Y al acabar el día,
con el crepúsculo de la Dehesilla a mis
espaldas,
me tiemblan las piernas por el cansancio
agradable de este día samaritano.
Y al venir la negra noche,
brillan nuevas estrellas
en el etéreo espacio
y se disipa la nebulosa entre
luceros y astros,
anunciando una sorpresa en medio de un abrazo.
Ya l caer la sombra oscura,
sin luces ni luciérnagas en medio del lindazo
tropiezo con la chabola de las aves frías,
sin techos ni mantos.
Y al lucir la luna
en medio de un tenderete lleno de harapos,
me descubren su piel fría entre sus desnudos tuétanos,
me sangran los ojos, de rojo calvario,
y ya me convierto en otra persona,
el perenne voluntario.
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