EL
HORNO DEL BARRIO DE SANTO DOMINGO DE SILOS
Escritura
de contrato entre Ana, de color morena, e de la villa de Aguilar, criada de
Juana García religiosa, vecina de la misma villa, y Francisco de la Cruz vecino de Alcalá, dueño del horno. Anteel escribano Hernán
Sánchez, 20 de junio de 1562.
SU LOCALIZACIÓN
“se
obliga serbir en un horno del dicho Francisco de Santa Cruz, que
tiene en el arrabal biejo de esta ciudad , linde de casas del dicho
Francisco de Santa Cruz y de casas de Francisco López., clérigo,
CONTRATO ANUALIDAD Y OBLIGACIONES DE LA CONTRATANTE
por tiempo de un año cumplido que corre el que cuenta desde
mañana martes bispera de san Juan 23 de este presente año(…)
el
dicho francisco de Santa Cruz cada noche de las que fuere desde arder
el dicho horno la cuarta parta del pan que se coziere y el sábado
y el sábado de cada una semana dos celemynes de ceniza de la que se
hiciere en dicho horno y se obligo de no lo dexar durante el dicho
tiempo”.
OBLIGACIONES DEL ARRENDADOR
Si lo dejare , buscaría una sustituta, el dicho
Francisco le debía dar “ casa en la que more durante el dicho
tiempo , en la qual tiene el dicho horno y con ella se le a de dar
toda la lenmna y materiales que para el dicho horno son menester cada una noche
BIOGRAFÍA DE SANTO DOMINGO DE SILOS
El
Monasterio de Santo Domingo de Silos se halla ubicado en la parte oriental de un pequeño valle de la gran meseta castellana, que el
primer documento conservado del Archivo de Silos, del año 954, ya
denomina como valle
de Tabladillo.
La vida del hombre en Silos y
en su comarca se remonta a tiempos prehistóricos, conocida hoy en
día gracias a una serie de excavaciones arqueológicas.
La vida monástica en todo el
Valle de Tabladillo, especialmente en Silos, comenzó con
probabilidad, a la hora de la reconquista castellana, a fines del
siglo IX, en forma de granjas monástico-familiares.
Pero, desde el siglo X, el
monasterio propiamente de San Sebastián de Silos ya entra en la
historia documentalmente.
Sin embargo, debido a los
estragos de Almanzor, el monasterio silense cae en gran decadencia
material y espiritual. En este momento, en 1041, hace presencia, de
la mano del rey Fernando I de Castilla, el monje riojano emilianense
Domingo. Es nombrado abad de Silos y, en treinta y dos años, con su
ímpetu restaurador y con su santidad, levanta a Silos en sus
edificios y en su comunidad. Muere el 20 de diciembre de 1073. Es
canonizado en 1076, y se convierte en el taumaturgo medieval de la
zona y su tumba en centro de peregrinación.
Surge el claustro románico
extraordinario, y brilla el scriptorium silense con obras como el
Beato de Silos, hoy en el Museo Británico.
La Baja Edad Media coincide
con una etapa menos brillante de la Abadía castellana. Pero, en
1512, el monasterio silense se adhiere a la Congregación Benedictina
de Valladolid y se va formando el monasterio moderno al lado del
medieval: muralla perimetral; ala sur para las celdas individuales de
los monjes; la capilla de Santo Domingo; la iglesia
neoclásico-barroca.
En 1835, en noviembre,
obedeciendo el decreto de exclaustración del gobierno de Mendizábal,
se dispersa la comunidad y se interrumpe la vida monástico
benedictina de Silos a lo largo de cuarenta y cinco
años.Afortunadamente, el 18 de diciembre de 1880, un grupo de monjes
benedictinos franceses de la Abadía de Ligugé, dirigidos
inteligentemente por un monje de la Abadía de Solesmes, Dom
Ildefonso Guépin, salvó a Silos de la catástrofe total al elegir
las ruinas silenses como su refugio.
Estos monjes fueron
restaurando con esfuerzos casi heroicos el Monasterio silense; y, con
la restauración material, procuraron recuperar parte de los restos
culturales. Encontraron 14 manuscritos medievales; muchos diplomas,
también de la Edad Media; y casi todo el archivo de la Edad Moderna.
Desde entonces, en el siglo XX
hasta hoy, la comunidad de Silos ha tenido y tiene una gran
vitalidad: con su testimonio, con sus celebraciones litúrgicas, con
sus aportaciones a la cultura, y con su irradiación, fundando varias
casas nuevas en España, como Estíbaliz (Álava), Montserrat de
Madrid, Leyre (Navarra), Abadía de Santa Cruz del Valle de los
Caídos (Madrid); y en Hispanoamérica: México y Argentina.
