Decía un
escritor que por la Abadía pasaron eminentes prelados, figuras destacadas de la
Iglesia, de la nobleza, de las letras y de las ciencias, que mantuvieron, a
veces, con problemas, su privilegiada estructura fundamental, hasta que en el
año 1551, por el Concordato con la Santa Sede, quedó extinguida. Este fecha
marcó un nuevo giro en la vida religiosa de la localidad a al integrarse en la diócesis de Jaén y compartiendo toda la vida pastoral,
administrativa y caritativa de esta diócesis. Al principio, el obispo de Jaén
ostentó el cargo de administrador de la Abad, aunque pronto quedó extinguido
este cargo, pero en la comarca de Alcalá la Real siempre se mantuvo la religiosidad
de sus gentes. Vicente de la Fuente, ya en 1859 publicó Historia eclesiástica
de España, en la que describe la Abadía de Alcalá la Real en un momento que se
extinguía y no resume su vida religiosa con estos datos. Tenía veinte leguas de
circunferencia, 10.754 vecinos, once parroquias, de ellas seis urbanas y cinco
filiales, siendo tres de término. Del paso de la abadía a la administración apostólica del Obispado de Jaén,
la abadía contaba con un gobernador eclesiástico, que era a la vez provisor, un
beneficiado propio, y cinco sirvientes o suplentes, un tribunal con un fiscal,
secretario del gobierno eclesiástico, un notario apostólico, archivero y alguacil
mayor, cuatro arciprestes (Alcalá, Priego, Noalejo y Carcabuey) y 14
examinadores sinodales, 39 monjas con seis capellanes. Poco a poco, la abadía de Alcalá la real fue privada
de su independencia y se dividieron sus territorios entre la Diócesis de Jaén y
Córdoba, y toda la curia abacial fue convirtiéndose en la nueva estructura
arciprestal y parroquial de ambos obispados.
Hubo muchas vicisitudes y algunos desencuentros hasta 1874, que pude considerarse el punto
final del régimen abacial.
Hay momentos
fundamentales en la Historia de todos los rincones de la Iglesia. Entre
ellos, hablar de los periodos republicanos en Alcalá significa conocer y
analizar un momento histórico, en el que la ciudad se organizó, como nunca jamás había existido en
épocas anteriores, con una nueva
estructura social, donde los obreros, la clase media, las asociaciones populares,
las aldeas, los profesionales, los industriales, los propietarios, y los campesinos alcanzaron los mayores
cauces de representación social. Y eso, que, en palabras de Montañés Chiquero,
se comentaba con unos hombres que ofrecían esta tipología[1]:
“No busquéis de ordinario en los
hijos de esta tierra, las violentas efusiones que provocan tempestades de amor
o de odio.; tampoco encontraréis aquí la rigidez y sequedad hierática y
amanerada, distintivos de esos falsos superhombres, que con ello se esfuerzan”
Dos años antes
de morir, este escritor alcalaíno y arcipreste hizo unas reflexiones
sobre la religiosidad de los alcalaínos, que manifestaban el trasfondo de la
situación en la que vivían los
alcalaínos. Tal vez la respuesta a sus preguntas hubiera evitado el combate entre hermanos: “Las naturales diferencias que separaban
las distintas capas sociales, diferencias ahondadas hoy por la malicia de enemigos declarados y de falsos
amigos, y en gran parte por la ignorancia y la pasión, nos apremian, nos
invitan a limar tales rozamientos y a salvar esos profundos abismos. Necia
pretensión es, sin duda, la de borrar o
allanar del todo las diferentes clases y organismos de la sociedad,
porque sería tan absurda como el intento de igualar a golpe de hacha los dedos
de mano; pero en cambio, sería muy legítimo el deseo, el ansia noble y sana de
aproximar los polos opuestos, respetando y armonizando mutuamente los
respectivos derechos, para llegar al logro de la santa paz social. Y bien ¿no
os parece, benévolos lectores; que esta especial idiosincrasia, esta
disposición de ánimo en los habitantes de la histórica ciudad, es la más
adecuada preparación de los distintos
sectores que frente a frente se miran n
actitud de desafío, a fin de que depuestas cuanto antes las preocupaciones y
rencores pueda cada uno desarrollar cumplidamente sus variadas aptitudes y
energías?”[2].
Sin
embargo estos fueron las buenas intenciones de un eclesiástico e intelectual de
Alcalá al que no atendió ni entendió ningún grupo para evitar el conflicto.
Pues, si a unos nos le dio tiempo ni a reorganizar localmente los mecanismos de
la Justicia
desbordados por una guerra que ellos no motivaron, a otros le sobrepasaron y pesaron más
los sentimientos más crueles que pueden estar inmersos en el corazón.
LA VIRGEN DE LAS MERCEDES EN EL SIGLO XX
La
estudiantina alcalaína, dirigida por el abanderado José Ignacio Sánchez Molero
Jiménez, y acompañada por jóvenes
postulantes d la ciudad (Antonia Valdecasas, Enriqueta Mouton, Maria Ignacia
Santaolaya, María Ferreira, María Utrilla, Eloisa y Rosario López, Paquita y
María Zafra. Ángeles Hinojosa, Manuela La Rosa, Pura Aceituno, Teresa Piñas,
Atocha y Grisela Castillo, Matilde Castillo, Elia Utrilla, Antonia Sánchez,
Mercedes Ocete, Engracia Azpitarte, Carmen Sierra, Mercedes Zafra y Mariquita
Ferreira., llevó a cabo una actuación ven Alcalá por los días 12 y 13 de
diciembre con el fin de recaudar fondos
para los soldados heridos y enfermos de Melilla. Lo titulaban “Patriotismo y
Humanidad”.
Primero le entregaron la bandera en el ayuntamiento por
parte del alcalde don José Hinojosa Ríos, todos descubiertos al acorde de la
marcha real y disparo de cohetes, y le invitaron a dulces, vinos y habanos.
A continuación “la estudiantina
partió del ayuntamiento hacia la iglesia de Santa María la Mayor para saludar a
Nuestra Señora de las Mercedes y poner bajo su amparo el resultado que se
perseguía. De allí empezaron a visitar sociedades y a particulares, siendo en
todas partes atendidísimos y alcanzando una recaudación total de 4.040 pesetas,
cuya cantidad se remitirá a Melilla para que sean distribuidas de la forma
adecuada. Actuaron en el Centro de la S.O. La Paz. Después cantaron en la
ermita del Señor de la Misericordia que celebraba la fiesta por aquel día., y
como despedía se dirigieron a la carrera de las mercedes a la iglesia de
Consolación, y, ante la puerta, como despedida de nuestra Excelsa patrona en
cuyas divinas manos se puso la protección de
esta hermosa obra, se cantaron unas coplas. A continuación rezaron por
el soldado muerto don Baldomero Peñalver Garrido, “en palabras del cronista mientras
se enarbolaba la bandera, la Virgen de las Mercedes estaría bendiciendo aquel
cuadro hermoso, sublime, tierno y conmovedor.
1924. Hubo candelaria y a ella se
invitó
1925. Rogativa el día cuatro de mayo y el párroco invitaba a la
fiesta y función de iglesia de la
Patrona. Se celebraron
también Juegos Florales en honor de la Virgen de las Mercedes.
1930. Rogativa el 31 de mayo.
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