EL
PALACIO DE LA VERACRUZ Y LA ESCUELA DE CRISTO
Recientemente, se ha inaugurado en Alcalá la Real Hotel Palacio Veracruz, en una casa modernista de la línea constructiva del maestro de obras Manuel López de la Morena. Un lugar relacionado con el entorno de la iglesia, hospital, cementerio y
corral de comedias la cofradía de la Veracruz. En este corral, precisamente, se mantuvo la Escuela de Cristo hasta finales del siglo XIX. Estas escuelas se fundaron en España por primera vez el veintiséis de febrero de 1653 por el sacerdote Juan Bautista Feruza, obispo de Nápoles, en el oratorio del Hospital de los Italianos de Madrid. Se basaban en la congregación anteriormente fundada por San Felipe Neri.
La
Escuela de Cristo fue una fundación que estuvo ligada a la historia del Barrio
de San Juan desde sus orígenes hasta su extinción en la ciudad de la Mota. Se
estableció en la iglesia de San Blas el día nueve de septiembre de 1663, siendo
su fundador don Diego Núñez Cabrera, que era hermano de la misma institución en
Talavera de la Reina, además de chantre y canónigo de su Iglesia. Parece ser
que conectó con las personas más importantes del clero y de la ciudad y
posteriormente presentó un memorial al señor Abad Salgado de Somoza que la
aprobó y se inscribió dentro de dicha Escuela el dieciséis de septiembre del
mismo año.
Se
componía dicha escuela de sesenta y dos miembros relacionados con la vida
religiosa de la ciudad, imitando el número a los discípulos de Cristo. De
ellos, cuarenta y ocho fueron seglares y el resto sacerdotes. Su organización
interna se basaba en una presidencia que recaía en una padre sacerdote, que
denominaban Padre Obediencia. Su función consistía en dirigir
espiritualmente al grupo y organizar los ejercicios espirituales. Los restantes
cargos eran el tesorero, el celador, el secretario, que solía firmar
con el nombre del indigno secretario e iniciaba los escritos con el vito de
Viva Jesús, los Nuncios de Altar y de la Puerta y los
coadjutores de los Nuncios. Si en algún
momento superaba el número a los miembros de los discípulos de Cristo, los
hermanos excedentes solían constituir una cédula de la que surgía una nueva
escuela, cosa que en Alcalá la Real no aconteció. En muchos escritos ajenos a
la institución se encuentra su influencia tanto en escribanos de cabildos como
de la Iglesia que inician sus libros con el Viva Jesús y Jesús María.
El
oratorio solía ser el sitio más importante de esta fundación, donde el altar
era presidido por un Crucificado que solía mirar hacia abajo en dirección a una
cabeza de una Dolorosa. De ahí que en los posteriores traslados siempre se
ubicaron en capillas alcalaínas con estas devociones. Es el caso de la capilla,
probablemente la del Cristo de la Salud en San Blas, la de los tres
altares del convento de San Francisco, o la última del Cristo de las Penas en
la Veracruz. A los pies del altar, colocaban dos calaveras, dos manojos de
disciplinas de cuerdas y dos tibias cruzadas; en otra parte de la iglesia,
generalmente en el coro se sitúa una mesa con un Cristo, una calavera, un
reloj, dos velas encendidas, un hisopo de cerda y una campanilla para dar
señales.
La
ceremonia principal de meditación y mortificación solía celebrarse con los
hermanos de la congregación sentados en los laterales de la mesa que presidía
el Padre Obediencia. Para la entrada, se pedía permiso a dicho director,
siempre que se llegaba tarde. El Obediencia llevaba a cabo varias
aspersiones sobre los congregados y besaba el suelo al lado de las calaveras,
mientras recitaba varias oraciones. Vuelto a su sitio invitaba, sonando la campanilla,
al resto de los hermanos de la escuela para que repitieran el movimiento de
postración. Se rezaba y todos, arrodillados, hacían la oración mental. Las
luces se apagaban en toda la sala, quedando tan sólo las velas del altar y
las de la mesa del Padre Obediencia. A continuación, éste proponía
temas de meditación. Uno de los más frecuentes era el conocido de
Santo Tomás "Ven acá y mete tus manos en mi costado"
El
segundo acto consistía en el examen de faltas o ejercicio del banquillo. Todos
los hermanos, bajo la interpelación del Padre, respondían de las faltas
cometidas por lo que se refería a las obligaciones de las constituciones de la
Santa Escuela. Ninguna culpa particular era declarada. Se imponía una
penitencia que debían cumplir. Todas estas ceremonias se llevaban a
cabo en medio de postraciones y besos al suelo.
