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jueves, 2 de julio de 2015

WASHINGTON IRVING EN ALCALÁ LA REAL Y FOTOS CON LOS COMPAÑEROS DE LA TERCERA EDAD

 Este hijo de un rico comerciante británico se estableció en América, pero pronto volvió a las tierras de sus antepasados. Debió ser un gran amante de la cultura española,  lo que le condujo a realizar varias visitas a nuestra patria. También, coadyuvó  a esta pasión hispanista   el haber conseguido el cargo de agregado en la embajada de USA  entre 1826 y 1829 y, posteriormente, el de embajador en 1842. Su obra  popularmente conocida por Los Cuentos de la Alhambra despertó una gran popularidad y difusión en todo el mundo.
Primero, se introdujo en  el apasionado periodo de la conquista de Granada a través de la lectura de las crónicas reales. Después,  recorrió muchos pueblos de España y quedó cautivado por su paisaje y por las leyendas y cuentos de tradición andaluza, que le contaban la gente popular: arrieros, posaderos, gitanos, bandoleros… En 1828, llevó a cabo un viaje desde Madrid hasta Gibraltar, desde donde regresó por barco a su país. Este primer  a Andalucía viaje se inició el 3 de marzo y acabó el 7 de abril del mismo  año. Fue acompañado por el cónsul general y el secretario de la embajada de Rusia, señores Gessler y Stoffengen.  Nunca llegó a publicarse, a pesar de las anotaciones que hizo en su itinerario, pues debió estar condicionado con el prólogo posterior de su obra Alhambra. No obstante, Stanley T. Williams, biógrafo de nuestro personaje, publicó en 1937 el diario de su viaje donde había anotado todas las circunstancias acaecidas en el periplo.
Se adentró a Andalucía por Santa Elena  y desayunó en La Carolina; luego llegó a Andujar; más tarde llegó a el Carpio, Alcolea y Córdoba, donde se recrea  describiendo  la fuente de la Salud, el Alcázar y la Mezquita Allí permaneció hasta el día cinco de marzo; de allí se trasladó a Granada  contratando dos guías, una escolta de cuatro personas  para protegerse de los bandidos y unos caballos para montar. El día siete llegaron a Castro del Río; el mismo día pernoctaron por la noche en Priego, donde tuvieron un incidente con un  escolta que había robado la pistola y la capa  a  un regidor y un criado; y, a las seis de la mañana, se pusieron en marcha y llegaron a Baena al mediodía: cerca de allí admiraron su bello castillo, rodeado de olivos.  Por la tarde, siguiendo el camino de Baena a Alcalá la Real,  pasaron  por la aldea de La Rábita. Se le hizo tarde, por que el sol se ponía por la Sierra de  la  Torre de la Solana y la  cumbres de la  Subbética cordobesa. El camino  pasaba por el barranco Moriana, dehesa de Fuente Álamo, cortijos de la Caserías, Pasada Baena, Jurá, Villar,    y por tierras de monte bajo que a veces hacía perder la ruta, lo que, en medio de la oscuridad, le obligó a recorrer parte de trayecto en medio de terrenos arados, provocando  el retraso hasta llegar a Alcalá la Real. Irving comentó y anotó que les costó más de lo que preveían. No obstante, la noche debía de ser de luna llena, porque les guió la “mole fantasmal del castillo, dejándose  ver en todo momento “les guiaba como única referencia”. Llegaron a las siete y media de la tarde. No salieron del lugar  del hospedaje, en el camino de la Corte, el  Llanillo de la ciudad había varias posadas.
En  la posada de los Álamos, cenaron huevos de la ciudad y jamón de sus alforjas. Se alojaron en dos alcobas: dos miembros en una y tres en  la otra. Irving quedó prendado del aspecto comedido de la patrona de la posada   y de la belleza de sus dos hijas. Por la mañana, abrió las ventanas y “con la  luz radiante de un sol que deslumbra, resalta Alcalá encaramada, como su fortaleza, en la cumbre de la montaña y sus calles pinas que conducen a la iglesia o a la fuente. En otra colina, se aúpa su ermita”. Pero, esta descripción  debió responder a una mirada hacia atrás cuando se encaminaba a Puerto López y describe su estancia en la venta para comer  y el recorrido torres albarranas habían de la disputa  de estas tierras, o, también  del temor a perderlas. No se ha retirado el invierno que cubre de nieve algunas alturas cercanas. Unas águilas volando majestuosamente rompen la desnudez de los espacios abiertos”.  Desde el día 10 a l 19 de marzo permanecieron en Granada y luego se dirigieron a Gibraltar.
A finales de este año y principios de 1829 realizó una gran estancia en  Sevilla para profundizar sus investigaciones en Archivo de las Indias. Pero, a partir  del uno de mayo de 1829  llevó a cabo un segundo viaje que  le encaminó de Sevilla a Granada. Viaje que relató en The Journey De este viaje no hay referencias de su paso de Alcalá la Real. Pero el primero le dejó una profunda huella para relatarlo en  los pasajes históricos de sus  libros sobre la conquista de Granada. Y, como huésped de la Alhambra, de seguro que la estancia alcalina y paso por las tierras de la Abadía  le sirvieron para ilustrar  la visión de muchos de sus relatos históricos.





















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