Hubo
siempre preocupación por la salud en la
ciudad de la Mota
desde su toma; para curar las heridas de
guerra y las enfermedades epidémicas; en
tiempos de paz, primero los barberos. cirujanos,
saudores, curanderos, santeros y muchas personas con conocimientos
transmitidos secretamente de generación
en generación aplicaron sus experiencias de sanar a las personas. por eso no
nos extraña que las hierbas y las pócimas se aplicaran para enfermedades depresivas
como relata el libra de la genealogía de los Aranda. Era un terreno movedizo , donde el secreto unía
la magia con la racionalidad de las aplicaciones farmacopeas. Pues sabemos que
la medicina gozó de un gran prestigio, En tiempos de asentamiento de
la ciudad renacentista, las boticas se abrieron y se contrataron por el cabildo
de la ciudad médicos, incluso hubo
pleitos contra algún que otro físico que suplantaba los servicios de la
medicina. Entre los médicos hay que destacar a Gutierre de Godoy, médico
afincado finalmente giennense que vivió en Alcalá por el siglo XVI y principios
del XVII; el médico Gaspar de los Reyes, cuyo estudio de "El agua
elada" se ha llevado a cabo en el Programa de la Virgen de 2015, el espiritista
Ruiz Matas en el siglo XIX que introdujo
la vacunación en la comarca, Pedro Camy, hijo de padres franceses, y la
excelente lista de médicos del siglo XX:
En
el gremio sanitario, también los hospitales- en su doble función hospitalaria y
curativa- se establecieron pronto en la
Mota y sus alrededores: el Hospital de los Monteses y el del
Dulce Nombre de Jesús y Caridad; luego uno despareció y el otro bajo a la ciudad del llano, en el Llanillo y en la
calle Caridad, a la que dio nombre, para transformarse en el de Jesús y Santa
Ana y acabar definitivamente en el Hospital Civil de Nuestra Señora de las
Mercedes en la calle Rosario,
precisamente en las casas del Abad Moya.
Por
otro lado, las boticas también pronto abastecieron a los pacientes de
medicinas, pócimas, bálsamos y otros mejunjes para curar todo tipo de
enfermedades. Solían ubicarse en la plaza Baja, sabemos que hubo solo una en la
plaza alta Mota; y que las más conocidas fueron las de la torre de Aguilera o
del Argamasón y la de la Esquina. Nombre
como Quesada y María Aguilera dieron nombres a las boticas. Hoy día se simula
una de ellas en un rincón de la plaza. Estas
jugaron un papel fundamental en la investigación, en la prolongación de la vida
de los vecinos y hasta en los asuntos más nimios, que se trataban en las
reboticas. Luego, tras una estancia en la calle Real, con la familia de los
Rodríguez, bajaron al llano y se
establecieron en la arteria comercial de la carrera de las Mercedes jugando un
papel fundamental en la nueva fisonomía modernista de la ciudad con sus
fachadas de los Granados, Sánchez
Velasco y de la Morena.
Era
un asunto muy serio de siglos pasados llevar a cabo las inspecciones de las
boticas, para evitar caducaciones y posibles fraudes. Queda algún que otro
legajo del Libro de Visitas , que realizaba el corregidor con varios munícipes
y un técnico de rama, con lo que conocemos el herbolario, jarabes, medicinas,
pastilleros y cualquier otro tipo de medicamentos que solían aplicarse nuestros
antepasados del siglo XVI. Dentro de la investigación, se andaba con pies de
plomo. Y se valoraba muchos los nuevos descubrimientos, que se extendían por
España como la pólvora.
Una
de ellos fue la pócima de Juan de Granada.
En palabras de un comentarista suyo sobre las fórmulas secretas al
bálsamo de Juan de Granada Consuegra, Esteban Mira Caballos: sabemos " A juzgar por su apellido, no sería de extrañar que él o alguno de
sus ascendientes tuviesen un origen morisco. El apellido Granada aparece con
mucha frecuencia entre los conversos, sobre todo entre los expulsados tras la
rebelión de las Alpujarras30.
