En 1621, la muerte de Felipe III obligó al
ayuntamiento a tomar dinero prestado
para poder pagar los lujosos
actos de los funerales y de la proclamación de Felipe IV que se celebraron por
el mes de abril. Si importantes habían
sido los celebrados con motivo de la la muerte de Felipe II, con el mismo boato
y esplendor se previnieron y realizaron
los actos religiosos y protocolarios. Para la traza del catafalco, se
requirieron los servicios de Juan de Aranda Salazar, que ya destacaba como
cantero a las órdenes de su tío el maestro Ginés Martínez de Aranda en las
obras de la sacristía de la Iglesia
Mayor de Alcalá la Real. Esta obra tal vez fuera su primer diseño como tracista
y director de este túmulo, exponente de la arquitectura efímera. La musica de
la Capilla Real del monasterio de San Jerónimo de Granada acudió a cantar en
las exequias religiosas, en las que predicó el licenciado don Pedro de Lara y
Castro, hermano del alcalde mayor de la ciudad, en la misa funeral. El toque de
queda, el luto del corregidor, regidores, escribanos, jurados y oficiales de
cabildo durante varios meses, parcial para la población, y la prohibición de
espectáculos, juegos y danzas completaron los actos de luto por la muerte del
monarca.
La proclamación del nuevo
monarca Felipe IV se celebró con el acto del alzamiento del Pendón. Para ello,
se realizaba una manifestación cívico religiosa desde la casa del Alférez hasta
el Cabildo, y, desde allí a la fortaleza, acompañadas de atabales, chirimías y
trompetas. A la entrada del castillo de Benz Zayde, el alcaide realizaba un
acto de homenaje al nuevo rey represetnado por el estandarte y en la
torre del Homenaje, por parte del alférez mayor
y los Reyes de Armas, los porteros vestidos con los escudos reales, se alzaba el pendón en medio de varios gritos
que plasmaban el vasallaje de la ciudad
por Felipe IV.
En 1621, se recibió una facultad
real para paliar el funcionamiento de la ciudad permitiendo usar los sobrantes
de los arbitrios de tierras, valorados en dos mil ducados, y concedidos para
el pago de las alcabalas con el fin de
saldar las cuentas de las deudas de la ciudad. Por los datos de esta facultad,
se nos ofrecía la siguiente situación financiera. De débitos y réditos de
censos se alcanzaba la suma de 120.000 ducados sin contar los servicios
militares prestados al Rey[1]. Algunos censos o préstamos se remontaban a
los tiempos de Felipe II, como el del patronato de Pedro Fernández de Alcaraz (
pagó mil ducados y se le debían 250,000 maravedíes). Mas reciente fue un
préstamo del Pósito a la ciudad en similares cantidades. Ambos tenían
hipotecados los bienes propios del ayuntamiento en 1.172.000 maravedíes.
Dos años después, se le permitió
una nueva prórroga de aplicar este sobrante con el fin de comprar los cuatro
cortijos de Francisco de Alarcón, ubicados en el Allozo, que no llegó a
consumarse[2]. Sin embargo, ligado con las
contribuciones a la Corona, se siguen realizando concesiones de tierras, ya que
significaban una importante fuente de ingresos con los que podían
afrontarse todos aquellos
servicios reales. El sistema de roturación de tierras nació viciado, porque no
era claro ni leal por los concesionarios. Muchos labradores se aprovechaban de las cabezadas de las
tierras y se adentraban en los terrenos baldíos provocando contínuos pleitos,
cuyos expedientes se iniciaban con la remedida de las tierras, el castigo de
los culpables y la devolución de los frutos. En noviembre de 1621, se llevó a
cabo la primera actuación en la dehesa de la Hondonera.
