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domingo, 24 de agosto de 2025

ALCALÁ LA REAL EN TIERMPOS DEL REINADO DE FELIPE IV (1621-1665).PRIMERA PARTE,

 

 

                                               I PARTE

     












Este  rey fue muy bien caracterizado en las obras  artísticas de los pintores de la época, sobre todo por parte de Velázquez, su pintor de cámara. También, nuestro paisano el escultor Juan Martínez Montañés diseñó la cabeza del rey de la estatua ecuestre hecha por el italiano Pietro Tacca, actualmente conservada en la Plaza de Oriente de Madrid. Para ello, Montañés marchó a Madrid, en 1635 probablemente bajo la recomendación del célebre pintor sevillano, permaneciendo siete meses en la Corte. El poeta Gabriel de Bocángel y Unzueta, escribió el siguiente epigrama dedicado “al retrato de Su Magestad por Martínez Montañés”.

                        Yas el polvo no es ruina sino aliento,

Ya lo inmortal de lo mortal se fía,

Aquí paró en acierto la porfía,

Y esculpió sus ideas el intento:

Próvido elige el barro el instrumento,

Buscando proporción a su osadía,

Que como a darle espíritu atendía

Atribuyó  lo humano a su elemento.

Ya pues, que lo inspiró lo eterno al bulto,

Donde vueleve a nacer el Sol de Iberia,

Le fia al barro el Andaluz Lisipo,

Que, al bronce, y mármol, presumieran culto

De los años, por sólida materia.

Y para eterno, bastante Filipo. 

           

           

            Siguiendo la  publicación de la historia local  en la Edad Moderna a través de los principales protagonistas, continuamos con este rey que ejerció bastante influencia en la vida de Alcalá la Real.  Es verdad que la figura de Felipe IV , como dice Ricardo García Cárcel, “ha quedado eclipsada  por la de Olivares, personaje polémico y pluridimensional-de Marañón a Elliot- bajo cuya sombra protectora Felipe IV  ha eludido los juicios de los historiadores”. Este personaje imprimió un sello especial programando una serie de reformas  que pretendía simplificar la legislación y centralizar la administración, al mismo tiempo que hacer frente a los gastos extraordinarios que se ocasionaron con las contínuas guerras emprendidas en defensa del Imperio español y de la unidad de la península ibérica. Vanos fueron los esfuerzos., pues como comenta Xil Pujol “ Su reinado de cuarenta y cuatro años, uno de los más largos de España, no conoció ni un sólo año sin guerra abierta ni un frente por lo menos”[1]. Para ello, se emprendieron medidas  de carácter general que afectaron también a las ciudades como la reducción de oficios en la Corte, y en los municipios, edictos contra los gastos suntuarios a la hora de los lutos y cremonias religiosas y prohibición de entrada de productos números. Todos los  esfuerzos fueron inútiles  para conseguir cuatro elementos importantes para su reinado. Gente, dinero, orden y  obediencia, porque “ “no se podía llevar a la práctica mientras se sometía al país a la inmensa sangría de hombres y recursos materiales que conllevaban luchas  en tantos frentes”[2].  

            Los arbitristas fueron  los principales ideólogos que proponían variados y numerosos programas para conseguir los recursos de miles de maneras y modos. Por eso, la primera mitad del  siglo XVII se caracterizó en su mayor parte por estar la ciudad de Alcalá la Real continuamente empeñada y obligada a responder a las distintas peticiones de la Corona, que se vio inmersa en las guerras de Italia, contra Francia, Flandes, Cataluña y Portugal. Le afectaron muchas medidas que respondían a este planteamiento reformista y al arbitirismo del momento.

La historia de este reinado fue la respuesta a las respectivas contribuciones, que, en forma de donativos, alcabalas, repartimientos y servicios de milicias, eran reclamadas por el rey para afrontar las distintas guerras. Otros gastos como la compra del Castillo de Locubín, el desmesurado  aumento del impuesto de la sal y la moneda forera incidieron intensamente en la depauperada hacienda local. A ello hubo que añadir las particulares y específicas  contribuciones de dinero repartido  para la construcción del puente de Medellín, del almenilla de Sevilla, del muelle de Málaga, de las torres de la costas y del puente de Córdoba. .Algunas fueron, incluso, muy lejanas como las del puente Mérida.

 

Además fueron años de sequía el 1631, 1632, 1637, 1638,  muy seco 1639, 1651, 1653, 1656 ,1661, y 1665, que  provocaron un agravamiento de la difícil situación económica y que dio lugar a unas cosechas poco productivas. Raro era el año de intensas lluvias y nieves como el 1663, lo que también ocasionaba una corta cosecha a la que había que registrar para el abasto común de la población a través de la compra de trigo de los labradores, la mayor parte de las rentas y diezmos de los eclesiásticos.

