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jueves, 26 de noviembre de 2015

NOMBRES ROMANOS DE ALCALÁ. ULA (UNA LEYENDA RENACENTISTA)



                        LA LEYENDA DE ULA

En la Mota, restos de  grandes sillares de argamasón sugieren tiempos anteriores a la época de frontera. Algunos han propuesto para esta fortaleza  cierta cimentación  romana por sus  dimensiones y los remontan a un pequeño castro de la República Romana. Sin embargo, en Medina Azahara, hemos podido constatar la presencia de este tipo de sillería califal y nos queda la duda de su identificación temporal. Podemos afirmar que el origen ibero-romano de la fortaleza se entronca con leyendas renacentistas,  muy propias de los humanistas,  para justificar el linaje de sus antepasados y su conexión con la tradición grecolatina. Por eso, un erudito renacentista e, incluso, algún que otro historiador actual  proyectaron el origen de Alcalá la Real a esa época romana justificándola   con la presencia de algunos elementos y objetos recientemente descubiertos  y, lo que los arqueólogos actuales  consideran aljibes de estructura romana por sus revestimientos rojizos y por la media caña del suelo interior. Los antepasados daban por hecho este origen y, para justificar sus privilegios y mercedes concedidos por los servicios hechos a la Corona,  remontaban su lealtad, incluso, hasta este periodo romano de la historia de España. Si no,  presenciemos esta escena del cabildo del catorce de noviembre de 1597, cuando relataron la relación leal de Alcalá en tiempos de la guerra civil entre Julio César y Pompeyo.
Hablaba en el ayuntamiento el conocido y erudito alcaide, don Antonio de Gamboa y Eraso, alcaide y granadino afincado en Alcalá. Porfiaba contra algunos regidores para que no se abandonara la Mota y volvieran los oficios y las tiendas a su recinto. Lo argumentaba en que no hubiera otra plaza mejor  en la ciudad, porque allí se encontraban la Iglesia Mayor, el Palacio del Abad, las Casas de Justicia y de Cabildo Municipal y la Cárcel Pública. Para que no se ofreciera  ningún género de dudas, refería que la lucha de ciento cincuenta años en la frontera del reino de Granada, le había hecho valer una gran cantidad de mercedes y privilegios reales. En la misma línea de argumentaciones, le siguieron miembros de las familias de los Clavijo, Pineda, Aranda, hasta que llegó el turno del capitán Juan de Aranda Góngora, que zanjó de un modo rotundo el debate:
-No lo dudéis,  ni  tengamos compasión alguna con los que quieren destruir nuestra fortaleza. Nuestros antepasados se forjaron en este recinto al servicio de los  Reyes. Es más, nuestra lealtad no sólo se  remonta a los primeros años de la cristiandad. Le viene desde muy antiguo, como de mano en mano, se inició en tiempos de los iberos, y, porque nuestro comportamiento era muy valeroso, la amó y favoreció particularmente el mismísimo Julio César.
-¿Que dice, vuestra señoría? Nunca había llegado a nuestros oídos tan remoto origen de nuestro valor.
-Pues os lo voy a detallar pormenorizadamente. Me baso en los datos de famosos eruditos y escritores  del siglo XVI, que me refirieron que se conocía esta ciudad  por el nombre de  Ula
-No, puede serlo, esto  hoy día está muy cuestionado, le respondía el erudito local Gamboa ( por cierto, el estudioso investigador padre Sotomayor   cree que se corresponde con Montemayor  según sus últimos estudios sobre la localización de esta ciudad). Tan sólo, en uno de los recientes “Comentarios de Julio César”, aparece en su tabla de lugares, provincias y ríos, justamente en su último folio. “ Ula Alcalá la Real, en el Andalucía”.
-Dejadme seguir, insisto, a esta ciudad la mimó el mismísimo César, porque Ula siempre había demostrado  el valor y lealtad de sus vecinos  y se había alineado con los partidarios del dictador  romano en contra de Pompeyo. Lo dicen las fuentes escritas, César daba fe de esta experiencia, porque los alcalaínos, más bien, los de Ula, acudían siempre en ayuda del pueblo romano, representado en la guerra entre los dos personajes por Cesar.
Gamboa venía preparado para aquel día. En un gran talego, había traído un manuscrito de los primeros pobladores alcalaínos, que le hacían llamar por vecinos de Ipocobulco. Pero, no olvidó dos ejemplares de las dos célebres hazañas de César.: la Guerra de las Galias y la Guerra Civil. De momento, hojeó la primera y no encontró referencia alguna de lo que decía el regidor Góngora acerca de estos pagos. En voz alta comentaba algunos detalles, pasaba los folios de un incunable en latín y, a grosso modo, traducía. El linaje de Julio César se remontaba al troyano Eneas, que huyó de Troya y vino a Italia(...)tuvo un hijo llamado Iulo, de donde viene el nombre de la familia Julia(...)Cayo Julio César, sus tres nombres completos, era un aristócrata, pero se alió al partido de los plebeyos, vivió en el siglo I antes de Cristo; fue edil, tribuno, pretor, cuestor, cónsul y famoso escritor con obras de teatro, un iter y De Analogía (...) recibió del poder  una parte del Imperio Romano durante el primer triunvirato, cuando a Pompeyo le dieron  Oriente, a Craso Italia y  al propio César las Galias. Allí se gestó su fama. Más bien, se creó su fama, porque hizo una especie de autocomentarios personales, que enviaba a Roma para atraerse el favor de sus ciudadanos  con el manipulado relato de todo lo que conquistaba para el Imperio, e, incluso,  con un estilo impersonal, en el que se fingía el propio César en tercera persona.
-¡Qué caradura, en vez de escribir “yo conquisté a los galos, los belgas, los britanos” decía los helvecios son ferocísimos y, a lo mejor no tenían ni armas, y llegó Cesar y los derrotó valerosamente para el pueblo romano? interrumpió el corregidor!         
Gamboa seguía ensimismado en los libros y leía los títulos de los distintos capítulos que correspondía con la vida de Julio César. Como triunviro,  expulsó a los Germanos, se adentró en territorio de los britanos, llegó de nuevo a la Galia y se enfrentó con Vercingetórix. Rememora las batallas de Gergovia y el liderazgo de  Vercingetórix entre los Galos, siendo  jefe de los galos, la victoria final de  Alesia por parte de César. Se acabó la guerra. Se le cumple su mandato senatorial(...) No quería dejar el poder.
Entonces el sabio regidor hace el comentario siguiente: En Roma, en el 49 antes de Cristo, el Senado está muy alterado y no ve con buenos ojos que el poder se concentre en César, ha colmado de regalos y tierras a todos sus legionarios.. El Senado defiende la República y no quiere caer en manos de un dictador perpetuo. Incluso, ha provocado a Roma construyendo el foro de su nombre. Entonces le dan un ultimátum, que deje las legiones romanas en poder del Senado  y no pase el río Rubicón al mando de ellas. Por su parte, a Pompeyo se le renueva en el poder, porque sintonizaba mejor con el Senado.  César, ambicioso y testarudo,  desobedece y estalla la  guerra civil entre los dos personajes.
-Nos hemos apartado de nuestras leyendas, de Ula. No decíamos que había sido leal a César. –Comenta el regidor Clavijo.
-Sí, pero conviene que nos hagamos una idea de este personaje, que llegó a ser casi el primer emperador de Roma.-Responde Gamboa.
