El mes de diciembre se presenta como un mes
repleto de reflexión, que culmina al escuchar las campanadas y comerse las doce
uvas de final de año. Comienza con el puente de la Constitución y de la Inmaculada y, si se hicieran
encuestas entre toda la población española, de seguro que la mayoría de los
ciudadanos nombrarían este puente- con arcos de muchos años de acueducto- como
el puente de la Constitución. Y
en este tiempo que corre más que el AVE, ya nadie se acuerda de las famosas
Vísperas de la Noche
de la Inmaculada ,
cuando en los últimos decenios del siglo XX, todavía se celebraban grandes
concentraciones marianas en muchas ciudades de España. Ya no corren los tiempos
en los que se juraba por la el dogma de la Inmaculada Concepción ,
sino que, al revés, la sociedad es mucho más laica y la confesionalidad ha
mermado en calidad y cualidad atendiendo a los distintos credos que practican
libremente los ciudadanos. Sirva de
ejemplo aquellas efemérides que reunían a todos lo sectores estudiantiles de la Universidad de Granada
en torno a la Inmaculada
del Triunfo, y que acaba como los rosarios de la Aurora , a porrazos y luchas
entre la policía y los fogosos estudiantes, que aprovechaban la ocasión para
protestar contra los últimos hálitos del régimen dictatorial. Hoy, la fiesta se
ha hecho más oficial y ha quedado reducida a la conmemoración del Día de la Constitución en las
Cortes Españolas y en los salones de las subdelegaciones del Gobierno de
España. A lo más, los escolares realizan algunos dibujos dentro de sus tareas
programatorias, se adelantan actos políticos para los días anteriores al seis
de diciembre, y ese espíritu que imbuyó
un cambio esencial en la vida política española ha quedado como una fecha
festiva y lúdica más que el reconocimiento del advenimiento de la
democracia. Con todos los defectos,
desviaciones , inconcreciones, e incumplimientos que están por venir.
Y la cosa pública, sin embargo, radica en que todo el mundo habla de la constitución:
de su reforma, de su sustitución , de periodos constituyentes, de referéndum,
de miles de propuestas inconcretas que ninguna levanta el afecto, el apego y el
seguimiento popular. Queda reservada al alambique de la gestión política y de
sus gestores, porque no hay un consenso básico entre todos los sectores de la
sociedad ni se comparte un deseo de
acuerdo entre las diferentes partes.
Es verdad
que la crisis hizo añicos muchos artículos de esta norma fundamental de
convivencia, esta ley de leyes, con las
que creíamos que habíamos descubierto el bálsamo de Fierabrás. Y luego, a
muchos sectores de la población se le derrumbó como un castillo de naipes. Simplemente, al verse sin
empleo, sufriendo los recortes salariales más inauditos ( ya nadie habla de los
mileuristas, porque se dan con un canto de los dientes los que llegan a este
salario o firman un contrato de cuarenta horas semanales), considera el
articulado de la Carta Magna
un simple papel mojado. Y no queda solamente en este aspecto básico, sino que
se prolonga su desánimos cuando analiza su relación con la vivienda (las
fuertes hipotecas, que sufre; los desahucios de sus vecinos; los ninis; los sin
techo...), la pobreza, la hospitalidad de los emigrantes, la fuga de cerebros,
la división territorial de España sin
visos de solidaridad y convertida en juego de intereses económicos, ...Por eso
me viene a cuento unas palabras de Thomas S.Khum, un historiador de la ciencia
que afirmaba: " que un cambio del
paradigma científico obliga a reconstruir el discurso epistemológico para
explicar las anomalías que el modelo anterior ya no es capaz de justificar.
Estamos inmersos en un cambio de época en el que nuevo paradigma aún en
construcción obliga replantear las
políticas y escatologías (...) No se
trata de sólo de realizar el esfuerzo hermenéutico de intentar explicarnos lo
que está aconteciendo, sino el reto
escatopráxico de construir los que
queremos que acontezca. Que la historia avanza es una evidencia. Que progrese a
favor de los últimos depende, entre otras cosas, de nuestras políticas y
muestras escatologías".
O dicho en roman paladino,
obras son amores y no buenas razones. Esta es la primera reflexión del mes
último de año. .
No hay comentarios:
Publicar un comentario