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lunes, 27 de julio de 2015

MI OBITUARIO DE JAÉN DE 27 DE JULIO

                  OBITUARIO COMPLETO A RITA GARZÓN SERRANO  



                    Hay rincones de Alcalá la Real que definen a toda la ciudad. Las Cruces es uno de ellos, otro es el Pilar de las Tórtolas; y el último tramo de la calle del Rosario es esa fotografía de un pueblo andaluz y rural, donde la vecindad era la seña de identidad. En una de aquellas casas vivió la familia de Rita Garzón más de un lustro del siglo XX. Si sus paredes hablaran serían un claro testimonio de una gente de bien que siempre mantuvo una excelentes relaciones con todos  los vecinos de su derredor; siempre ponían a disposición lo mejor de sí mismos para  mantener una buena armonía  entre esas familias, que se pasaban la ubicuidad de una casa de generación en generación. Además, ellas fueron testigos del progreso de la ciudad alcalaína, cuando la red pública de agua comenzó a correr por los  todos los  hogares y sus servicios eran requeridos para solucionar los miles de problemas que diariamente se producían en muchos hogares en  aquella red básica. Su hermano Rodrigo,  del que escribimos en otra ocasión a la hora de jubilación  en el programa sanjuanero, y su marido José Ruiz
Serrano  siempre como buenos fontaneros , y al aviso de  Rita ,estaban prestos a solucionar cualquier incidencia de aquellas tubería de plomo , que saltaban con las heladas de invierno o por la presión excesiva de las atmósferas.
En este clima de servicio y generosidad, se formó la familia Ruiz Garzón con los dos pilares de José y Rita. Cimentando una familia numerosa con sus hijos Rosario, Encarni, Rita y Rafael y generosa por sr personas entregadas a los demás. Compartiendo los lazos familiares con sus abuelos y hermanos Rafaela y Rodrigo. Sobre todo,  trasmitiendo esta enseñanza del servicio amable y desprendido con respecto a los demás  en la cadena de sus hijos. Y, bebiendo del agua pura del templo sanjuanero, a donde Rita siempre acudía como la samaritana para beber de la esencia del amor profundo, primero con  su familia y, luego, con todas las personas que la  rodeaban, pues Rita no se perdía tarde de quinario y  su esposo José se mantuvo en la fila de nazarenos del Viernes Sano hasta  fechas muy recientes  mientras sus paso resistió el empedrado de las calles alcalaínas.
Luego, como personas hacendosas se trasladaron al barrio medio y dieron ejemplo de buenos emprendedores sabiendo afrontar los nuevos retos  y ayudar con todos sus medios al nacimiento de las nuevas familias de sus hijos. En la calle de las Angustias abrieron su establecimiento, y Rita no olvidó las tradición recibida, acudiendo a la iglesia de las Angustias, en donde   siempre asistía a beber del  brocal del agua en la que se  había alimentado con la  fe y su fuerza diaria para afrontar todas las dificultades de la vida hasta que la guadaña de la muerte  le jugó una mala pasada cuando recibía el fruto de una familia prolífica en nietos y nietas. Sé que Rita se ha ido, pero para su familia, son realidad estos versos de Juan Ramón Jiménez “Tarde última y serena, /corta como una vida, /
fin de todo lo amado/ ¡yo quiero ser eterno!/


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