LA TRAGEDIA RECIENTE
Nunca contaron los pueblos de la
Sierra Sur con plaza fija de toros que tengamos noticia. Sin
embargo, en la ciudad de Alcalá la Real se remonta al siglo XVI la afición
taurina. E, incluso, como sucedáneo a plaza de toros, utilizaronun recinto cerrado y
consolidado. Pues, de obra de cantería
se reutilizó el claustro antiguo del convento de San Francisco. Parece que
desde el 8 de julio de 1928 no hubo celebración taurina y
fue clausurada definitivamente por el deterioro de su estructura.
Tras la guerra los toros siguieron celebrándose en septiembre por San
Mateo gracias a la instalación de plazas portátiles. En la novillada de 1957,
la zona llana del pueblo de entrada de la carretera de Granada sirvió,
como era frecuente, para la instalación del coso. José Urquiza «Petete», era el
divo del cartel taurino: En el cartel figuraba además: el rejoneador Bernardino Landete y el
novillero de Granada, Rafael García. Los cinco novillos pertenecían a la
ganadería de Juan del Cid, de Huelva. A las 5 de la tarde, acudieron tres
mil aficionados. El rejoneador Landete a caballo fue quien abrió
plaza toreando a caballo con éxito al primer novillo.
Tras la
faena n o muy lucida del novillero granadino, Rafael García, intervino en el tercer toro, que , Pepete, le
hizo una extraordinaria faena, con pases de casi todos los estilos, que
encandiló a la afición y llevó a cabo una gran estocada sin desvío hasta
la bola, que hizo caer al ejemplar de forma fulminante sobre la superficie
del albero sin mayores sufrimientos. Pero la plaza se vino abajo entre vítores, y aplausos y pañuelos blancos Pepete» fue premiado por las
autoridades del palco con dos orejas, rabo y hasta una de las cuatro patas del
tor o en el momento que finalizaba una muy ovación, durante varios minutos, recogen las crónicas
de Trillo:”En ese instante, serían las seis y cuarto en el reloj, estando
aún los eufóricos alcalaínos desde las gradas sin sentarse, dándole palmas a su
paisano, «Pepete», se oyó un zumbido, en forma de crujido seco, a consecuencia
de haberse hecho trizas el cinturón de acero que aseguraba el armazón de la
estructura de la plaza. partiendo del lugar donde se hallaban las autoridades y
abatiéndose en forma de abanico de derecha a izquierda, en este caso formándose
un remolino al caer en tierra y quedar todo envuelto en una
polvareda, dejando atrapados a cientos de alcalaínos entre sus tablones.
La peor suerte se la llevaron los aficionados situados en las filas más
altas del graderío. Afortunadamente para los siniestrados, el novillo se
encontraba sin vida sobre el albero pendiente de ser retirado por las
mulillas.Se hizo un silencio total, para inmediatamente después oírse voces de
llamadas, lamentos, y gemidos, comenzando las carreras alocadas de aquellos
espectadores que salieron por si solos ilesos del montón de residuos, yendo
como ciegos, entre la confusión y el pánico, de un sitio a otro, sin
saber exactamente adonde dirigirse con la ansiada intención de encontrarse y
abrazar a familiares y allegados así como para buscar a quienes faltasen porque
estuvieran enterrados aún bajos las tablas.Al paso de los minutos, la serenidad fue imponiéndose y comenzaron
rápidamente los ilesos a centrar sus esfuerzos para sacar de las maderas a
heridos y contusionados. En este siniestro alcalaíno, se contabilizaron finalmente seis muertos
fortuitos, con más de cien heridos. No obstante, las crónicas locales
llegaron a cuantificar el número de heridos por encima de ese centenar, ya que
muchos, los más leves, fueron atendidos en farmacias y en casas particulares,
escapando al control médico y hospitalario. Los fallecidos inicíales del
espectáculo taurino de Alcalá fueron: Pedro Lizana Veja, vecino de la
localidad, de sesenta años, Juan Antonio Sánchez Salas, de setenta
años, vecino de Montefrío y Juan Garrido Martín, soldado alcalaíno de
veintidós años, que fatalmente se encontraba de permiso de la mili,
Alcalá la Real había contado
con otros lugares de desarrollar la lidia de toros. en la plaza Alta de la
fortaleza de la Mota, en los aledaños de la fuente de la Mora Nueva y en
la Plaza del Ayuntamiento.
Hay un
documento del escribano Felipe Pérez (Legajo 4817. folio 58), sobre una tragedia taurina de aquellos tiempos. En 2
8 de agosto de 1618 en la plaza alta de la Mota , Francisco Serrano,
administrador de su menor Francisco Serrano, se querelló con el carpintero
Sebastián de Robles de una famosa familia de este oficio artesano en un
auto judicial. Y así lo explica el maestro cardador Serrano:" en
razón de que había poco más de dos meses estando con otras gentes en la fiesta
de unos toros que se hicieron en la plaza pública de la ciudad, en un
andamio que Sebastián de Robles había fecho, se hundió y se cayó toda la
gente que estaban con él , y con la madera se lastimó y hirió
el dicho Francisco en la pierna derecha, que ha estado curándose de la dicha
herida y el más de ello curándole Juan del Olmo cirujano ".