Silos ocupa un lugar
importante en la Orden Benedictina y en la Iglesia Española en el
mundo actual.
Por lo que se refiere a su
aspecto exterior, en sus edificios monasteriales, Silos se compone de
dos monasterios yuxtapuestos, en torno a dos claustros: a) el
medieval; y b) el moderno o clásico-barroco; con la iglesia al
Norte, y la gran ala Sur, o zona habitacional, con las celdas de los
monjes. Esta parte sufrió un pavoroso incendio en 1970, y se redujo
a cenizas. Pero bajo la dirección de Bellas Artes, se restauró en
1971-72, con la planificación y supervisión continua de los
arquitectos Alberto García Gil y Julia Fernández de Caleya. Desde
entonces Silos es un gran monasterio a la vez histórico y funcional.
Cuenta la tradición que Santo
Domingo vino al mundo en el año mil de la era cristiana, en la
pequeña villa de Cañas, que en aquellos tiempos pertenecía al
reino de Navarra, dentro de una familia de noble linaje. Ya desde
niño, asistía a las Celebraciones Pinos con tal gravedad y cordura,
que revelaba en él un profundo espíritu de fe. Después de ejercer
cuatro años el oficio de pastor, los padres de Domingo quisieron
secundar los deseos del muchacho de consagrarse a Dios, por lo que le
dedicaron como clérigo, tal vez con patrimonio de la familia, al
servicio y ayuda del sacerdote de la parroquia, con el cual aprendió
los Salmos de David, el canto eclesiástico y el Evangelio,
ensayándose en la lectura y la comprensión de los libros de la
Sagrada Escritura, pasionarios y homilías de los Santos Padres que
más frecuentemente se recitaban en las Celebraciones Pinos. No nos
consta con certidumbre si hizo toda la carrera eclesiástica en su
pueblo, ya que solía haber una especie de seminarios parroquiales, o
bien cursó lo que llamaríamos hoy teología en la ciudad episcopal
de Nájera. Lo cierto es que don Sancho, obispo de esta ciudad, se
decidió a conferir a Domingo el presbiterado cuando apenas contaba
con veintiseis años, edad a la que los otros clérigos recibían
solamente el diaconado.
Después de una breve
experiencia eremítica, a los treinta años, decidió ingresar en el
monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla. En los primeros
tiempos de vida monástica, se dedicó Domingo a completar su
formación intelectual, aprovechando la rica biblioteca del
monasterio; allí estudió a Esmaragdo y, sobre todo, el famoso
códice de San Millán, que contenían las promulgaciones dogmáticas
de los concilios ecuménicos de la Iglesia y otros particulares. A
los dos años de profeso, el abad le nombró maestro de los jóvenes
que se educaban en el monasterio.
Semejante encumbramiento moral
tan rápidamente conquistado, no pudo menos de suscitar ciertos
recelos en algunos religiosos que, más antiguos de la casa, podían
creerse postergados. Por envidia o buena fe, se puso en tela de
juicio su virtud y la objetividad de sus ideales. "Fácil es",
decían, "obedecer cuando la obediencia trae consigo honores y
cuando el trabajo se ve recompensado con el cariño y el
agradecimiento. Confíesele una misión más dura y entonces veremos
el verdadero valor de la obediencia". Fue entonces nombrado
prior de Santa María de Cañas. El priorato se encontraba en un
estado lamentable: desmantelado, sin enseres, sin bienes y sin
libros. Con esfuerzo y gran acierto en el manejo de los negocios
temporales, arregló las cuentas atrasadas y fomentó el cultivo en
las propiedades del monasterio, de suerte que poco tiempo después
pudo ya vivir de su trabajo y del de sus monjes, y procurar al
priorato lo más preciso en ropas, ornamentos de iglesia y códices,
construyendo poco después una iglesia nueva.
Desde el monasterio de San
Millán de la Cogolla, se seguía con interés la obra que Domingo
realizaba en Cañas, por lo que a finales de 1038, Domingo fue
nombrado prior mayor del monasterio, casi a la fuerza, porque la
humildad del Santo rehuía los honores de tan alto cargo.
Desgraciadamente ocurrió que a los pocos meses de ser nombrado
prior, murió el abad don García y en su lugar fue nombrado el
anterior prior don Gomesano. Si la elección hubiese sido libre y
estado en manos de los monjes, es indudable que hubiera recaído en
la persona de Domingo.
