Rodrigo de Valenzuela y don Rodrigo de Aranda y  el barrio  que llaman de san Bartolomé donde no ha quedado ningún vecino , siendo así que era de más de cien, y el de san Francisco y Peña Horadada, donde abía más de trescientos a donde sólo se hallan veinte vecinos, y san Blas que tendría quinientos vecinos se halla cincuenta y se perderán, que, por ser barrios despoblados, no biben en ellos gente que tenga posible para dicha contribución        

Ya no era sólo el abandono de la ciudad sino también la ruina que amenazaba a los barrios vecinos. En 1695 los alarifes  realizaron un informe sobre la situación amenazante para el barrio de santo Domingo y de san Sebastián por las partes del Gabán, la cárcel pública, en la que se produjeron varias fugas de presos, y la muralla y torre de Santiago.







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