Nos describe el gradería de tablas como los cosos portátiles, donde se subía el
pueblo y las ventanas de los edificios públicos (cabildo, escribanías,
hospital, iglesia...) y de las casas nobiliarias se reservaban a los cargos y
miembros privilegiados. Las corridas de
toros no eran una actividad festiva exclusiva de la feria de septiembre
(celébrese por San Agustín, la Natividad de la Virgen o San Mateo), sino que en
Alcalá la Real desde tiempo inmemorial se celebraron corridas desde principios
del siglo XVI. Solía celebrarse este acontecimiento taurino como una de las
actividades de los hidalgos cuadrilleros (alcalaínos y forasteros)
que subían a la Plaza de la Mota para montar espectáculos de toros y
cañas, alcancía, y otros divertimientos. Las festividades de Santiago, San
Juan, cuando se celebró la corrida de este documento, y la Virgen de Agosto (la
Asunción de la Virgen y, posteriormente, la Virgen de las Mercedes a partir del
siglo XVII) son las fechas más ordinarias de celebración. Pero esto no impide
que, con motivo de las festividades extraordinarias, también tengan lugar estos
actos festivos. Se hace por la proclamación de los reyes, la visita de un
personaje, la llegada del abad o del corregidor, las celebraciones de tratados,
paces, o victorias nacionales. También, las cofradías consiguieron fondos con
los toros. Así los ganaderos, muy legados con la Virgen
de Guadalupe, celebraron esta fiesta en 1645. Y es curioso los
elementos de la fiesta que así ilustra la anterior de 1618:
El coso se montaba en la Plaza alta
de la Mota, con los palos de la barrera que salvaban del peligro, hasta tal punto
que se gastaban unas 30 vigas, 31 palos de tijera, 40 vigas rollizas y
aserradizas.; las ventanas de las Casas de Cabildo y de los corredores de las
tiendas de escribanía y de la ciudad, la casa del corregidor y otras
casas de la plaza se empleaban para ver los toros ateniéndose a un protocolo
que iba del corregidor hasta el alguacil pasando por abad, alcalde mayor,
regidores, jurados y notarias y familia de modo que el anís y los
dulces corrían durante la fiesta; a partir del juego de cañas, que iniciaban la
fiesta con sus desfiles de cuadrillas de caballeros y de soldados de la
ciudad, en los toros predominaba la “lanzada a caballo” lo que
es el rejoneo, este reservado a hidalgos y caballeros y a pie
“capeo” para las personas no privilegiadas con la que se daban seis capeos sin
que se produjera accidente alguno a l toro.
Existían ganaderías en la ciudad, como la del cura Francisco Jiménez en
esta corrida cuyo toro se llamaba “El labrador”. Solían hasta burlarse ocho
toros, cuatro pagaban los menuderos o carniceros de la ciudad por vender carne
en las carnicerías de la Mota, tasa en especie por comercio. Ante la tragedia,
como respondía de las responsabilidades, se manifiesta en el documento.
"Visto y considerado que el negocio fue casual, y no hubo dolo ni malicia
por el dicho Sebastián de Robles". Ante un afectado como Francisco
Serrano respondía o podía responder con la cárcel como el encargado de los tendidos, o, como
acontece en muchos pleitos:"por servicio de Dios Nuestro Señor le
quiere perdonar". Solo, pretendía una indemnización:" con que
las dietas y melecinas que ha gastado hasta hoy , le dé el dicho Sebastián de
Robles ocho ducados". Y las consecuencias graves se afrontaban " Y
si el dicho Francisco Serrano de la dicha herida y causa quedare cojo o torpe,
le pagará los intereses y menoscabos que su persona tuviere con la
declaración de dos cirujanos, uno nombrado por cada parte". Con estas
condiciones el padre declaraba que perdonaba y desiste y se aparta de la
querella contra Sebastián de Robles. Y pedía que no se le aplicara ningún
derecho civil y no se procediera civil ni criminalmente contra el
carpintero, y así lo aceptó con todos los requisitos obteniendo el perdón.
Las fiestas de toros se
trasladaron a mediados del siglo XVII al Llanillo ( a la Plaza actual de la
Mora) en el siglo XVIII en la plaza del Ayuntamiento actual hasta el
siglo XIX en el claustro de San Francisco para acabar en el XX en la
Magdalena. Y, tras las dos tragedias renacieron las corridas de toros, y hubo
hasta dos toreros de la tierra y algunos novilleros. La Sierra Sur siempre se
manifestó muy taurina, a pesar de la tragedia de estos dos acontecimientos que
conozcamos.
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