Aquí
no hay manera de cantar el "Pobre de mí". Se engarza una fiesta tras otra hasta los Santos. Pues, pronto el
mes de la Vendimia
por excelencia traerá las celebraciones
de los barrio, alguna que otra de una aldea y de las hermandades,
y, al final, la traca más sonora y esperada la gran Feria de Septiembre. Pero ya algunos
vecinos no acudirán a la cita de estas festividades, porque se
encontrarán en otros lugares de nuestra geografía o en Francia, o, simplemente por otros motivos laborales.
Pero,
al final de agosto, la ciudad recupera
pausadamente su ritmo. Se inaugura el
curso escolar, acaban las vacaciones para el sector industrial y las hortalizas abastecen los hogares con sus
últimos productos. El comercio abre sus puertas a medio gas. Por
otro lado la silueta de la ciudad de la
Mota recibe a los visitantes con el nuevo espacio recuperado de la ermita de San Blas. Las líneas
sugerentes de su recinto constructivo
invitan a pasear, acercarse a su
entorno y contemplar este nuevo rincón
de los arrabales del santo de curar la gargantilla. En la coqueta y limpia plazoleta que merodea
a la Cuesta
del Cambrón, a lo más que uno puede visualizar
de su poblado pasado, son una
portada renacentista que levantó el cura Diego de Castro allá por el segundo
decenio del siglo XVI, el cajón de su iglesia, los muros de la capilla de Santo
Cristo de la Salud
y el hálito de un rincón que hizo a veces de almacén en tiempos de peste, por
eso de encontrarse a las afueras de la ciudad. Al dejar al descubierto su
planimetría, limpia y testigo de una
arquitectura abacial que se repite en muchos templos pequeños de la comarca de la Sierra Sur , vienen a la memoria muchas personas que
abandonaron aquel recinto a duras penas
y forzadas por la necesidad y la pobreza. No se pasa por alto las ruinas de la
casa de Malagón, el único superviviente de las Escalerillas de Santo Domingo,
más bien las medio escaleras hasta los
años setenta del siglo XX y la segunda estación del Vía Crucis de la primera
escuela taller.
Muy
cerca, el tercer anillo amurallado y la base de la puerta de Martín Ruiz descubren un pasado de
un barrio muy bullicioso, de viviendas del sector primario y terciario y encerradas por el camino de San
Bartolomé, antigua carrera de los
Caballos. Esta, hoy convertida en adarve de Alcalá, ofrece un balcón privilegiado para las
instalaciones del prometido parador: la frontera
del antiguo reino de Granada entre olivares y sierras de flora mediterránea y
como pórtico de adentrarse en caminos y veredas de leyendas. Ahora,, es una
realidad que se ha convertido en el segundo paseo de la ciudad rememorando el
" Paseíllo de Vinuesa".
En
estos días, a bombo y platillo, se ha recibido una buena noticia para la ciudad. Nos referimos a la última muleta ( más bien la penúltima) que se le aplica a la centenaria iglesia de Santo Domingo. Desde que cayó en el sumo abandono
allá a mediados de siglo XX, los sexagenarios pueden dar cuenta de tres o cuatro
reformas, intervenciones, apuntalamientos y lavados de cara que ha sufrido este templo
durante su vida. Y los que le falten. Parece como el cuento de nunca acabar de
esta iglesia gótico- mudéjar que se remonta a la mezquita del arrabal Viejo. Y,
lo mismo que las penas no vienen solas, doble motivo de alegría con la elevación de la
grúa en el solar del Antiguo Convento de las Trinitarias ( las Monjas Altas).
Hay que apostar por el turismo, pero no quedándose dormidos sino implicándose
toda la población rehabilitando sus casas
y poniéndolo en valor sus edificios, sus
jardines y su entorno. Magistral lección municipal se está impartiendo en estos años con el
Centro de Anfibios, el Huerto de Alonso Rubio
y todas las mejoras del perímetro de la fortaleza de la Mota. Falta que san Rafael
bendiga por octubre aquellas calles con un pequeño oratorio en otra plazoleta
que se ha rehabilitado con gran acierto. Puede ser un aliciente de un barrio
que ya despide a los últimos pegujareros y se abre a otros vecinos, que deben sentir
el mismo sentimiento de aquellos que lo habitaron durante muchos siglos y ya se
han marchado de otros lares. No puede quedar en ser un simple recuerdo de un pasado. Los barrios deben tener vida,
comercio, lugares de encuentro, de formación y , sobre todo, orgullo de las
personas que se avecinan en ellos La cultura del ocio se hace realidad en
muchos lugares de España. No hacen falta
fuegos artificiales y cohetes, sino que se realimente con el compartir un reto que conlleva una apuesta
también por el trabajo y el progreso.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario