Archivo del blog

domingo, 2 de agosto de 2015

LA PRESENCIA CARMELITA Y DE SANTA TERESA DE JESÚS EN ALCALÁ LA REAL(i)



            En el libro de Leyenda y  Cuentos de una Noche de la Mota, escribimos sobre la  presencia de san Juan de la Cruz y de varios carmelitas en la ciudad de Alcalá la Real, allá por los años ochenta del siglo XVI. También, citábamos algunas posesiones ligadas a algunas dotes de monjas carmelitas alcalaínas vecinas de otras ciudades. Por estos años, el convento de las carmelitas de Beas de Segura, en concreto vendía tierras ligadas con la ciudad de la Mota. Hubo también carmelitas en otras ciudades y hay datos sobre algunos exclaustrados de Úbeda con la desamortización de Mendizábal en Úbeda allá por el siglo XIX.





EL ALTAR DE SANTA TERESA EN EL CORO DE LAS MONJAS DOMINICAS


            En el legajo 5011 del Archivo Histórico Provincial de Jaén,  aparece una Fundación de la Memoria sobre ciertos principales de censos por parte de Sor doña Francisca de San Casimiro y Guzmán, moja del convento de la Encarnación de Alcalá la Real en 1762 ante el escribano Manuel Monte Lezcano, siendo testigos don Bartolomé de Rojas y don Juan y Antonio de Torres. Y, encima del título, se muestra un apunte que dicha memoria la dejó para su hermana. En este documento, se solicitó una fundación al provincial  de la Orden de Predicadores el  27 de marzo de 1719 y , tras la licencia del provincial,  la memoria se fundó en 13 días de  junio de 1719 ante el escribano  firmándose el documento en uno de sus locutorios ante la presencia del prior del convento dominico del Rosario fray Francisco de Abril y la priora María Josefa de Escalante y las monjas sor Catalina de Sena y María Matías de Rivilla con las siguientes cláusulas:
-La fundadora era la madre sor Francisca de San Casimiro, monja de velo negro.
- La memoria se cargaba sobre ciertos censos  cuyos réditos  debían pagar varias celebraciones y objetos sagrados.
-La cantidad de la fundación se avalaba  con 400 ducados sobre diversos censos que disfrutaba su sobrina sor Salvadora también monja en este convento.
-En concreto, debía cuidarse del Altar de Santa  de Santa Teresa, que se hallaba en  el coro del  convento, poniendo toda la cera  en todas las funciones  solemnes del año, valoradas poco más o menos en seis libras de cera.

            Años después, murió  la sobrina sor Salvadora y sobrevivió la fundadora sor Francisca de San Casimiro. Luego   sus dos  hermanas y monjas sor Catalina de Siena y sor  María Matías de Rivilla  heredaron dicha fundación junto con su sobrina  Isabel Josefa de Rivilla. Estando las primeras en vida y  sor Isabel Josefa  novicia del convento mientras vivía sor Francisca  de San Casimiro hizo otra nueva fundación. Por orden correlativo, en el documento notarial las puso a cada una de ellas  como patronas de la fundación, dejando en último lugar a las parientas monjas que se hallaren en el convento una vez rota la cadena de estas primeras sucesoras.  Les exigía que se cuidasen  de cumplir con las obligaciones de las misas y ornato del altar de Santa Teresa  sin que nunca se omitieren  el deber , y, por eso, completó el ciclo del patronazgo con el propio convento como patrono en ausencia de personas de su parentesco. ero aconteció, según dicen las escrituras, " en cuyo estado y estando la dicha sor Francisca para que se efectuase dicha segunda fundación ( quasi explico muchas veces) sobrevino un accidente que la dejó totalmente sin haber podido restituirse a su cabal sentido". Pero las dos primeras quisieron llevar a efecto la dicha fundación arrogándose la voluntad de la sobrina por ser menor de edad y acudieron al provincial para que aprobase  esta segunda fundación, ya que se agravaba por días la enfermedad de su tía.
            El padre provincial de Andalucía fray Fernando Til atendió las peticiones , una vez informado por el prelado del convento del Rosario y de la Encarnación de que asumía el priorato de los dos conventos. Y, con fecha de 27 de mayo de 1719 y en el convento de Córdoba, concedió la nueva fundación de memoria a la que se incorporaron los 400 ducados de los censos comentados, y, además se especificaba que  el capital de la memoria  alcanzaba la cantidad de 4.500 reales a partir de sus bienes propios y de los censos. Eran los siguientes:  uno de 250 ducados contra Francisco Clemente Muñoz, otro de la misma cantidad contra Juan Romero y el molinero Pedro Peñalver; otro de 600 reales contra Benito Almirón y sus herederos vecino del Castillo, otro 600 reales contra Tomás de Quesada,  otro 100 ducados  contra Francisco José Ruiz Cortecero, (estos vecinos del Castillo).
            Con sus rentas se especificaba la  obligación de decir misas en el  la iglesia del convento de la Encarnación: una cantada dedicada San José  en el día de los desposorios con la limosna de tres reales;  otra rezada en el día de san Ildefonso con la limosna de dos reales; y , otra dedicada San Francisco de Asís con limosna de otros dos reales. Y se volvía especificar " y asimismo el gasto de cera de que se necesitase en toda las funciones del año en el dicho altar de Santa Theresa que está en el dicho Coro de este dicho convento cuyo gasto  será hasta seis libras de cera, poco más o menos, según lo que hasta ahora se ha experimentado  y para el cuidado  de todo".

            Sor Catalina de Siena y sor María Matías de Rivilla murieron y  pasó el patronazgo a sor Isabel Josefa de Revilla, por aquel tiempo de novicia, nombrándole como sus sucesoras sor Manuel Francisca y sor Ana de San Juan, que eran también monjas de velo negro y  primas de la primera fundadora Sor Francisca.. Y, en cuarto lugar pusieron a una parienta retirada como patrona sor María Josefa de Rincón , que era monja novicia. Como última receptora de la memoria fundadora, se quedaba el convento para cumplir las cláusulas del documento memorial.             
            Las misas en el altar de Santa Teresa se celebraron con toda prontitud y anualmente sin ninguna incidencia salvo en 1762, siendo patrona de la memoria sor Josefa de Revilla, que se vio obligada a embargar los bienes de Francisco Muñoz Maestre y de  su esposa María del Castillos, sobre los que se cargaban 150  reales de vellón  ya que  no habían cumplido con las obligaciones de pago,  y  fueron requeridas por el cura José Ramírez de Tordesillas representante de la monja y párroco de Santo Domingo de Silos.









            Desgraciadamente, no era este el único el altar y memoria que poseían el convento;  hubo otro del Crucificado; y otro que  la hermandad de la  Coronada también  poseyó temporalmente en la iglesia. 

Curiosamente, en este coro, se velaba esta mañana el cuerpo de la monja dominica Sor Encarnación, donde estuvo el altar de la Santa de Ávila. Una vela apagada y floreada entre sus brazos, me recordaba los cirios que se encendieron en honor de la Patrona de España durante muchos años. Pero, en este día entre incienso, letanías, avemarías y padrenuestros el coro parecía más bien un encuentro de la familia  dominica de Alcalá la Real, que gozaba de la sonrisa eterna de la decana de las monjas alcalaínas. 
SOR ENCARNACIÓN

Ha muerto la monja dominica Sor Encarnación, natural de Alcalá la Real, de un paraje que bebió las fuentes de los Llanos, Santa Ana y la Fuente del Rey, donde sus hermanos cultivaron sus tierras y las arrendadas con gran maestría y conocimientos Sor Encarni, como afectuosamente la llamaban  todos los cercanos a ella, representaba para los alcalaínos el hilo conducto de aquel convento que se fundó en la ciudad fortificada de la Mota y bajó al Llano por eso de las aguas de color  y contaminadas. En el Hospital del Dulce Nombre de Je´sus, las dominicas se ubicaron y de generación en generación las familias alcaláinas han mantenido este convento con el ingreso de muchas doncellas de familias de Alcalá la Real hasta que a mediados del siglo XX tuvieron que ir acrecentándose con monjas de otros lugares. Sor Encarni representaba el  prurito de ser hermana dominica en su localidad. Y tan sencilla como noble, tan amable como cariñosa. Con la sonrisa siempre los labios. Y la oración de la mujer anciana que acudía al templo de Jerusalén y daba aquel óbolo que valía por todos los que acudían al templo.
Que descanse en paz son Encarni, miembro de una prosapia alcaláina apodada con el patrón, como botón de muestra de una familia religiosa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario