EL VINO DE LA SIERRA SUR DURANTE LOS SIGLOS XVI y XVII.
El paisaje se gradúa de urbano hacia
viñedo con zumacales, algún que otro olivar, cereal y monte. En medio, la zona
molinera y de huertas ( Frailes, los 3 de Cabrera, Huejcar, las Juntas). El
monte dedicado a la ganadería con el
pasto y el encinar. Los bueyes, cabras, ovejas y cerdos contrataban al cabildo su servicio. Frailes,
zona ganadera, paso obligado a la feria de Noalejo. En el casco urbano, se buscaban los desniveles para
bodegas, y se horadaba la roca, caso de
la Mota. O en la nueva ciudad se construían casas de tres plantas y una bodega,
que las había hasta de 60 y 70 vasos ( tinajas, candiotas y cubas) .
Son los años en los que el comercio del vino juega un papel
fundamental. Hay una extensa red de arrieros y comerciante, en manos de los
moros gaçís. Sus mercados más importantes se fijaban en Granada, donde había un
privilegio para entrarlo- en Granada, en su alhóndiga y en la Alhambra-, en
Jaén y en muchos pueblos de Córdoba.
El vino baladí, torrontés, añejo, trasañejo, mosto, y tinto en sus
variantes de yema, estrujón y vinagre
llegaba a lugares insospechados como Villacarrillo, Antequera o el mismo Madrid
a la corte del Rey Felipe III en 1608.
Poco a poco se fueron reduciendo a dos únicas variantes. Tinto y
blanco, prohibiéndose las mezclas. Y solía exportarse en pequeñas cantidades de
cargas de 15 arrobas y en forma de yema o estrujón.
Distinguían los viñedos nuevos
y viejos, situados junto a los ruedos ( en Alcalá, carrera de San Bartolomé,
ladera de la ciudad, san Marcos, san
Sebastián; en Castillo, Viñuela y Clavario; en Frailes junto a las laderas de
la ribera ) y en los nuevos (Acamuña, Cerrico de Caballeros y Mentiras,
Valcargado, Valdedueñas, Monterrey, Rosalejo , Barrero).
Un capítulo como el de los particulares que compraban el vino de
Alcalá nos haría ver que era importante. Si alguna personalidad lo probaba en
nuestra tierra, de seguro que posteriormente encargaba a algún arriero que le
enviara alguna carga. Fue el caso de Pedro Veneroso, regidor alcalaíno, que
estando en Granada como alguacil mayor junto con su familia fundó el Colegio
Universitario de San Bartolomé y Santiago o el del corregidor Enríquez de
Baldelomar. O el de los miembros de la
Audiencia de Granada, que solían ser regalados con vino, jamones de la tierra
por su fama cuando tomaban el cargo de presidentes, oidores, alcaldes del
crimen u otros cargos. Sancho de Flores
en 1617. Sobre todo, los conventos eran uno de los lugares que más solicitaban
este vino: los franciscanos de Úbeda, la Alhambra y Martos el convento del
Rosario, el de Santa Isabel la real, los carmelitas descalzos, trinitarios en
Granada en Málaga, los canónigos de Granada. Incluso a ciudades con tradición
vitivinícola se enviaban como era el caso de Priego y Baeza a regidores y
alcaldes mayores.
Curiosamente, los avaladores eran muchas veces regidores alcalaínos
que controlaban el mercado.
Los alcalaínos que se iban de nuestra tierra hacían buena propaganda
de su calidad es el caso del abad don Pedro de Moya que en 1609 como racionero
de la Catedral de Málaga solicitaba varias cargas de vino para el obispo de
Málaga y enviaba a un arriero.
Entre los pueblos comarcanos,
debemos citar que el vino se intercambiaba con el aceite en Alcaudete y algunos
pueblos de Córdoba. En Motril, las cantidades elevadas de venta nos insinuaban
un posible sitio de salida para las tierras americanas. Las ventas – hoy
auténticos pueblos – eran lugares de consumo del vino alcalaíno: Puerto López,
Vélez, Domingo Pérez, Agramaderos, .. Cosa frecuente era su capacidad para
nutrir los estancos de una ciudad a través de algún intermediario: Iznalloz,
Moclín, Campillo y Noalejo.
