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sábado, 30 de abril de 2022

EN LA REVISTA DE ERMITA NUEVA. TRES NOTAS HISTÓRICAS SOBRE ERMITA NUEVA

 



 

Este territorio constituyó un paso natural, marcado históricamente por diversas atalayas (unas desparecidas, otras en cimientos  y algunas citadas por las visitas de términos) que protegen el camino y ha sido testigo de migraciones  como los destierros de los moriscos hacia tierras castellanas en diversas ocasiones de la historia de España.

    Ermita Nueva es una de las aldeas más dispersas del municipio de la ciudad de la Mota formada por varios núcleos, entre los que destacan  Cequia, Pilillas y el  Ventorrillo. Antaño, predominaban, en este partido de campo, tierras de cortijos de propios. Tierras  de la Ciudad, Pinillo, Piojo, dehesa de Camello, o Alcaiceruela compartían la propiedad colectiva junto con los  pertenecientes a los cartujos de Granada. Desde las Juntas hasta Matute estos frailes extendían sus tierras y mansiones adquiridas de antiguos repartimientos a los conquistadores de la frontera, y que fueron desamortizadas pasando a manos privadas.

También ha sido  sitio de paso de las partidas de asaltantes de caminos como los monfíes en los primeros siglos de los Austria, como se constata en varios documentos del archivo municipal de Alcalá la Real ; guarida  de los bandoleros que  siguieron la huella de  los  anteriores y abundaron por los montes  cercanos  a aquellos cortijos,  a los que asaltaban y debían acudir  regidores y jurados con el corregidor y alguaciles para protegerlos, así como obligaron a  establecer “caballeros de la sierra” o “guardas de campo” para proteger estas tierras en tiempos de paz, y  que se mantuvieron hasta finales del  siglo XIX; testigo vivo de tantas correrías o invasiones  de reyes, jefes militares y ejércitos  desde tierras castellanas  o del reino de Jaén  hacia el Reino de Granada ( por aquí pasaron las tropas castellanas de Alfonso XI  y sus predecesores, o de los Reyes Católicos, o la de los ejércitos que venían de tierras americanas  para forrajear en los territorios abaciales), o los  ejércitos carlistas  en retirada o  las invasoras napoleónicas, o era el sitio esperado de ataque de las tropas franquistas y cobijo de los maquis.

Todavía, en sus tierras  con la numismática pueden recorrerse periodos amplios de la historia alcalaína, frecuentándose el hallazgo de monedas romanas, no digamos sobre  el periodo califal  que viene perfectamente datado con las monedas del tesorillo de Ermita Nueva,  o la constatación de algunas monedas castellanas como los “ agnus dei” en tiempos de los reyes cristianos de la Reconquista o la abundancia de maravedíes, reales y ducados de la época moderna que muestran una zona de un intenso comercio, de paso a santuarios, a lugares medicinales,  fruto de ser una ruta muy visitada.  Por eso, su venta de Cequia aparece en los mapas más antiguos y en los itinerarios de las rutas musulmanas y cristianas.






 Se puede escribir sobre el partido de campo de Ermita Nueva, su poblamiento, su historia, su hábitat, sus gentes y sus costumbres.  De todo ello se puede  concluir  y distinguir que el territorio de su partido de campo  está claramente definido históricamente por estos factores: la travesía de su territorio por el camino real de Alcalá a Granada, que estaba enmarcado en el camino de la Corte( luego carretera N 432 y ansiada autovía) y jalonado de una serie de ventas que se remontan  a tiempos musulmanes ( y no nos extraña  la presencia de las anteriores  villas romanas y el oppidum iberorromano de la Gineta);  una  reminiscencia de tierra de frontera, estampada por su repartimiento posterior de sus tierras en grandes cortijos municipales y de realengo para funcionamiento del gasto del ayuntamiento alcalaíno- unos, como cortijos  de propios, Cequia Alta y Cequia Baja, Pinillo, Piojo y la Cruz; otros, comprados por el monasterio de la Cartuja de Granada, (Quejigal, Cartuja y aledaños, y una tierra de dehesa ( el Camello y otros montes cercanos) transformada, roturada y recudimentada  desde el siglo XVII ( con un repartimiento definitivo a finales del siglo XVIII) que transforma  el hábitat disperso  concentrándolo en  diversos núcleos rurales y   va a tender una mayor población  que vive a expensas de la tierra repartida; finalmente, en torno al río  Palancares se abre un paso natural muy importante que  marca todo su terreno donde abundaban  las tierras con nombres arabistas como Almoguel, Cequia, o Alcaizeruela

