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viernes, 28 de agosto de 2015

TORRE DEL HOMENAJE

           Si se me preguntara qué torre escogería para el festivo mes de agosto, de seguro que no lo dudaría.: la torre del Homenaje  de la fortaleza de la Mota. Fue la primera que se levantó en aquel  cerro, testigo del Mar de Tetis y argárico en sus primeras poblaciones que se remontan a la Prehistoria. Capitana de la alcazaba, vasalla y representante de la Corona en paz y en guerra.  Proa del  transatlántico terreno de la ciudad de la Mota cuando vigilaba la frontera calatrava. Testigo de proclamaciones públicas y de levas militares. Atalaya púnica y romana. Almenara del cementerio mozárabe. Embajadora y receptora de reyes, sultanes, capitanes mayores de la frontera y alcaides. Símbolo primero del escorzo serrano de la avanzadilla del Sur. Esta torre es el icono actual de la ciudad, que resistió los seísmos más destructivos  de la historia local y nacional como el de Lisboa de la segunda mitad del siglo XVIII o el de los años cincuenta del siglo XX. 
            En su cuerpo se describe la diacronía árabe, pasando de un simple y primario torreón de vigilancia hasta robustecerse con  su puerta de recodo, reminiscencia de los diversos momentos del arte musulmán: desde la presencia califal hasta el gótico cristiano coetáneo con el nazarí  del reino de Granada pasando por la presencia almohade y almorávide. Pero, esta torre es, sobre todo, símbolo de poder castellano, como vigía  atenta y escrupulosa de unas tierras que resistieron las de Caín. Sacrificios y muertes de armas a porrillo y a diario, inviernos de nevazos mortíferos, veranos de calores corrosivos como los de ahora y sin aire acondicionado-….y  privilegios de conquista con tierras de repartimiento, mercedes cortesanas y   prebendas de exenciones de impuestos y alcabalas.  En su sala de bóveda octogonal, se firmaron pactos y capitulaciones, se celebraron fiestas de sarao y se bailaron  al son del rabel  danzas mudéjares y se forjaron leyendas y relato de guerra y paz. La torre se hizo eterna contemplando, cercos, asedios, asaltos y  escaramuzas plasmadas en  letra de los romances: “hace muy gran cabalgada, /y a las puertas de Alcalá, /- que la Real se llamaba, /los cristianos y los moros/- una escaramuza traban”.
            Incluso, en tiempos recientes y a pesar de su abandono desde el siglo XVIII, los franceses la utilizaron como recinto defensivo, y, en la guerra civil recibió algún que otro  obús extraviado  o confundido que se cruzaban  los dos bandos, porque a sus pies se abrían los nidos de ametralladoras y las galerías de las trincheras. En los diversos ínterin, contempló su alrededor hecho  pasto para  algún ganadero caprino, maqbara,  cementerio y hasta museo arqueológico. Hoy día, se perfuma con la alhucema o espliego de su entorno  desde la primavera, se pinta de colores electrónicos en las fiestas medievales de verano, se convierte en lección otoñal de alfaqueques y adalides  junto con alwayales y  alcaides, y, en invierno, desde su terraza se corona con el cometa de los reyes de Oriente. .Recientemente, desde el pasadizo del pozo de la conquista se enreda con las leyendas moriscas, juegos y caprichos de amor y aventuras sin final.
Muchas  veces necesitó de las manos de los arquitectos   al verse herida siempre por los avisos de la naturaleza. En los años ochenta del siglo XVI, resurgió de las manos de Ginés Martínez de Aranda a costa de las penas de cámara, parecía que había caído, pero el pueblo alcalaíno no permitió que su símbolo se viniera abajo aunque solo fuera para celebrar las proclamaciones de los reyes. Cuatro siglos después, su subsuelo de nuevo volvió a temblar y dejó su esqueleto al aire hasta ser restaurada a finales del siglo XX por el arquitecto Berges. Parecía que allí no se gastaría un duro más. Y comenzó a hablar con lecciones museísticas del mundo bélico de frontera al mismo tiempo que remozó todas sus entradas, salas, aljibes,  bóvedas y terraza  en los últimos años del siglo XX.
Esta torre es un símbolo del  poder, testigo de los avatares de la historia local, imperturbable y respetada por todo el pueblo de Alcalá. Algunos le lanzarán cañonazos de sal, pero esta torre siempre se erguirá solemne sin inmutarse a lo largo del trascurrir histórico. Sabia lección que simboliza el poder constituido democráticamente por consenso y apoyo popular que nunca puede destruirse con los cañonazos lastimeros o enmarañados, que, por cierto, abundan en muchos personajes públicos de la geografía nacional. Ante una torre tan noble por su constitución;  homenaje debido y cumplido. Ante la destrucción, su reforma y reconstrucción como segunda lección.  Siempre, no dejar caer las torres a pesar del dicho que torres más altas han caído.
Pero, no la del Homenaje. 




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