En cuanto a su descendencia o a los posibles herederos de su privilegio,
tampoco disponemos de información. Sin embargo, a juzgar por la ausencia de
documentación es probable que su explotación no durase muchos años. Tampoco
parece tener relación alguna con el famoso botánico Sinforoso Mutis Consuegra,
sobrino de Celestino Mutis y continuador de su famosa expedición botánica
americana, a principios del siglo XIX31.
No era un boticario de los aquellos tiempos que buscaran
las fórmulas secretas , sino que pretendía lo que hoy se busca, la patente para
comercializarlo por medio del privilegio real. Como ya hemos dicho, hasta mediados del siglo XVI la explotación
comercial de distintos productos medicinales se basaba en el mantenimiento del
secreto de su composición o fabricación. Sin embargo, como veremos a
continuación, Juan Granada de Consuegra llevó a cabo una verdadera revolución
en la investigación y comercialización de su bálsamo a partir de 1570, pasando
del secretismo al privilegio29. Él no jugaba con fórmulas
secretas sino con la obtención de un privilegio para distribuir el producto en
exclusiva. Previo contrato ante notario, cedía la fórmula a cada uno de los
boticarios o barberos locales con los que contrataba su fabricación,
distribución y venta. Ello tenía dos ventajas añadidas: evitaba la competencia de
otros supuestos elixires, pues él tenía la exclusividad sobre ese producto. Y
segundo, no necesitaba fabricarlo personalmente ni, por tanto, capital social
con el que financiar su empresa. Bastaba con que cediese la explotación y la
fórmula a los boticarios locales para que estos fabricasen el licor a cambio de
una renta anual.
Pese a la importancia de Juan Granada de
Consuegra en la historia de la farmacopea española, apenas conocemos datos
biográficos sobre él.
Y todo esto viene
a cuento , por el hecho de que estar por estudiar la expansión de este medicamento
que fue pionero de su tiempo. En concreto, Alcalá la Real tuvo el privilegio de recibir el bálsamo de Juan
de Granada el 20 de septiembre de 1572.
Este bálsamo, según afirma la acta de cabildo, curaba heridas y otras enfermedades , entre
ellas la del rey. Pero, el ayuntamiento, en esta sesión tomó medidas preventiva
y acordó que recabaran los informes de
una e persona que instruyera el medicamento; y después participaran en lo informes el médico y boticario.
Con
este acuerdo, se aportan aspectos de la utilidad como bálsamo
para curar enfermedades concretas ( las heridas y las del rey). Estas no eran
otras sino la sífilis y la gota. En cuanto a la comercialización, en Carmona se recibió en 1570 la primera cédula sobre el uso y venta de este
bálsamo y la del Sevilla unos meses
antes que la de Alcalá , porque no se han encontrado hasta ahora otras. No se
sabe mucho sobre el bálsamo, salvo haber
sido aprobado por los protomédicos de la corona sin aportar ningún dato más
sobre el particular, y la propagación que tuvo en Castilla y Aragón, gracias al
privilegio de explotación. En palabras de Miras Caballos " Según él mismo declaró, estuvo mucho tiempo experimentando
su jarabe medicinal, invirtiendo más de 600 ducados en las
pruebas y repruebas. Al
parecer, el preciado elixir curaba heridas, yagas y apostemas y había sido
aprobado y contrastado por los protomédicos reales, los doctores Diego de
Olivares y Bernardo Rodríguez. Por real cédula otorgada en Córdoba, el 20 de
abril de 1570, se le concedió el privilegio de explotación en exclusiva de su
nuevo medicamento durante veinte años en todo el reino de Castilla. Cinco días
después los citados protomédicos y el notario real, Diego de Burgos, fijaron el
precio de venta del producto en un real la onza. Lo llamativo es que poco más de
siete años después, Juan Granada consiguió que se le aprobase el monopolio en
los territorios de la antigua corona de Aragón . Nuevamente se volvió a reconocer y experimentar el licor, en esta ocasión por el doctor de
la corte Francisco Fernández Rajo. Al parecer, las pruebas volvieron a
confirmar las extraordinarias propiedades curativas alegadas. El monopolio en
esta ocasión se le concedió por doce años, por tanto, mientras en Castilla en
estanco finalizaría en 1590 en Aragón lo haría un año antes, es decir, en 1589.
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