I
PARTE
Este rey fue muy bien caracterizado en las obras artísticas de los pintores de la época, sobre todo por parte de Velázquez, su pintor de cámara. También, nuestro paisano el escultor Juan Martínez Montañés diseñó la cabeza del rey de la estatua ecuestre hecha por el italiano Pietro Tacca, actualmente conservada en la Plaza de Oriente de Madrid. Para ello, Montañés marchó a Madrid, en 1635 probablemente bajo la recomendación del célebre pintor sevillano, permaneciendo siete meses en la Corte. El poeta Gabriel de Bocángel y Unzueta, escribió el siguiente epigrama dedicado “al retrato de Su Magestad por Martínez Montañés”.
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Yas
el polvo no es ruina sino aliento,
Ya lo inmortal de lo mortal se fía,
Aquí paró en acierto la porfía,
Y esculpió sus ideas el intento:
Próvido elige el barro el instrumento,
Buscando proporción a su osadía,
Que como a darle espíritu atendía
Atribuyó
lo humano a su elemento.
Ya pues, que lo inspiró lo eterno al bulto,
Donde vueleve a nacer el Sol de Iberia,
Le fia al barro el Andaluz Lisipo,
Que, al bronce, y mármol, presumieran culto
De los años, por sólida materia.
Y para eterno, bastante Filipo.
Siguiendo
la publicación de la historia local en la Edad Moderna a través de los principales
protagonistas, continuamos con este rey que ejerció bastante influencia en la
vida de Alcalá la Real. Es verdad que la
figura de Felipe IV , como dice Ricardo García Cárcel, “ha quedado
eclipsada por la de Olivares, personaje
polémico y pluridimensional-de Marañón a Elliot- bajo cuya sombra protectora
Felipe IV ha eludido los juicios de los
historiadores”. Este personaje imprimió un sello especial programando una serie
de reformas que pretendía simplificar la
legislación y centralizar la administración, al mismo tiempo que hacer frente a
los gastos extraordinarios que se ocasionaron con las contínuas guerras
emprendidas en defensa del Imperio español y de la unidad de la península
ibérica. Vanos fueron los esfuerzos., pues como comenta Xil Pujol “ Su reinado
de cuarenta y cuatro años, uno de los más largos de España, no conoció ni un
sólo año sin guerra abierta ni un frente por lo menos”[1]. Para
ello, se emprendieron medidas de
carácter general que afectaron también a las ciudades como la reducción de
oficios en la Corte, y en los municipios, edictos contra los gastos suntuarios
a la hora de los lutos y cremonias religiosas y prohibición de entrada de
productos números. Todos los esfuerzos
fueron inútiles para conseguir cuatro
elementos importantes para su reinado. Gente, dinero, orden y obediencia, porque “ “no se podía llevar a la
práctica mientras se sometía al país a la inmensa sangría de hombres y recursos
materiales que conllevaban luchas en
tantos frentes”[2].
Los
arbitristas fueron los principales
ideólogos que proponían variados y numerosos programas para conseguir los
recursos de miles de maneras y modos. Por eso, la primera mitad del siglo XVII se caracterizó en su mayor parte
por estar la ciudad de Alcalá la Real continuamente empeñada y obligada a
responder a las distintas peticiones de la Corona, que se vio inmersa en las guerras
de Italia, contra Francia, Flandes, Cataluña y Portugal. Le afectaron muchas
medidas que respondían a este planteamiento reformista y al arbitirismo del
momento.
La historia de este reinado fue
la respuesta a las respectivas contribuciones, que, en forma de
donativos, alcabalas, repartimientos y servicios de milicias, eran reclamadas
por el rey para afrontar las distintas guerras. Otros gastos como la compra del
Castillo de Locubín, el desmesurado
aumento del impuesto de la sal y la moneda forera incidieron
intensamente en la depauperada hacienda local. A ello hubo que añadir las
particulares y específicas
contribuciones de dinero repartido
para la construcción del puente de Medellín, del almenilla de Sevilla,
del muelle de Málaga, de las torres de la costas y del puente de Córdoba.
.Algunas fueron, incluso, muy lejanas como las del puente Mérida.
Además fueron años de sequía el 1631, 1632, 1637, 1638, muy seco 1639, 1651, 1653, 1656 ,1661, y 1665, que provocaron un agravamiento de la difícil situación económica y que dio lugar a unas cosechas poco productivas. Raro era el año de intensas lluvias y nieves como el 1663, lo que también ocasionaba una corta cosecha a la que había que registrar para el abasto común de la población a través de la compra de trigo de los labradores, la mayor parte de las rentas y diezmos de los eclesiásticos.
Año |
Lluvias |
Sequía |
Peste |
Otros |
1621 |
Sólo lluvias en octubre |
|
|
Año esteril. se pide espera
de pagos por los agricultores. Carestía de la carne por
modo de registrarse |
1622 |
|
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Se prohibió la venta y
salida de trigo y cebada de Alcalá en el mes de agosto |
1623 |
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Gusano en los montes que
afectó a los trigos y a la bellota |
Huracán de aire el 29 de
diciembre con grandes efectos devastadores. |
1625 |
Nieve enel mes de febrero |
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|
Se cayeron piedras en las
cballerizas del ayuntamiento |
1627 |
|
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|
Año de mala cosecha se
compró trigo de la Campiña y de la zona de la Orden de Calatrava |
1628 |
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|
Hubo necesidad de comprar
siete mil ducados de trigo por el mes de agosto |
1629 |
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x sequía en mes de mayo |
Prevención ante la peste |
Novena a Santa Ana Buena
cosecha. |
1630 |
|
|
Gusano en los montes |
se hicieron conjuros.
Importaba la bellota 4000 ducados |
1631 |
|
x |
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1632 |
|
x |
|
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1634 |
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Gusanos en la Sierra de
Valdepeñas |
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1636 |
x Lluvias en diciembre |
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Corte de caminos y calzadas |
1637 |
x Lluvias en enero |
x |
|
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1638 |
|
x |
|
|
1639 |
|
x intenso |
|
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1644 |
|
x |
|
|
1645 |
|
x |
|
|
1646 |
|
x |
|
|
1647 |
|
x |
|
Carestía de trigo |
1649 |
|
|
|
Corta cosecha |
1650 |
|
|
|
Corta cosecha |
1651 |
|
x |
|
Corta cosecha |
1652 |
|
x |
|
Rogativa a Santa Ana y
falta de abastecimiento |
1653 |
|
x ( ausencia de lluvias por
el mes de abril y mayo) |
|
Rogativa a Santa Ana. Corta
cosecha frente a la nula de la Campiña |
1658 |
Muchas nieves y aguas al
principio de año |
|
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1661 |
|
x |
|
|
1663 |
x |
|
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Corta cosecha |
1665 |
|
x |
|
|
Otra circubstancia adversa fue
la presencia de diverdas plagas. La de
la langosta y la de los gusanos en los
montes afectaron tanto a la bellota del ganado como al trigo, porque solía
extenderse a todos los campos. Las medidas para paliar sus negativas
consecuencias no se hacían retardar sino
que los caballeros emprendían acciones de
limpieza de aquellos insectos así como que iniciaban una serie de
conjuros, acudiendo a frailes famosos que en otras ocasiones habían acudido a
la comarca. Diversas procesiones recorrían la ciudad desde la Iglesia Mayor
hasta el convento de San Francisco y, sobre todo, se invocaba a la patrona
santa Ana y san Antonio de Padua. En 1623, hay referencias de una plaga de
gusanos por el mes de julio y se buscaron los servicios de un fraile ubetense
que los ejercía en Priego. En 1629, se repitió e intervino un fraile observante
de Baza, Francisco de Bustos, ante la amenaza de las pérdidas de 4000 ducados
que suponían las rentas de la bellota de los montes, provodcadas por el gusano
y la langosta. De nuevo, en el año 1634, comenzó a extenderse la plaga del
gusano en la sierra de Valdepeñas, procurándo la ciudad servirse de las artes del conjuro del
Licenciado Diego de Mieres, que es persona que haze exorcismos y conjuros
para el gusano y el pulgón y que la ha quitado en la sierra de Valdepeñas y en
los montes de esta ciudad son considerables[3].
Más importantes efectos
devastadores provocó un huracán de aire la noche del veintinueve de diciembre
en el casco de la población y en la aldea de Charilla, llegando a arrancar
sesenta y siete álamos en el egido del mismo
nombre, una cantidad de árboles y alamos sin especificar de la aldea, y, aunque no se cite , en techumbres de los
edificios, como la chimenea de la casa del corregidor, el tejado y campanario
del convento de San Francisco, al que la ciudad concedió una limosna de treinta
ducados para su restauración.[4]) y
las casas particulares de la Mota, y las de retama de los núcleos rurales.
La epidemia de peste no llegaron
a afectar a la ciudad de Alcalá. Sin embargo, muchos pueblos cercanos se vieron
afectados en gran intensidad, incluso en el Castillo de Locubín incidió de un
modo notorio en el año 1682. No obstante, las prevenciones y medidas
conllevaban una serie de cargas económicas desde el establecimiento de
guardias, construcción de cercas en la nueva ciudad, cerrando portillos,
levantando tapias y prohibiendo las relaciones comarcales. Sólo eran permitidos la entrada por las puerta de
la Tejuela, la entrada y salida de los
Arcos. y el laboreo de los campos y actividad molinera a través de la puerta
del Cambrón y la de la Cruz de los Moros.