Pero, como la única fuente de
ingresos para poder afrontar los
contínuos gastos de los servicios reales y las obras públicas radicaba en esta
roturación de las tierras, era frecuente la prórroga de estas tierras, y la
roturación de otras nuevas como las del Doctor Lara y Castro. A pesar de la
oposición del cabildo municipal que alegaba el corto territorio, la privación
de abrigos, pastos y monte bajo para el ganado, siempre la necesidad obligaba a tomar medidas del mantenimiento de
esta política contiinuista , como en el caso del año 1622 ante las obras de los
corredores, balcón y rastro. A ello se añadía que encontraban algunos regidores
defensores de la roturación de los campos como eran las nuevas clases
emriquecidas a través del laboreo de los campos, caso de los Zamoranos y los
Vazquez Mesía..Frente a ellos, los había conservadores y tradicionales que
pretendían mantener la situación anterior, como era el caso de la familia de los Gamboa, Cabrera, y Galán. Los
primeros protegían una política de amiguismo con el alcalde mayor, que les
había concedido las tierras a bajos precios y, a pesar de todas las medidas
represoras y la intervención del síndico, habían vuelto a sembrarlas y se
habían introducido en los terrenos baldíos. Las distintas roturas solían
cumplirse y eran abandonadas de tal
manera que intentaban que no se vieran beneficiadas las mismas personas. Para
ello se establecía que los remates no recayeran en una misma persona, ni en los
más poderosos, legos o sacerdotes. Estos criterios eran bien intencionados , pero muy alejados
de la realidad.
La situación dió lugar a una
reestructuración de la ganadería, generando desabasteciendo de la zona como se
comprueba en este año:
se han acabado los ganados
vacunos que eran de gran aprovechamiento para las labores, se van perdiendo
respecto de este ganado la mitad de que solía valer ...y también se van
deshaciendo los restantes ganados , pues no se halla quien los guarde y con
excesivos precios han caído las crías y las carnes ...no han respetado los vecinos las
medidas del cese de siembras..[3].
No obstante, la política real
era consciente de la importancia de la ganadería, sobre todo, la caballar . De
ahí que, en el mes de marzo, había enviado una cédula real con la que pretendía
el fomento y crianza de la raza de caballos. Pues, había decaído mucho el
ejercicio de la jineta tanto en la
función militar de los caballeros como en los juegos de cañas, en las que se necesitaban de seis a
doce caballos por cuadrilla. Además el uso de los coches
había restringido el empleo del
caballo al quedar limitados a seis o catorce según la tipología de coche. Otro
motivo para reponer la caballería, radicaba en que, con el fomento de la raza,
se restringía el mestizaje que se había producido con la introducción de las llamadas yeguas chirinas en Andalucía,
y, por supuesto, en Alcalá. Esta también era consciente de esta política y
solicitó a la Corona la restricción de coches en Andalucía y la introdución de
las yeguas gallegas. En consonancia con el fomento del ganado caballar, la
ciudad se proponñia ejercitar el ganado
y acotar las dehesas.
Uno de los conflctos más
frecuentes fue la asignación de zonas de dehesas y la correspondiente distribución de ganado en
cada una de ellas..Ligado con la anterior se apreciaba el abastecimiento de carne a la ciudad
controlado por el gobierno municipal, pero que también sufrían la competencia a
través de no cumplir las normas de la venta del ganado en el Rasstro y las
Carnicerías[4]. Hubo años, como en
1627, que se prohibió la salida de la venta de ganado a otros
lugares y se reguló el gobierno de las
carnes comparando con el precio de la ciudad de Granada, que servía de índice
regulador.
Como fuente de ingresos
también se valoraba el arrendamiento de
la bellota de los montes, que solía realizarse por el mes de noviembre. El
acotamiento de dehesas se fue alejando del coto de la ciudad, como eran las
dehesas de Entretorres, o de los Caballos, hastapasar a sitios más lejanos como
la de Charilla, Rábita, Fuente Tétar y Frailes. Comprobemos el repartimiento de
1627.
DEHESA |
Tipo de
suelo |
Ganado |
Chaparral de Nubes, Maleza Prieta y Camello |
Suelo cerrado |
Ganado de cerda y vacuno |
Montes de Mures |
Suelo cerrado |
Todos los ganados |
Encina Hermosa |
Suelo cerrado Suelo abiero |
Cerdos El resto del ganado |
Robledo, Jaralejos Maleza de Santo Domingo |
Suelo Abierto |
Todos los ganados,salvo el de cerda |
La Rábita y Fuente Álamo |
Suelo cerrado |
Todos los ganados |
Cueva del Moro, Loberuelas (sic) y el
Romeral descendiendo hasta el camino de la Hoya al pie del cerro de Albulagar
y a la Cañada de la Boca de Alcaraz, por la sierra de Frailes |
Suelo cerrado |
Ganado de cerda |
Toda
la sierra que va al Noalejo y se extiende al de Navasequilla, entrando las
casas de Frailes, el lado del Hacho y Marroquñin, Cañada Savia, Fuente del
Rayo y la Martina. |
Sin distinción |
Cuatro mil puercos |
El regidor y ganadero Miguel de
Utrilla propuso una dehesa boyar en el paraje de Entretorres, donde se impedía
la entrada del ganado caprino y de cerda en sus 6000 fanegas, pues no había
aprovechamiento de esta porque no ay labradores ni cortijos sino dos o tres
que están abandonados.
Relacionada con la protección de los montes,
estaba la tala de los montes que fue muy perseguida, aunque era un medio de
subsistencia básica para el consumo humano de la cocina y del calor de los
hogares, así como para la industria jabonera, aguardentera y yesera. En 1624,
el corregidor debió intervenir personalmente por un gran desbroce de monte que
realzaban los vecinos de Frailes y Charilla en los alrededores de la Cueva del
Moro junto a las orillas de los montes[5].
Hubo propuestas muy sugerentes como la
ordenanza de la caza. Pues en 1624, se organizó legislativamente el mundo la
caza pues no se hallaba por ningún dinero un conejo o perdiz. Para ello
se propuso un coto o dehesa de caza en suelo cerrado que pretendía beneficiar
al cazador y al mercado, permitiendo la libertad y empleo de guardas al
propietario
La deuda ecomómica, por otro
lado, había alcanzado en estos años primeros años del reinado unos
límites tales que no podían pagar ni siquiera los gastos del Corpus y se vieron
obligados a recoger las rentas de los cortijos , porque habían decaído
los pastos, se había anulado el impuesto de
la carne y asaduras, la bellota de los montes se había destinado a gastos corrientes como el salario del
famoso médico Gutierre de Godoy y del corregidor[6]. Aunque se prorrogara la imposición de
carnes y asaduras por veinte años, ni siquiera la cifra podía alcanzar la
cantidad de 20.000 ducados, imprescindibles para limpiar el Gabán , donde se
habían caído los edificios de la plaza alta. El Pósito ofrecía similar
diagnóstico de decadencia económica, porque ni los mayordomos dejaban trigo a
sus sucesores u quedaba retenido por segundas personas que no permitían
que cumpliera la función social de
alimntación de los pobres. En suma, los bienes propios se hallaban completamente hipotecados por los continuos
pleitos y gastos de los regidores para resolver las situaciones más embarazosas
de la adminsitración. Esta era situación económica de la hacienda municipal, a
la que había que aplicar el bisturí o engagrenarse, que fue lo que aconteció en
años posteriores.
LA FRUSTRADA VISITA DE FELIPE IV
Por este tiempo, los viajes y estancias de los reyes en las ciudades de Andalucía solían cumplimentarse enviando a algún regidor en representación del cabil
do municipal. En el mes de marzo de 1624, el rey se hallaba en Córdoba y acudió a visitarlo el capitá Benavides, al mismo tiempo que se le envió una carta condeduque de Olivares.