 -Es verdad, fue una guerra sin cuartel, hubo dos bandos, los partidarios de César y los de Pompeyo. Los había en cualquier rincón del Imperio, en Roma, en la Galia o en Grecia. Comentaba que en Roma los esclavos lavaban sus ropas en el Tíber con el agua ensangrentada de la lucha fratricida. Y la hubo también en Hispania. Más concretamente, en la Hispania Citerior, y la Ulteriorla Bética y en muchas ciudades se repartieron los partidarios de uno y otro bando. Hubo batallas en Lérida, en Munda, en Castillo, ILiturgi, y en  favor del propio César, Ula fue un escenario esencial  de la lucha fratricida entre pompeyanos y cesarianos. En este caso, los defensores de esta hipótesis.  Ula se consideraba como ciudad aliada del bando romano que luego fue vencedor, el de Cesar.
-Pues no podía ser de otro modo, - interrumpió Juan de Aranda-, este triunviro romano la amaba y favorecía,  porque le ayudaba con las tropas  auxiliares de su fortaleza en las escaramuzas que provocaban los soldados de Pompeyo.
-No sería  esta ciudad fortificada, compréndelo, sino, más bien, que sería un castro que  se levantaba sobre un majestuoso cerro que controlaba el camino de paso de la Costa malagueña hasta las ciudades del Bajo Guadalquivir.
-De seguro que las actuales atalayas ya existían.
-Claro que sí, Ula estaba bien comunicada por las torres púnicas que jalonaban el recorrido de los viajeros a través de las ciudades de Íllora, Loja, Vélez y frenaba todos los movimientos de invasores de la península desde las costas granadinas y malagueñas. Estaba  protegida en su  interior con unos  pequeños muros levantados   sobre el perfil de la roca, más elevado y escarpado, sin la Iglesia actual ni  las elevadas torres que hoy día quedan en pie. Debió ser inexpugnable, refugio de los indígenas iberos en momentos de guerras, que compartían para  su alojamiento  las cuevas, horadadas en la roca sustentante, con las casas de mampostería edificadas en su recinto fortificado.  Debieron tener relaciones con los romanos antes de la llegada de César, pues les permitieron mantener sus costumbres y leyes, a cambio de que ofrecieran su reconocida lealtad con Roma. Incluso cuentan que por ella pasó Viriato.
-Cuando la Bética, bueno en aquel tiempo, la Hispania Ulterior, comenzaba pacíficamente a organizarse, Ula, la Alcalá Romana tomó partido  en la guerra civil entre César y Pompeyo, se hizo cesariana. Esto dio lugar a una reacción de su adversario. Previendo el gran estratagema de César los futuros acontecimientos envió a Quinto Casio Longino
-¿Fue importante este personaje? preguntó el regidor Clavijo.
_Claro que sí, respondió Gamboa. Era de la familia de sobrenombre Longino. Tres hermanos Cayo, Lucio y Quinto. El primero era pompeyano al principio de la guerra civil. Había sido cuestor en Carras de Siria, tribuno de la plebe de Roma y atacó la  escuadra marina de César en Sicilia. No obstante, al acabar, la guerra se pasó a sus huestes y lo hizo pretor. Mal pago le dio a César, que junto con Bruto lo asesinó en las Idus de Marzo.
-¿Y de Lucio Casio Longino, que me dices?
-Este siempre militó con César, derrotó a las tropas de Pompeyo en Tesalia al mando de una legión y lo nombró tribuno de la plebe. Fue fiel hasta la muerte con César  y no participó en la conjura de su muerte.
Ilustración imaginaria de Juanma Moreno sobre la Mota romana
-Bueno, sigamos con Quinto Casio Longinos.
--Déjame que te exponga unos datos acerca de este personaje que estuvo en Alcalá.
-En Ula.
-Era hermano de los anteriores, familia muy relacionada con el ejército y la política romana. Era un soldado ejemplar, cesariano convencido  y con Marco Antonio, formaba el círculo  o la camarilla de los defensores de la política de César. César lo trajo a Hispania Ulterior, en contra de Varrón,  lugarteniente de Pompeyo. Hasta  tierras béticas, llegó en su persecución. Le hizo una gran labor entre las poblaciones, como Ula, atrayéndoselas al bando cesariano mediante concesiones de derechos a indígenas.