A finales 1629 se tomaron las precauciones y no afectó
en nada a la ciudad. Y lo mismo aconteció en 1637 y 1647. La de 1637 está muy
bien descrita, se tomaron todas las prevenciones posibles, se cercó la ciudad
desde la calleja de Pedro Vázquez Mesía hasta la callejuela de Francisco
Velasco. Y, desde allía hasta la calle Tejuela y Puerta Velasco, desde la Puerta Villena hasta San Sebastián y la Cuesta Cambrón. Se
señalaron tres puertas de entrada, la de Villena, Álamos y Peña Horadada y se
establecieron rondas por la noche. Sólo quedaron al principio por cercar el
Barrranco Millán y las Torres Bermejas
que eran las salidas de los campesinos a
su trabajo y el lugar de entrada de los enfermos de los cortijos. Alguna
incidencia debió ocurrir, porque el 23 de junio ·se dio la llave de la puerta,
situada junto casa de Antón de Alcalá, al párroco de Santo Domingo de Silos
para administrar la extremaución de los enfermos que venían del barrio de las
Torres Bermejas”.Además acudieron a segar los cortijos unos forasteros procedentes de pueblos
contagiados.
Contribuciones
militares
El carácter exento de los
vecinos no fue óbice para la obligación
de prestar servicio militar a la Corona con varias compañías de
soldados. Estas ahondaron aín más la
pobre situación de sus arcas municipales. Sirva como ejemplo que hubo que
acudir a Tortosa, durante la guerra de Cataluña con una compañía de soldados.
A la guerra de Portugal, en 1637
acudieron 160 infantes; 171 infantes lo hicieron en 1642 al sitio de Olivencia, y 100 infantes y diez caballeros a Badajoz y
Gelbes en 1658 y 300 soldados a la Coronación del Conde Duque y Presidio y 24
soldados al mando del Capitan General de la Costa con destino en Portugal en 1661.
No es menos penoso el continuo alojamiento de soldados en
los últimos años del reinado, sobre todo, en la villa del Castillo de Locubín
hasta el punto que provocó varios altercados y el levantamiento de la
población.
El primer alojamiento tuvo lugar
en febrero de 1627 con la llegada del tercio de la Armada que provenía de las
Indias. Además de la manutención de pan, aceite y leña, el repartimiento entre
los vecinos causaba grandes incovenientes entre los vecinos, a los que se les
obligaba a realizar el padrón. La ciudad procuraba evitar los roces entre su
vecindad mediante su instalación en una casa de alquiler de la calle de la
Peste y, en caso de necesidad, desalojar todas las casas de aquella calle y
alojar los soldados entre los demás
vecinos. En 1660, se tuvo que alojar, durante el tránsito
y paso desde Granada, nada menos que a los tercios de Flandes y Cataluña, un
cuerpo de la Armada.
Los mismos altecrados que en
el Castillo acontecieron en Alcalá,
cuando se alojaron las tropas del
capitan Toribio Marín, cuando marchaba
en dirección a Badajoz y otro
nuevo alojamiento se produjo entre el 1663 y 1664, este último lo quiso obviar
la ciudad con el donativo de 4000 ducados. l final del reinado, fueron
alojadas las tropas de los alemanes en 1665. A veces la situación se
hacía asfixiante como en 1663, cuando el corregidor de Jaén le obligó al
alojamientode 140 soldados de los 1.540 destinados al reino de Jaén, mientras
otras villas como Arjona y Arjonilla lograban evadirse de estos servicios que
conllevaba el pago de sueldos de pan y trigo, cebada para animales, leña y
luz e incluso unos sueldos a los
soldados para no agravar problemas con la población, a pesar de que se les
pagase con las sisas y la quiebra de millones.
Derivado con los gastos
militares indirectos, otra carga para la ciudad fue el abastecimiento de
arrieros para transportar los
bagajes hacia la guerra de Portugal, a
lo que la ciudad muchas veces no podía hacer frente ya que no había personas dedicadas a esta actividad en la ciudad y, en la mayoría de las
ocasiones, hubo de contratarlos de las comarcas cercanas de Córdoba, de Doña
Mencía y Lucena.
A todo esto se añadia la
contribución al tercio provincial del reino de Jaén, que en los años del
1660-1664 acudió a la guerra de
Portugal.
El caracter privilegiado que les
eximía de todo tipo de alcabalas en las relaciones comerciales obligaba al ayuntamiento a gran cantidad de
pleitos con otras ciudades que se dilataban en la Real Chancillería. No se
puede definir mejor la situación de
principios de reinado con una frase. Así,
en 1621, ante la protesta de los vecinos que se vían agravados por las nuevas
imposiciones , fue curiosa la postura de
la ciudad que expresó su protesta con una frase significativa se arremoline
Zamora. No era sino una muestra de escape ante tanta presión. Pues, la
persecución del fraude daba lugar a situación de máxima tensión. Los apremios en las deudas de las
tierras roturadas, la remedida de las tierras arrendadas por la ciudad o el
exceso de terreno cultivado en los
cortijos de propios era una constante en
todas las intervenciones de la justicia.
Las
clases populares

Y muy ligado con todo lo
anterior, se relacionaba la cuestión social. La gran masa de jornaleros y
pequeños pujareros-propietarios y arrendadores
de pocas tierras- solía quedar desabastecida en muchas ocasiones. Pues
los propietarios de grandes extensiones solían autoabastecerse de trigo y de
cebada para su alimentación, y el
excedente solía venderse a otros lugares, incluso, muchos de su productos solían quedar en manos de
algunas rentas forasteras. Esto daba lugar a que, en los momentos de sequía y
esterildad de los campos, los primeros fueran los más perjudicados, obligándose
a sufrir las duras restricciones del reparto de pan.
Para solventar la situación, los
regidores y el corregidor solían organizar la distribución mediante cuarteles y
la imposición de varias medidas como eran la saca del trigo del pósito, la
asignación de una determinada cantidad
de pan a cada panadero para amasar trigo
y la señalización de puntos de
distribución de pan , a veces gratuita o por medio de boletas, por la venta de pan en determinados lugares,
prohibiéndo la compra por los forasteros. Generalmente ocurrían ciclicamente
estos momentos de crisis social en los
periodos invernales y de primavera. Así en el año 1622, hubo que repartir 150
fanegas, estableciendo un precio de 16 reales/la fanega para que no excedieran
los precios de 12 cuartos el pan blanco y 14 el bazo; se repartieron entre dieciséis panaderos que
recibían diez fanegas cada día , cinco fanegas en la Plaza de la Mota, cinco en
la Alhóndiga y cinco en el Llanillo[5] .
Días más tarde, tuvo que hacerse
un registro de cala y cata entre los vecinos para poder encontrar trigo. Por el
mes de agosto se tomaron las mismas medidas de prohibición de venta del trigo y
cebada a forasteros.
En el año 1629, por el mes de
mayo, se repitió la misma situación con un reparto de mil seiscientas fanegas. Pero los acontecimientos fueron más
alarmantes, porque se acabó el trigo del
Pósito para resolver la situación angustiosas y el tiempo seco se prolongaba.
Los cuarteles o barrios de la ciudad se distribuyeron en la zona de la Mota que
tenía punto de distribución en las Casas de Cabildos para los más pobres y
vecinos más cercano; otros estaban situados en San Juan, calle LLana y placeta
del Llanillo, al mismo tiempo que se prohibió la saca del trigo.
Lo mismo que en el trigo,
acontecia con otros alimentos básicos como el aceite, que los arrendadores
solían comprar al por mayor y, luego, abusaban de los precios sin tener en
cuenta el ritmo de precios del
mercado e impedían cualquier intrusismo
que provocara la baja de precios como los jarreros[6] .La
carne tambien solía encarecerse al primar muchas veces los intereses de los
ganaderos que vendían sus ganados y productos a otros lugares y ferias como
Noalejo, encareciendo los productos y
provocando grandes subidas de precios. En
1624, también hubo que tomar
varios acuerdos impidiendo que se sacaran las carnes de cerdo[7]. Y,
en los productos de vestido, a veces se obligó a los artesanos a moderar los
precios, como en el año 1629 por la baja de la moneda que impusieron excesivos
precios los tejedores de paños, cardadoree hilanderas y hubo que intervenir el
síndico para guardar los aranceles tasados[8].
[1] GIL PUJOL El final, El Rey, al remo. La
aventura de la Historia. Año 7. nº
78. Pág. 59-63.
[2]
GARCÍA GARCÍA, Ricardo. El inttegrista frívolo. La aventuira de la Hisotria
Ibid. Pág. 42-43.
[3]
AMAR. Acta de30 de junio de 1634.
[4]
AMAR. Libro de cuentas. Legajo
116 Pieza.4
[5]
AMAR . Acta de cabildo de 21 de enero de 1622.
[6]
AMAR. Acta de cabildo de 5 de diciembre de 1623.
[7]
AMAR. Acta de cabildo de nuevede enero de 1624.
[8]
AMAR. Acta de cabildo de uno de junio de 1629.
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