Pero, la ciudad se desvivió para
preparar su paso por tierras alcalaínas en 1624. A pesar de que se hicieron
extraordinarios preparativos para que visitara Alcalá con motivo de su visita a
Granada, no se sabe cuales fueron las
razones para que se anulara al final el paso de la comitiva real. No obstante
de ello se benefició la ciudad. Pues el camino de la Corte, por la Peña del
Yeso y el Palancares, y otros secundarios fueron arreglados y limpiados de espinos.
El proipio valido envió una carta , en la que se advertía a la ciudad de que
hiciera todo tipò de prevenciones para agasajar al rey, al infante Carlos, al
Nuncio y a otros grandes de la Corte con doseles, camas, tapices, aposentos de
bastimentos, pescado, pan cocido y, como alimento básico de la época, productos
de cazas, al mismo tiempo que se adecuaran los mesones de camas, paja y cebada
para los animales. Se le comunicó a la ciudad que la comitiva alcanzaba la
cifra de cuatro mil personas. Por eso, se formó una comisión integrada por
cuatro comisarios regidores, el
mayordomo y el corregidor. Para realzar el recibimiento oficial, se le
entregaron arcabuces a los soldados.
Estando el rey de camino desde
Sevilla para llegar a Granada con motivo de las fiestas del Corpus, se recibió
una nueva carta en la que se instaba a la ciudad para el adecentamiento de
nuevos caminos y puentes, señalándose el de Alcalá hasta el Castillo de Locubín
y el de Alcaudete por el Salado, y lo mismo se aconsejó que se hciera en el
adecentamiento de las calles de Rosario y Caba hasta la entrada de la Plaza Pública.
La respuesta de la ciudad fue
presurosa y contundente por la
colaboración vecinal. Se arregló desde el campo de Granada hasta la cruz de
Ambrosio Hernández, cerca del Humilladero de la Magdalena, enccargando las
labores de cantería a Juan Caderas
Riaño, que por este año trabajaba en las obras de la Iglesia Mayor. Lo mismo se llevó a cabo en
el traycto del camino de Puertollano con dirección hacia el Castillo de Locubín,
encargándose las obras a su compañero
Miguel Guerrero. Incluso, se le encargó a Juan de Aranda Salazar un
puente, que por la perentoriedad del tiempo, hubo de construirse de madera. A
los vecinos del Castillo se les encargó
realizar la parte del camino desde el puente de Nuestra Señora de la
Concepción hastla mojonera de Alcaudete. Toda la población colaboró con sus
cabalgaduras trayendo arena y cascajo para el firme de los caminos. Algunas
obras llegaron a afectar al urbanismo de la ciudad, porque se desvió el camino
del Castillo por una haza de la Iglesia Mayor situada en la Tejuela.
Residiendo ya Felipe IV en
Granada, el almirante mayor de Castilla comunicó a la ciudad la lista de
alimentos y carne que debían abstecer en los siguientes días de estancia real.
Se enumeraban entre otros miles de corderos, cabritos, jamones, para lo que
debían hacer calas y catas entre las reses de la comarca, así como registrar
todo el trigo y cebada que debían estar
a disposicióm de la comitiva.
Muy cercana la fecha, se envió
al regidor Cristóbal Méndez Zamorana para inspecionara los caminos y se
presentara en Granada para rendir pleitesía al rey. Se ele comunicó que el
alojamiento tendría lugar en el Castillo de Aben Zayde, donde tendría lugar el
besamano.
Todo fue un vano intento, porque al final desistío de esta ruta.
[1]
AMAR. Acta del 17 de marzo de 1621. La cantidad que se señala en la provisión
real emitida desde Madrid fue 2.879.829
maravedíes.
[2]
AMAR. Acta del cabildo de 23 de marzo de
1623.
[3]
AMAR. Acta del cabildo del 13 de junio de 1622.
[4]
AMAR. Acta del 17 de octubre de 1624.
[5]
AMAR. 30 de abril de 1624.
[6]
AMAR. Acta del cabildo del 23 de junio de 1623.
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