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domingo, 24 de agosto de 2025

LOS PRIMEROS AÑOS DEL REINADO FELIPE IV Y ALCALÁ LA REAL

 

           





         

 

En 1621,  la muerte de Felipe III obligó al ayuntamiento a tomar dinero prestado  para poder pagar los  lujosos actos de los funerales y de la proclamación de Felipe IV que se celebraron por el mes de abril.  Si importantes habían sido los celebrados con motivo de la la muerte de Felipe II, con el mismo boato y esplendor se previnieron y realizaron  los actos religiosos y protocolarios. Para la traza del catafalco, se requirieron los servicios de Juan de Aranda Salazar, que ya destacaba como cantero a las órdenes de su tío el maestro Ginés Martínez de Aranda en las obras de la  sacristía de la Iglesia Mayor de Alcalá la Real. Esta obra tal vez fuera su primer diseño como tracista y director de este túmulo, exponente de la arquitectura efímera. La musica de la Capilla Real del monasterio de San Jerónimo de Granada acudió a cantar en las exequias religiosas, en las que predicó el licenciado don Pedro de Lara y Castro, hermano del alcalde mayor de la ciudad, en la misa funeral. El toque de queda, el luto del corregidor, regidores, escribanos, jurados y oficiales de cabildo durante varios meses, parcial para la población, y la prohibición de espectáculos, juegos y danzas completaron los actos de luto por la muerte del monarca.

La proclamación del nuevo monarca Felipe IV se celebró con el acto del alzamiento del Pendón. Para ello, se realizaba una manifestación cívico religiosa desde la casa del Alférez hasta el Cabildo, y, desde allí a la fortaleza, acompañadas de atabales, chirimías y trompetas. A la entrada del castillo de Benz Zayde, el alcaide realizaba un acto de homenaje al nuevo rey represetnado por el estandarte y   en  la torre del Homenaje, por parte del alférez mayor  y los Reyes de Armas, los porteros vestidos con los escudos reales,  se alzaba el pendón en medio de varios gritos que  plasmaban el vasallaje de la ciudad por Felipe IV.

En 1621, se recibió una facultad real para paliar el funcionamiento de la ciudad permitiendo usar los sobrantes de los arbitrios de tierras, valorados en dos mil ducados, y concedidos para el  pago de las alcabalas con el fin de saldar las cuentas de las deudas de la ciudad. Por los datos de esta facultad, se nos ofrecía la siguiente situación financiera. De débitos y réditos de censos se alcanzaba la suma de 120.000 ducados sin contar los servicios militares prestados al Rey[1]. Algunos censos o préstamos se remontaban a los tiempos de Felipe II, como el del patronato de Pedro Fernández de Alcaraz ( pagó mil ducados y se le debían 250,000 maravedíes). Mas reciente fue un préstamo del Pósito a la ciudad en similares cantidades. Ambos tenían hipotecados los bienes propios del ayuntamiento en 1.172.000 maravedíes. 

Dos años después, se le permitió una nueva prórroga de aplicar este sobrante con el fin de comprar los cuatro cortijos de Francisco de Alarcón, ubicados en el Allozo, que no llegó a consumarse[2]. Sin embargo, ligado con las contribuciones a la Corona, se siguen realizando concesiones de tierras, ya que significaban una importante fuente de ingresos con los  que podían  afrontarse todos  aquellos servicios reales. El sistema de roturación de tierras nació viciado, porque no era claro ni leal por los concesionarios. Muchos labradores  se aprovechaban de las cabezadas de las tierras y se adentraban en los terrenos baldíos provocando contínuos pleitos, cuyos expedientes se iniciaban con la remedida de las tierras, el castigo de los culpables y la devolución de los frutos. En noviembre de 1621, se llevó a cabo la primera actuación en la dehesa de la Hondonera.

Pero, como la única fuente de ingresos para poder afrontar  los contínuos gastos de los servicios reales y las obras públicas radicaba en esta roturación de las tierras, era frecuente la prórroga de estas tierras, y la roturación de otras nuevas como las del Doctor Lara y Castro. A pesar de la oposición del cabildo municipal que alegaba el corto territorio, la privación de abrigos, pastos y monte bajo para el ganado, siempre la necesidad  obligaba a tomar medidas del mantenimiento de esta política contiinuista , como en el caso del año 1622 ante las obras de los corredores, balcón y rastro. A ello se añadía que encontraban algunos regidores defensores de la roturación de los campos como eran las nuevas clases emriquecidas a través del laboreo de los campos, caso de los Zamoranos y los Vazquez Mesía..Frente a ellos, los había conservadores y tradicionales que pretendían mantener la situación anterior, como era el caso de la  familia de los Gamboa, Cabrera, y Galán. Los primeros protegían una política de amiguismo con el alcalde mayor, que les había concedido las tierras a bajos precios y, a pesar de todas las medidas represoras y la intervención del síndico, habían vuelto a sembrarlas y se habían introducido en los terrenos baldíos. Las distintas roturas solían cumplirse y eran abandonadas  de tal manera que intentaban que no se vieran beneficiadas las mismas personas. Para ello se establecía que los remates no recayeran en una misma persona, ni en los más poderosos, legos o sacerdotes. Estos criterios  eran bien intencionados , pero muy alejados de la realidad.  

La situación dió lugar a una reestructuración de la ganadería, generando desabasteciendo de la zona como se comprueba en este año:

se han acabado los ganados vacunos que eran de gran aprovechamiento para las labores, se van perdiendo respecto de este ganado la mitad de que solía valer ...y también se van deshaciendo los restantes ganados , pues no se halla quien los guarde y con excesivos precios  han caído las crías y las carnes  ...no han respetado los vecinos las medidas del cese de siembras..[3]. 

No obstante, la política real era consciente de la importancia de la ganadería, sobre todo, la caballar . De ahí que, en el mes de marzo, había enviado una cédula real con la que pretendía el fomento y crianza de la raza de caballos. Pues, había decaído mucho el ejercicio de la jineta  tanto en la función militar de los caballeros como en los juegos  de cañas, en las que se necesitaban de seis a doce caballos por cuadrilla. Además el uso de  los coches  había restringido  el empleo del caballo al quedar limitados a seis o catorce según la tipología de coche. Otro motivo para reponer la caballería, radicaba en que, con el fomento de la raza, se restringía el mestizaje que se había producido con la introducción  de las llamadas yeguas chirinas en Andalucía, y, por supuesto, en Alcalá. Esta también era consciente de esta política y solicitó a la Corona la restricción de coches en Andalucía y la introdución de las yeguas gallegas. En consonancia con el fomento del ganado caballar, la ciudad se proponñia ejercitar el ganado  y acotar las dehesas.

Uno de los conflctos más frecuentes fue la asignación de zonas de dehesas y la  correspondiente distribución de ganado en cada una de ellas..Ligado con la anterior se apreciaba  el abastecimiento de carne a la ciudad controlado por el gobierno municipal, pero que también sufrían la competencia a través de no cumplir las normas de la venta del ganado en el Rasstro y las Carnicerías[4]. Hubo  años, como en  1627, que se prohibió la salida de la venta de ganado a otros lugares  y se reguló el gobierno de las carnes comparando con el precio de la ciudad de Granada, que servía de índice regulador.

Como fuente de ingresos también  se valoraba el arrendamiento de la bellota de los montes, que solía realizarse por el mes de noviembre. El acotamiento de dehesas se fue alejando del coto de la ciudad, como eran las dehesas de Entretorres, o de los Caballos, hastapasar a sitios más lejanos como la de Charilla, Rábita, Fuente Tétar y Frailes. Comprobemos el repartimiento de 1627.

DEHESA

Tipo de  suelo

Ganado

Chaparral de Nubes,

Maleza Prieta y Camello

Suelo cerrado

Ganado de cerda

y vacuno

Montes de Mures

Suelo cerrado

Todos los ganados

Encina Hermosa

Suelo cerrado

Suelo abiero

Cerdos

El resto del ganado

Robledo, Jaralejos

Maleza de Santo Domingo

Suelo Abierto

Todos los ganados,salvo el de cerda

La Rábita y Fuente Álamo

 

Suelo cerrado

Todos los ganados

Cueva del Moro, Loberuelas (sic) y el Romeral descendiendo hasta el camino de la Hoya al pie del cerro de Albulagar y a la Cañada de la Boca de Alcaraz, por la sierra de Frailes

Suelo cerrado

Ganado de cerda

 Toda la sierra que va al Noalejo y se extiende al de Navasequilla, entrando las casas de Frailes, el lado del Hacho y Marroquñin, Cañada Savia, Fuente del Rayo y la Martina.

Sin distinción

Cuatro mil puercos

 


El regidor y ganadero Miguel de Utrilla propuso una dehesa boyar en el paraje de Entretorres, donde se impedía la entrada del ganado caprino y de cerda en sus 6000 fanegas, pues no había aprovechamiento de esta porque no ay labradores ni cortijos sino dos o tres que están abandonados.

Relacionada con la protección de los montes, estaba la tala de los montes que fue muy perseguida, aunque era un medio de subsistencia básica para el consumo humano de la cocina y del calor de los hogares, así como para la industria jabonera, aguardentera y yesera. En 1624, el corregidor debió intervenir personalmente por un gran desbroce de monte que realzaban los vecinos de Frailes y Charilla en los alrededores de la Cueva del Moro junto a las orillas de los montes[5].

Hubo propuestas muy sugerentes como la ordenanza de la caza. Pues en 1624, se organizó legislativamente el mundo la caza pues no se hallaba por ningún dinero un conejo o perdiz. Para ello se propuso un coto o dehesa de caza en suelo cerrado que pretendía beneficiar al cazador y al mercado, permitiendo la libertad y empleo de guardas al propietario

         

La deuda ecomómica, por otro lado,  había alcanzado  en estos años primeros años del reinado unos límites tales que no podían pagar ni siquiera los gastos del Corpus y  se vieron  obligados a recoger las rentas de los cortijos , porque habían decaído los pastos, se había anulado el impuesto de  la carne y asaduras, la bellota de los montes se había destinado  a gastos corrientes como el salario del famoso médico Gutierre de Godoy y del corregidor[6]. Aunque se prorrogara la imposición de carnes y asaduras por veinte años, ni siquiera la cifra podía alcanzar la cantidad de 20.000 ducados, imprescindibles para limpiar el Gabán , donde se habían caído los edificios de la plaza alta. El Pósito ofrecía similar diagnóstico de decadencia económica, porque ni los mayordomos dejaban trigo a sus sucesores u quedaba retenido por segundas personas que no permitían que  cumpliera la función social de alimntación de los pobres. En suma, los bienes propios se hallaban  completamente hipotecados por los continuos pleitos y gastos de los regidores para resolver las situaciones más embarazosas de la adminsitración. Esta era situación económica de la hacienda municipal, a la que había que aplicar el bisturí o engagrenarse, que fue lo que aconteció en años posteriores.

                       

LA FRUSTRADA VISITA DE FELIPE IV                    

 

Por este tiempo, los viajes y estancias de los reyes en las ciudades de Andalucía solían cumplimentarse enviando a algún regidor en representación del cabil


do municipal. En el mes de marzo de 1624, el rey se hallaba en  Córdoba y acudió a visitarlo el capitá Benavides, al mismo tiempo que se le envió una carta condeduque de Olivares.

Pero, la ciudad se desvivió para preparar su paso por tierras alcalaínas en 1624. A pesar de que se hicieron extraordinarios preparativos para que visitara Alcalá con motivo de su visita a Granada, no se sabe cuales fueron  las razones para que se anulara al final el paso de la comitiva real. No obstante de ello se benefició la ciudad. Pues el camino de la Corte, por la Peña del Yeso y el Palancares, y otros secundarios fueron arreglados y limpiados de espinos. El proipio valido envió una carta , en la que se advertía a la ciudad de que hiciera todo tipò de prevenciones para agasajar al rey, al infante Carlos, al Nuncio y a otros grandes de la Corte con doseles, camas, tapices, aposentos de bastimentos, pescado, pan cocido y, como alimento básico de la época, productos de cazas, al mismo tiempo que se adecuaran los mesones de camas, paja y cebada para los animales. Se le comunicó a la ciudad que la comitiva alcanzaba la cifra de cuatro mil personas. Por eso, se formó una comisión integrada por cuatro comisarios regidores, el  mayordomo y el corregidor. Para realzar el recibimiento oficial, se le entregaron arcabuces a los soldados.

Estando el rey de camino desde Sevilla para llegar a Granada con motivo de las fiestas del Corpus, se recibió una nueva carta en la que se instaba a la ciudad para el adecentamiento de nuevos caminos y puentes, señalándose el de Alcalá hasta el Castillo de Locubín y el de Alcaudete por el Salado, y lo mismo se aconsejó que se hciera en el adecentamiento de las calles de Rosario y Caba hasta  la entrada de la Plaza Pública.

La respuesta de la ciudad fue presurosa  y contundente por la colaboración vecinal. Se arregló desde el campo de Granada hasta la cruz de Ambrosio Hernández, cerca del Humilladero de la Magdalena, enccargando las labores de cantería  a Juan Caderas Riaño, que por este año trabajaba en las obras de  la Iglesia Mayor. Lo mismo se llevó a cabo en el traycto del camino de Puertollano con dirección hacia el Castillo de Locubín, encargándose las obras a su compañero  Miguel Guerrero. Incluso, se le encargó a Juan de Aranda Salazar un puente, que por la perentoriedad del tiempo, hubo de construirse de madera. A los vecinos del Castillo se les encargó  realizar la parte del camino desde el puente de Nuestra Señora de la Concepción hastla mojonera de Alcaudete. Toda la población colaboró con sus cabalgaduras trayendo arena y cascajo para el firme de los caminos. Algunas obras llegaron a afectar al urbanismo de la ciudad, porque se desvió el camino del Castillo por una haza de la Iglesia Mayor situada en la Tejuela.

Residiendo ya Felipe IV en Granada, el almirante mayor de Castilla comunicó a la ciudad la lista de alimentos y carne que debían abstecer en los siguientes días de estancia real. Se enumeraban entre otros miles de corderos, cabritos, jamones, para lo que debían hacer calas y catas entre las reses de la comarca, así como registrar todo el  trigo y cebada que debían estar a disposicióm de  la comitiva.

Muy cercana la fecha, se envió al regidor Cristóbal Méndez Zamorana para inspecionara los caminos y se presentara en Granada para rendir pleitesía al rey. Se ele comunicó que el alojamiento tendría lugar en el Castillo de Aben Zayde, donde tendría lugar el besamano.        

Todo fue un vano intento, porque al final desistío de esta ruta.




[1] AMAR. Acta del 17 de marzo de 1621. La cantidad que se señala en la provisión real emitida desde Madrid fue 2.879.829  maravedíes.

[2] AMAR. Acta del  cabildo de 23 de marzo de 1623.

[3] AMAR. Acta del cabildo del 13 de junio de 1622.

[4] AMAR. Acta del 17 de octubre de 1624.

[5] AMAR. 30 de abril de 1624.

[6] AMAR. Acta del cabildo del 23 de junio de 1623.

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