  Entonces prosiguió Juan de Aranda y comentó:

-Decíamos que sabía que un capitán de César, Longino.
-Un lugarteniente, un tribuno militar o un centurión, pero no un capitán, le interrumpió Gamboa.
En este momento el alcaide mayor sacó el sexto libro atribuido a César, titulado “Bellum Hispanum”, la Guerra de España. Y leyó a los presentes los primeros capítulos, que acercaban a los presentes el desarrollo de los acontecimientos más importantes de la  guerra civil.  Conquista de  Roma y toda la península itálica. . Pompeyo huye a Oriente  hacia Grecia, y César entra en España para derrotar a los partidarios de César. Después se traslada a Epiro, sufre un revés en Durazo y logra la victoria definitiva sobre Pompeyo en Farsalia, donde se le rindieron  dos mil pompeyanos. Pompeyo huye a Egipto, donde fue asesinado.
César en su persecución, llegó a Egipto, se puso a favor de Cleopatra para quitarle el trono a su padre. Logró sobrevivir a varios asedios y consiguió la victoria sobre Farnaces  en Zela, en Africa vence a los pompeyanos en Tapso y pasó, de nuevo a Hispania,  donde se habían refugiado los hijos de Pompeyo. Estos se habían apoderado de la España Ulterior y cuenta el comentario de Hispania “ que Cneo Pompeyo, el moco, empezó a encomendarse a la fidelidad algunas ciudades para adquirir más fácilmente tropas con que hacer resistencia las tropas de César. Habiendo pues juntado un mediano ejército, parte por ruegos y parte por fuerza, se dio a destruir a la provincia. En este estado, unas ciudades le enviaban socorros voluntariamente, otras, por el contrario le cerraban las puertas”. Este es el caso de Ula, y de Longino. No hacían sino enviar continuos correos a Italia para que César acudiese en su  socorro.     
-Bueno, bueno, ya sé que Longino no es capitán,  pero nos entendemos....Longino, temeroso de que el ejército que gobernaba Córdoba a cuyo frente estaba un tal Marcelo, se vino a recoger a esta ciudad, confiado en el valor de que había de hallar en ella. Cual fue la sorpresa que encontró a  Ula  cercada y asediada  por el propio Pompeyo. César entró a España y quería concluir la guerra de España. Fue  avisado del asunto por unos legados de Córdoba que habían desertado de Pompeyo en Córdoba y se  había anticipado a los espías de Pompeyo, que trataban de anunciar a Pompeyo la venida de César. Este se enteró pronto de la difícil situación en la que se encontraba Ula. Y dicen los Comentarios “ sabiendo César que aquella ciudad había servido con mucha lealtad en todos los tiempos al Pueblo Romano, mandó cosa de las nueve de la noche partiesen seis cohortes con igual número de gente a caballo, a los cuales dio por cabo un oficial conocido y muy inteligente.
-Ah, si- dijo Juan Aranda-,   le, envió  al capitán Almucio Junio Pacheco 
-Uf, me parece que lo ha castellanizado muchísimo. puede ser  Petreyo o Afranio o, qué sé yo, pero este nombre no.
Entonces. Gamboa tomó, de nuevo el libro de los Comentarios y matizó.
-No es Pacheco, su nombre completo es J.Junio Pacieco....
-Bueno , sigo, - dijo Juan de Aranda-  este Pacheco, porque yo pronuncio como los curas, o Junio Paceico vino para hacer frente a las  tropas de Pompeyo que asediaban al destacamento alcalaíno, defendido valerosamente por el  capitán alcalaíno Longino, según las leyendas. Y llegó éste con las tropas al campo de Pompeyo, en el momento en que se levantó una gran tempestad. Con tan furioso viento que impedía el verse unos a otros, aún el conocer uno al que iba a su lado. Pero esta incomodidad, sin embargo, les fue muy provechosa. 
-Veámoslo, dijo Gamboa, en las guerras hasta las adversidades sirven para conseguir la victoria.