Toda la población estaba
comprometida en este comercio. Las bodegas surtían a las haciendas familiares y
al mercado. Los artistas invertían las plusvalías de sus ingresos en el negocio
del vino. El propio padre del escultor
Pablo de Rojas y sus hermanos adquirieron viñas y tenían bodegas para
comercializarlo.
Henríquez de la Jorquera, ese
cronista de la Granada de finales del siglo XVI y principios del XVII, decía de
este terreno, que era abundantísimo de pan y vino, lo mejor del
Reino, de que abastece a Granada , con privilegio que tiene de meter vino en
Granada tres meses al año, que son los de mayor gasto de Mayo, Junio y Julio.
Incluso,
unos años después, Rodrigo Méndez de Silva abundaba
en los mismos términos y decía que tenía un gran trato de trigo, cebada, vino,
aceite y ganados.
En
estos siglos, la vid
no sólo era importante por dar empleo a un gran número de agricultores (
labradores de sus propias viñas, pequeños y grandes propietarios , labrador arrendador
de cortijo y alguna viña y cereal y pequeño artesano de fin de semana que
comparte con otro oficio su labor), sino también por la serie de oficios
secundarios y terciarios que se generaban desde su plantación hasta su
elaboración. Los aladreros abundaban en la comarca para realizar todo tipo de
instrumental que sirviera en las distintas
fases de su cultivo: azadas, tijeras podadera, esparteros para componer los
zurrones, mimbreros, los canastos. Tuvieron que
venir alfareros de Jaén para abastecer a los productores y cosecheros de
tinajas. Se ubicaron en la calle Tejuela y en sus inmediaciones. Los
propietarios o arrendadores- de padres a hijos,
hidalgos y de origen jiennense- solían tener en su cortijo un lagar y
ellos mismos vendían el producto, aunque muchas veces era controlado por los
mercaderes de origen francés. Las funciones de los propietarios y viñadores
eran:
-que
las viñas y olivares los labren, cultiven y amugronen, como si fueran propias,
a los tiempos y sazones que se requiere y no corten cepas, aunque sean viejas.
Los enteramente dedicados a la vid,
que solían ser clasificados en peones de cavada, de rosada, de vendimia, los
pisadores, los manigeros, los propietarios de lagares...La labor de cavar viñas
se reglamentaba específicamente :
Que
no entren bestias salvo las que llevaren
la comida o transportaran las herramientas y se aten en los cercados, no
derribaran las cepas en el cavado.
El manigero o propietario controlaba
a varios cortadores, que cobraban jornal y se les deba de comer y beber. Los
arrieros o portadores se dedicaban a llevar la uva al lagar ante el apareador.
Peón
de cavar
|
Dos
reales y medio
|
Comida
del medio día y vino
|
El
vino que se gasta en el trabajo
|
Peón
de vendimiar
|
Real
|
Comida
de tres días
|
|
Peón
de podar
|
Dos
reales y medio secos
|
Vino
de dieciocho cuartos
|
|
Peón
de rozar
|
Real
y medio
|
Aceite,
vinagre y aceitunas o lo del tiempo
|
El
pan por el trabajador
|
Los
apareadores no podían cambiar las bases
Y en el sector terciario, los
corredores de vino, los comerciantes o mercaderes, los arrieros , mesoneros y
los vendedores.
Los corredores de vino procedían desde la fundación de la ciudad y
eran encargados de controlar las medidas, de inspeccionar las ventas y de
cargar adecuadamente las tinajas- pequeñas, grandes y medianas- , candiotas y
cualquier otro tipo de medio de transporte. Y no sólo se quedaban en eso, si no
que conocían perfectamente el mercado del vino, los momentos álgidos y los
oportunos de venta, se reservaban el
vino para sus clientelas. En suma, eran una especie, que a veces caía en el feo
vicio del tráfico de influencias, y fue cuestionado en muchas ocasiones. De ahí
que hubo intento que fueran elegidos anualmente y no fueran cargos
vitalicios.
Los
comerciantes o mercaderes podían ser los mismos cosecheros o productores,
personas dedicadas a este oficio, con frecuencia, especializadas en los
principales puntos del mercado regional: Granada, Málaga, Jaén y Motril, e
intermediarios de otros puntos de venta, en sus dos vertientes, de estancos
para una ciudad o de tabernas y casas
importantes.
Los
arrieros se
dividían en los que tenían su propio servicio, muchos de ellos de campesinos de
otras comarcas, otros estaban relacionados con los comerciantes y mercaderes, y
un tercer tipo, auténticas compañías o cooperativas de arrieros que se encargaban del traslado de
esta preciada bebida a Granada o Jaén. Suelen ser esclavos y criados y
jornaleros.
Para el comercio con la zona
jiennense, solían trasportarlo los arrieros de Martos, Alcaudete y Alcalá; para
los de Granada , los de Colomera, que eran moriscos; para Córdoba, los de
Lucena. Curiosamente, se producía otro intercambio con estos pueblos que venían
trayendo el vino cordobés y a veces se llevaba la nieve de Valdepeñas.
Los vendedores tenían una variada tipología: en primer lugar
estaban los particulares, que traficaban desde sus mismas casas y desde los
lagares; los mesoneros que expendían vino al por menor y mayor; en
Alcalá dio lugar a una calle llamada de los Mesones e, incluso, una de
las aceras del camino del Llanillo, llegó a llamarse la de los Mesones; las
tabernas de otras ciudades, las alhóndigas, las ventas en los terrenos rurales,
los estancos, la lonja del puerto de Motril.
Con frecuencia, aparece en los
puntos importantes, un especialista o corredor de venta, representante del vino
alcalaíno, en ciudades importantes como Granada, Málaga y Málaga, que
controlaba la venta del vino a los compradores para su abastecimiento o para
transportarlo a América.
En
la propia Alcalá hubo necesidad de crear una alhóndiga, cercana
a la fortaleza de la Mota para regular el trato entre comerciantes. Pues hubo años
que sobrepasaron los 505.000 litros de exportación.
Esto dio lugar a que se evitara el
almacenamiento que hubo a hasta 169 puntos en Alcalá. Los grandes propietarios eran los que más
acumulaban en las bodegas. Es el caso de Juan de Aranda Italia que llegó a
tener 56 tinajas en diversas bodegas.
Una viña producía quinientas arrobas
de yema. A la que se quitaba el diezmo y se quedaba en 452, sesenta y ocho
arrobas de estrujón, aplicado el diezmo 61. El trabajo que necesitaba era de 4
o5 cortadores durante 9 días, acarreadores a real y medio, el pisador costaba
diez día a 3 reales, l burro del acarreador a real y medio, el pan 11 reales.
En total 5.585 ms.
El
vino era importante con fines religiosos para la misa y era una de las ofrendas
de los devotos junto con la cera, y el
pan.
La fiesta del Corpus con el desfiles
de comparsas y diablillos y danzas y la del quince de agosto se celebrar con
gran derroche de espectáculo y de vino para sus participantes. Unos meses antes,
se hace la Candelaria que anuncia la Víspera en Alcalá y aldeas con fogatas y
vino.
El vino impregnaba todas las facetas
de la vida, acompañado de garbanzos y almendras o sustituido por el resoli solía ser un ingrediente primordial de las
fiestas de campo, los días de rifas, bautizos, bodas y romerías. En las bodas
los brindis por todas aquellas personas que regalaban tras la bandeja con el
vino del mismo vaso
-
me da licencia para hacer una dádiva a
su hija
-
haga la dádiva y Dios se lo premie
-
quisiera que fuese una cosa como él se merece
-
- brindo por fulano
-
y- usted una de ellas
E, incluso, en los entierros de los
niños y los adultos. Curiosamente, en los primeros solían bailar los presentes
el baile de castañuelas en derredor del cadáver y después se le repartían vino y garbanzos. En los adultos, los hombres
se topaban con un pañuelo de colores en la cabeza para manifestar el
sentimiento.
Era lo único que se podía beber en
los días de fiesta tras la ceremonia de la Misa Mayor, que era cuando estaba
permitido abrir los mesones para
disfrute de todos los trabajadores que no podían ejercer trabajo alguno.
.
Un momento clave para la caída de
los vinos fue la entrada de los vinos cordobeses, que traían fingidamente sus
vinos hacia Valdepeñas y aprovechaban sus cargas de regreso con nieve. Esto provocó una auténtica liga entre
los comerciantes y productores alcalaínos en 1632. Los segundos hicieron
Concejo abierto y destruyeron las cargas de los arrieros. Se produjeron luchas
de bandos entre los Cabreras y los Sotomayor. Cada uno partidario de unos intereses diferentes: la no importación
de vino y el libre comercio. Tuvo que intervenir el corregidor Soria y Vera: castigó
a culpables y prohibición de venta de vino de fuera
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