 

 

 

 

Año

 

Lluvias

 

Sequía

 

Peste

 

Otros

 

1621

 

Sólo lluvias en octubre

 

 

 

 

 

Año esteril.  se pide espera de pagos por los agricultores.

Carestía de la carne por modo de registrarse

 

1622

 

 

 

 

 

 

 

Se prohibió la venta y salida de trigo y cebada de Alcalá en el mes de agosto

 

1623

 

 

 

 

 

Gusano en los montes que afectó a los trigos y a la bellota

 

Huracán de aire el 29 de diciembre con grandes efectos devastadores.

 

1625

 

Nieve enel mes de febrero

 

 

 

 

 

Se cayeron piedras en las cballerizas del ayuntamiento

 

1627

 

 

 

 

 

 

 

Año de mala cosecha se compró trigo de la Campiña y de la zona de la Orden de Calatrava

 

1628

 

 

 

 

 

 

 

Hubo necesidad de comprar siete mil ducados de trigo por el mes de agosto

 

 

1629

 

 

 

x sequía en mes de mayo

 

Prevención ante la peste

 

Novena a Santa Ana Buena cosecha.

 

1630

 

 

 

 

 

Gusano en los montes

 

se hicieron conjuros. Importaba la bellota 4000 ducados

 

1631

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1632

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1634

 

 

 

 

 

Gusanos en la Sierra de Valdepeñas

 

 

 

1636

 

x Lluvias en diciembre

 

 

 

 

 

Corte de caminos y calzadas

 

1637

 

x Lluvias en enero

 

x

 

 

 

 

 

1638

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1639

 

 

 

x intenso

 

 

 

 

 

1644

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1645

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1646

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1647

 

 

 

x

 

 

 

Carestía de trigo

 

1649

 

 

 

 

 

 

 

Corta cosecha

 

1650

 

 

 

 

 

 

 

Corta cosecha

 

1651

 

 

 

x

 

 

 

Corta cosecha

 

1652

 

 

 

x

 

 

 

Rogativa a Santa Ana y falta de abastecimiento

 

1653

 

 

 

x ( ausencia de lluvias por el mes de abril y mayo)

 

 

 

Rogativa a Santa Ana. Corta cosecha frente a la nula de la Campiña

 

1658

 

Muchas nieves y aguas al principio de año

 

 

 

 

 

 

 

1661

 

 

 

x

 

 

 

 

 

1663

 

x

 

 

 

 

 

Corta cosecha

 

1665

 

 

 

x

 

 

 

 

 


Otra circubstancia adversa fue la  presencia de diverdas plagas. La de la langosta y la de  los gusanos en los montes afectaron tanto a la bellota del ganado como al trigo, porque solía extenderse a todos los campos. Las medidas para paliar sus negativas consecuencias  no se hacían retardar sino que los caballeros emprendían acciones de  limpieza de aquellos insectos así como que iniciaban una serie de conjuros, acudiendo a frailes famosos que en otras ocasiones habían acudido a la comarca. Diversas procesiones recorrían la ciudad desde la Iglesia Mayor hasta el convento de San Francisco y, sobre todo, se invocaba a la patrona santa Ana y san Antonio de Padua. En 1623, hay referencias de una plaga de gusanos por el mes de julio y se buscaron los servicios de un fraile ubetense que los ejercía en Priego. En 1629, se repitió e intervino un fraile observante de Baza, Francisco de Bustos, ante la amenaza de las pérdidas de 4000 ducados que suponían las rentas de la bellota de los montes, provodcadas por el gusano y la langosta. De nuevo, en el año 1634, comenzó a extenderse la plaga del gusano en la sierra de Valdepeñas, procurándo la ciudad  servirse de las artes del conjuro del Licenciado Diego de Mieres, que es persona que haze exorcismos y conjuros para el gusano y el pulgón y que la ha quitado en la sierra de Valdepeñas y en los montes de esta ciudad son considerables[3].

Más importantes efectos devastadores provocó un huracán de aire la noche del veintinueve de diciembre en el casco de la población y en la aldea de Charilla, llegando a arrancar sesenta y siete álamos en  el egido del mismo nombre, una cantidad de árboles y alamos sin especificar de la aldea,  y, aunque no se cite , en techumbres de los edificios, como la chimenea de la casa del corregidor, el tejado y campanario del convento de San Francisco, al que la ciudad concedió una limosna de treinta ducados para su restauración.[4]) y las casas particulares de la Mota, y las de retama de los núcleos rurales.  