-Pues, tienes razón. Cuando tomaron contacto con el ejército enemigo, Pacieco ordenó que los caballeros  llegaran de dos en dos, enderezándose a Alcalá, bueno Ula, por medio del campo enemigo. Y, como algunos del cuerpo de guardia de las puertas del campamento les preguntaran quiénes eran, uno de los partidarios de César les respondió que callasen, que importaba acercarse a la muralla para sorprender la ciudad. Así, los centinelas –unos impedidos por la tempestad-, no podían observar estos movimientos con atención, otros, sin embargo se inquietaban con la respuesta. En llegando a la puerta última del castro, fueron introducidos por los de Ula en el recinto del campamento pompeyano. Entonces levantando el grito de infantería y caballería, y dejando parte de los suyos en los puestos adecuados, hicieron una salida a los reales de los pompeyanos, que los cogieron de sobresalto y se creyeron todos perdidos. Pero Cneo Pompeyo, el menor,  mantenía el cerco de Ula, y estaba con su guarnición. Entonces César hizo una nueva operación de engaño táctico. Se dirigió a Córdoba. Destacó sobre la marcha con la caballería una partida de gente esforzada de las legiones, las cuales, cuando estuvieron a la vista de la ciudad, se pusieron a las ancas de los caballos. Estos no lo advirtieron los cordobeses que fueron derrotados en el enfrentamiento  y volvieron muy pocos a Córdoba. Conmovido  el hijo de Pompeyo, Sexto, de esta desgracia escribió a su hermano que  para que viniese pronto, temiendo que César tomara Córdoba. Este, a punto de tomar Ula, levantó el cerco e hizo regresar las tropas Córdoba. , Dejando libre  la ciudad de Ula, tan valerosamente defendida por sus moradores.
-¿Qué pasó de Quinto Casio Longino?
.Fue elevado por César  a la categoría de gobernador de la España Ulterior. Sin embargo, fue demasiado codicioso, acaparó riqueza y odiado por los hispanorromanos hasta tal punto que intentaron asesinarle en Itálica. Sustituido por Trebonio, se marchó de Hispania, y murió en un naufragio en la desembocadura del Ebro.
-Y de Pompeyo,
-Fue derrotado en Munda.
-Y los alcalaínos, con su lealtad, lograron que aquella ciudad íbera se convirtiera en municipio.
-Municipium, Polconense, dijo Gamboa.


Hasta principios del siglo XX, este hito se refería entre los regidores que corría de boca en boca, curiosamente, emplean el término de mano en mano,  denotando la lealtad de la que los alcalaínos siempre mantuvieron con los reyes y de la que hace orgullo su escudo”La muy Noble y Leal Ciudad de Alcalá la Real”. Pero, como leyenda se ha quedado, porque como afirman  los profesores Mauricio Pastor y el padre Sotomayor”  “Hay que comenzar rechazando, sin discusión alguna, muchos de los nombres que los autores decimonónicos, como CHA. Estrada, M. La Fuente, Morata, F. Bus, J. De Dios de la rada, F. Lozano, A. Guardia Castellano etc. Han venido señalando como los nombres antiguos de Alcalá la Real y cuyas traducciones y localizaciones exactas han sido subsanados por la investigación histórica actual sobre la base de la denominación arqueológica y epigráfica. Entre otros carecen de sentido las denominaciones de Callet Astigitana, Ula, Tucci Vetus, Ategua, Callecula, Flavia Aurensis y Ebura Cerealis. Por su ánimo de ensalzar la antigüedad de Alcalá la Real, la mayor parte de estos autores buscaron en las fuentes clásicas nombres que pudieran adaptarse a esta ciudad, pero sin una crítica en las fuentes y otras veces se basaron en un simple resto epigráfico, o en un simple  hallazgo monetario con referencia a una ceca determinada,  que, evidentemente, no son pruebas suficientes que permitan la identificación de una ciudad”. Por lo tanto, la de Ula, una leyenda más de Alcalá. 






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