Me encanta pasear a eso de las once de la noche, por las calles de los barrios altos de la ciudad, O, viajar con el coche por una aldea y emprender un itinerario nocturno Las calores provocan lo que ninguna campaña propagandística había conseguido hasta ahora, echar la gente a la calles. Eso que denominaba los sociólogos andaluces, allá por los años ochenta, como una característica singular del pueblo andaluz y con letras mayúsculas LA CULTURA DE LA CALLE. Pues puede uno encontrarse a los corros de familias enteras, entados en las sillas de enea y conversando entre todos los miembros de diversas generaciones, desde la ceca a la meca; por otro lado, las terrazas de los bares palian los malos resultados de una crisis que recula y colea más que la cola del lagarto muerto de Jaén; las nuevas generaciones, y las que cubren canas en su cabello, se encaraman por los cerros que cierran la ciudad de la Mota practicando el senderismo nocturno entre leyendas y vistas de miradores; y hay, además. a cielo abierto foráneos atrevidos que mezclan sus estentóreos roncares con el de los grillos de las orillas de los pocos canalillos de agua que quedan por el Llano de las Aves Frías.
Un día se habla sobre el carácter insólito de la luna azul o sobre los dos plenilunios de este mes de julio abominable por la epidemia de soporíferos calores que nos ha adosado casi todos los días de sus largas semanas sin olvidar el reconocimiento de un nuevo o disuelto cometa que ofrece el Observatorio Astronómico de la Pedriza en la Plaza Alta de la Mota. Otro día, vienen a cuento los estipendios de los cargos públicos enredándose en una disputada conversación, en la que abunda el debate sobre el espíritu de servicio y la retribución obligada por abandonar el puesto de trabajo sin pasar por alto las demagogias circunstanciales de algunos que esconden la mano y tiran la piedra. En los primeros días de julio, puede uno encontrarse a famosos jueces como Grande Marlaska en las azoteas del Parque de los Sauces con motivo de los cursos de Verano de la UNED dedicados al estudio de la corrupción; lo hacían descansando de su trajinar diario en la Villa de la Corte y tras la ponencia pronunciada durante la tarde.
Las notas musicales llenaron la bóveda celesta y estrellada del cielo azul oscuro del julio alcalaíno con su armonía sinfónica dentro de un continuado programa de fiestas que no se interrumpía en ningún fin de semana, porque, en caso de ausencia, se inventaba un nuevo encuentro festivo, Pues se abrió inesperadamente entre los bellos cantos de la popular Roko con motivo de los inesperados fuegos de artificio del L Aniversario de la empresa Condepols y el cante moderno del Trío Bohemia de las fiestas de la Asociación Vecinal de la Huerta de Capuchinos, Laura Moryano y Santi nos hicieron pasar veladas inolvidables con la trnaformación lírica de la copla española y se cerró con las fiestas medievales de la ciudad de la Mota en medio de salmodias judías, danzas árabes y percusión de atabales cristianos. Sin olvidar, el toque inoportuno y nocturno de muchos atabales en el festival de Etnosur, que inundó las calles alcalaínas de muchos forasteros estrenándose como comerciantes ambulantes de servicios de bares portátiles. Y eso que, como cultura de calle , mantuvo los foros de participación, los talleres repletos de gente, los conciertos sin las molestias de sonidos intempestivos por eso de la nueva orientación del escenario, y los espacios expositivo y lúdicos.
De Santa Ana,, la Abuela agraciaba con grandes espectáculos gracias a la intervención del el grupo de la Tentación y convocando a los vecinos del municipio alcalaíno a una romería que iguala a la de otros muchos lugares, como en los mejores años de tiempos pasados y gloriosos.
Menos mal que no hubo más fines de semana en el mes dedicado al general romano Julio César, porque no hay duda de que los alcalaínos se inventarían otra ruta de senderismo por la Martina , un festival de trovos dedicado al Arcipreste de Hita en el Arrabal o un nuevo campo de arqueológico de la cultura argárica en el cerro de San Marcos. Pues falta espacio y tiempo para ubicar creaciones de artistas alcalaínos en estos meses estivales. Y, en este caso, no puede omitirse en modo alguno ni, a principio de la noche dejar de visitar las dos muestras de arte pictórico , su trayectoria de Antonieta Castro en acuarela, óleo y grabado en el Palacio Abacial, y la antológica de los Retratos de Paco Montañés con su visión intuitiva, de encargo, sentimental y oficial.
Al fin de cuentas, para los alcalaínos las noches de verano deberían ser bisiestas ( y no me refiere a un día que repetimos en el mes de febrero, el bis sextum ante Kalendas Martias) sino de cada día de todos estos meses para poder cuadrar tanto acto o evento ( como se dice ahora por los profesionales de la palabra) festivo, musical y artístico. Es decir y con otras palabras, aprovechando el cambio climático prolongar o duplicar los dos meses centrales del verano con un bijulio y un biagosto. Así sea, PERO NO CON ESTOS CALORES.
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