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sábado, 26 de diciembre de 2015

PERFIL DEL COFRADE DE JESUS NAZARENO Y NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO EN EL SIGLO XVIII
             Generalmente, a lo largo del siglo XVIII, el espíritu de la Ilustración se extendió en muchos lugares, rincones, hermandades y cofradías, unas veces por convencimiento propio, y otras por influencia de los responsables eclesiásticos, lo que  dio lugar a que  incidiera  en muchas tradiciones  pasadas.
            A partir de mediados de siglo, el devoto alcaláíno generalmente se encuadró principalmente en la veneración de la Virgen de las Mercedes;  la mayoría de los vecinos son hermanos de la cofradía de Jesús y del Rosario, decayó en gran manera la cofradía de la Veracruz,  y la iglesia de Consolación albergó muchos devotos bajo el amparo de la cofradía del Señor de la Humildad; curiosamente, no hay referencias, en los testamentos,   de los romeros de la cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza, y se sabe que se  mantenía el fervor a La Morenita; nacieron, por este tiempo, las hermandades del Cristo de la Salud y Nuestra Señora de las Angustias: y, al final de siglo, decayó, por completo, la de Nuestra Señora de Santa Ana.
            La iglesia del convento dominico de Nuestra Señora del Rosario era una realidad constructiva, donde su prior y frailes desarrollaron una labor muy importante en varios campos de la ciudad. El convento no está acuciado por la gestión y las obras que se levantaron en el siglo  XVI. En este tiempo, la cofradía del Dulce Nombre  de Jesús y la de Nuestra Señora del Rosario desempeñaban  un papel fundamental de la devoción popular. La labor educativa se centra con la ubicación de una escuela secundaria de Gramática y Filosofía. Y la labor pastoral se extiende a otos lugares con  la evangelización de las aldeas adonde  los frailes hacen de capellanes y sobresalientes de campos, celebrando las fiestas y  las misas de los domingos,  impartiendo la catequesis a los aldeanos y  la doctrina católica, y, como muestra de su pervivencia, introdujeron  costumbres, canciones religiosas y devociones que se mantiene hasta hoy día como los cantos de los auroros de Fuente Álamo, Pedriza y La Rábita.
            La plaza del convento dominico es un lugar neurálgico de la ciudad de la Abadía. Aunque el centro de la ciudad del siglo XVI en torno a la tijera viaria de las calles Real y Rosario se ha desplazado al Llanillo, sin embargo las primeras mantenían el carácter hidalgo, pegujarero y de familias hacendadas. En este siglo la nueva ciudad se culminó de modo que  los edificios del ayuntamiento,  las carnicerías  y otras dependencias abaciales y municipales, se trasladaron al nueve eje  de la cuadrícula  formada por el Llanillo y los  primeros  tramos de las calles Veracruz  y real  y las calles interiores de la Plaza y Caridad. Aquí se ubicaron el ayuntamiento, casas de Enfrente, mercado, tiendas, palacio abacial, tercia,  hospederí

as y  nuevos servicios como los estancos.
            El hombre sencillo de aquel tiempo manifestaba su declaración de fe a través de su testamento, en el que repetía una serie de formularios, en el que radicaba su religiosidad. En primer lugar declaraba su creencia en el Misterio de la Santísima Trinidad ( Padre, Hijo y Espíritu Santo, " tres personas distintas y un solo Dios verdadero") y como hijo de la iglesia católica, la que consideraba su Madre,  se manifestaba "en todo lo demás  que tiene  cree y confiesa esta". Antes de su partida de esta vida,  manifestaba que había tenido con como norma el seguimiento de Jesucristo y de su Madre, resaltándola e invocándola en la advocación de la Limpia  Concepción. para que se interpusiera con su Hijo e invocarla como abogada con el fin de  que, por los méritos de su pasión,  ponga  su alma en cabeza de su salvación". Su convencimiento  total radicaba  en la redención de su alma  por Jesucristo, que "le crió y redimió con su sangre" Es un hombre que temía a la muerte y preveía todo lo que dejaba tras su óbito. Son varios  casos en los que declara que sea sepultado  en las bóvedas de las iglesias la localidad, los único cementerios de estos tiempos. Abundan los que lo hacen en el convento de Consolación;  sólo se entierran en las  una capilla propia, los que tienen reservada la bóveda por ser patronos en los conventos franciscanos, San Juan,  y las monjas dominicas y trinitarias;  menos frecuentes son los que lo hacen en la iglesia de la Veracruz, a donde se entierran los cuerpos de los vecinos de   muchas aldeas. Santo Domingo,  y Santa María la Mayor de la Mota,  recogían principalmente las familias  hidalgas. Curiosamente, en el convento de Nuestra Señora del Rosario, lo  hacen diversos tipos de hermanos de las cofradías del Dulce Nombre de Jesús y Nuestra Señora del Rosario y algunas familias que poseían  capillas en propiedad. Suele estar obligado a colaborar con unas pequeñas cantidades con el rescate de cautivos,  los Santos Lugares de Jerusalén y los santuarios acostumbrados de la ciudad y el culto del Santísimo Sacramento contribuyendo con  una cantidad menor de diez maravedíes para el sostenimiento de  estos lugares o la cera del altar del último .  Como novedad. la caridad queda reducida a los niños desamparados y  suelen dejar alguna limosna para el mantenimiento de los Niños Expósitos.    
            Ejemplos abundan y el compromiso es variado. En 1739, Diego González, ganadero de la calle Antigua, fue un  hermano de la  cofradía  del Dulce Nombre de Jesús y mantuvo  el vínculo con su iglesia  obligándose con una cláusula testamentaria  a que la mitad de su casa se ligase con una  memoria de misas que se dijeran  por su alma en el convento dominico, mientras viviera  dejando el resto  a la hora de la venta para sus hermanos[1].
            Más explicito es el caso de Diego de la Peña, que, en su testamento de 1740,  indica claramente que sea sepultado en la iglesia y convento de Nuestra Señora del Rosario y señala  el lugar exacto de sepultura de los devotos de  la cofradía del Dulce Nombre de Jesús   con estas palabras, que se apartan de lo referido en siglos anteriores  mandando  ser "enterrado en la bóveda de  los hermanos de Jesús , de la que soy hermano". Este tipo de mandas  se repite en los hermanos de la cofradía, no refiriéndose al Dulce Nombre sino especificando  hermanos de Jesús y sin  manifestarse como cofrade[2].
            No sólo se repiten los enterramientos de los hermanos en esta capilla de Jesús, sino que  aparecen por este tiempo, otros hermanos que manifiestan  sean enterrados en la bóveda de la capilla de los hermanos del Gallardete de Jesús, como si fueran dos bóvedas diferentes de enterramiento. Y, además, muchos hermanos de los restante  gallardetes y hermandades  se entierran en sus correspondientes bóvedas de las capillas de los titulares. Es el caso de Ana Guritiérrez  qué se entierra en la capilla de los hermanos del gallardete de la Soledad de esta misma iglesia, que es otro nombre que se le da a la Madre de Dios del Rosarios, cuando procesiona con  Jesús Nazareno[3]. s
            El caso especial de las capillas patronales era la capilla de Santa Catalina del convento dominico. Pertenecía, a mediados de siglo a la familia Medina, Biedma  y Mora. Y, en el testamento de doña Gaspara Medina y Biedma, doncella tosiriana y vecina de Alcalá [4] de unos veinte años,  se declara que allí fuera enterrada. Como es fruto de su ascendencia hidalga, se desarrollaban unas  exequias  más solemnes con la presencia de los beneficiados de la ciudad y la celebración de un mayor numero de misas en el día del enterramiento, muchas de ellas cantadas frente a las de las personas sencillas que era rezadas y alguna que otra cantada  de réquiem.   ( continuará)




[1] AHPJ. Escribano Fausto de Ortega. Legajos 5221 y 5222 ( folio 1), 15 de diciembre de 1739 ( testamento)  y uno de enero de 1740 ( cláusula testamentaria del codicilo).   
[2] AHPJ. Legajo 5222. Folios 4748.  10 de mayo 1740.
[3] ahppj Legajo 5222. Testamento de Ana Gutiérrez, hija de  Lucas Zamora y  Ana Gutiérrez
[4] AHPJ. Legajo 5222. . Testamento de Dª Gaspara, hija de Gaspar de Medina, de Valdepeñas,  y Dª Ana de Mora, de Torredonjimeno.   25 de octubre de 1740. 

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