El
acto de la penitencia era el tercero y se realizaba de la siguiente manera: La
obediencia ordenaba a los nuncios de Altar que repartieran las disciplinas, que
los hermanos recibían besándolas. También lo mismo hacía el que la
entregaba a los demás. Posteriormente los nuncios de altar apagaban las velas y
el secretario, las de la mesa. A continuación, entraba el nuncio de Puerta con
una fanal o farol grande iluminado por una vela y con un Cristo pintado en uno
de los cristales. Lo depositaba en las gradas del altar y su figura quedaba
como si fuera la única luz que iluminaba la estancia del oratorio. Todos
adivinaban a Cristo en la Cruz. Se oía en el silencio sepulcral los latigazos y
el rezo de salmos penitenciales. No es de extrañar que el Cristo de la Salud,
ofreciera en sus pies uno de los salmos penitenciales, propios de estos
ejercicios, que frecuentarían los capellanes de la cofradía, pues en su capilla
de san Blas tal como hemos manifestado estuvo la Escuela de Cristo. Los
cilicios eran abundantes entre los miembros. Pues durante la cuaresma abundaba
este ejercicio de mortificación. El escritor Morales Padrón escribía sobre este
acto: "Es tremendo. Ahora esto sólo se hace en cuaresma. La
plástica presencia de la muerte nos obliga a meditar y a considerar
una recapitulación de nuestra vida. No podemos olvidar nunca a la muerte si
queremos comprenderla vida y su sentido, como no podemos prescindir de la
oscuridad para entender la luz “. Finalmente, el Obediencia subía al altar
y tomaba una calavera entre sus manos. La besaba y se la ofrecía todos los
hermanos que en forma de fila de comunión la besan, al tiempo que les decía:
“Acordémonos, hermanos, que hemos de morir “. Y cada hermano de la Escuela
contestaba: Que sea en gracia de Dios. Otro miembro de la Escuela hacía
la misma ceremonia con una calavera desde otro punto del Oratorio,
repitiendo el mismo rito y el resto de los congregados se despedían aportando
una limosna.
El
significado de dicha escena los describe y explica el propio catedrático
insular, arriba indicado: "Sé que el beso en la calavera no debe tener
carácter lúgubre ni dárselo a la Escuela de Cristo, puesto que sólo sirve para
recordar la realidad de la corrupción de la materia y la esperanza de la
resurrección dichosa"
La
ermita de San Blas resultó pequeña para el número de hermanos de la Escuela de
Cristo y se trasladó el dieciocho de septiembre de 1664 a la Iglesia de San
Juan Bautista. El motivo de su traslado no era otro sino la soledad que se
requería para el concurso de los vecinos y demás. El veintisiete de
julio de 1671 de nuevo tuvo un nuevo oratorio en el
convento de San Francisco de la Observancia, en la capilla de las
Ánimas del Purgatorio. Días más tarde, tuvo una nueva ubicación en la iglesia
de la Caridad, en el Llanillo, donde vivía la mayoría de la población de Alcalá
la Real. En este período recibió la licencia del abad y pudo sacar a la calle
entre sus cultos el rito del Vía Crucis, tan frecuente en su difusión por aquel
tiempo. En 1779, de nuevo se trasladó a la Iglesia de San Antón, finalizando
sus cambios en el 1784, cuando se puso en el Oratorio definitivo de la Iglesia
de la Veracruz en un lugar que anteriormente fue corral de comedias.
De
esta época hemos encontrado un documento interesante, que manifiesta
la participación del propio abad en dicha escuela, en concreto, el abad
Palomino Lerena. El documento relacionado con el testamento del abad así se
manifiesta: "Ilmo. Obispo Abad don fray Manuel María Trujillo y Jurado.
El Obediencia y hermanos de la santa Escuela de Cristo en esta ciudad
ha recibido el oficio de U.S y con el debido respeto y atención y
en el consta haber dejado la buena memoria de trescientos veinte reales anuales
el Ilmo. Sr. don Joseph Martínez Palomino López de Lerena, abad que fue de esta
abadía, para que dicha Escuela gastase en cera y demás gastos indispensables,
según las Constituciones del Santo Oratorio, sin más recompensa que se le
encomiende a Dos, así lo vio el Jueves antecedente y lo hará en lo sucesivo el
encomendarle a Dios su alma, para que le conceda un descanso eterno.
Así
también han recibido cuatrocientos reales y veintidós maravedís, con que
comenzó esta fundación por todo lo que a V.S. le dan las gracias y le
encomiendan a Dios Ntro. Señor en los ejercicios del Oratorio, como se
acostumbra ahora y ahora con más motivo como patrón de dicha fundación.
Dios
guarde a Vuestra Señoría muchos años muchos años, que le desea en ambos
felicidad. El Obediencia y hermano de la Santa Escuela Manuel José
de Gómez, el secretario Miguel de Alcalá, Alonso Blas de Pineda, don Manuel
Gallardo y don Manuel García Berlango.
Por
un documento de 1857 ante el escribano José Núñez Juan de Callava Jiménez
vendía la mitad de su casa a su hermano Juan Fermín de Callava. Es muy
interesante, porque se sitúa lindera con la casa del cura don Narciso
Robles por la parte alta, y, por la baja, con el Oratorio o Ermita de la
Escuela de Cristo. Y se señala exactamente la numeración de cuatro para la casa
(el dos para iglesia y oratorio), estaba vinculada a una memoria de Juan Fermín
de Callava 4.400 reales que se pagaban una cuota anual a la fundación del
abad San Martín y a la cofradía de Nuestra Señora de Carmen.
Sin
embargo, se sabe que la iglesia y sus edificios fueron vendidos a una familia
alcalaína en el segundo decenio del siglo XX, dando lugar a una nueva
restructuración de la manzana de vecindad, que ocuparon los sitios
religiosos y la Escuela de Cristo. Entre
ellos, y linderos nació el Palacio de la Veracruz.
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