PERFIL DEL COFRADE DE JESUS NAZARENO
Y NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN EL SIGLO XVIII
Generalmente, a lo largo
del siglo XVIII, el espíritu de la Ilustración se extendió en muchos lugares,
rincones, hermandades y cofradías, unas veces por convencimiento propio, y
otras por influencia de los responsables eclesiásticos, lo que dio lugar a que incidiera en muchas tradiciones pasadas.
A partir de mediados de
siglo, el devoto alcaláíno generalmente se encuadró principalmente en la
veneración de la Virgen
de las Mercedes; la mayoría de los
vecinos son hermanos de la cofradía de Jesús y del Rosario, decayó en gran
manera la cofradía de la
Veracruz , y la iglesia
de Consolación albergó muchos devotos bajo el amparo de la cofradía del Señor
de la Humildad ;
curiosamente, no hay referencias, en los testamentos, de los romeros de la cofradía de Nuestra
Señora de la Cabeza ,
y se sabe que se mantenía el fervor a La Morenita ; nacieron, por
este tiempo, las hermandades del Cristo de la Salud y Nuestra Señora de las Angustias: y, al
final de siglo, decayó, por completo, la de Nuestra Señora de Santa Ana.
La iglesia del convento
dominico de Nuestra Señora del Rosario era una realidad constructiva, donde su
prior y frailes desarrollaron una labor muy importante en varios campos de la
ciudad. El convento no está acuciado por la gestión y las obras que se
levantaron en el siglo XVI. En este
tiempo, la cofradía del Dulce Nombre de Jesús
y la de Nuestra Señora del Rosario desempeñaban
un papel fundamental de la devoción popular. La labor educativa se
centra con la ubicación de una escuela secundaria de Gramática y Filosofía. Y
la labor pastoral se extiende a otos lugares con la evangelización de las aldeas adonde los frailes hacen de capellanes y sobresalientes
de campos, celebrando las fiestas y las misas
de los domingos, impartiendo la
catequesis a los aldeanos y la doctrina
católica, y, como muestra de su pervivencia, introdujeron costumbres, canciones religiosas y devociones
que se mantiene hasta hoy día como los cantos de los auroros de Fuente Álamo,
Pedriza y La Rábita.
La plaza del convento
dominico es un lugar neurálgico de la ciudad de la Abadía. Aunque el
centro de la ciudad del siglo XVI en torno a la tijera viaria de las calles
Real y Rosario se ha desplazado al Llanillo, sin embargo las primeras mantenían
el carácter hidalgo, pegujarero y de familias hacendadas. En este siglo la
nueva ciudad se culminó de modo que los
edificios del ayuntamiento, las
carnicerías y otras dependencias
abaciales y municipales, se trasladaron al nueve eje de la cuadrícula formada por el Llanillo y los primeros
tramos de las calles Veracruz y
real y las calles interiores de la Plaza y Caridad. Aquí se
ubicaron el ayuntamiento, casas de Enfrente, mercado, tiendas, palacio abacial,
tercia, hospederí
El hombre sencillo de
aquel tiempo manifestaba su declaración de fe a través de su testamento, en el
que repetía una serie de formularios, en el que radicaba su religiosidad. En
primer lugar declaraba su creencia en el Misterio de la Santísima Trinidad
( Padre, Hijo y Espíritu Santo, "
tres personas distintas y un solo Dios verdadero") y como hijo de la iglesia católica, la que consideraba su
Madre, se manifestaba "en todo lo demás que tiene
cree y confiesa esta". Antes de su partida de esta vida, manifestaba que había tenido con como norma el
seguimiento de Jesucristo y de su Madre, resaltándola e invocándola en la
advocación de la Limpia Concepción. para que se
interpusiera con su Hijo e invocarla como abogada con el fin de que, por los méritos de su pasión, ponga su alma en cabeza de su salvación".
