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domingo, 1 de octubre de 2023

TOROS, FIESTA E HISTORIA EN LA SIERRA SUR

 

 













LA TRAGEDIA RECIENTE


 Nunca contaron los pueblos de la Sierra Sur con plaza fija  de  toros que tengamos noticia. Sin embargo, en la ciudad de Alcalá la Real se remonta al siglo XVI la afición taurina. E, incluso, como sucedáneo a  plaza de toros,  utilizaronun recinto cerrado y consolidado. Pues,  de obra de cantería se reutilizó el claustro antiguo del convento de San Francisco. Parece que desde el 8 de julio de 1928 no hubo  celebración taurina y fue  clausurada definitivamente por el deterioro de su estructura.  Tras la guerra los toros  siguieron celebrándose en septiembre por San Mateo gracias a la instalación de plazas portátiles. En la novillada de 1957, la zona llana del pueblo de entrada de la carretera de Granada sirvió, como era frecuente, para la instalación del coso. José Urquiza «Petete», era el divo del cartel taurino: En el cartel figuraba además: el rejoneador Bernardino Landete y el novillero de Granada, Rafael García. Los cinco novillos pertenecían a la ganadería de Juan del Cid, de Huelva. A las 5 de la tarde, acudieron tres mil aficionados. El  rejoneador Landete a caballo fue quien abrió plaza toreando a caballo con éxito al primer novillo.

Tras la faena  n o muy lucida del novillero  granadino, Rafael García, intervino en el  tercer toro,  que , Pepete, le hizo una extraordinaria faena, con pases de casi todos los estilos, que encandiló a la afición y llevó a cabo una gran estocada sin desvío hasta la bola, que hizo caer al ejemplar de forma fulminante sobre la superficie del albero sin mayores sufrimientos. Pero la plaza se vino abajo  entre  vítores, y aplausos y  pañuelos blancos Pepete» fue premiado por las autoridades del palco con dos orejas, rabo y hasta una de las cuatro patas del tor o en el momento que finalizaba una muy ovación,  durante varios minutos, recogen las crónicas de Trillo:”En ese instante, serían las seis y cuarto en el reloj, estando aún los eufóricos alcalaínos desde las gradas sin sentarse, dándole palmas a su paisano, «Pepete», se oyó un zumbido, en forma de crujido seco, a consecuencia de haberse hecho trizas el cinturón de acero que aseguraba el armazón de la estructura de la plaza. partiendo del lugar donde se hallaban las autoridades y abatiéndose en forma de abanico de derecha a izquierda, en este caso formándose un remolino al caer en tierra y quedar todo envuelto en una polvareda, dejando atrapados a cientos de alcalaínos entre sus tablones. La peor suerte se la llevaron los aficionados situados en las filas más altas del graderío. Afortunadamente para los siniestrados, el novillo se encontraba sin vida sobre el albero pendiente de ser retirado por las mulillas.Se hizo un silencio total, para inmediatamente después oírse voces de llamadas, lamentos, y gemidos, comenzando las carreras alocadas de aquellos espectadores que salieron por si solos ilesos del montón de residuos, yendo como ciegos, entre la confusión y el pánico, de un sitio a otro, sin saber exactamente adonde dirigirse con la ansiada intención de encontrarse y abrazar a familiares y allegados así como para buscar a quienes faltasen porque estuvieran enterrados aún bajos las tablas.Al paso de los minutos, la serenidad fue imponiéndose y comenzaron rápidamente los ilesos a centrar sus esfuerzos para sacar de las maderas a heridos y contusionados. En este siniestro alcalaíno, se contabilizaron finalmente seis muertos fortuitos, con más de cien heridos. No obstante, las crónicas locales llegaron a cuantificar el número de heridos por encima de ese centenar, ya que muchos, los más leves, fueron atendidos en farmacias y en casas particulares, escapando al control médico y hospitalario. Los fallecidos inicíales del espectáculo taurino de Alcalá fueron: Pedro Lizana Veja, vecino de la localidad, de sesenta años, Juan Antonio Sánchez Salas, de setenta años, vecino de Montefrío y Juan Garrido Martín, soldado alcalaíno de veintidós años, que fatalmente se encontraba de permiso de la mili,

Alcalá la Real había contado  con otros lugares de desarrollar la lidia de toros. en la plaza Alta de la fortaleza de la Mota, en los aledaños de la  fuente de la Mora Nueva y en la Plaza del Ayuntamiento.

LA TRAGEDIA DE LA MOTA

Hay un documento del escribano Felipe Pérez (Legajo 4817. folio 58), sobre  una tragedia taurina de aquellos tiempos. En 2 8 de agosto  de 1618 en la plaza alta de la Mota , Francisco Serrano, administrador de su menor Francisco Serrano, se querelló con el carpintero Sebastián de Robles  de una famosa familia de este oficio artesano en un auto judicial. Y así lo explica el maestro cardador Serrano:"  en razón de que había poco más de dos meses estando con otras gentes en la fiesta de unos toros  que se hicieron en la plaza pública de la ciudad, en un andamio que Sebastián de Robles había fecho, se hundió y se cayó  toda la gente que estaban con él , y con la madera  se lastimó  y hirió  el dicho Francisco en la pierna derecha, que ha estado curándose de la dicha herida y el más de ello curándole Juan del Olmo cirujano  ". Nos describe el gradería de tablas como los cosos portátiles, donde se subía el pueblo  y las ventanas de los edificios públicos (cabildo, escribanías, hospital, iglesia...) y de las casas nobiliarias se reservaban a los cargos y miembros privilegiados. Las corridas de toros no eran una actividad festiva exclusiva de la feria de septiembre (celébrese por San Agustín, la Natividad de la Virgen o San Mateo), sino que en Alcalá la Real desde tiempo inmemorial se celebraron corridas desde principios del siglo XVI. Solía celebrarse este acontecimiento taurino como una de las actividades de los  hidalgos cuadrilleros (alcalaínos y forasteros) que subían a la Plaza de la Mota para montar  espectáculos de toros y cañas, alcancía, y otros divertimientos. Las festividades de Santiago, San Juan, cuando se celebró la corrida de este documento, y la Virgen de Agosto (la Asunción de la Virgen y, posteriormente, la Virgen de las Mercedes a partir del siglo XVII) son las fechas más ordinarias de celebración. Pero esto no impide que, con motivo de las festividades extraordinarias, también tengan lugar estos actos festivos. Se hace por la proclamación de los reyes, la visita de un personaje, la llegada del abad o del corregidor, las celebraciones de tratados, paces, o victorias nacionales. También, las cofradías consiguieron fondos con los toros. Así  los ganaderos, muy legados con la Virgen de  Guadalupe, celebraron esta fiesta en 1645. Y es curioso los elementos de la fiesta que así  ilustra la anterior de 1618:


El coso se montaba en la Plaza alta de la Mota, con los palos de la barrera que salvaban del peligro, hasta tal punto que se gastaban unas 30 vigas, 31 palos de tijera, 40 vigas rollizas y aserradizas.; las ventanas de las Casas de Cabildo y de los corredores de las tiendas de escribanía y de la ciudad, la  casa del corregidor y otras casas de la plaza se empleaban para ver los toros ateniéndose a un protocolo que iba del corregidor hasta el alguacil pasando por abad, alcalde mayor, regidores, jurados y notarias y familia de modo que el  anís y los dulces corrían durante la fiesta; a partir del juego de cañas, que iniciaban la fiesta con sus desfiles de cuadrillas de caballeros y de soldados de la ciudad,   en los toros predominaba la “lanzada a caballo” lo que es el rejoneo, este reservado a hidalgos y caballeros  y a pie “capeo” para las personas no privilegiadas con la que se daban seis capeos sin que se produjera accidente alguno a l toro.

 

Existían ganaderías en la ciudad, como la del cura Francisco Jiménez en esta corrida cuyo toro se llamaba “El labrador”. Solían hasta burlarse ocho toros, cuatro pagaban los menuderos o carniceros de la ciudad por vender carne en las carnicerías de la Mota, tasa en especie por comercio. Ante la tragedia, como respondía de las responsabilidades, se manifiesta en el documento. "Visto y considerado que el negocio fue casual, y no hubo dolo ni malicia por el dicho Sebastián de Robles". Ante un afectado como Francisco Serrano respondía o podía responder con la cárcel  como el encargado de los tendidos, o, como acontece en muchos pleitos:"por servicio de Dios Nuestro Señor le quiere perdonar". Solo, pretendía una indemnización:" con que las dietas y melecinas que ha gastado hasta hoy , le dé el dicho Sebastián de Robles ocho ducados". Y las consecuencias graves se afrontaban " Y si el dicho Francisco Serrano de la dicha herida y causa quedare cojo o torpe, le pagará los intereses y menoscabos que su persona tuviere con  la declaración de dos cirujanos, uno nombrado por cada parte". Con estas condiciones el padre declaraba que perdonaba  y desiste y se aparta de la querella contra Sebastián de Robles. Y pedía que no se le aplicara ningún derecho civil  y no se procediera civil ni criminalmente contra el carpintero, y así lo aceptó con todos los requisitos obteniendo el perdón.

 

 Las fiestas de toros se trasladaron a mediados del siglo XVII al Llanillo ( a la Plaza actual de la Mora)  en el siglo XVIII en la plaza del Ayuntamiento actual hasta el siglo XIX en el claustro de San Francisco  para acabar en el XX en la Magdalena. Y, tras las dos tragedias renacieron las corridas de toros, y hubo hasta dos toreros de la tierra y algunos novilleros. La Sierra Sur siempre se manifestó muy taurina, a pesar de la tragedia de estos dos acontecimientos que conozcamos.

 

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