MONUMENTO SAN JUAN |
RECORDANDO EL PÁRRAFO DE AYER
A mediados de
siglo se constata que una familia granadina va ser la encargada de la
organización de todos los preparativos, ornamentos, aderezos, danzas, altares,
y demás elementos de la Fiesta del Corpus. Era la familia de los Perea, que
provenían del Corpus de la ciudad de la Alhambra y, mediante conciertos de
siete y ocho años, se obligaban de padres a hijos a organizar los principales
actos y adornos. En concreto, el 1757, Juan Perea firma un contrato cuyo
memorial recoge el acta del cabildo del día ocho de enero, donde se comprometía
a a hacer todos los años la función del Corpus y tener pertrechos suficientes,
que eran los adornos y altar de la plaza juntamente con las tres danzas de
dichos días [1].
El período de duración del contrato suele establecerse con una periodicidad de
siete años, que a veces prorrogan; como es el caso de este mismo en el año 1763,
aunque cada vez exigen nuevos elementos y materiales: en este año precisamente
las tablas, madera y rollizo de los altares y de los toldos.[2]
Al morir Perea en el año 1772, sus hijos, tulelados por Felipe Guillén, mantienen las
mismas cláusulas[3].
En el año 1784, finalizó este contrato y el propio cabildo quien organiza la
tramoya del toldo e iluminarias[4].
Al perderse el eslabón con ellos, la ciudad
va a adquirir algunos elementos de tramoya y aparato, que eran sobre todo los
lienzos de damasco rojo que colgaban todos los ventanales de las Casas de
Cabildo y de las Carnicerías y que cubrían el altar levantado en el centro de la
Plaza del Ayuntamiento. Concordaba con el color de terciopelo rojo que tenían
los vestidos de los porteros y los trompeteros y los asientos del cabildo en la
Iglesia Mayor.[5]
Muestra de esta situación es el año 1748, cuando los comisarios Diego de Moya y
Juan de Callava se ven imposiblitados a traer
un adorno decente de la plaza. Los motivos eran claros: no había persona
que se comprometiera a venir por la escasa cantidad librada par tal efecto por
la ciudad.
Acudió, entonces , al maestro Arenas, residente en Alcalá, que pide
un anticipo de doscientos ducados y se concierte con él un período de ochos
años. Así lo refieren los anteriores comisarios:
Han
tanteado al maestro Arenas, que se halla
en esta ocasión, y este se obliga a hazer el adorno nuevo para la plaza con la
condición de que salgan con la anticipación doscientos ducados y que éstos se
extingan en ocho años a razón de veinticinco en cada uno y, con la condición que
ha de adornarla dicha plaza en los expresados años de nuev
a pintura y a satisfazión de los caballeros comisarios en quien entrase el turno en los ocho años.[6]
a pintura y a satisfazión de los caballeros comisarios en quien entrase el turno en los ocho años.[6]
Este maestro tenía una hija pintora que coadyuvaría con la obra de arquitectura efímera.
[5] AMAR. Acta del
cabildo del treinta de mayo de 1748, donde se libran 6.077 maravedís para los vestidos y la tela
de los escaños.
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