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domingo, 2 de febrero de 2014


LA FIESTA DE SAN BLAS,  PATRÓN DE NUESTRA HERMANDAD.

 


 

            Los que tuvimos la suerte de redactar los estatutos, en sus primeros artículos INTRODUJIMOS CON RAZÓN varias devociones- la del Cristo de la Salud, la de san Juan Bautista, la de la Inmaculada Concepción, y  la de san Blas-, a las que debíamos profesar cierto culto con motivo de sus fiestas y teniendo en cuenta en  la medida que pudiéramos llevarla a cabo. Dejamos para otros años las de san Juan Bautista y la Inmaculada, y nos centramos en la revista del presente año en la de san Blas. Es verdad que en otros números pasados  hemos comentado el voto de la  ciudad de Alcalá  con este sabio obispo, pues  se reconoció como patrón a principios del siglo XVII. No faltan los historiadores que han recogido los momentos trascendentales, en los que este santo  fue declarado patrón de la ciudad,  y las fiestas que se instituyeron.

            Tres asuntos nos ocupan en este artículo: el mantenimiento del culto de san Blas, la hagiografía de san Blas y su impacto en la onomástica alcalaína. En cuanto al primer apartado, hemos tenido la suerte de encontrar en el archivo municipal un legajo de cuentas, años antes de que desapareciera la fiesta. Curiosamente, en el 1925, todavía corrían a cargo del ayuntamiento alcalaíno todos sus gastos, importando  cincuenta pesetas, con un descuento de sesenta céntimo, tal como refleja el libramiento firmado por el depositario interventor Buenaventura Sánchez Cañete, el depositario Pedro Bermúdez, como receptor, y el alcalde Benavides. Consistía en una función solemne, que realizaba el cura de la parroquia de santo Domingo de Silos, y cobraba el colector de misas don Bartolomé Torres, cuya cantidad  se elevaba a treinta y dos pesetas. A dicha función asistía una orquesta, que dirigía el maestro Diego Galdón, que obraba 18 pesetas. Se celebraba a las diez de la mañana y tenía lugar el cuatro de febrero. Pero quien cobraba y pagaba las cantidades en forma de subvención era la Cofradía del Santo Cristo de la Salud, con lo que tenemos nuevos datos para la historia de la  hermandad, que mantuvo la fiesta de san Blas hasta unos años más tarde con la venta de la ermita.

En cuanto a  su hagiografía, san Blas nació en  Sebaste ( Armenia). Es conocido en todo el mundo por el don que poseía de hacer milagros. Se dedicó en su juventud a la filosofía,  y , años más tarde,  a la medicina, donde  contactó con muchas personas  a la hora de  aliviarle  las enfermedades  a la hora de morir. Fue obispo de su ciudad natal y gozó de gran prestigio por su santidad probada. Se retiró en sus últimos años a una gruta del monte Argeo para perfeccionarse en su vida religiosa. Pero ello no evitó que acudieran muchas personas a visitarle y curarse de sus dolencias, incluso cuentan que las fieras hacían lo mismo y esperaban mansamente que terminara su oración y, posteriormente los bendijese. En la persecución del emperador Lucinio del año 315,  Agrícola, gobernador d Capadocia y Armenia, fue condenado a morir  ante las fieras no sin antes mostrar su capacidad de prodigios. Pues los verdugos lo encontraron rodeado de fieras mientras hacía oración, fue recibido  por la gente en loor de santidad conforme avanzaba al martirio por los caminos armenios  Incluso, a instancia de una madre, realizó un milagro  a un niño que tenía una espina en la garganta y se ahogaba  De ahí proviene la tradición de ser el patrón que cura las enfermedades de la garganta. Tuvo una gran entereza enfrentándose a la Agrícola cuando se negó a adorar a los dioses paganos. Estuvo en la  cárcel, donde hizo muchos milagros y sufrió martirios enormes como ser desgarrado en sus carnes. En el momento de su martirio, atravesó una laguna en donde habían echado su sangre y las de las mujeres que la recogieron  Pero, vuelto a tierra, fue decapitado por el gobernador el año 316. Su fama se extendió por muchos lugares como santo protector de las enfermedades de la garganta, y  de los  niños y animales. La ciudad dálmata de Ragusa lo consagró como su patrón. Posteriormente, muchas ciudades levantaron ermitas en su honor, incluso algunos médicos como el griego Aecio recomendaba la devoción a san Blas para protegerse del mal de  la gargantilla.

 

¿Hubo personas que en Alcalá tomaron el nombre de Blas? Muy pocos. Pues no hubo ningún caballero, lancero ni escudero del siglo XIV. Dos siglos más tarde, hemos encontrado en verdad pocos entre los padrones del pueblo. Tan sólo, Blas de Cáceres, escribano de número de la ciudad, ejerció su oficio en el siglo XVII. Y, hoy día, por la Ribera un maestro recibe el nombre de Blas. Sin embargo, la importancia de su nombre radica que su fiesta quedó fijada en la tabla del cabildo como una fiesta ordinaria desde el año 1600. Sus reliquias estaban en años anteriores en la iglesia Mayor Abacial. Le dio el nombre a un barrio, que anteriormente se denominaba de la Cuesta del Cambrón, a la ermita  y a la plaza, donde estaban su imagen.  Hubo muchas personas que  se referían a sus vecinos como la gente de san Blas. Incluso, perduró la costumbre de las rosquillas de san Blas, como antídoto de las enfermedades de la garganta.

 

 

 

 

 

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