 

Como asentamiento de pueblos, se remontan a tiempos prerromanos y anteriores  con yacimientos importantes como el de la Gineta  o espejo de la ruralización que se produjo en época romana  con la presencia de varias villas romanas que dieron lugar a asentamientos de muchos de los cortijos posteriores y  muestra clara de  integración de pueblos pobladores  en las tierras roturadas y repartidas en tiempos de Carlos III, con la constitución de varios núcleos. Unos, ya olvidados como La Ciudad, y otros le dan la fisonomía actual a este partido, Cequia, las Pilillas y El  Ventorrillo. Pero sin nunca olvidar la transformación de su habitar a finales del siglo XIX y principios del XX. Y para ello, su mejor y más ilustrativo testimonio es el  plano de  1917,  obra  del Anselmo López  Nieto, donde esta parte de la comarca alcalaína muestra  un paisaje y un hábitat con una mayor proliferación de casas, chozas, cortijos nuevos y, mantenimiento de los yacimientos anteriores que en el resto del territorio municipal. Y han llegado hasta hoy día, o se han transformado en casas de segunda vivienda, turismo rural de aperos de labranza, y de otros miles de usos, hasta de servicios e industriales. El ayer fue un importante camino real, hoy ansía una inexcusable autovía ante el desarrollo de su contorno.

I

LA GINETA

Se celebra por esta fecha las efemérides del nacimiento del rey Alfonso X. Exactamente, el investigador Juan Ángel Pérez Arjona me recordaba que se conmemoraba  el 800 aniversario del nacimiento de Alfonso X el Sabio. Y lo relacionaba con las incursiones castellanas en tierras del Sur de la provincia de Jaén.  Este rey castellano estuvo en varias ocasiones en nuestra tierra y, a iniciativa de rey granadino, pactó la tregua de Alcalá de Aben  Zayde (1265), por la que el Castellano se comprometió a desamparar a los rebeldes musulmanes y Alhamar al pago de 250.000 maravedíes en concepto de parias y a ayudar a Alfonso X contra los musulmanes de Murcia, todavía sublevados.

Si es verdad que el pacto es importante, hay un topónimo de esta zona de frontera, que despierta mucho interés. Nos referimos al Cerro de la Gineta, que alinda con el río Palancares y el cerro de Malabrigo. Por el camino meridional, que parte del puente de la Media Luna del arroyo del  Velillos.  Pues relacionaban este término con la creencia de que la monta a la jineta fue un uso introducido en Al-Ándalus a fines del siglo XIII por las tropas zenetes del Magreb al servicio de Muhammad I y encadenaban con el nuevo tipo de espada, más ligera, corta, y con una  empuñadura característica del repertorio armamentístico nazarí. Soler del Campo  demuestra  que la monta a la jineta se  introdujo ya desde época califal. Y lo fundamente en la confusión e inexacta interpretación del pasaje de la crónica de Alfonso X, donde se refiere que los caballeros enviados a Granada por Aben Yuzaf “fueron los primeros caballeros jinetes que pasaron aquen la mar después que el Miramamolin fue vencido [sic]. Simplemente  indica tan solo que fueron las primeras tropas relativamente numerosas llegadas a territorio andalusí después de la batalla de las Navas de Tolosa, y no que fueran los introductores de la monta ligera, la cual ya se conocía y practicaba desde mucho antes . Con esto, se desvincula el origen y la relación entre estas espadas y  la práctica de la  monta a la jineta.  Más bien, jineta recogió el nombre de los zenetes o ginetes, que dio nombre  a la espada. Este término “jineta” recoge esta tipología de arma en la documentación bajomedieval y moderna, se  mantiene en su denominación actual. Este recinto es testigo de la GINETA, que  no tiene nada que ver  con ningún animal equino  ni el juego de la caballería de los jinetes. Procede de las tropas que ayudaron al rey nazarí Alamar  en su lucha contra Alfonso X, eran los que se denominaban zenete o genetes y, se pasó  del Cerro de la Cabeza de los genetes o gineta, y, por deformación, la Gineta. Esta  tribu norteafricana introdujo esta espada más ligera que la castellana, de nombre gineta. El ejemplar más completo que nos ha llegado se encuentra la espada jineta de Aliatar, suegro de Boabdil, fallecido en la batalla de Lucena (1483)  y donde el monarca granadino, fue asimismo apresado.

Se ofrece una ruta de acceso, que se refresca con las aguas del arroyo Palancares, y, entre cortijos abandonados, alamedas y terreno árido, recorre un camino de ruedo a la Gineta, donde puede uno detenerse  junto a la mina de almagra y contemplar la  boca atiborrada de escombros y derrumbes, y un  túnel que se infiltra en el vientre  de la Gineta. Tras llegar a las faldas y entorno del cortijo de la Jineta, se asciende por una vereda en torno a las  faldas del cerro, donde se  topa en primer lugar con una cueva, un refugio de vigías y soldados de todos los eventos bélicos de este entorno. Recuerda  el pasado de la Gineta  partiendo de  un yacimiento del Bronce Medio y  Final, una zona de paso entre la Alta y Baja Andalucía y en el que aparece cerámica con superficies muy bruñidas, y con ónfalos, de color blanco  y decoraciones reticulares. Dentro de  la cultura del Argar, aparecen el asentamiento urbano, el avance tecnológico en la alfarería y la metalúrgica y la jerarquización de la sociedad con presencia de grupos aristocráticos, economía agropecuaria, y gran transformación de las costumbres funerarias como reflejos de cambios ideológicos y sociales. Las tumbas no son colectivas como las de las cuevas sino individuales existiendo diversos tipos de ajuar.  En el museo local, se muestran aleaciones del bronce  con poco contenido de estaño, fíbulas y lanzas puñales, alabardas Responde a un movimiento comercial que nace del Cerro de la Mora de Granada y de un comercio de prendas textiles dentro de la cuenca del río Frailes/ Velillos, es decir un movimiento  desde el interior de las Sierras Subbéticas con las tierras granadinas del Sur para salir al Mediterráneo, donde toman contacto. Pero, lo más importante en el Bronce final es la aparición de un desarrollo urbano en la Gineta, debido a la influencia orientalizaste fenicia con murallas y casas.

Siguiendo por esta senda hay testigos de cerámica, restos de  muros, casas, alquerías hasta llegar a un olivar, desde donde se contempla la  necrópolis de la que dependían las villas romanas del exterior y donde se han  encontrado elementos visigodos como una hebilla colocada en una vitrina del Museo, que demuestra la ruralización del final Imperio Romano en villae potentes de su alrededor (Media Luna, Cequia…).

Se llega a la cima que rodea un escarpado tajo con elementos que sirven de muro o restos de amurallamiento. Es  poblado de difícil acceso y de fácil protección, cuyo recinto fortificado se reduce al sector más elevado o solo parte del asentamiento, que queda en manos de la mayoría de la población que son guerreros. Muestra una planificación preconcebida, con espacios comunes con calles de servidumbre y áreas de usos colectivo  para subsistencia de la comunidad. Los guerreros ejercían el control sobre los metalúrgicos y estos sobre los agroganaderos. Las casas eran ovales y rectangulares sobre un pequeño muro  una pared de barro  y adobe reforzado con vegetal., techos ramaje y suelos de tierra pisada; las  murallas eran incipientes o no existían Varios miradores  sirvieron para contemplar la entrada de Alcalá  la Real  por la Peña el Yeso, las aldeas noroccidentales ( Santa Ana, Riberas…), Los Llanos, La Martina; otro mirador fija la vista hacia el sudoeste por la dehesa del Camello, los tres núcleos de Ermita Nueva (Cequia, Pilillas y Ventorrillo , con su origen e historia) entre campos de propios y cortijos de la ciudad; en otro mirador la vista se extiende la Dehesa, Cantera y aldea  Mures;  más cercanas, un mirador  explica el paisaje mediterráneo, la vía de acceso entre Malabrigo y Cerro Mulero.. Se comprende perfectamente que se descubrieran el tesoro hispano musulmán  de Ermita Nueva por Juan Ángel Pérez Arjona  y un asentamiento del homo neaderthalensis.

En el poblado, los muros, y el  oppidum, se puede palpar el pasado íbero y romano, pero fue más importe su presencia en la época musulmana, fijándose  en la batalla de 1267 por  la toma de Alcalá la Real, y el asentamiento de los soldados granadinos que ayudaban al rey Alhamar.

En la bajada, se encuentran una Cruz blanca  en la que murió un soldado del ejército de Franco, el refugio y aprisco de las  ovejas y, a los pies de la Gineta, un refugio/polvorín de los soldados de  la Guerra Civil Española, porque aquí estuvo asentado un puesto de guardia que sufrió dos ataques de corregir fronteras en 1937.