Su convencimiento total radicaba en la redención de su alma por Jesucristo, que "le crió y redimió con su sangre" Es un hombre que temía
a la muerte y preveía todo lo que dejaba tras su óbito. Son varios casos en los que declara que sea
sepultado en las bóvedas de las iglesias
la localidad, los único cementerios de estos tiempos. Abundan los que lo hacen
en el convento de Consolación; sólo se
entierran en las una capilla propia, los
que tienen reservada la bóveda por ser patronos en los conventos franciscanos,
San Juan, y las monjas dominicas y
trinitarias; menos frecuentes son los
que lo hacen en la iglesia de la
Veracruz , a donde se entierran los cuerpos de los vecinos
de muchas aldeas. Santo Domingo, y Santa María la Mayor de la Mota , recogían principalmente las familias hidalgas. Curiosamente, en el convento de
Nuestra Señora del Rosario, lo hacen
diversos tipos de hermanos de las cofradías del Dulce Nombre de Jesús y Nuestra
Señora del Rosario y algunas familias que poseían capillas en propiedad. Suele estar obligado a
colaborar con unas pequeñas cantidades con el rescate de cautivos, los Santos Lugares de Jerusalén y los
santuarios acostumbrados de la ciudad y el culto del Santísimo Sacramento
contribuyendo con una cantidad menor de
diez maravedíes para el sostenimiento de
estos lugares o la cera del altar del último . Como novedad. la caridad queda reducida a los
niños desamparados y suelen dejar alguna
limosna para el mantenimiento de los Niños Expósitos.
Ejemplos
abundan y el compromiso es variado. En 1739, Diego González, ganadero de la
calle Antigua, fue un hermano de la cofradía
del Dulce Nombre de Jesús y mantuvo
el vínculo con su iglesia obligándose
con una cláusula testamentaria a que la
mitad de su casa se ligase con una
memoria de misas que se dijeran por su alma en el convento dominico, mientras
viviera dejando el resto a la hora de la venta para sus hermanos[1].
Más explicito es el caso
de Diego de la Peña ,
que, en su testamento de 1740, indica
claramente que sea sepultado en la iglesia y convento de Nuestra Señora del
Rosario y señala el lugar exacto de
sepultura de los devotos de la cofradía
del Dulce Nombre de Jesús con estas
palabras, que se apartan de lo referido en siglos anteriores mandando ser "enterrado
en la bóveda de los hermanos de Jesús ,
de la que soy hermano". Este tipo de mandas se repite en los hermanos de la cofradía, no
refiriéndose al Dulce Nombre sino especificando
hermanos de Jesús y sin
manifestarse como cofrade[2].
No sólo se repiten los
enterramientos de los hermanos en esta capilla de Jesús, sino que aparecen por este tiempo, otros hermanos que
manifiestan sean enterrados en la bóveda
de la capilla de los hermanos del Gallardete de Jesús, como si fueran dos bóvedas
diferentes de enterramiento. Y, además, muchos hermanos de los restante gallardetes y hermandades se entierran en sus correspondientes bóvedas
de las capillas de los titulares. Es el caso de Ana Guritiérrez qué se entierra en la capilla de los hermanos
del gallardete de la Soledad
de esta misma iglesia, que es otro nombre que se le da a la Madre de Dios del Rosarios,
cuando procesiona con Jesús Nazareno[3]. s
El caso especial de las capillas patronales era la
capilla de Santa Catalina del convento dominico. Pertenecía, a mediados de
siglo a la familia Medina, Biedma y
Mora. Y, en el testamento de doña Gaspara Medina y Biedma, doncella tosiriana y
vecina de Alcalá [4] de unos veinte años, se declara que allí fuera enterrada. Como es
fruto de su ascendencia hidalga, se desarrollaban unas exequias
más solemnes con la presencia de los beneficiados de la ciudad y la
celebración de un mayor numero de misas en el día del enterramiento, muchas de
ellas cantadas frente a las de las personas sencillas que era rezadas y alguna
que otra cantada de réquiem. ( continuará)
[1] AHPJ.
Escribano Fausto de Ortega. Legajos 5221 y 5222 ( folio 1), 15 de diciembre de
1739 ( testamento) y uno de enero de
1740 ( cláusula testamentaria del codicilo).
[4] AHPJ. Legajo 5222. . Testamento de Dª Gaspara, hija de
Gaspar de Medina, de Valdepeñas, y Dª
Ana de Mora, de Torredonjimeno. 25 de
octubre de 1740.
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