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jueves, 19 de octubre de 2023

EN ALCALÁ LA REAL INFORMACIÓN, LA VENDIMIA EN ALCALÁ .

TIEMPO DE  VENDIMIA EN ALCALÁ.


          C
on la decadencia del vino, el cereal fue predominante en el siglo XIX, ya que era una fuente de ingresos de muchos propietarios. En primer lugar, como medio de manutención de la población, el trigo era esencial para el alimento de una población, jornalera, que dependía en su mayor  de él y generaba su única fuente de ingresos con su trabajo. En segundo lugar, por ser un producto comercial, ya que los labradores solían tener un fructífero mercado, que realizaban con Granada y Málaga en este intercambio, muchos arrieros trasladaban sus cosechas a Vélez Málaga, y, en compensación,  a la vuelta venían cargados del pescado de la Costa. .

 

          No obstante, en este siglo, a pesar de la entrada de vinos de Valdepeñas, la comarca exportaba vino a los pueblos de Córdoba. Y claro reflejo de una cultura incardinada en el viñedo son las tradiciones y leyendas que vamos a comentar.

          A lo largo de esta comarca, abundaban por este siglo  las cofradías de las ánimas que habían conservado unos cantos que se denominaban de animeros, los hermanos del pecado, solían acudir a las casas de los hermanos, que residían en los cascos urbanos y rural(los cortijos y aldeas). Iban con una campanilla para pedir par las misas de difuntos y para invitar al vecino a las fiestas nocturnas. Solían hacerlo al toque de ánimas. Solían ser invitados y, al mismo tiempo, recibían una limosna.  Levántate de la cama,/  Que vienen los animeros,/  Que Dios os lo pagará/Y la Reina de los cielos. En el aguilando navideño se encuentra una de las fiestas de esa sociedad de demandantes que abundaban en la comarca:   El aguilando real/ Son tres Kilos de tocino,/Cuatro de bacalao/Y arroba y media de vino.

El vino era un elemento esencial de las reuniones navideñas, en las que las familias acababan entonando los mismos cantos que aprendían en las ermitas e iglesias o, incluso, escuchaban en pequeños autos, llamados el Coloquio de los Muchachos que reflejaban los ciclos de la infancia de Jesús. Es curiosa la presencia de muchos romances de esta época, en la que la versión seria se ha dulcificado con la presencia de estrofas burlescas, irónicas o de humor, en las que se observa la influencia del vino y así lo han transmitido muchas personas sexagenarias. Por ejemplo, en la negación de la Posada a Jesús y a su familia por el mesonero, o en el Tema de la Anunciación, cuando San José recibe el anuncio del embarazo de María, donde el ingenio popular logra las sutilezas más curiosas.  No sólo eran canciones religiosas, los romances más populares se cantaban en estas reuniones. Este, conocido por la pedigüeña, asaltada por un galán, muestra que unos de sus deseos eran: Y en medio de aquella casa,/Ha de poner una fuente,/Con cuatro caños de vino/Pá emborrachar a la gente./Desde mi casa a la iglesia/Has de poner una parra,/Para que cuando vaya a misa/No me dé el sol en la cara.

 

          El tiempo de la aceituna, últimamente ha impregnado preciosas canciones basadas en el cultivo del olivar, pero quedan algunos residuos del cultivo del viñedo, pues muchas veces coincidían el tiempo del remate o el gasto como lo llamaban en la comarca. Allí se formaban fiestas, que acaban con  pequeñas escenas, en las que el aguardiente, el vino y otras bebidas, el típico arresolí condimentaban una comida más suculenta que la normal. Por la tarde en el baile, incluso, se formaban comparsas que llegaron a constituir las comparsas de carnaval, que constituían el gremio del campo y posteriormente intervenían en  el del Castillo o Alcalá. Una canción recogida  del Castillo, hace referencia al vino;        El carnaval de hogaño,/  Es un carnaval cochino,/          Que no tienen las mozuelas/          Ni para un vaso de vino.//         En la comarca, esta canción castillera refleja cómo estaba impregnado el vino en las relaciones sociales que hemos recogido de un cortijo cercano al nacimiento del río San Juan por las hermanas García:          Van a quitar las tabernas, Tío Juan, tío Juan,/    ¿Qué van a hacer los borrachos?  Tío Juan, Tío Juan,/    Darse con la esquina/  Y no mojarse los labios./Tío Juan, Tío Juan. Con esta variante, promovida por un momento de restricción moral que se cantaba en la misma localidad:          Dicen  que van a cerrar/ las tabernas y barberías,/que cierren lo que quieran/menos las panaderías.

         En esta misma línea, esta  propensión de que la taberna era el rincón social que atraía a las personas, se manifiesta en la común canción, que incluso hemos visto interpretada con cantos de auroros y hemos recogido de la familia Conde en San José de la Rábita: A la iglesia no voy./          Porque estoy cojo,/          Ya a la taberna voy,/          Poquito a poco./          Los dineros que gastas/          En la taberna/          A tu mujer le faltan/para la cena.

En este  tiempo tan agradable del año como es la estación otoñal, la vendimia ocupa un lugar primordial dentro de las faenas de los labradores del campo. No debe desorbitarse la importancia de este producto que, hace unos años, recibió el título de mención honorífica, a un paso o peldaño en la posible denominación de Origen de “Vinos de la Sierra Sur” gracias al tesón y trabajo del frailero Luís Aceituno. Es evidente que nuestros montes y nuestros llanos ya no  están ocupados por las grandes extensiones de viñedo, que desgraciadamente casi  desaparecieron con la  incorporación de España en  la CEE. Suena a música celestial el privilegio del vino, concedido por Carlos I y Juana de Amor,  que convertía a nuestro torrontés en vino de mesa de muchos hogares de Andalucía e, incluso,  bebida exquisita de algunos reyes como Felipe III y Felipe IV.

Pero, como no somos tan ricos como quisiéramos o , quizás, pretendimos serlo , convendría que se iluminara la torre del Cascante en medio de los viñedos de Marcelino y nos hiciera ver la importancia que “ con pan y vino, se hace el camino”; pues con vino se realiza hasta los actos más profundos del alma humana como son el sacrificio divino. Y, por otra parte,  deberíamos apostar un producto de soberanía alimentaria, cercano, saludable y ecológico como son los Vinos de la Sierra Sur, los de Marcelino y Campoameno. Conocimos sus lagares y sus bodegas, todavía nos quedan algunos vestigios casi arqueológicos. Incluso, los hay que se atreven a porfiar los foráneos cava y champán con sus vinos espumosos. Nos ha tocado el momento de la crisis, y, en cierto sentido, de la autarquía económica Y  qué cosa no es mejor que defender nuestros productos y no depender de los vaivenes financieros. Además, es el momento de  salir a la calle y reivindicar los antiguos bodegones, mesones y tabernas, donde las viandas caseras realizaban  la ceremonia del ágape solidario y benefactor de la felicidad asociativa. 

 

 

 

 

 

 


 

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