 

 


 

 

 

 

 

II

TESORO DE ERMITA NUEVA. UNA DONACIÓN DE JUAN ÁNGEL PÉREZ ARJONA. 

Desde las huellas  del homo neanderthalensis hasta  vestigios de la presencia visigoda, puede encontrarse en este lugar de paso desde tierras de la depresión del Guadalquivir hacia la Costa Mediterránea a través de la ribera del Río Velillos, por estos lugares de Frailes, que recoge en el paraje de las Juntas las aguas de los arroyos Palancares, Salograr y Mures . El Cerro de la Gineta denota la presencia de un oppidum iberorromano que dejó su huella y su posición estratégica en muchos momentos históricos. En su entorno alguna que otra necrópolis y proliferan las villas romanas por las riberas del Palancares.  Entre estas villas, transformadas en alquerías, destacaban las de  Cequia, Alta y Baja. Una de ellas convertida en venta. En concreto, hay noticias siguiendo los datos del arabista Pedro Cano Ávila, que esta Cequia de Ermita Nueva se  nos remonta a los siglos X y XI del siglo XXI gracias al estudio de  las monedas encontradas de tesoro y  datadas en tiempo del emirato y califato. Incluso, se fija el final de este asentamiento o yacimiento   con la última moneda de los fatimíes del norte de África, a nombre de del califa Al–Hakam  y revela que el tesoro se ocultó en torno a 1010 d.C. Pues, está constituido por monedas y  un conjunto de piezas con una cronología comprendida entre 937 y la última  fecha mencionada.  En el caso de las monedas, aparecen muestras  de todos los califas de Córdoba y las dos norteafricanas.

Si comentamos, en el tesoro de Charilla, que  todo su material numismático corresponde a  misma época, el de Ermita Nueva agrupa monedas que abarcan más de un siglo, “lo que, sin duda, indica un proceso de formación y acumulación a lo largo del tiempo y la permanencia en uso de las emisiones anteriores”.

                El tesoro de Ermita Nueva se considera por los expertos como uno de los hallazgos más importantes relacionados con joyería de época califal. Su ajuar de joyas vislumbra los  ricos ornamentos de un lujoso  tocado  femenino. Se compone de  dos  pendientes, diez y seis  piezas de bráctea para un cinturón, cuatro anillos, tres discos de oro, uno acorazonado, una pulsera  tutes de oro, y seis de tutes de plata, dos pulseras de plata, y distintas piedras y perlas.  Los dos pendientes con vara curva  para colgar  y cierre de gancho relumbran por su destreza artística, muy semejantes a ellos se encuentran  en el Museo Bizantino de Atenas en  cuanto a su diseño de la parte inferior, compuesta de una plancha calada con  filigrana que enmarca tres rombos  de hilo de oro, a su vez enmarcado por una banda dorada  con siete semiesferas gallonadas  adosadas  y catorce pirámides. Simplemente difiere de los bizantinos en la elegancia de su fina elaboración de menor grosor que la ateniense.  Varios orificios en algunos de los elementos manifiestan que deberían estar cosidos  a alguna prenda o cinta.

El lugar del ocultamiento de  estas monedas y joyas se encontraba en la alquería  de Cequia. Un sitio que comentan los aldeanos que ocultaba bajo tierra varias canalizaciones y cuevas de agua, que fueron ocultadas en los diversos movimientos de tierras a la hora de edificar la ermita de San Isidro, que albergó la imagen de este santo al trasladarse desde la  zona de la ciudad y la capilla del Menchón, donde los monjes cartujanos veneraban y servía de centro religioso para la práctica devota de los labriegos del lugar. Probablemente, entre los momentos más críticos la familia ocultó el tesoro para evadir la presión fiscal o para proteger las riquezas en momentos de peligro o incertidumbre. Se comprende que sus monedas correspondan a varios tiempos, porque estos “tesorillos” solían corresponderse con los ahorros de una persona o de una familia y, en muchos casos, habían sido acumulados durante generaciones. Para esconder sus  joyas y monedas, en ese caso emplearon un  objeto de cerámica, el más habitual, desechando el recipiente metálico de otras ocasiones, o  las cajas de madera. Este fue el caso del tesoro de Ermita Nueva, que se hallaba en  el conocido pucherillo o pequeña vasija de barro.  Si fortuita fue la suerte de encontrarla en los años noventa del siglo XX, sobrepasó la generosidad de su donante. Juan Ángel Pérez Arjona, un joven de aquella aldea por aquellas fechas, tuvo la fortuna de encontrarlo cuando paseaba por una tierra recién arada.  Unos años más tarde del mismo decenio, y amparándose en  su  amor por la cultura patrimonial   de la comarca alcalaína lo hizo patente entregándole al ayuntamiento alcalaíno, que lo inventarió como un bien propio de su patrimonio. Actualmente se exhibe reconociendo la labor de su descubridor en una de las vitrinas de la capilla del señor abad en el Museo de Alcalá la Real, ubicado en el Palacio Abacial. Es la joya de la corona, como le gusta nombrarla al diputado actual de Cultura. Ha recorrido las  más importantes exposiciones hispanomusulmanas de los últimos tiempos como la de la Alhambra de Granada o la de Medina Zahara  en  Córdoba.

III

EL CORTIJO DE VERDUGO

Cercano al antiguo camino de la Corte, actual N-432, existe un cortijo bajando de Ermita Nueva y cruzando el Palancares para dirigirse hacia el cortijo de la Mesa de Juan Carnicero, y lindero con tierras de  Pernías, recibe el nombre de CORTIJO VERDUGO. Estas tierras fueron repartidas a los conquistadores de la ciudad de Alcalá la Real y mantuvieron sus descendientes en forma de caballerias y peonías.  Ha sido recientemente vendido y fue propiedad del convento trinitario de Nuestra Señora de los Remedios y de la Fundación del Mármol. Pero siempre resultaba una incógnita la figura de su primer propietario, o al menos, el que más  tiempo lo mantuvo. Incluso se inventó una leyenda sobre un verdugo oculto en el  cortijo. Precisamente, lo adquirió en tiempos de Carlos V, en los decenios treinta del siglo XVI, y no fueron los únicos terrenos que adquirió, Y se encuadra dentro de un grupo de funcionarios y élites granadinas y malagueñas que ostentaron cargos oficiales y se beneficiaron de su influencia en lo que era el reino de Granada y limítrofes, como el caso de Alcalá. En concreto, Francisco Verdugo fue  proveedor de la Armada de Carlos I, por los años  treinta y cuarenta, recibió la merced de actual Cortijo del Verdugo y compró varios terrenos y haciendas en Alcalá la Real. También fue vecino de Granada, regidor de Málaga  y Granada. Por varios  contratos ante Francisco Ordoñez en 4 de septiembre de  1543, uno con Gonzalo Pérez de Mendaña, su mayordomo el capitán Pedro de Pacheco contrata una huerta, con su viña  casa  en las Juntas lindera  con el arroyo del Chupete, su haza y molino de Pedro de Córdoba, y otra  se firmó  entre García Alonso de Puerta Nueva  como arrendador y  el administrador de Francisco Verdugo, una haza del Palancares de cuarenta fanegas, a pan terciado, que solían ser arrendadas a Diego Fernández de Mazuelos, linderas con camino de Acequia, tierras de Pedro del Corral y las de Bartolomé González .

En concreto, compró, también cerca de la Hortichuela, y del Villar, en los Loberones. Lo hizo con Pedro de Aranda, vecino del Castillo, y casado con Guiomar de Escavias. Estos eran los bienes adquiridos un haza de tierra de 21 y media de aranzadas y 42 estadales, que eran linderas con tierras del comprador, y capellanía de Alonso Cabrera, hijo de Cristóbal de Frías, y por otra parte con tierras de Sebastián Ruiz, y por la hondonada con tierras de Alonso Álvarez. Pagó cada fanega a 1120 maravedíes y alcanzó la cifra de 24707 maravedíes. Se firmó 27 de febrero de 1538  cerca de la fortaleza del Castillo de Locubín (sic). Y en el mismo recinto, se realizó, el mismo día, el juramento entre los dos comprador y vendedor y la esposa, asistiendo el alcalde de la fortaleza  Francisco de Álvarez por el magnífico caballero corregidor don Pedro de Henao, siendo testigos su hijo  Pedro de Aranda, el médico Juan de Villareal, y el clérigo beneficiado Francisco de  Escabias, comprometiéndose a las cláusulas comentadas colocando las manos sobre la cruz  de la vara de la justicia. Estas tierras se mantuvieron entre la familia de los Verdugos de Málaga, el primero descendiente fue su hijo Pedro, también regidor de la ciudad costera.

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