La epidemia de peste no llegaron a afectar a la ciudad de Alcalá. Sin embargo, muchos pueblos cercanos se vieron afectados en gran intensidad, incluso en el Castillo de Locubín incidió de un modo notorio en el año 1682. No obstante, las prevenciones y medidas conllevaban una serie de cargas económicas desde el establecimiento de guardias, construcción de cercas en la nueva ciudad, cerrando portillos, levantando tapias y prohibiendo las relaciones comarcales. Sólo  eran permitidos la entrada por las puerta de la Tejuela, la  entrada y salida de los Arcos. y el laboreo de los campos y actividad molinera a través de la puerta del Cambrón y la de la Cruz de los Moros.

A finales  1629 se tomaron las precauciones y no afectó en nada a la ciudad. Y lo mismo aconteció en 1637 y 1647. La de 1637 está muy bien descrita, se tomaron todas las prevenciones posibles, se cercó la ciudad desde la calleja de Pedro Vázquez Mesía hasta la callejuela de Francisco Velasco. Y, desde allía hasta la calle Tejuela y Puerta Velasco, desde la  Puerta Villena  hasta San Sebastián y la Cuesta Cambrón. Se señalaron tres puertas de entrada, la de Villena, Álamos y Peña Horadada y se establecieron rondas por la noche. Sólo quedaron al principio por cercar el Barrranco Millán  y las Torres Bermejas que eran las salidas de los campesinos  a su trabajo y el lugar de entrada de los enfermos de los cortijos. Alguna incidencia debió ocurrir, porque el 23 de junio ·se dio la llave de la puerta, situada junto casa de Antón de Alcalá, al párroco de Santo Domingo de Silos para administrar la extremaución de los enfermos que venían del barrio de las Torres Bermejas”.Además acudieron a segar los cortijos  unos forasteros procedentes de pueblos contagiados.

 

            Contribuciones militares

 

El carácter exento de los vecinos no fue óbice para la obligación  de prestar servicio militar a la Corona con varias compañías de soldados. Estas  ahondaron aín más la pobre situación de sus arcas municipales. Sirva como ejemplo que hubo que acudir a Tortosa, durante la guerra de Cataluña con una compañía de soldados. A  la guerra de Portugal, en  1637  acudieron 160 infantes; 171 infantes lo hicieron  en 1642 al sitio de Olivencia, y  100 infantes y diez caballeros a Badajoz y Gelbes en 1658 y 300 soldados a la Coronación del Conde Duque y Presidio y 24 soldados al mando del Capitan General de la Costa con destino en Portugal  en 1661.

No es menos  penoso el continuo alojamiento de soldados en los últimos años del reinado, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín hasta el punto que provocó varios altercados y el levantamiento de la población.

El primer alojamiento tuvo lugar en febrero de 1627 con la llegada del tercio de la Armada que provenía de las Indias. Además de la manutención de pan, aceite y leña, el repartimiento entre los vecinos causaba grandes incovenientes entre los vecinos, a los que se les obligaba a realizar el padrón. La ciudad procuraba evitar los roces entre su vecindad mediante su instalación en una casa de alquiler de la calle de la Peste y, en caso de necesidad, desalojar todas las casas de aquella calle y alojar los soldados  entre los demás vecinos.  En  1660, se tuvo que alojar, durante el tránsito y paso desde Granada, nada menos que a los tercios de Flandes y Cataluña, un cuerpo de la Armada.

Los mismos altecrados que en el  Castillo acontecieron en Alcalá, cuando se  alojaron las tropas del capitan Toribio Marín, cuando marchaba  en dirección a Badajoz  y otro nuevo alojamiento se produjo entre el 1663 y 1664, este último lo quiso obviar la ciudad con el donativo de 4000 ducados. l final del reinado,  fueron  alojadas las tropas de los alemanes en 1665. A veces la situación se hacía asfixiante como en 1663, cuando el corregidor de Jaén le obligó al alojamientode 140 soldados de los 1.540 destinados al reino de Jaén, mientras otras villas como Arjona y Arjonilla lograban evadirse de estos servicios que conllevaba el pago de sueldos de pan y trigo, cebada para animales, leña y luz  e incluso unos sueldos a los soldados para no agravar problemas con la población, a pesar de que se les pagase con las sisas y la quiebra de millones. 

Derivado con los gastos militares indirectos, otra carga para la ciudad fue el abastecimiento de arrieros  para transportar los bagajes  hacia la guerra de Portugal, a lo que la ciudad muchas veces no podía hacer frente ya que no había personas  dedicadas a esta actividad  en la ciudad y, en la mayoría de las ocasiones, hubo de contratarlos de las comarcas cercanas de Córdoba, de Doña Mencía y Lucena.

A todo esto se añadia la contribución al tercio provincial del reino de Jaén, que en los años del 1660-1664  acudió a la guerra de Portugal.

El caracter privilegiado que les eximía de todo tipo de alcabalas en las relaciones comerciales  obligaba al ayuntamiento a gran cantidad de pleitos con otras ciudades que se dilataban en la Real Chancillería. No se puede definir mejor la situación  de principios de reinado con  una frase. Así, en 1621, ante la protesta de los vecinos que se vían agravados por las nuevas imposiciones , fue  curiosa la postura de la ciudad que expresó su protesta con una frase significativa se arremoline Zamora. No era sino una muestra de escape ante tanta presión. Pues, la persecución del fraude daba lugar a situación de máxima  tensión. Los apremios en las deudas de las tierras roturadas, la remedida de las tierras arrendadas por la ciudad o el exceso de  terreno cultivado en los cortijos de propios era una constante  en todas las intervenciones de la justicia.

 

 

                        Las clases populares

 


Y muy ligado con todo lo anterior, se relacionaba la cuestión social. La gran masa de jornaleros y pequeños pujareros-propietarios y arrendadores   de pocas tierras- solía quedar desabastecida en muchas ocasiones. Pues los propietarios de grandes extensiones solían autoabastecerse de trigo y de cebada para su alimentación, y  el excedente solía venderse a otros lugares, incluso, muchos de  su productos solían quedar en manos de algunas rentas forasteras. Esto daba lugar a que, en los momentos de sequía y esterildad de los campos, los primeros fueran los más perjudicados, obligándose a sufrir las duras restricciones del reparto de pan.

Para solventar la situación, los regidores y el corregidor solían organizar la distribución mediante cuarteles y la imposición de varias medidas como eran la saca del trigo del pósito, la asignación de una  determinada cantidad de pan a cada panadero para amasar trigo  y la señalización  de puntos de distribución de pan , a veces gratuita o por medio de boletas,  por la venta de pan en determinados lugares, prohibiéndo la compra por los forasteros. Generalmente ocurrían ciclicamente estos momentos de crisis social  en los periodos invernales y de primavera. Así en el año 1622, hubo que repartir 150 fanegas, estableciendo un precio de 16 reales/la fanega para que no excedieran los precios de 12 cuartos el pan blanco y 14 el bazo;   se repartieron entre dieciséis panaderos que recibían diez fanegas cada día , cinco fanegas en la Plaza de la Mota, cinco en la Alhóndiga y cinco en el Llanillo[5] .

Días más tarde, tuvo que hacerse un registro de cala y cata entre los vecinos para poder encontrar trigo. Por el mes de agosto se tomaron las mismas medidas de prohibición de venta del trigo y cebada a forasteros.

En el año 1629, por el mes de mayo, se repitió la misma situación con un reparto de mil seiscientas  fanegas. Pero los acontecimientos fueron más alarmantes, porque  se acabó el trigo del Pósito para resolver la situación angustiosas y el tiempo seco se prolongaba. Los cuarteles o barrios de la ciudad se distribuyeron en la zona de la Mota que tenía punto de distribución en las Casas de Cabildos para los más pobres y vecinos más cercano; otros estaban situados en San Juan, calle LLana y placeta del Llanillo, al mismo tiempo que se prohibió la saca del trigo.

Lo mismo que en el trigo, acontecia con otros alimentos básicos como el aceite, que los arrendadores solían comprar al por mayor y, luego, abusaban de los precios sin tener en cuenta  el ritmo de precios del mercado  e impedían cualquier intrusismo que provocara la baja de precios como los jarreros[6] .La carne tambien solía encarecerse al primar muchas veces los intereses de los ganaderos que vendían sus ganados y productos a otros lugares y ferias como Noalejo, encareciendo los  productos y provocando grandes subidas de precios. En  1624, también  hubo que tomar varios acuerdos impidiendo que se sacaran las carnes de cerdo[7]. Y, en los productos de vestido, a veces se obligó a los artesanos a moderar los precios, como en el año 1629 por la baja de la moneda que impusieron excesivos precios los tejedores de paños, cardadoree hilanderas y hubo que intervenir el síndico para guardar los aranceles tasados[8].



[1]  GIL PUJOL El final, El Rey, al remo. La aventura de la Historia.  Año 7. nº 78. Pág. 59-63.

[2] GARCÍA GARCÍA, Ricardo. El inttegrista frívolo. La aventuira de la Hisotria Ibid. Pág. 42-43.

[3] AMAR. Acta de30 de junio de 1634.

[4] AMAR. Libro de cuentas. Legajo 116 Pieza.4

[5] AMAR . Acta de cabildo de 21 de enero de 1622.

[6] AMAR. Acta de cabildo de 5 de diciembre de 1623.

[7] AMAR. Acta de cabildo de nuevede enero de 1624.

[8] AMAR. Acta de cabildo de uno de junio de 1629.

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