ALFONSO LÓPEZ MARTÍN, UN ACADEMICO CHARILLERO
La
Mota es una ciudad amurallada, con su fortaleza y sus arrabales, según me
cuentan en el nuevo diccionario adaptado militar. Pero, es el símbolo de los
alcalaínos, los presentes y ausentes; une más que otras insignias, entes y
creencias. No hay persona de nuestra diáspora que, al volver a su tierra, no
suba a su interior y disfrute de este conjunto majestuoso, y brillante como una
patena. Tuve la suerte, por los años noventa, de acompañar a Alfonso López
Martín. Le mostramos aquella ciudad que se reconstruía tras muchos
años de no haberla contemplado en su retina. Y, en medio de la conversación,
Alfonso con su verbo bondadoso y su pausado diálogo que se había aclimatado en
tierras americanas, me ofreció la biografía de un emigrante que pasó del
anonimato pueblerino al reconocimiento público de una población que le
consideró como su maestro. No le faltó tiempo para manifestarme que estaba
honrado de haber nacido en tierras charilleras del municipio
alcalaíno, y de gozar del fervor y afecto vecinal que le dispensaban
sus paisanos aldeanos, con los que compartimos aquella visita. No
era considerado públicamente ni con los parámetros de éxito histórico o social,
como otros famosos charilleros que habían triunfado a lo largo de la literatura, como el poeta
andalusí Ben Jakán, ni como el diputado Paco Parras, que logró cierta
popularidad en el mundo sindical y político en los primeros años de la
transición democrática por tierras catalanas. Pero, en aquel día, Alfonso fue ,
al menos para sus acompañantes de aquella visita , el gran descubrimiento de un
famoso personaje de nuestra comarca de la Sierra Sur.
Había
nacido un 14 de febrero de 1933 en Charilla, aldea de Alcalá la Real, y marchó a tierras americanas en 1966, donde se
casó con María Eugenia Meoño Bonilla de la que tuvo dos hijos Alejandro y
Esteban, que hasta estos días mantiene los vínculos y visitas por estas tierras
del Sur desde tierras americana, así como una defensora y divulgadora del
entorno de su marido .
En
nuestro caminar por Despeñacaballos y las plazas de la Mota, desgranamos sus
experiencias como catedrático de Lengua y Literatura y sus
investigaciones en los diversos terrenos de la Lingüística y Estudios
Interdisciplinares Culturales en la Universidad de Costa Rica, y su
agradable estancia en tierras en san Pedro de los Montes de San José de la
misma ciudad. Y, al llegar a las puertas de la abadía, me
quedé con su alma de hispanista universal cuando me comentaba el gran elenco de
estudios y artículos dedicados a los estudios
gramaticales y filosóficos. Me citó, en concreto, Psicogénesis
del lenguaje según Andrés Bello ( 1971), Concepción del lenguaje en el Fausto
de Goethe (1973), Protágoras, filósofo del desarrollo(
1973), Los sofistas: el no-ser a la Palabra ( 1975), El
estoicismo en el pensamiento Kantiano ( 1976), Entrevista con el Doctor
Leopoldo Zea ( 1978), Andrés Bello por los años ochenta sobre la
Academia, El problema metodológico de las enseñanza clásicas( 1990) La lengua
castellana ante el V Centenario del descubrimiento de América(1990),y una
gran cantidad de artículos dedicados a teorías gramaticales, y partes de la oración. Además, a
partir de esta fecha, se dedicó a una nueva etapa muy versátil
periodística en los diaios costarricenses de La Prensa Libre, La Nación, La
República y Diario Extra.
Dentro
de la iglesia abacial de Santa María la Mayor, me refirió sus libros
publicados que comprendían una gama variada que se
extiende desde el mundo clásico como las traducciones del El
Critón de Platón o La defensa de Sócrates hasta los muy numerosos
estudios sobre el uso y aprendizaje del lenguaje y la lengua
española sobre todo en Iberoamérica (Problemas
del lenguaje cotidiano I y II, El mundo de las palabras, El idioma:
cómo es y cómo hay que usarlo, Palabras por las que pregunta usted, editado
en 1997 ). No cabe duda que peribimos si admiración por el gramático Bello y nos citó su producción sobre este
autor: Andrés Bello, gramático y filósofo, Andrés Bellos y los errores
idiomáticos, y La redacción de la frase según la gramática de
Andrés Bello. Este lingüista, que para Alfonso, “es un
ideólogo, en parte ecléctico, pero frente a todos los autores y
corrientes, manifiesta una actitud crítica y un espíritu independiente y
original”
Al
bajar de la Mota, quedamos en la plaza del Ayuntamientos, y me entregó una
selección de sus últimos libros publicados de los
que tengo la fortuna de guardar como oro en
paño y auténtico tesoro de un alcalaíno universal.
Posteriormente,
tuve noticia que había sido nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua
Española de Costa Rica sustituyendo a su anterior profesor Arturo Agüero.
También me pude enterar de que era miembro del Instituto o Costarricense de
Cultura Hispánica y la International Writers Association.
Su
bondad natural, que había mamado de las aguas charilleras, se resume
en estas palabras que nos sirven de recordatorio y enseñanza. “Tanto
para Kant como para el estoicismo consiste en un ideal de
estado de serenidad espiritual , según el cual el mal no reside en
la persona que lo hace, sino en nosotros mismos. Lo que caracteriza tanto al
estoicismo como el Kantismo es que son dos sistemas morales de acción. De ahí
el éxito que tuvieron en sus respectivas épocas. Los dos sistemas se
apoyan en concepciones físicas análogas: la física estoica para una, la de
Newton en el otro. Ambos sistemas morales salvaron a los espíritus sano de cada
una de las Épocas del epicureismo, en el primer caso: el
sentimentalismo blandengue en el otro”.
Alfonso
murió en los primeros días de Septiembre de 2005 a los 72 años en Costa Rica.
La prensa de este país lo recordaba como un español que conquistó, palabra a
palabra, a los costarricenses . Aludía un conocido programa televisivo que me
refirió el día de la visita cuando llegamos a las Casas de Cabildo de la Mota,
denominado El Mundo de la Palabra. Me regaló, incluso, un
video para que lo presenciara en vivo. Esta actividad no era sino fruto de su
experiencia en radiotelevisiva con el Fascinante mundo
del lenguaje en Canal 6, La filosofía de Andrés Bello en radio Universitaria
y Dime cómo hablas en Radio Continental.
Obtuvo
muchas distinciones como la de Caballero de Isabel la Católica en 1977 y Premio
de la Unión Cultural Americana 1n 1993, pero me quedo con estas palabras
de su amigo y colega filósofo Adolfo Constenla “Alfonso ha sido
desde hace muchísimos años quien ha dedicado con mayor entusiasmo y constancia
en nuestro país a la difusión y discusión de las normas idiomáticas
y lo ha hecho en los diarios, en la radio y en la televisión”. No podía ser de
otra manera, de tal tierra un hombre honrado, muy culto y
amable en excelencia y palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario