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lunes, 28 de septiembre de 2015

DE LA AGRICULTURA Y GANADERÍA A LA AGRICULTURA TOTAL EN ALCALÁ LA REAL

Desde finales del siglo XVIII hasta el siglo XIX  gran cantidad de tierras de la abadía o de las instituciones religiosas fueron poco a poco desamortizadas o convertidas en bienes de la beneficencia municipal, sobre todo, en los










primeros años del siglo XIX. No hay un estudio serio de la gran cantidad de tierras que controlaba la iglesia a través de capellanías, memorias de misas que se pagaban con los rendimientos anuales de fincas, fundaciones que costeaban servicios de huérfanas, fiestas que dependían de donaciones de patronos como la de las Angustias o el Cristo de la Salud, y, aún más, el gran número de tierras, cortijos, y tierras gravadas con impuestos para los beneficios de los seis conventos de la localidad.


 La desamortización de Mendizabal supuso un punto final a lo que ya venía sucediendo desde la política de Godoy por lo que  se refiere a los bienes y beneficios eclesiásticos. Más tarde, acabó por los años cuarenta, con el diezmo, un impuesto que obligaba a los campesinos  pagar el diez por ciento de sus fruto. Aquellos bienes eran considerados que no producían en manos de la iglesia, sin embargo no supusieron un cambio en los alcalaínos sino que vinieron a caer en otras manos forasteras, que se aprovecharon de las políticas desamortizadoras. Luego, algunos pasarán años más tarde a los labradores y pujareros sin beneficio para la masa jornalera que cada vez se acrecentaba más en este siglo. Así se nos describe años más tarde por un periódico conservador[1]:

llegó el año 1836, precedido de epidemias y acompañado de estruendo del cañón. La nación española se agita a impulsos de una revolución, todo se conmueve, todo se trastorna y la transformación que sufriera el sistema de gobierno, se hizo sentir  de una manera bien notable en nuestro país. Los privilegios e inmunidades de Alcalá quedaron  suprimidos, y con ellos parte de nuestra riqueza, especialmente la vinícola. Las inmensas riquezas acumuladas en monasterios y clero se declaran en venta. Los mayorazgos y vinculaciones de todas esas propiedades cambian de dueño con prontitud, con una velocidad pasmosa. los montes desaparecen para utilizar su valor, se descuajan casi todos los terrenos con un afán vertiginoso. Las continuas guerras exigen sacrificios, y para hacer frente a ellas se grava la agricultura con impuestos extraordinarios, y como consecuencia natural de estos acontecimientos, varió completamente nuestra manera de ser  en orden a la explotación de los campos. Los terrenos, que a raíz de la desamortización, fueron roturados produjeron relativamente a su bondad, por cierto tiempo, medianas y aún abundantes cosechas de cereales, pero siempre a costa de la riqueza pecuniaria, pues a medida que se aumentaban aquellas, disminuía esta. Las fincas que antes pagaban rentas exiguas, los nuevos propietarios en general variaron sus arrendamientos, subiendo los precios a  tal punto, que en la actualidad casi es imposible que ningún colono pueda subsistir. Aquella seguridad que el arrendatario disfrutaba en el goce de su colonia, desapareció desgraciadamente, pues habiéndose aumentado el número de habitantes, claro es que siendo muchos los pretendientes, tanto más cuanto en este país no existen otros recursos con que poder hacer frente a las necesidades de la vida, de aquí el obtienen la colonia aquellos, que más ventaja ofrecen al propietario. El precio del dinero que en tiempos pasados era bastante módico, en la actualidad ha subido en tales términos, que el labrador que necesita pedir dinero prestado para atender sus labores, seguramente que más temprano o más tarde concluye por arruinarse.   


Más tarde, en el año 1855 la nueva desamortización de Madoz va a significar la pérdida de todos los bienes del ayuntamiento alcalaíno, los importantes cortijos que les había permitido hacer frente a las cargas municipales, y todos los bienes comunales y concejiles que la Corona había dejado a la ciudad que disfrutara durante los dos últimos siglos. Tampoco, la política liberal  consiguió que  fueran sus beneficiarios las clases más desfavorecidas. Generalmente cayeron en manos de la burguesía de ciudades cercanas, comerciantes procedentes de Francia y otros países y antiguos labradores.
Aun hay más. Impulsados muchos por el deseo de poseer, de salir de la humilde esfera de colonos o pegujaleros y pasar a las elevadas regiones de los propietarios, se lanzaron de una manera activa, tomaron parte en la última desamortización, adquirieron fincas, aparecieron en la sociedad no ya con aquella tradicional, modesta y característica angorina el hombre y las enaguas de lana la mujer e hijas, sino con el bordado capote, los pañuelos de seda y los vestidos de esas telas que tanto halagan la vista por los variopintos colores, como despiertan en el corazón los deseos de obtenerlas a todo trance. Vencían los plazos de la finca adquirida, y como carecieron del dinero para adquisición , se vieron obligados precisamente a tomar fondos prestado, siendo al término de esta operación, dar la finca en quiebra, quedarse sin capital, que poseían, sin labor y algunos, por desgracia, sin crédito.  
     No obstante, algunos pudieron mantenerse en manos de los antiguos arrendatarios de cortijos por medio de un sistema de censo perpetuo o renta perpetua que al final les libró de caer en manos de la burguesía estatal ajena  a la situación económica de la zona. Este proceso conllevó que extensas dehesas, montes, terrenos cercanos a los ríos se roturaran y, divididos en suertes y parcelas, pasaran a manos particulares en detrimento del ganado. Sin embargo, aquellas tierras, al principio, lograron satisfacer las necesidades de los nuevos censatarios o propietarios que pagaban un censo perpetuo por la producción en cada una de las parcelas otorgadas. Sin embargo, algunos nuevos propietarios tuvieron que ceder sus terrenos a los antiguos labradores. En estos  años, se culmina la nueva situación agrícola, que dará lugar a un gran minifundio, explotado por una gran cantidad de labradores, que desarrollan poco a poco las aldeas con sus casas de labor y cortijos cercanos a los lugares de producción hasta tal punto que, a finales de siglo la población aldeana supera la población del casco urbano.       Además, se produce un cambio en los cultivos, donde se mantiene el cereal y se ve mejorado por los adelantos de la técnica en los últimos años de siglo XIX. El olivar va ocupando los nuevos terrenos  roturados en las partes altas y, debido a la filoxera, se perdieron muchos viñedos de tal manera que a principios de siglo ya no se exportaba vino y el consumo interior provenía la mitad de tierras manchegas. En el año 1891 tan sólo quedaban cuatrocientas hectáreas de viñedos. La ciudad tuvo gran preocupación ante la situación, creándose una Comisión antifiloxera que no pudo impedir que aquella se propagara y quedara el viñedo reducido a escasos pagos.  Por lo que respecta a los cultivos de huerta son insignificantes con respecto al resto de los otros cultivos y, pretenden el abastecimiento de las economías familiares.




[1] LA VOZ DE ALCALÁ LA REAL. Periódico científico, literario, de intereses locales y noticias. Año I.20 de abril de 1879. Número 4.Nuestra agricultura II.  


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