Gobernaba por entonces los
reinos de Navarra y La Rioja don García, hijo mayor del rey don
Sancho. Pródigo a veces con los monasterios e iglesias, cuando se
veía apurado por las necesidades de la guerra, no respetaba ni
derechos sagrados ni sus propias donaciones, ni siquiera las de San
Millán. En el año 1040, exhausto su tesoro y creyendo que el nuevo
abad le apoyaría en sus pretensiones, se dirigió al monasterio
exigiendo una fuerte suma por sus pretendidos derechos reales. La
negativa de Domingo fue respetuosa pero rotunda. Esta obstinación
exacerbó de tal manera la cólera del monarca. Apenas salió de la
iglesia, el rey tuvo una larga entrevista con el abad, quien
consintió en deponer a Domingo del cargo de prior y enviarle
desterrado al priorato de San Cristóbal, llamado también Tres
Celdas. En 1041, Domingo se dirige hacia Castilla. El rey don
Fernando le ofreció su protección y una morada en palacio, pero el
Santo pidió al monarca licencia para vivir retirado en la ermita que
pertenecía al monasterio de San Millán, sirviendo en ella a la
Virgen María.
A principios del año 1041, el
monasterio de San Sebastián de Silos estaba casi abandonado. Perdido
su antiguo prestigio y gran parte del patrimonio, todo anunciaba un
fin poco glorioso, pues el puñado de monjes que lo habitaba,
vegetaba y languidecía tristemente. Fue entonces cuando el rey don
Fernando, movido tal vez por los ruegos del padre del Cid Campeador,
que tenía sus posesiones colindantes con las de Silos, encomendó a
Domingo la resturación del monasterio de San Sebastián de Silos y
le propuso como abad. En una mañana de invierno, Santo Domingo
entraba en la iglesia acompañado del obispo y de algunos nobles,
para tomar posesión del cargo.
Comenzó la restauración
material del monasterio por la iglesia, de tal modo que, completada
con la cúpula y atrio por sus sucesores, llegó a ser una de las más
bellas basílicas románicas de España, parecida a la catedral
antigua de Salamanca. Hacia 1056, se comenzó la construcción de la
sala capitular en el sitio llamado hoy el
gallinero del Santo,
así como el maravilloso claustro románico, que es la joya más
original en su estilo y que eternizará en la historia del arte el
nombre de Santo Domingo de Silos.
Corrían los años, y con
ellos la actividad material y espiritual del monasterio de Silos iba
aumentando. En los últimos años, la muerte se había llevado a sus
mejores amigos: al rey don Fernando y a su hijo don Sancho, y
finalmente a su amigo y vecino el abad de Arlanza, en 1072. Las
fuerzas de su cuerpo se rendían al peso de sus 72 años, tan
cargados de fatigas; su cuerpo, necesitaba el apoyo de aquel báculo
sencillo de avellano, que aún se conserva en el Monasterio como
preciosa reliquia. Su espíritu se mantenía firme y sereno, pero las
fatigas del otoño de 1073, después de los últimos esfuerzos para
la distribución de las cosechas, le rindieron del todo y cayó
enfermo. Santo Domingo, murió el viernes 20 de diciembre de 1073.
os monjes, como creadores de cultura y servidores de sus hermanos los
hombres, gestionaron en la Edad Media un hospital y una leprosería.
De esta forma se familiarizaron con la botánica. De esta actividad
aun se conserva una farmacia de principios del siglo XVIII (1705). Se
componía del jardín botánico especializado, el laboratorio
bioquímico, la biblioteca y el botamen. Al visitarla, se puede
admirar: la biblioteca, con cerca de 400 volúmenes, algunos del
siglo XVI y más de los siglos XVII-XIX. Destaca un magnífico
DIOSCÓRIDES (1525), con excelentes dibujos de animales y plantas, el
cual en Silos no era solamente una joya bibliográfica, sino que
tenía una dimensión práctica porque juntamente con otros libros,
se convertía en necesaria consulta de los boticarios del monasterio,
o de los confeccionadores de licores de hierbas. El botamen, con
cerca de 400 jarros, todos ellos de loza, hechos expresamente para la
botica de Silos, con el escudo del monasterio. La sala donde se
expone al público es de la época, pero no el emplazamiento original
de la botica.
El visitante puede admirar también la conservación de los
anaqueles, con sus maravillosos tarros para las pócimas y remedios;
así como los hornos, retortas, alambiques y demás instrumentos de
cocimiento y alquitaramiento de sustancias, con su aire entre
fáustico o alquímico y de inicios científicos, que guarda este
viejo recinto de oración y trabajo, de memoria histórica y cultura
de siglos.
El monasterio debe la recuperación de una gran parte de su antigua
botica al dignísimo y elevado gesto de D. Juan de Aguirre y
Achútegui, quien la compró a D. Octavio Castrillo en 1927 y la
regaló a la Abadía cuando todo estaba ultimado ya para ser vendida
y trasladada al extranjero.
Entre los años 1957 y 1967, el monasterio recuperó tres lotes de
anaqueles, tarros y cajonería, hasta integrar la totalidad del
conjunto que se aprecia en la actualidad.
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