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viernes, 19 de mayo de 2017

EN ALCALÁ LA REAL, INFORMACIÓN.ENTRE FÁTIMAS Y ROCÍOS, SAN ISIDROENTRE FÁTIMAS Y ROCÍOS, SAN ISIDRO




Es curioso que el santoral cristiano se presenta como una muestra cultural que ilustra sobre el devenir de los tiempos. En la comarca de la Sierra Sur, a partir de la segunda semana de mayo, se comienza con las fiestas dedicadas a la Virgen de Cova de Iría y se acaba con la llegada de los romeros del Rocío. San Isidro, por su parte, se erige patrón de los agricultores entre anhelos de lluvias y súplicas divinas de inminentes riegos.  En medio de un nutrido programa de actos, las personas comparten espacios y vivencias, rememoran tiempos pasados y ejercitan su paisanaje y su disfrute del paisaje. Curiosamente, en estos actos se celebran el ritual de compartir los últimos años de la niñez con el banquete de la comunión; el sentimiento de colectividad con las comidas romeras, familiares y grupales y las manifestaciones públicas de expresar sentimientos de patria chica.  No hay rincón familiar ni aldea que no se hayan visto, en menos de un siglo, transformados en todos los aspectos socioeconómicos, salvo la vertiente festiva, que parece como si su historia se remontara a siglos. Y, sin embargo, la Virgen de Fátima no alcanza ni siquiera un siglo; y no digamos la tradición romera del Rocío que por estos lares solía estar representada por los romeros del Cabezo y celebra su XXX Aniversario.
Este mes de mayor es un crisol de las culturas que conviven en los pueblos, aldeas y todos los rincones de la Sierra Sur. Si nos remontamos a los orígenes de estos núcleos rurales, la fiesta de san Isidro se remonta al siglo XVII, y se convierte en la adalid de las celebraciones rurales. No es de extrañar que sus ermitas se erigieran en medio de los campos de los partidos rurales, primordialmente los del Palancares y el de las Caserías; este, en concreto en el caserío administrado por la familia de los Biedma herederos del legado del abad Pedro de Moya; clara muestra de ello es el escudo del abad alcalaíno colocado en la fachada de la ermita. Tampoco es una simple curiosidad que los cartujos promocionaran la devoción al Santo de la Villa y Corte de Madrid en todas las ermitas de sus posesiones de las tierras de frontera, que se remontan a  los primeros años de su compra de amplios territorios  en la comarca comprendida entre  Alcalá la Real y la ciudades de Moclín e Íllora. Todavía, San Isidro se mantiene con sus cultos en el poblado abandonado de la Cartuja de la carretera de Iznalloz y recibe las plegarias en Ermita Nueva, como un testigo traspasado desde el antiguo cortijo del Menchón, donde el patrón del campo se albergó hasta muy entrado el siglo XVIII, hasta su actual ubicación en la ermita de Cequia. Y la pervivencia de la fiesta de San Isidro no se celebra por casualidad, está sumamente relacionada con una comarca de casi total predominio agrícola, del mundo del PAC, de las experiencias como el cultivo de la cereza, el espárrago, alcaparrones y otros cultivos, del mundo de las sementeras en retroceso y de los huertos familiares complementarios como recurso alimentario. Es la fiesta de los hombres que miran todos los días de mayo al cielo para mejorar su economía familiar.
Fátima y Rocío son expresiones de otros tiempos. La primera parte su difusión en los añ1os del subdesarrollo, de los años del hambre, de estraperlo, del nacionalcatolicismo como núcleo vertebrador de la gente. Sin embargo, la llegada de la devoción del Rocío, más tardía, se entronca en otros momentos cruciales de un pueblo conformado con otros parámetros, en los que el sector primario deja paso al sector servicios y  lo rural se complementa con los progresos industriales. Las dos se complementan, porque es el paso del mundo de la misión al de la vivencia romera sin convocatorias programadas; refleja el cambio del mundo telar a la fábrica de tejidos; el recorrido de las distancias andadas a lomos de acémilas al trasporte colectivo y de automóviles; el cambio de las enseñanzas de los zahoríes y santeros al de la globalización por las nuevas tecnologías. Y, cómo no, Fátima es el mundo de Francisco y Lucía, los hijos de la evangelización aldeana que conectaba como anillo al dedo con los más de catorce nácelos dispersos de nuestra comarca; mientras Rocío significa traspasar las fronteras de la cotidianidad y de no verse el ombligo pueblerino  para alcanzar la universalidad, relacionarse con otros mundos,  ahondarse en otras formas y en otros ritos, es un canto del mundo simbólico de alcanzar lo perseguido con el esfuerzo entorno al sitio y tiempo más lejano, el de los romeros que colocan el camino como un modo de llegar a su santuario y no les importa nada para conseguirlo.
Y, entre las fiestas, los grupos humanos de nuestro entorno se debaten a veces discutiendo con el seso de los ángeles, y no se dan cuenta de que hay otro tablero de juego, fátimas y rocieros juegan los papeles invirtiéndose su protagonismo y los isidros siempre andan zumbones con el escenario del cielo.
  

               

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