TORRE DEL HOMENAJE
Si se
me preguntara qué torre escogería para el festivo mes de agosto, de seguro que
no lo dudaría.: la torre del Homenaje de
la fortaleza de la Mota. Fue la primera que se levantó en aquel cerro, testigo del Mar de Tetis y argárico en
sus primeras poblaciones que se remontan a la Prehistoria. Capitana de la
alcazaba, vasalla y representante de la Corona en paz y en guerra. Proa del
transatlántico terreno de la ciudad de la Mota cuando vigilaba la
frontera calatrava. Testigo de proclamaciones públicas y de levas militares.
Atalaya púnica y romana. Almenara del cementerio mozárabe. Embajadora y
receptora de reyes, sultanes, capitanes mayores de la frontera y alcaides.
Símbolo primero del escorzo serrano de la avanzadilla del Sur. Esta torre es el
icono actual de la ciudad, que resistió los seísmos más destructivos de la historia local y nacional como el de
Lisboa de la segunda mitad del siglo XVIII o el de los años cincuenta del siglo
XX.
En su cuerpo se describe la diacronía árabe, pasando de
un simple y primario torreón de vigilancia hasta robustecerse con su puerta de recodo, reminiscencia de los
diversos momentos del arte musulmán: desde la presencia califal hasta el gótico
cristiano coetáneo con el nazarí del
reino de Granada pasando por la presencia almohade y almorávide. Pero, esta
torre es, sobre todo, símbolo de poder castellano, como vigía atenta y escrupulosa de unas tierras que
resistieron las de Caín. Sacrificios y muertes de armas a porrillo y a diario,
inviernos de nevazos mortíferos, veranos de calores corrosivos como los de
ahora y sin aire acondicionado-….y
privilegios de conquista con tierras de repartimiento, mercedes
cortesanas y prebendas de exenciones de
impuestos y alcabalas. En su sala de
bóveda octogonal, se firmaron pactos y capitulaciones, se celebraron fiestas de
sarao y se bailaron al son del
rabel danzas mudéjares y se forjaron
leyendas y relato de guerra y paz. La torre se hizo eterna contemplando,
cercos, asedios, asaltos y escaramuzas
plasmadas en letra de los romances: “hace muy gran cabalgada, /y
a las puertas de Alcalá, /- que la Real se llamaba, /los cristianos y los
moros/- una escaramuza traban”.
Incluso, en tiempos
recientes y a pesar de su abandono desde el siglo XVIII, los franceses la
utilizaron como recinto defensivo, y, en la guerra civil recibió algún que
otro obús extraviado o confundido que se cruzaban los dos bandos, porque a sus pies se abrían
los nidos de ametralladoras y las galerías de las trincheras. En los diversos
ínterin, contempló su alrededor hecho
pasto para algún ganadero
caprino, maqbara, cementerio y hasta
museo arqueológico. Hoy día, se perfuma con la alhucema o espliego de su
entorno desde la primavera, se pinta de
colores electrónicos en las fiestas medievales de verano, se convierte en
lección otoñal de alfaqueques y adalides
junto con alwayales y alcaides,
y, en invierno, desde su terraza se corona con el cometa de los reyes de
Oriente. .Recientemente, desde el pasadizo del pozo de la
conquista se enreda con las leyendas moriscas, juegos y caprichos de amor y
aventuras sin final.
Muchas veces necesitó de las manos de los
arquitectos al verse herida siempre por
los avisos de la naturaleza. En los años ochenta del siglo XVI, resurgió de las
manos de Ginés Martínez de Aranda a costa de las penas de cámara, parecía que
había caído, pero el pueblo alcalaíno no permitió que su símbolo se viniera
abajo aunque solo fuera para celebrar las proclamaciones de los reyes. Cuatro
siglos después, su subsuelo de nuevo volvió a temblar y dejó su esqueleto al
aire hasta ser restaurada a finales del siglo XX por el arquitecto Berges.
Parecía que allí no se gastaría un duro más. Y comenzó a hablar con lecciones
museísticas del mundo bélico de frontera al mismo tiempo que remozó todas sus
entradas, salas, aljibes, bóvedas y
terraza en los últimos años del siglo
XX.
Esta torre es un símbolo
del poder, testigo de los avatares de la
historia local, imperturbable y respetada por todo el pueblo de Alcalá. Algunos
le lanzarán cañonazos de sal, pero esta torre siempre se erguirá solemne sin
inmutarse a lo largo del trascurrir histórico. Sabia lección que simboliza el
poder constituido democráticamente por consenso y apoyo popular que nunca puede
destruirse con los cañonazos lastimeros o enmarañados, que, por cierto, abundan
en muchos personajes públicos de la geografía nacional. Ante una torre tan
noble por su constitución; homenaje
debido y cumplido. Ante la destrucción, su reforma y reconstrucción como
segunda lección. Siempre, no dejar caer
las torres a pesar del dicho que torres más altas han caído.
Pero, no la del Homenaje.
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