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viernes, 1 de abril de 2016

LAS DOCE Y EL SERENO

LAS DOCE  Y EL SERENO

            Existía una figura popular en las ciudades que llamaban “El Sereno”. A veces, podían nombrarse varios serenos, los que necesitara cada pueblo según su población. Parecía como si fueran los sustitutos de los antiguos animeros que con una campanilla y negras vestimentas asustaban a los vecinos  de modo que impedían cualquier movimiento nocturno, y, mucho más,  cualquier intento de cometer delito. Así, nos podíamos remontar a las guardias y vigilias de noche que se repartían entre caballeros y regidores de la ciudad en tiempos de guerra o de inseguridad ciudadana  por el simple hecho de que aparecieran partidas de monfíes, bandolertos ( y me refiero antes del siglo XVIII, para evitar entuertos) o ladrones. En ese caso,  la voluntariedad predominaba sobre el oficio y la profesionalidad.
            Pero , curiosamente, en aquellos años en los que la Ilustración proclamaba por muchos lugares,  el principio de la libertad junto con la igualdad y la fraternidad, como una columna básica de las personas y los países, surgió la familia del sereno, ese gendarme nocturno que voceaba “las doce y el sereno” y obligaba a los vecinos a cerrar las casas y mantener la seguridad nocturna. Dicen que el sereno nació en el siglo XVIII como “ encargado nocturno de vigilar  las calles y regular el alumbrado público y, en determinadas ciudades o barrios, de abrir las puertas de la ciudad”. En Alcalá, se veía obligado a cerrar  las de los Arcos y Villena;  y en tiempos de  epidemias, los portillos de la cruz de los Moros, Tórtolas, Barrero, Campo, Peste,  y otras  en torno a los barrios altos. Por eso, no  extraña que se recuerde  el sintagma de la hora y sereno al principio de la noche.  E, incluso, en en algunas épocas y países, solían anunciar cada  hora de la noche y susvariaciones atmosféricas.  También controlaban  el alumbrado de la ciudad desde tiempos que se colocaron las lámparas de aceite en las calles de la ciudad  de la Mota. De seguro que, a  las personas que peinan canas no les  haya   quedado como reliquia de este personaje aquel  grito de “las cuatro y el sereno” que también  se proclamaba, pero muchos  dormían como lirones en el sueño de los justos. Disfrutaban de la seguridad.  Es verdad que se frecuentaba que el sereno se equipase de  un garrote o chuzo, también que para hacerse sentir se serviera de un silbato e, incluso, una trompetilla que  daba  señales de alarma en situaciones sospechosas, en las que se presentía un delito  y había que alertar al vecino  de una casa o de un  barrio de modo que provocara la espantada del furtivo de turno.
            Curiosamente, esta figura me vino a mi presencia en una acta municipal de finales de diciembre de  1789, que proponía con el título “Sobre serenos”: “ teniendo la ciudad  presentes los robos e insultos que se advierten de poco tiempo a esta parte como la ha sido  el que se experimentó en el estanco de la calle Utrilla y otros, y advirtiendo que sería muy útil y conveniente el que hubiese algunas personas celasen las calles de noche en calidad de serenos, como los hay en la ciudad de Granada y otras, acuerda dar comisión a los señores don Fermín de Callava  y don Fernando de Tapiu, regidores de efecto, de que avistándose con todos los vecinos para que el que voluntariamente quiera contribuir mensualmente con alguna cantidad, formen una lista  con toda distinción y claridad y ejecutado la traigan a esta ciudad para que puedan acordar con el debido conocimiento a fin de evitar los dichos insultos  nombrando personas que sirvan  este empleo”.  Perfecto  programa de seguridad de emergencia que se mantuvo durante dos siglos. Allá por los primeros decenios de la mitad del siglo XX, el sereno Abdón colgó su traje, y guardó su placa  y su bastón en uno de los anclajes de la percha de su casa del barrio de San Juan. Tiempos después, se aumentaba la plantilla y las horas nocturnas de las fuerzas de seguridad locales y nacionales; más recientemente se creó la figura de los servicios de los guardas jurados y complementaron con los anteriores en prevención de la seguridad de personas y edificios. Además, muchas funciones del sereno fueron asumidas por otros funcionarios, empresas públicas, y avances tecnológicos que acercan a las personas la prevención de la seguridad y no digamos a las prevenciones del  tiempo atmosférico e, incluso, regulan los servicios de alumbrado y  control de sonidos.
            Por tanto, aquella figura prácticamente ha desaparecido y ningún osado reclama su restablecimiento en las ciudades que disponen de otras medidas de seguridad con mayor eficacia y eficiencia gracias a los profesionales que están a cargo de salvaguardar la vida y bienes de las personas. Pero, es una petición popular dar respuesta a  lo que, recientemente  la prensa publica con otros nombres  parecidos  a “los robos e insultos” comentados y   a lo  que pueden aplicarse las medidas preventivas, programas, leyes o normativas como la ordenanza de ruidos. Pues, antes referían que se obligaba  a  los serenos “ a recorrer las calles de su demarcación protegiendo de robos y posibles asaltos de malhechores, evitar las peleas (incluso las domésticas); dar aviso de incendios y prestar auxilio a todo aquel que lo necesitara”. Es decir, se tomaban mediadas según  los recursos y circunstancias, ahora se  necesitan nuevas fórmulas de  presencia preventiva  y  la aplicación de medidas sociales para evitar la existencia de los excluidos de la sociedad. Esa es la tarea  comprometida de todos los miembros de la sociedad y, sobre todo, de sus representantes . Tal vez, de otro modo como lo hacían los serenos en algunas ciudades  que se llamaban unos a otros por medio del silbato o voceaban contraseñas entre ellos , ahora se necesita de nuevas señales para proteger a los miembros de las ciudades.  Y expertos en tomarlas haylos. Y más recursos que en  tiempos pasados se disponen.  Pues, como dice Fernando Savater, las dos columnas básicas  que definen la sociedad  son la autoridad y la libertad, y ninguna de ellas puede hacer dejación de sus funciones con falsas demagogias.



1 comentario:

  1. Mi abuelo Vicente, creo que fué el último sereno de Alcalá, recuerdo su uniforme de paño y que bajo este, en el pecho, se ponia papel de periodico para aguantar el frio nocturno. Uno de sus cometidos era acompañar a las comadronas, Doña Ana y Doña Prudencia, a las casa que eran requeridas.

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