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domingo, 9 de febrero de 2014

SE ACERCA SAN VALENTÍN. AMOR LATINO ENTRE HYMENEOS


                   AMOR LATINO DE  HYMENEOS


 

         Siempre los hombres hemos celebrado, en todas las culturas,  los momentos culminantes de nuestra vida. Lo hacemos cuando nacemos; después, al pasar de la infancia a la adolescencia. Otros  muchos lo celebran, al  ocupar un puesto de trabajo, ¿Cómo no lo van a hacer a uno de los momentos más trascendentales y mas esperados, en el momento de dar carta de fe a  sus  relaciones de amor?  El momento que  cantaba  sublimemente el poeta,  y que adaptamos:

 

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodía,

a donde me esperaba

quien yo bien me sabía,

en parte donde todos aparecían.

.¡Oh noche(tarde) que guiaste!

¡Oh noche (tarde) amable más que la alborada!

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el amado transformada!

        

Es el momento, en  el que los amantes se ciñen sus sienes con el aroma de los  mejores perfumes, se ponen los traslucidos velos de encaje  blanco, se ajustan los zapatos abrillantados y  se  les reciben entonando himnos nupciales para solemnizarlo.

Es el momento que los amantes quieren proclamar su amor lo delante de sus amigos y amigas y de sus nuestros familiares. Por eso, lo simbolizan con varios actos  la entrega  de los anillos, el  ósculo sublimado  y la fórmula  jurídica del compromiso matrimonial.  

Los amantes  esperan este día, como decía el poeta Catulo, cantando la ceremonia romana de los Himeneos, la de los enlaces matrimoniales

“Y llama la madre a la casa, apasionada por su nuevo esposo, como la hiedra obstinada se abraza al árbol por un lado y por otro. Al mismo tiempo, vosotras doncellas, para quienes llega un día semejante,¡ ea ¡, cantad a coro: ¡Viva el Matrimonio, Viva el Matrimonio!, para que de buen grado, al oír que se llama a su deber, se dirija aquí el que guía una Venus buena y ciñe un buen amor”.

 

Es el momento en el  que, entre los amantes,  se resumen tantos desvelos para alcanzar la meta, tantas horas para forjar un hogar, tantos  mementos de acuerdos y  pactos consensuados,  tantas muestras de alabanzas y de intercambiaros agasajos, y es la hora del olvido de los  malos tragos, de los desaires no intencionados y de los silencios rotos.

 

Es el momento de la renuncia, y de las futuras  entregas. Pues, como cantan los poetas del amor “una palma de victoria no es fácil, y no está aguardando. La victoria gusta del esfuerzo. ¿Qué astro más alegre brilla en el cielo. Vosotros que confirmáis con las palabras las promesas matrimoniales”. Este  momento se sanciona con la entrega de   los anillos  que simbolizan el compartir futuro. Y lo refrendan con la palabra convertida en fórmula y ritual de ley natural “Ubi tu Gaius,ego Gaia”.

Los amantes se gustan de dar  un paso más y  refrendarlo con  lo que cantaban nuestros poetas primeros, hacer una  muestra de amor simbolizada en un ósculo, que canta esta jarcha.

 

Boquita  de collar,

dulce como la miel,

Ven y bésame.

amiga mía, ven a mí

aún amándome

Como el otro día

 

Son tres gestos, el protocolo de la  ley escrita,  la entrega de anillos y el  beso del amor. plasmados  con la firma de documentos que  quedarán recogidos en los archivos del Registro Civil, para convertiros de  personas en una nueva cédula social, la de la familia, con sus derechos y sus deberes y su camino y agenda por rellenar.

 

Y, finalmente, momento magnífico para  se les dedique estos versos, primero a  los dos amantes:

 

Aguarda, riguroso pensamiento,

no pierdas el respeto  a cuyo eres.

Imagen, sol o sombra, ¿qué me quieres?

dejaos sosegar en vuestro aposento.

.

 

Después el amante a su esposa

 

Divina amiga abrasarme siento,

 sé blanda como hermosa entre mujeres;

mira que ausente, como estés,  me hieres;

afloja ya las cuerdas del tormento.

 

Y se cierra con estos versos de la amante al esposo:

 

Hablándote a mis solas me anochece:

Contigo anda cansada el alma mía,

contigo razonando me amanece

 

Tú la noche me ocupas,  y tú el día:

 

Sin  ti,  amigo todo me entristece

 Y en ti el mismo mal me da alegría.

 

 

F .Martín Rosales

 

     

 

 

 

 

 

 

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