Este territorio constituyó un paso natural, marcado históricamente por
diversas atalayas (unas desparecidas, otras en cimientos y algunas
citadas por las visitas de términos) que protegen el camino y ha sido testigo
de migraciones como los destierros de los moriscos hacia tierras
castellanas en diversas ocasiones de la historia de España.
Ermita Nueva es una de las aldeas más dispersas del municipio de la ciudad
de la Mota formada por varios núcleos, entre los que destacan Cequia,
Pilillas y el Ventorrillo. Antaño, predominaban, en este partido de campo,
tierras de cortijos de propios. Tierras de la Ciudad, Pinillo, Piojo,
dehesa de Camello, o Alcaiceruela compartían la propiedad colectiva junto con
los pertenecientes a los cartujos de Granada. Desde las Juntas hasta
Matute estos frailes extendían sus tierras y mansiones adquiridas de antiguos
repartimientos a los conquistadores de la frontera, y que fueron desamortizadas
pasando a manos privadas.
También ha sido sitio de paso de las partidas de asaltantes de
caminos como los monfíes en los primeros siglos de los Austria, como se constata
en varios documentos del archivo municipal de Alcalá la Real ;
guarida de los bandoleros que siguieron la huella de
los anteriores y abundaron por los montes cercanos a aquellos
cortijos, a los que asaltaban y debían acudir regidores y jurados
con el corregidor y alguaciles para protegerlos, así como obligaron a
establecer “caballeros de la sierra” o “guardas de campo” para proteger estas
tierras en tiempos de paz, y que se mantuvieron hasta finales del
siglo XIX; testigo vivo de tantas correrías o invasiones de reyes, jefes
militares y ejércitos desde tierras castellanas o del reino de
Jaén hacia el Reino de Granada ( por aquí pasaron las tropas castellanas
de Alfonso XI y sus predecesores, o de los Reyes Católicos, o la de los
ejércitos que venían de tierras americanas para forrajear en los territorios
abaciales), o los ejércitos carlistas en retirada o las
invasoras napoleónicas, o era el sitio esperado de ataque de las tropas
franquistas y cobijo de los maquis.
Todavía, en sus tierras con la numismática pueden recorrerse periodos amplios de la historia alcalaína, frecuentándose el hallazgo de monedas romanas, no digamos sobre el periodo califal que viene perfectamente datado con las monedas del tesorillo de Ermita Nueva, o la constatación de algunas monedas castellanas como los “ agnus dei” en tiempos de los reyes cristianos de la Reconquista o la abundancia de maravedíes, reales y ducados de la época moderna que muestran una zona de un intenso comercio, de paso a santuarios, a lugares medicinales, fruto de ser una ruta muy visitada. Por eso, su venta de Cequia aparece en los mapas más antiguos y en los itinerarios de las rutas musulmanas y cristianas.
Se puede escribir sobre el partido de campo de Ermita Nueva, su poblamiento,
su historia, su hábitat, sus gentes y sus costumbres. De todo ello
se puede concluir y distinguir que el territorio de su
partido de campo está claramente definido históricamente por estos
factores: la travesía de su territorio por el camino real de Alcalá a Granada,
que estaba enmarcado en el camino de la Corte( luego carretera N 432 y ansiada
autovía) y jalonado de una serie de ventas que se remontan a tiempos
musulmanes ( y no nos extraña la presencia de las anteriores villas
romanas y el oppidum iberorromano de la
Gineta); una reminiscencia de tierra de frontera,
estampada por su repartimiento posterior de sus tierras en grandes cortijos
municipales y de realengo para funcionamiento del gasto del ayuntamiento
alcalaíno- unos, como cortijos de propios, Cequia Alta y Cequia
Baja, Pinillo, Piojo y la Cruz; otros, comprados por el monasterio
de la Cartuja de Granada, (Quejigal, Cartuja y aledaños, y una tierra
de dehesa ( el Camello y otros montes cercanos) transformada, roturada y
recudimentada desde el siglo XVII ( con un repartimiento definitivo
a finales del siglo XVIII) que transforma el hábitat
disperso concentrándolo en diversos núcleos rurales
y va a tender una mayor población que vive a
expensas de la tierra repartida; finalmente, en torno al
río Palancares se abre un paso natural muy importante
que marca todo su terreno donde abundaban las tierras con
nombres arabistas como Almoguel, Cequia, o Alcaizeruela
Como asentamiento de pueblos, se remontan a tiempos prerromanos y
anteriores con yacimientos importantes como el de la Gineta o
espejo de la ruralización que se produjo en época romana con la presencia
de varias villas romanas que dieron lugar a asentamientos de muchos de los
cortijos posteriores y muestra clara de integración de pueblos
pobladores en las tierras roturadas y repartidas en tiempos de Carlos
III, con la constitución de varios núcleos. Unos, ya olvidados como La Ciudad,
y otros le dan la fisonomía actual a este partido, Cequia, las Pilillas y
El Ventorrillo. Pero sin nunca olvidar la transformación de su habitar a
finales del siglo XIX y principios del XX. Y para ello, su mejor y más
ilustrativo testimonio es el plano de 1917, obra del
Anselmo López Nieto, donde esta parte de la comarca alcalaína
muestra un paisaje y un hábitat con una mayor proliferación de casas,
chozas, cortijos nuevos y, mantenimiento de los yacimientos anteriores que en
el resto del territorio municipal. Y han llegado hasta hoy día, o se han
transformado en casas de segunda vivienda, turismo rural de aperos de labranza,
y de otros miles de usos, hasta de servicios e industriales. El ayer fue un
importante camino real, hoy ansía una inexcusable autovía ante el desarrollo de
su contorno.
I
LA
GINETA
Se celebra por esta
fecha las efemérides del nacimiento del rey Alfonso X. Exactamente, el
investigador Juan Ángel Pérez Arjona me recordaba que se conmemoraba el
800 aniversario del nacimiento de Alfonso X el Sabio. Y lo relacionaba con las
incursiones castellanas en tierras del Sur de la provincia de Jaén. Este
rey castellano estuvo en varias ocasiones en nuestra tierra y, a iniciativa de
rey granadino, pactó la tregua de Alcalá de Aben Zayde (1265), por la que el Castellano se
comprometió a desamparar a los rebeldes musulmanes y Alhamar al pago de 250.000
maravedíes en concepto de parias y a ayudar a Alfonso X contra los musulmanes
de Murcia, todavía sublevados.
Si es verdad que el pacto es importante, hay un topónimo de esta zona de
frontera, que despierta mucho interés. Nos referimos al Cerro de la Gineta, que
alinda con el río Palancares y el cerro de Malabrigo. Por el camino meridional,
que parte del puente de la Media Luna del arroyo del Velillos. Pues
relacionaban este término con la creencia de que la monta a la jineta fue un
uso introducido en Al-Ándalus a fines del siglo XIII por las tropas zenetes del
Magreb al servicio de Muhammad I y encadenaban con el nuevo tipo de espada, más
ligera, corta, y con una empuñadura característica del repertorio
armamentístico nazarí. Soler del Campo demuestra que la monta a la
jineta se introdujo ya desde época califal. Y lo fundamente en la
confusión e inexacta interpretación del pasaje de la crónica de Alfonso X,
donde se refiere que los caballeros enviados a Granada por Aben Yuzaf “fueron
los primeros caballeros jinetes que pasaron aquen la mar después que el
Miramamolin fue vencido [sic]. Simplemente indica tan solo que fueron las
primeras tropas relativamente numerosas llegadas a territorio andalusí después
de la batalla de las Navas de Tolosa, y no que fueran los introductores de la
monta ligera, la cual ya se conocía y practicaba desde mucho antes . Con
esto, se desvincula el origen y la relación entre estas espadas y la
práctica de la monta a la jineta. Más bien, jineta recogió el
nombre de los zenetes o ginetes, que dio nombre a la espada. Este término
“jineta” recoge esta tipología de arma en la documentación bajomedieval y
moderna, se mantiene en su denominación actual. Este recinto es
testigo de la GINETA, que no tiene nada que ver con ningún
animal equino ni el juego de la caballería de los jinetes. Procede de las
tropas que ayudaron al rey nazarí Alamar en su lucha contra Alfonso X,
eran los que se denominaban zenete o genetes y, se pasó del Cerro de la
Cabeza de los genetes o gineta, y, por deformación, la Gineta. Esta tribu
norteafricana introdujo esta espada más ligera que la castellana, de nombre
gineta. El ejemplar más completo que nos ha llegado se encuentra la espada jineta
de Aliatar, suegro de Boabdil, fallecido en la batalla de Lucena (1483) y
donde el monarca granadino, fue asimismo apresado.
Se ofrece una ruta de
acceso, que se refresca con las aguas del arroyo Palancares, y, entre cortijos
abandonados, alamedas y terreno árido, recorre un camino de ruedo a la Gineta,
donde puede uno detenerse junto a la mina de almagra y contemplar la
boca atiborrada de escombros y derrumbes, y un túnel que se
infiltra en el vientre de la Gineta. Tras llegar a las faldas y entorno
del cortijo de la Jineta, se asciende por una vereda en torno a las
faldas del cerro, donde se topa en primer lugar con una cueva, un
refugio de vigías y soldados de todos los eventos bélicos de este entorno.
Recuerda el pasado de la Gineta partiendo de un
yacimiento del Bronce Medio y Final, una zona de paso entre la Alta
y Baja Andalucía y en el que aparece cerámica con superficies muy bruñidas, y
con ónfalos, de color blanco y decoraciones reticulares. Dentro
de la cultura del Argar, aparecen el asentamiento urbano, el avance
tecnológico en la alfarería y la metalúrgica y la jerarquización de la sociedad
con presencia de grupos aristocráticos, economía agropecuaria, y gran
transformación de las costumbres funerarias como reflejos de cambios
ideológicos y sociales. Las tumbas no son colectivas como las de las cuevas
sino individuales existiendo diversos tipos de ajuar. En el museo local,
se muestran aleaciones del bronce con poco contenido de estaño,
fíbulas y lanzas puñales, alabardas Responde a un movimiento comercial que
nace del Cerro de la Mora de Granada y de un comercio de prendas textiles
dentro de la cuenca del río Frailes/ Velillos, es decir un
movimiento desde el interior de las Sierras Subbéticas con las
tierras granadinas del Sur para salir al Mediterráneo, donde toman contacto.
Pero, lo más importante en el Bronce final es la aparición de un desarrollo
urbano en la Gineta, debido a la influencia orientalizaste fenicia con murallas
y casas.
Siguiendo por esta
senda hay testigos de cerámica, restos de muros, casas, alquerías
hasta llegar a un olivar, desde donde se contempla la necrópolis de la
que dependían las villas romanas del exterior y donde se han encontrado
elementos visigodos como una hebilla colocada en una vitrina del
Museo, que demuestra la ruralización del final Imperio Romano en villae
potentes de su alrededor (Media Luna, Cequia…).
Se llega a la cima que
rodea un escarpado tajo con elementos que sirven de muro o restos de
amurallamiento. Es poblado de difícil acceso y de fácil protección,
cuyo recinto fortificado se reduce al sector más elevado o solo parte del
asentamiento, que queda en manos de la mayoría de la población que son
guerreros. Muestra una planificación preconcebida, con espacios comunes con
calles de servidumbre y áreas de usos colectivo para subsistencia de
la comunidad. Los guerreros ejercían el control sobre los metalúrgicos y estos
sobre los agroganaderos. Las casas eran ovales y rectangulares sobre un pequeño
muro una pared de barro y adobe reforzado con vegetal.,
techos ramaje y suelos de tierra pisada; las murallas eran
incipientes o no existían Varios miradores sirvieron para contemplar la
entrada de Alcalá la Real por la Peña el Yeso, las aldeas noroccidentales (
Santa Ana, Riberas…), Los Llanos, La Martina; otro mirador fija la vista hacia
el sudoeste por la dehesa del Camello, los tres núcleos de Ermita Nueva
(Cequia, Pilillas y Ventorrillo , con su origen e historia) entre campos de
propios y cortijos de la ciudad; en otro mirador la vista se extiende la Dehesa,
Cantera y aldea Mures; más cercanas, un mirador explica el
paisaje mediterráneo, la vía de acceso entre Malabrigo y Cerro Mulero.. Se
comprende perfectamente que se descubrieran el tesoro hispano musulmán de
Ermita Nueva por Juan Ángel Pérez Arjona y un asentamiento del homo
neaderthalensis.
En el poblado, los muros, y el
oppidum, se puede palpar el pasado íbero y romano, pero fue más importe
su presencia en la época musulmana, fijándose en la batalla de 1267 por
la toma de Alcalá la Real, y el asentamiento de los soldados
granadinos que ayudaban al rey Alhamar.
En la bajada, se
encuentran una Cruz blanca en la que murió un soldado del ejército de
Franco, el refugio y aprisco de las ovejas y, a los pies de la
Gineta, un refugio/polvorín de los soldados de la Guerra Civil
Española, porque aquí estuvo asentado un puesto de guardia que sufrió dos
ataques de corregir fronteras en 1937.
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II
TESORO DE ERMITA NUEVA.
UNA DONACIÓN DE JUAN ÁNGEL PÉREZ ARJONA.
Desde las huellas del homo neanderthalensis hasta vestigios de
la presencia visigoda, puede encontrarse en este lugar de paso desde tierras de
la depresión del Guadalquivir hacia la Costa Mediterránea a través de la ribera
del Río Velillos, por estos lugares de Frailes, que recoge en el paraje de las
Juntas las aguas de los arroyos Palancares, Salograr y Mures . El Cerro de la
Gineta denota la presencia de un oppidum iberorromano que dejó su huella y su
posición estratégica en muchos momentos históricos. En su entorno alguna que
otra necrópolis y proliferan las villas romanas por las riberas del
Palancares. Entre estas villas, transformadas en alquerías, destacaban
las de Cequia, Alta y Baja. Una de ellas convertida en venta. En
concreto, hay noticias siguiendo los datos del arabista Pedro Cano Ávila, que
esta Cequia de Ermita Nueva se nos remonta a los siglos X y XI del siglo
XXI gracias al estudio de las monedas encontradas de tesoro y
datadas en tiempo del emirato y califato. Incluso, se fija el final de
este asentamiento o yacimiento con la última moneda de los fatimíes
del norte de África, a nombre de del califa Al–Hakam y revela que el
tesoro se ocultó en torno a 1010 d.C. Pues, está constituido por monedas
y un conjunto de piezas con una cronología comprendida entre 937 y la
última fecha mencionada. En el caso de las monedas, aparecen
muestras de todos los califas de Córdoba y las dos norteafricanas.
Si comentamos, en el tesoro de Charilla, que todo su material
numismático corresponde a misma época, el de Ermita Nueva agrupa monedas
que abarcan más de un siglo, “lo que, sin duda, indica un proceso de
formación y acumulación a lo largo del tiempo y la permanencia en uso de las
emisiones anteriores”.
El tesoro
de Ermita Nueva se considera por los expertos como uno de los hallazgos más
importantes relacionados con joyería de época califal. Su ajuar de joyas
vislumbra los ricos ornamentos de un lujoso tocado femenino.
Se compone de dos pendientes, diez y seis piezas de bráctea
para un cinturón, cuatro anillos, tres discos de oro, uno acorazonado, una
pulsera tutes de oro, y seis de tutes de plata, dos pulseras de plata, y
distintas piedras y perlas. Los dos pendientes con vara curva para
colgar y cierre de gancho relumbran por su destreza artística, muy
semejantes a ellos se encuentran en el Museo Bizantino de Atenas en
cuanto a su diseño de la parte inferior, compuesta de una plancha calada
con filigrana que enmarca tres rombos de hilo de oro, a su vez
enmarcado por una banda dorada con siete semiesferas gallonadas
adosadas y catorce pirámides. Simplemente difiere de los bizantinos en la
elegancia de su fina elaboración de menor grosor que la ateniense. Varios
orificios en algunos de los elementos manifiestan que deberían estar
cosidos a alguna prenda o cinta.
El lugar del ocultamiento de estas monedas y joyas se encontraba en
la alquería de Cequia. Un sitio que comentan los aldeanos que ocultaba
bajo tierra varias canalizaciones y cuevas de agua, que fueron ocultadas en los
diversos movimientos de tierras a la hora de edificar la ermita de San Isidro,
que albergó la imagen de este santo al trasladarse desde la zona de la
ciudad y la capilla del Menchón, donde los monjes cartujanos veneraban y servía
de centro religioso para la práctica devota de los labriegos del lugar.
Probablemente, entre los momentos más críticos la familia ocultó el tesoro para
evadir la presión fiscal o para proteger las riquezas en momentos de peligro o
incertidumbre. Se comprende que sus monedas correspondan a varios tiempos,
porque estos “tesorillos” solían corresponderse con los ahorros de una persona
o de una familia y, en muchos casos, habían sido acumulados durante
generaciones. Para esconder sus joyas y monedas, en ese caso emplearon un
objeto de cerámica, el más habitual, desechando el recipiente metálico de
otras ocasiones, o las cajas de madera. Este fue el caso del tesoro de
Ermita Nueva, que se hallaba en el conocido pucherillo o pequeña vasija
de barro. Si fortuita fue la suerte de encontrarla en los años noventa
del siglo XX, sobrepasó la generosidad de su donante. Juan Ángel Pérez Arjona,
un joven de aquella aldea por aquellas fechas, tuvo la fortuna de encontrarlo
cuando paseaba por una tierra recién arada. Unos años más tarde del mismo
decenio, y amparándose en su amor por la cultura
patrimonial de la comarca alcalaína lo hizo patente entregándole al
ayuntamiento alcalaíno, que lo inventarió como un bien propio de su patrimonio.
Actualmente se exhibe reconociendo la labor de su descubridor en una de las
vitrinas de la capilla del señor abad en el Museo de Alcalá la Real, ubicado en
el Palacio Abacial. Es la joya de la corona, como le gusta nombrarla al
diputado actual de Cultura. Ha recorrido las más importantes exposiciones
hispanomusulmanas de los últimos tiempos como la de la Alhambra de Granada o la
de Medina Zahara en Córdoba.
III
EL CORTIJO DE VERDUGO
Cercano al antiguo camino de la Corte, actual N-432, existe un cortijo bajando
de Ermita Nueva y cruzando el Palancares para dirigirse hacia el cortijo de la
Mesa de Juan Carnicero, y lindero con tierras de Pernías, recibe el
nombre de CORTIJO VERDUGO. Estas tierras fueron repartidas a los conquistadores
de la ciudad de Alcalá la Real y mantuvieron sus descendientes en forma de
caballerias y peonías. Ha sido recientemente vendido y fue propiedad del
convento trinitario de Nuestra Señora de los Remedios y de la Fundación del
Mármol. Pero siempre resultaba una incógnita la figura de su primer
propietario, o al menos, el que más tiempo lo mantuvo. Incluso se inventó
una leyenda sobre un verdugo oculto en el
cortijo. Precisamente, lo adquirió en tiempos de Carlos V, en los
decenios treinta del siglo XVI, y no fueron los únicos terrenos que adquirió, Y
se encuadra dentro de un grupo de funcionarios y élites granadinas y
malagueñas que ostentaron cargos oficiales y se beneficiaron de su influencia
en lo que era el reino de Granada y limítrofes, como el caso de Alcalá. En concreto,
Francisco Verdugo fue proveedor de la Armada de Carlos I, por los
años treinta y cuarenta, recibió la merced de actual Cortijo del Verdugo
y compró varios terrenos y haciendas en Alcalá la Real. También fue vecino de
Granada, regidor de Málaga y Granada. Por varios contratos
ante Francisco Ordoñez en 4 de septiembre de 1543, uno con Gonzalo Pérez
de Mendaña, su mayordomo el capitán Pedro de Pacheco contrata una huerta, con
su viña casa en las Juntas lindera con el arroyo del Chupete,
su haza y molino de Pedro de Córdoba, y otra se firmó entre García
Alonso de Puerta Nueva como arrendador y el administrador de
Francisco Verdugo, una haza del Palancares de cuarenta fanegas, a pan terciado,
que solían ser arrendadas a Diego Fernández de Mazuelos, linderas con camino de
Acequia, tierras de Pedro del Corral y las de Bartolomé González .
En concreto, compró, también cerca de la Hortichuela, y del Villar, en los
Loberones. Lo hizo con Pedro de Aranda, vecino del Castillo, y casado con
Guiomar de Escavias. Estos eran los bienes adquiridos un haza de tierra de 21 y
media de aranzadas y 42 estadales, que eran linderas con tierras del comprador,
y capellanía de Alonso Cabrera, hijo de Cristóbal de Frías, y por otra parte
con tierras de Sebastián Ruiz, y por la hondonada con tierras de Alonso
Álvarez. Pagó cada fanega a 1120 maravedíes y alcanzó la cifra de 24707
maravedíes. Se firmó 27 de febrero de 1538 cerca de la fortaleza del
Castillo de Locubín (sic). Y en el mismo recinto, se realizó, el mismo día, el juramento
entre los dos comprador y vendedor y la esposa, asistiendo el alcalde de la
fortaleza Francisco de Álvarez por el magnífico caballero corregidor don
Pedro de Henao, siendo testigos su hijo Pedro de Aranda, el médico Juan
de Villareal, y el clérigo beneficiado Francisco de Escabias,
comprometiéndose a las cláusulas comentadas colocando las manos sobre la
cruz de la vara de la justicia. Estas tierras se mantuvieron entre
la familia de los Verdugos de Málaga, el primero descendiente fue su hijo Pedro,
también regidor de la ciudad costera.
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