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lunes, 23 de enero de 2023

DE DEL VADO DEL CARRIZAL A LAS VENTAS DEL CARRIZAL

 

DE DEL VADO DEL CARRIZAL A LAS VENTAS DEL CARRIZAL

 

Hay un rincón muy encantador en la Sierra Sur de Jaén, que riega el río San Juan, y, es paso de rutas caminos desde la prehistoria hasta la actualidad. Desde una vía romana que conectaba con las del valle del Guadalquivir

hasta las renacidas rutas mozárabe y califal. Lo curioso  es  que  no se llamó siempre con el nombre de Las ventas del Carrizal. Pues actualmente,, situada en la carretera Nacional 432, entre Alcalá la Real y Alcaudete , y enclavada al pie de la sierra de San Pedro, está rodeada de varias torres defensivas árabes, correspondientes a la frontera fernandina. Si bien, puede remontarse hasta época púnica, como señalaba el catedrático Martín Jiménez Cobo, ya que a unos  tres kilómetros se encuentra el yacimiento Ibero-Romano «Encina Hermosa». Hasta llegar a la actual población de 445 habitantes, se han desarrollado muchos acontecimientos, en medio de una economía basada actualmente en la agricultura y el transporte. Pero no siempre primaron estas. El río San Juan vertebró este lugar con su puente, sus presas, sus huertas, sus molinos y su venta.

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Aunque siempre se ha comentado el origen de la aldea de las Ventas del Carrizal relacionándola con este alojamiento para los transeúntes, no fue este su primer nombre de este entorno  en el camino real, que se dirigía de Alcalá la Real a Alcaudete, cercano al río de San Juan. El carrizal era manifiesto por encontrarse esta planta en el entorno del río donde abundaba el carrizo, y, por eso, antes de que naciera la venta,  recibía esa parte el nombre de  Vado del Carrizal.

Era una zona muy apetecible para la industria agroganadera, como los molinos. Y hay constancia del emplazamiento de un molino de pan y otro de papel (en concreto pertenecía a familias hidalgas, y entre ellas a las e Jamilena).  Una de las utilidades del carrizo consistía en convertirlo en papel y en cañizo para la construcción. Por eso, no nos extraña el alcalaíno Francisco de Jamilena, el Viejo, en 1560 manifestara que había construido un  molino " había fecho cierto edificio de molino para pan en el Puente y Vado El Carrizal, término de esta ciudad".  Y surgió un conflicto con otro hidalgo Juan de Escavias  "por es encima de la presa que tiene fecha el señor Juan de Escavias, regidor de  esta ciudad y vecino de ella, por el riego  e aprovechamiento de las huertas e tierras que el dicho tiene, e yo el dicho Francisco de Jamilena e hecho otra presa  para el agua del dicho molino, e del dicho señor Juan de Escavias se ha agraviado  diciendo que,  con la dicha presa, que yo hago,  recibe mucho agravio e perjuicio , o adelante podría recibir"

El segundo documento  hace referencia a este molino  de pan moler y otro de papel, que pertenecían a la familia de los Jamilena. En 1587, aparecieron Catalina de Tobilla, esposa de Martín de Jamilena y  María de Sillo, esposa de Alonso de Tobilla. Y la primera vendió a Alonso y Lázaro Muñoz unas casas e molino , que situaban en Encina Hermosa, exactamente en el río del Carrizal. Entraron en conflicto y se deduce del texto que Francisco de Jamilena lo vendió al conde de Alcaudete y este a los Muñoz.La ciudad le permitió construir una presilla y l e dio unos terrenos casi inútiles  entre los molinos y la presilla. En este año , las riadas lo habían destruido y no se sacaba rendimiento alguno.   

 

 

 

 

Mas, acercándonos al origen de esta aldea, está claro que siempre se ubicó una venta  en  las cercanías del Vado del Carrizal. Pues, Juan de Escavias en 1554 le compró a los hijos de su hermano Pedro de Escavias una fanega de tierra y la venta que le rodeaba por valor noventa mil en almoneda en 26 de junio del mismo año  ante Alonso de Castro.

   Ya existía la venta y su nombre. Antes de que se llamara este entorno del  terreno de las Ventas del Carrizal  con este nombre  se denominaba Vado del Carrizal, Pero, sin menoscabo de lo anterior, se fijó en el cuarto decenio del siglo XVI, según podemos concluir de un contrato entre el hidalgo Pedro de Escavias, propietario de los terrenos de la construcción, y los albañiles Cristóbal y Alonso Pérez. El primero, descendiente de caballeros, afincado en el Castillo de Locubín, y regidor del cabildo alcalaíno (por varios documentos notariales poseía grandes peculios, huertas y rozas en esta zona, y sobre todo en el vado del Carrizal). Por este contrato de obra con los albañiles y el documento de las condiciones, traza y pago, firman en tres de junio de 1543 el levantamiento de la Venta. Tanto contratista como albañiles eran vecinos del Castillo de Locubín. 

Si nos fijáramos en las  condiciones del contrato, lo hicieron  en mancomunidad los albañiles, ya que, a razones de parentesco, se  añadían las de oficio, Pedro de Escavias se comprometía por su parte a pagarle 34.000 maravedíes, 10 fanegas de trigo, 15 arrobas de vino y, al contado para empezar 15.000 maravedíes, la mitad  en medio de la obra, y el resto al finalizar, ateniéndose a todo el aparato jurídico de los contratos. 

No era de gran dimensión la venta, de unas  25 varas de largo (12 metros) y en ancho  5 varas (4 metros) y doce pies en grueso, con unas zanjas en grueso de gran cimiento de la piedra llana  bien fajinada, de buena cal y arena, revocado, desde el principio hasta arriba, de tres pies de grueso. Las tapias lisas se fundaban en este cimiento  y dos pies y medio, muy derechas y de tierra sazonada, y muchas veces cavada y trastejada.

 Dentro de su entorno se levantó este alojamiento, equipado con puerta de  entrada y colgadizo, dos cuerpos con arcos, y cámaras, para alojamiento, chimenea en parte baja, caballerizas y sala. Todo techado con un tejado de mojinetes a doble agua. Las habitaciones se ofrecían en la doble misión de alojamiento del ventero y  pasajeros, y, por otra parte, los medios del transporte en caballería.

Este edificio de Venta de Pedro Escabias, ubicado en su terreno heredado, dio nombre a la aldea, porque en su entorno se levantaron casas a lo largo de los siglos posteriores y dispersas por los cortijos y molinos en torno a las riberas del río. Por el año 4 de abril de 1554, ya se había muerto Pedro de Escavias, y sus hijas reclamaban al ventero una cantidad de dinero por el censo impuesto. Era el ventero Gil Fernández de Cuenca, que fiaba a Juan Martínez de Cuenca site mil maravedíes `por un censo impuesto y era el fiador. 
Más tarde, el edificio en 1632, estaba en posesión del presbítero Licenciado Pedro  Duran, se lo contrataba a  Juan de Rueda, esta Venta, ya con el nombre de Venta del Carrizal, con sus dos caballerizas y cámaras, por el importe de 32 reales, como curiosidad no se le permitía tener palomar.

Hasta el Catastro de la Ensenada, esta venta era la única. Siglos después, otras ventas o mesones, nuevas caserías y posadas se levantaron a su alrededor de modo que en el siglo XIX

  

Se ha puesto de moda el camino mozárabe, y se percibe el gran número de peregrinos y caminantes que recorren las etapas de este itinerario por la provincia en los últimos meses, y, sobre todo, en los periodos festivos. El último tramo por la provincia de Jaén enlaza la aldea de la Venta del Carrizal hasta el final del término municipal de Alcaudete. Dejar la aldea castillera por la calle de la Fuente y pasar el rio san Juan permiten otear un lugar que se remonta a tiempos iberorromanos en el entorno cuyos vestigios de un oppidum importante donde se encuentra esta vía secundaria de la red comunicaciones de la Hispania Romana.  Tras dejar atrás la torre del Atranque (denominada también de los Ajos, y de Encina Hermosa y confundida con la de Cañizar Alto y Bajo por estudiosos Valeriano del Castillo), se encamina el peregrino hacia el castillo calatravo de Alcaudete, y se sigue por el camino real de la Fuente Amuña, sirviendo de hitos (por lo menos con perspectiva visual) las torres de  Molino del Moro, Caniles, la Harina, y Torre Blanca. Sin desviarse mucho de ellas, es digno para comprender el mundo de frontera acercarse a la de la Atranque, musulmana, cilíndrica y y maciza.

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